Por Jorge Rodríguez
Fotografía: Clara Pérez Colman

El Festival Vecino que el fin de semana pasado se realizó en Barrio Mugica exhibió los aportes de las comunidades migrantes que la integran. Tres historias gastronómicas.

El sábado se realizó el Festival Vecino en el barrio Padre Carlos Mugica (popularmente conocido como Villa 31), que posee una de sus entradas ubicada justo en el medio de la estación de ómnibus de Retiro y las terminales de distintas líneas ferroviarias.

Una gran diversidad cultural se manifiesta en el territorio: paraguayos, argentinos  peruanos y bolivianos son algunas de las comunidades más predominantes, que se hacen notar a través de sus distintas costumbres y manifestaciones culturales.

Las construcciones dentro del lugar dieron como resultado que algunas calles prácticamente no tengan vereda y se crucen con pasillos donde solo se puede entrar caminando.

Los límites del espacio físico dieron como resultado que los autos y camionetas no sean el vehículo más cómodo para manejarse dentro de la Villa; sin embargo, la gente de La 31 no se privó de transportar muebles , materiales de construcción , mercadería para sus negocios  y diversos objetos. Para darle solución a esto, los vecinos popularizaron los llamados «motocarros», vehículos que constan de una moto que tracciona un trailer ubicado en su parte posterior, en donde se carga todo lo que necesiten acercar a sus hogares y negocios.

El equipo de ANCCOM utilizó este medio de transporte para adentrarse en el Barrio Mugica y llegar hasta el bajo de la Autopista Illia .En ese espacio se ubicaban alrededor de mil familias de las 40 mil personas que viven en esa Villa y recientemente fueron relocalizadas en nuevas viviendas a pocas cuadras de sus antiguas casas.

Las edificaciones que quedaron en desuso fueron demolidas para dar espacio a un edificio blanco con vidrios transparentes donde funciona un centro comunitario; por fuera se encuentran una plaza con juegos y algunos asientos que ocupan el ancho de la autopista que pasa por arriba y separa al barrio en 31 y 31 bis.

Ese lugar fue elegido para ubicar el escenario del festival, donde tocaron La Nueva Luna, Marcelo Veliz y Tkato 31, entre otros. En los costados y a lo largo del espacio se establecieron los puestos de algunos emprendimientos gastronómicos y artesanales pertenecientes a vecinos del barrio.

Mujeres Unidas

Elisa Bogado Murray nació en Paraguay y es una de las referentes de la cooperativa Mujeres Unidas, un proyecto gastronómico que comenzó en la pandemia con un programa llamado «Acompañar», donde se reunían mujeres que sufrían violencia de género. Hoy también atienden un merendero.

Elisa cuenta: “La necesidad de comenzar con los trabajos de panadería fue por una cuestión económica que sufrimos en pandemia, empezamos este trabajo con el mismo grupo de mujeres con las que nos dábamos ayuda mutuamente por las situaciones de violencia de género que sufrimos. En un principio éramos seis o siete, hoy somos como 23. Por el momento no nos dedicamos con todo al proyecto, porque nos falta un espacio físico y algo de equipamiento de todo lo que conlleva tener una panadería”.

Con una sonrisa en el rostro, Elisa señala el chipa de la mesa: “En la última edición del festival ganamos el premio al mejor chipa –cuenta-. Nos dedicamos a comida paraguaya por lo general, porque la mayoría de las mujeres que nos juntamos somos del mismo país .Después de ese premio la gente empezó a conocernos un poco más y ahora levantamos pedidos por encargos y nos presentamos en algunas ferias. Todo lo producimos en la casa de una de las chicas. Empezamos a crear redes sociales para empezar a expandirnos de a poco”.

Miriam y su escondite

Miriam Limachi González es boliviana, tiene 53 años y hace 30 que vive en el Barrio Mugica .Desde que llegó al país se dedica a la gastronomía; primero trabajó haciendo comida que vendía en las obras de construcción y luego con un carrito comenzó a cocinar en la calle. A partir de la pandemia se vio obligada a buscar otras opciones para seguir adelante, por lo que empezó a elaborar y vender la comida desde su casa, dándole nacimiento  al Escondite  de Miriam .

«Cuando dejamos de vender en la calle por la pandemia –señala-, con mis hijas empezamos a trabajar desde casa en un pequeño restaurante llamado el Escondite de Miriam, tiene ese nombre porque está un poco escondido de la vista del público. En un principio le vendíamos a familiares y amigos, hasta que empezamos a ganar más clientes».

La idea de Miriam es que el proyecto siga creciendo. «Lo próximo que tenemos pensado es agregarle mesas a mi local para que la gente pueda venir a sentarse a comer y pasar el tiempo. Nuestra especialidad es la comida boliviana, pero en el barrio convivimos con varias colectividades, por eso tuve que aprender recetas nuevas para no dejar a nadie afuera», relata.

Mugica beer

Desde 2019 que La 31 tiene en su interior una fábrica de cerveza artesanal. La iniciativa comenzó cuando Osvaldo Salazar, apodado «Cupa», hizo un curso para elaborar esa bebida y una vez finalizado envió la idea al grupo de Whatsapp del que forman parte sus amigos y compañeros de fútbol.

«Cupa» nació en el barrio y recuerda lo siguiente de los comienzos de su emprendimiento: » Acá estábamos acostumbrados a la cerveza industrial, no se conseguía mucha variedad, se pensaba que la cerveza artesanal era una cosa de chetos. Después del curso le tiré la idea a mis amigos. Al principio éramos como diez los que empezamos con el proyecto. Las primeras veces la cerveza  tenía un gusto muy feo, eso los bajoneó y de a poco se fueron bajando.”

Sin embargo, el proyecto siguió. “Los que quedamos fuimos aprendiendo de los errores y mejorando por la práctica  hasta que conseguimos una buena cerveza que nos animó a invertir en máquinas y herramientas más profesionales», dice, y  agrega: “Por el momento no podemos dedicarnos de lleno a esto, todavía tenemos nuestro trabajo en relación de dependencia. La gente del barrio se fue curtiendo con el gusto y de a poco empezamos a crecer. Hoy no solo vendemos acá adentro, sino que también recibimos pedidos de personas de otros lugares. La idea es seguir expandiéndonos para dedicarnos de lleno a esto”. Hoy, Mugica Beer tiene hasta su propia fábrica dentro del barrio.