Por Valentina Arislur y Francisco Di Giusto
Fotografía: Gentileza Telam

La campaña electoral se coló en la Peregrinación Juvenil a Luján que tuvo lugar este fin de semana. «El pueblo lo ama y Milei lo odia», decían los carteles que portaban los caminantes en defensa del Papa Francisco. El fútbol también fue protagonista.

Una lavada de cara, un café y un par de tostadas o galletitas. Energía más que necesaria al comienzo del día para cuando, casi 20 horas después, estuvieran muy cerca de cumplir su meta. Una caminata de 63 kilómetros no se hace todos los días, por lo que los motivos y razones de cada peregrino funcionaban como un combustible único hacia el objetivo en común: la icónica Basílica de Luján. El 30 de septiembre, miles de peregrinos marcharon desde el Santuario San Cayetano, ubicado en el barrio de Liniers, hasta la basílica “Nuestra Señora de Luján”, en la edición número 49 de uno de los eventos religiosos más masivos del país. Durante casi dos días, la avenida Rivadavia y la Ruta Provincial 7 se llenaron de pies que, en un principio a paso decidido y, a medida que mermaba la resistencia física, a paso lento, en muchos casos “llevados por la fe”, pisaron la Basílica sintiendo que el esfuerzo había valido la pena.

El trayecto entre Liniers y la Basílica se colmaron de una marea de gente que parecía no tener fin. Charlas, música, juegos y risas caracterizaron los primeros tramos con un claro optimismo frente al largo camino que aún quedaba por recorrer. Personas de todas las edades y clases sociales inundaron el camino: algunos que habían participado reiteradas veces y otros en su primera jornada; gente que caminaba en silencio, y otros que llevaban amplios parlantes con música para animar el recorrido; peregrinos charlando, rezando, compartiendo un mate o una palabra de aliento. Todos avanzando en un mismo sentido: Luján.

Con el correr del tiempo, el cansancio comenzaba a notarse en las caras de quienes llevaban largas horas sin parar de caminar al sol. Para estos momentos, dieron soporte los puestos sanitarios y puntos de asistencia que proporcionaron dependencias municipales, la Cruz Roja, parroquias y demás grupos que dedicaron el día a dar una mano a los peregrinos. La cura de ampollas, elongación, masajes y asistencia médica no fueron, sin embargo, su rol principal. El apoyo emocional y espiritual reflejado en una palabra de aliento, un abrazo, el rocío de agua bendita en manos de curas de distintas zonas, una arenga cantada para levantar el ánimo comenzó a ser una de las mayores necesidades de los caminantes y, a su vez, el papel clave que jugaron los más de 58 puestos de asistencia.

Iniciada en 1975 por una convocatoria juvenil que buscaba pedir fuerzas a la Virgen por el complejo contexto político y social que se estaba atravesando, la peregrinación mantuvo a lo largo del tiempo y hasta hoy lemas que promueven la unión del pueblo argentino. Aunque muchas de las razones por las que la gente camina tienen que ver con la salud, el trabajo, los proyectos personales o el deporte, carteles, banderas y largas conversaciones a lo largo de su trayecto evidencian una preocupación generalizada por el rumbo que tome el país pasado el período electoral. La historia de los distintos lemas que caracterizan a cada edición de la peregrinación lo evidencian: desde el “Ayúdanos a trabajar por la justicia” en 1990 y el “Madre, abrazanos fuerte, queremos un pueblo de pie” hasta el “Madre, queremos una Patria para todos” en 2010, cada frase se encomienda a la Virgen en búsqueda de los conceptos de comunión y unidad en búsqueda de la construcción de un país más justo y con un pueblo fuerte.

Con la premisa de “Madre, estamos en tus manos, danos fuerza para unirnos”, la peregrinación demostró una vez más su carácter popular. Pasacalles y carteles ilustraron a lo largo del recorrido la diferencia abismal entre el candidato presidencial de La Libertad Avanza, Javier Milei, y el pueblo como idea de unión de los argentinos. La premisa “El pueblo lo ama. Milei lo odia” acompañada por imágenes de Jesús, la virgen María, el Papa Francisco y Diego Armando Maradona, entre otros, mostró no solo que el futuro del país estaba dentro de las intenciones más recurrentes entre los peregrinos, sino también una gran preocupación por el triunfo en las PASO del candidato libertario y, también, por sus dichos contra el Papa Francisco o sobre la venta de órganos. Entre la gente, Milei era visto de manera reacia por sus posturas, aunque eran mucho menos vehementes que los carteles, que lo ubicaban en el lado “oscuro”, siempre escrito en rojo o con fuego a su alrededor.

La peregrinación coincidió, de manera fortuita, con la denominada “Fecha de los Clásicos” del fútbol argentino, en la cual, de viernes a lunes, tuvieron lugar los enfrentamientos entre rivales de toda la vida. Lejos de mermar el caudal de peregrinos, durante las caminatas se avistaban celulares con las transmisiones televisivas, radios encendidas y el boca a boca como arma de difusión. “¿Gol de quién?”, “¿Cuánto falta?” y otras formas de, no solo socializar y entablar una conversación, sino de descansar la cabeza y que las piernas sigan avanzando casi de modo automático. Otros, lejos de los auriculares y los gritos de gol, se proponían no ver el partido de su equipo a modo de “sacrificio extra”, otorgando algo más que los pasos cada vez más cansinos.

Las pasiones, además, no iban a contramano de la fe y la congregación. Muchos peregrinos emprendieron su caminata para agradecer por la conquista de la Selección Argentina en Qatar el año pasado, e incluso las vestimentas albicelestes afloraban por la ruta. La idea de comunión logró romper ciertas barreras que en el fútbol parecen sagradas: hinchas de River y Boca, ambos vestidos con sus respectivos colores, abrazados y alentándose mutuamente a seguir avanzando, dieron una imagen superadora, un día antes del enfrentamiento máximo entre los adversarios de toda la vida.

Avanzada la noche, cada paso cuesta más. Las caderas comienzan a pesar, los brazos a dormirse, las canciones que acompañaron la peregrinación, tanto las tradicionales como algunas originales reversiones de cánticos de cancha con letras católicas, comienzan a mermar. A medida que se acerca la Basílica de Luján, las fuerzas son menos y cada ayuda es bienvenida: vecinos de los barrios lindantes regalan botellas de agua, bananas y caramelos para otorgarle ese plus necesario al peregrino. Y cuando parece que no llega más, al doblar en una esquina allí está, imponente, desembocando en la plaza. Las piernas se aflojan, muchos sufren bajones de presión por el relajo post caminata, pero el objetivo está cumplido, tanto para agradecer por buena salud o éxitos propios y ajenos, como para pedir por un país mejor, por trabajo o, por ejemplo, por las Islas Malvinas.

La peregrinación es, como muchos caminantes recalcan año a año, una analogía de la vida misma. Al principio la energía abunda y el largo camino que queda por delante es visto con optimismo. Con el correr del tiempo, cansancio, dolor e infortunios aparecen complejizando los tantos kilómetros que aún quedan recorrer. Es ahí donde el apoyo, ya sea de un amigo o un extraño, resulta crucial para mantenerse en carrera. Los baches y complicaciones se sortean para llegar finalmente, agotado pero colmado de satisfacción, a la “casa de María”, que para los miembros de la Iglesia católica simboliza el paso a la vida eterna luego de la muerte.