Por Jazmín Alter
Fotografía: Sofia Barrios y Magali Druscovich

Las empresas invierten en “greenwashing”, o lavado de imagen verde, para presentarlas como ambientalistas a costa de engañar a sus consumidores. Una práctica que afecta también al ambiente.

Estamos atravesando una de las peores catástrofes ambientales provocadas por el ser humano. El calentamiento global tiene múltiples causas, pero muchas de ellas tienen que ver con empresas que embolsan las ganancias y socializan los daños de sus modelos de negocios. Un ejemplo cercano y visible de esto, es lo que ocurre con el plástico.

Para tener una dimensión de cuanta cantidad se produce, el plástico fabricado durante el 2003 y el 2016 fue mayor a todo lo que se produjo durante el siglo XX. Según el World Wildlife Fund, de todo el plástico generado a nivel mundial solo el 10% se recicla. Este elemento tiene una utilidad aproximada de menos de tres años pero su desintegración en el medio ambiente puede llevar décadas y hasta siglos.

El 44% del plástico tiene como destino hacer botellas y otros tipos de envases. Cuando se lo descarta, ese mismo plástico que se usa generalmente sólo unos minutos contamina el agua y el suelo, poniendo en peligro la vida marina y terrestre. También su producción contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero y su eliminación inadecuada genera problemas de gestión de residuos.

En un informe para Ellen Macarthur Foundation, en 2019, Coca-Cola afirma que utiliza tres millones de toneladas de envases de plástico al año, lo que equivale a 200.000 botellas por minuto. De ese total, solo el 14% del total son envases retornables. Toda esta evidencia choca de frente con lo que dice su página web acerca de que “El ecodiseño es mucho más que una simple tendencia. Es una filosofía que se ha vuelto imprescindible. Se trata de diseñar productos teniendo en cuenta todo su ciclo de vida, desde su fabricación hasta su uso y distribución con el objetivo de reducir al máximo su impacto ambiental”. Presentar la empresa como “ecologista” no es simplemente una publicidad engañosa (como mínimo) sino que representa una práctica perjudicial para el planeta.

El ejemplo de las botellas es solo uno entre miles de ejemplos del marketing del greenwashing, que busca subir la imagen de la empresa a la ola de lo ecológico engañando a sus consumidores. Utilizar el color verde en productos y publicidades,  agregar palabras como ”naturales” o “ecofrendly”, o proporcionar información poco probable sobre el gran beneficio ambiental que generan son algunas de las estrategias de marketing que emplean las empresas para posicionarse. Esta falsa práctica verde deja importantes huellas en nuestro planeta.

Responsabilidad empresarial ambiental

La Ley 8583 de Argentina, promulgada en 1962, promueve la «Protección de los Recursos Naturales». Esta ley establece medidas para la protección y conservación de los recursos naturales del país, incluyendo aspectos relacionados con la responsabilidad ambiental empresarial. “En primer lugar, es vital comprender la relevancia del sistema multilateral de protección del medio ambiente en el que estamos inmersos. Y nuestras respuestas a nivel local deben ser consecuentes con los objetivos asumidos en el plano global”, comenta Sofia Biscayart, abogada de la Universidad de Buenos Aires.

A su vez, Nicki Becker, referente de Jóvenes por el Clima Argentina, movimiento social y político encabezado por la juventud del país que lucha por revertir los efectos de la crisis climática explica, dice: “La responsabilidad ambiental que deberían tener las empresas en principio es que su actividad no vaya en deterioro del ambiente”.

La ley establece la obligación de las empresas de prevenir y controlar la contaminación ambiental generada por sus actividades. Esta norma conlleva sanciones para aquellos que incumplan las disposiciones y sus responsabilidades ambientales. Las sanciones pueden variar dependiendo de la gravedad de la infracción y pueden incluir desde advertencias y clausuras temporales hasta multas económicas significativas.

“A partir de la reforma constitucional de 1994, con la incorporación del Artículo 41 que prevé expresamente el derecho a un medio ambiente sano, se traza un camino de regulaciones locales que persiguen incansablemente su operatividad”. Aclara la abogada, sobre la responsabilidad ambientalista que deben tener las empresas.

“En Argentina tenemos mucha normativa ambiental, tenemos la Ley General del Ambiente, la Ley de Cambio Climático, la de Educación Ambiental… La normativa abunda”, aclara Becker y agrega: “Lo que sucede es que hoy en día esta actividad no está regulada dentro del Código Penal, por lo cual, en general, el castigo a las empresas que no cumplen con la normativa, termina siendo un vuelto, o sea, termina siendo dinero que ellos incluyen como parte de los gastos y no implica un castigo real”.

¿Cuál es el costo que pueden tener las empresas al no responsabilizarse ecológicamente?

Para la activista Becker, “el riesgo, básicamente, es perder credibilidad. Creo que hoy en día cada vez más se valora el hecho de la transparencia de las empresas y es un tema que se trabaja mucho”. Luego, aclara: “Por ejemplo, con la ley del etiquetado quedó muy a la vista esto de la transparencia en el consumo. Utilizar palabras como ´natural´ o ´verde´, queriendo representar que son óptimas para el medio ambiente, cuando en realidad no lo son genera un efecto de desacreditación con el consumidor”.

Biscayart opina que uno de los riesgos principales de practicar el greenwashing es perder la credibilidad, a su vez agrega, desde el plano legal, que, “En primer término, subestimar al consumidor en tiempos donde la información abunda denota una absoluta falta de profesionalismo; desenmascarar a la organización no sólo implicaría una pérdida de confianza por el público en general, sino habría un impacto en su reputación y definitivamente afectaría su posicionamiento en el mercado, sus ventas y su negocio en general”. Sofía aclara que la práctica de greenwashing es una actividad ilícita: “Por otro lado, las prácticas de greenwashing resultan violatorias de distintas leyes, tanto de publicidad engañosa como de regulaciones ambientales; en consecuencia las organizaciones deberían enfrentar multas y sanciones legales, lo que perjudica su situación financiera y su imagen pública”.

“El greenwashing es una estrategia de marketing muy utilizada en la actualidad”, aclara Mel Alfonso, integrante de Consciente Colectivo, organización socioambiental conocida por sus acciones militantes a favor del ecosistema, como la ley de humedales, la adaptación al cambio climático y la soberanía alimentaria, entre otras campañas que promueven.

La activista detalla en qué sectores laborales se practica usualmente el lavado de imagen verde, “También suele suceder que el greenwashing en su narrativa incorpora aspectos ambientales de manera muy superficial, sin plantear cambios paradigmáticos en cuanto al impacto que las actividades productivas tienen sobre nuestro ambiente. Esto es válido para todos los sectores, desde un proyecto de extractivismo hasta las cadenas multinacionales de moda rápida, pasando por los agrotóxicos; el greenwashing está en todos lados y la sostenibilidad de nuestra matriz productiva no es tanta como a veces parece ser”.