Por Axel Schwarzfeld
Fotografía: Mariel Bonino

A 50 años de la asunción de Héctor Cámpora como presidente, el abogado y catedrático Oscar Moreno reflexiona sobre los acontecimientos de la época y su vivencia personal de los que define como sus “49 días como oficialista”.

En junio de 1966, tras el derrocamiento del presidente Illia, se instauró la dictadura de Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse, la autodenominada “Revolución Argentina”. Todos ellos, en ese orden, fueron los generales que estuvieron en la presidencia durante este período que finalizó en 1973. Cada una de las gestiones cayeron por un contexto nacional en el que la movilización popular desbordaba, lo que hizo que el régimen militar se viera obligado a preparar la transición hacia el retorno de la democracia. En este sentido, se levantó la proscripción del peronismo, aunque los militares implementaron diferentes mecanismos para evitar la candidatura de Perón.

Ante las restricciones, Perón eligió como candidato a Héctor José Cámpora para las elecciones presidenciales de 1973, quien ganó por amplia diferencia. A 50 años del “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, el abogado y profesor emérito de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Oscar Moreno, dialogó con ANCCOM sobre los 49 días de aquel fugaz mandato, no sólo desde una mirada académica, sino también que protagonizó los acontecimientos de la época.

¿Quién era usted cuando asumió Cámpora?

Me hice peronista en 1959. Mi padre era maestro en una escuela rural en La Pampa, vinimos a vivir a Buenos Aires para estudiar y vivíamos en un barrio muy humilde de Flores Sur, cerca del Hospital Piñero y el Cementerio de Flores. Allí vivían muchos de los obreros del frigorífico Lisandro de la Torre. Era muy divertido porque a las seis de la tarde, cuando volvían de su trabajo, todos se sentaban a tomar mate en pijama y camiseta en la calle y el día que no los veías a ninguno, era un día que había llegado una cinta de Perón. Cuando tomaron el frigorífico porque Frondizi lo quiso privatizar fue una revuelta popular de un tamaño… los vecinos del barrio arrancaban los adoquines y los tiraban a los tanques. Yo era muy joven y me dije: “Me he pasado la vida leyendo a Marx y buscando a los proletarios, los proletarios están acá” y a partir de ahí milité en el peronismo, como decíamos en broma con muchos compañeros, casi siempre del lado contrario. Casi siempre Perón nos ganaba. A partir de ahí, tuve un periodo de militancia bastante activa en la defensa de los presos políticos y muy cercana a lo que se llamó “La Tendencia”. Cuando Perón destituye a Paladino como delegado personal y nombra a Cámpora, ahí tuve un acercamiento mayor porque yo era bastante amigo, o por lo menos conocido, de un sobrino de Cámpora: Pedro Cámpora. Por Pedrito conocí a su hermano Mario, el primer embajador en Londres cuando se repusieron las relaciones diplomáticas. Fue como el ideólogo de todo esto: formamos un núcleo de amigos que trabajó por la candidatura de Cámpora.

 

¿Cuál era el ambiente de época?

Hay una cosa que entender. En 1966 Onganía destituye a Illia y fue un gobierno de origen nacionalista, católico y militar que tenía la intención de quedarse en el poder. Uno de los errores políticos que comete es intervenir y prohibir la vida política en las universidades. Los estudiantes dejaron de ser militantes para poner al presidente del centro de estudiantes y los consejeros en los consejos de la facultad. Se empieza a dar un proceso de politización de esa juventud y de acercamiento hacia el peronismo. Lo que uno sentía en ese momento es que se había roto aquella tradición de que las clases medias eran antiperonistas. Aparece un movimiento juvenil muy fuerte que se arrima al peronismo, que vitorea a Perón y pide su vuelta. O sea, ya el peronismo dejó de ser una cuestión propia de los trabajadores y los sindicatos y pasó a ser un proceso de masas.

¿Era el retorno de “los años felices” anteriores al 55?

No, esto es muy complejo. Lanusse entiende que debe abrir el proceso electoral y se ve así mismo, a partir de un acuerdo con Perón, presidente electo democráticamente y para eso genera el Gran Acuerdo Nacional. Perón, con esta cosa chicanera que tenía para hablar, tumba rápidamente esta idea cuando dice: «Lanusse tiene las mismas posibilidades de ser presidente electo en Argentina que yo rey de Inglaterra». Entonces empieza ahí un tironeo fuerte entre ambos y ocurre un hecho militar y político: la Masacre de Trelew. Esto trajo una especie de rebeldía contra Lanusse, quien así pierde sus posibilidades de ser candidato. Entonces, ¿qué es lo que empieza? Perón, que era un viejo zorro de la política, se aviva que Paladino, su delegado personal, era más un delegado de Lanusse ante Perón que un delegado de Perón ante Lanusse. Entonces lo destituye y trae a la escena a Héctor Cámpora, un tipo que tiene como virtud central haber sido toda su vida leal a Perón. Y a partir de ahí se gesta todo un movimiento, «el peronismo de la victoria», y la posibilidad del retorno de Perón. La dictadura apuesta a que no va a volver, pero cuando se hace visible la vuelta se produce una cosa absolutamente inconstitucional: el proyecto de transformación de las elecciones en el que pone una cláusula proscriptiva que consistía en que quien no estuviera el 25 de agosto del 72 en Argentina, no podía ser candidato. Perón vuelve en noviembre a pesar de ello, en un chárter con 150 dirigentes peronistas y hace una reunión con todos, incluido (el radical) Ricardo Balbín. Cuando Perón se va tratando de que no haya demasiados conflictos dentro del movimiento, lo deja a Cámpora como candidato y cuando vuelve es presidente. La campaña fue una cosa que sorprendió a todo el mundo, eran actos masivos en todos lados, pero en esa campaña toma muchísima fuerza la juventud, yo te diría de la izquierda montonera, y los discursos se iban radicalizando. Fuimos a las elecciones y con un sistema de computación de datos muy improvisado, a las 2 de la mañana, más o menos, teníamos la noticia de que llegábamos al 50 por ciento. Cámpora era un hombre absolutamente leal, pero muy tozudo. No quiere creer lo que Abal Medina decía: le estaban, desde antes del 11 de marzo, forjando su caída lo que podríamos llamar la derecha peronista: el teniente coronel Osinde, Norma Kennedy, Alberto Brito Lima, del Comando de Organización. Toda esa gente se alía con López Rega. ¿Cuál es el miedo del rumbo? Él había armado durante muchos años el gran negocio: llegar a la Argentina con Perón presidente, Perón enfermo, Perón se muere, queda Isabel y él está en el poder. Como Perón se agravó esos días, el gran miedo de “Lopecito” era que se muriera Perón en Madrid, Cámpora presidente y él queda fuera del juego. Entonces empieza a armarse toda una cosa muy fuerte contra Cámpora. Cuando Perón vuelve a la Argentina ocurre la Masacre de Ezeiza, un enfrentamiento entre Montoneros y la derecha de Osinde. Perón no puede llegar y a partir de ahí Cámpora empieza a perder cada vez más poder político hasta que le presenta la renuncia a Perón.

Estuve en la Casa Rosada. Lo echamos al representante del gobierno de Estados Unidos, no lo dejamos entrar. Era un ambiente increíble. Dentro del Salón Blanco, cuando Lanusse entrega los atributos a Cámpora, nosotros gritamos: «Se van, se van y nunca volverán» en la cara.

Oscar Moreno

¿Qué balance hace de la presidencia de Cámpora?

Su gobierno es difícil de entender porque duró muy poco tiempo y además porque tuvo un gabinete que en el lenguaje de ahora se diría “loteado”: había ministros de Cámpora aceptados por Perón, ministros de Perón aceptados por Cámpora y ministros que eran conversables. Entonces, lo que podría decirse del período de Cámpora, más allá de la lealtad a Perón, es que se producen algunas transformaciones. Por ejemplo, la presencia de Carcagno en la comandancia del Ejército hace que el ejército liberal tenga desde ahí pocas posibilidades de llegar, más allá de que los que entonces éramos unos terribles izquierdistas no queríamos a Carcagno. Queríamos que pusieran al último coronel así los echaban a todos. Ahora, 50 años después, te digo que no nos daba la política para hacer eso, pero entonces queríamos eso: poner un coronel y echarlos a todos. La otra cosa muy importante que queda del gobierno de Cámpora, me parece a mí, es una política exterior. No nos olvidemos que en su asunción las dos figuras centrales fueron Salvador Allende y Dorticós, el presidente de Cuba. Era decir: “Bueno, acá estamos, construyendo una unidad continental”. Tampoco puedo dejar de destacar el discurso que tuvo el Ministro del Interior “Bebe” Righi: “El discurso a la policía”, donde le dijo a la policía lo que tenía que hacer.

¿Qué rol tuvo usted dentro del gobierno?

Yo bromeo con eso, siempre digo: “Los 49 días que fui oficialista”. Yo no tenía ningún cargo, sí era parte de una banda de abogados que nos respetaban mucho: Mario Hernández, Roberto Sinigaglia… Nosotros entrábamos a la Casa de Gobierno como en nuestra casa. Cuando Cámpora decidió renunciar, Sinigaglia, yo y otra gente más nos quedamos afónicos discutiendo con el “Bebe” Righi. Le decíamos que Cámpora tenía que llevar la renuncia, pero que se tenía que transformar en una movilización, o sea llamar a la juventud a una gran movilización, con Cámpora al frente para entregarle la renuncia a Perón, pero con miles de personas.

¿Se acuerda de lo que estaba haciendo mientras asumió Cámpora?

Estuve en la Casa Rosada. Lo echamos al representante del gobierno de Estados Unidos, no lo dejamos entrar. Era un ambiente increíble. Dentro del Salón Blanco, cuando Lanusse entrega los atributos a Cámpora, nosotros gritamos: «Se van, se van y nunca volverán» en la cara. Después vino el primer gran problema del gobierno que fue la noche en Devoto, que también estuve, porque los presos se querían ir. Habían sacado una consigna: no puede haber ni un solo día de gobierno peronista con presos peronistas. Mientras tanto, Devoto ardía y ahí estábamos los abogados, con Mario Hernández, que era como el cabecilla nuestro. Estábamos todos y vino Juan Manuel Abal Medina, que no tenía ningún cargo, pero tomó la palabra y ordenó salir. Entonces se decretó el indulto, al otro día se discutió la Ley de Amnistía y se aprobó, pero cuando se discutió ya estaban todos los presos afuera. Era muy claro que la gente que salió de ahí lo hizo con la idea de volver a pelear y lo que me acuerdo de esa noche es que a muchos no los volví a ver. Yo fui muy amigo de Paco Urondo, que después se me perdió en la vida, quien esa noche entrevistó a los tres sobrevivientes de Trelew e hizo el libro La patria fusilada. Muy poca gente volvimos a ver porque se fueron a la militancia, que al poco tiempo se volvió clandestina. A 50 años, diría que la mayor locura que tuvimos todos, de todo eso que se llamó “la izquierda peronista”, “La Tendencia”, como le quieras llamar, fue creer que podríamos hacer un país socialista con Perón como líder. Perón nunca fue socialista ni lo quería ser ni lo iba a ser, entonces ese error de base. Ahora, sí yo tengo que rescatar la figura de Cámpora, o al propio Abal Medina, quedó claro que fueron figuras que permitieron el regreso de Perón y permitieron esta “primavera camporista”.

En la Revista Gestión Cultural escribió un artículo en el que plantea que “el retorno de Perón y su último gobierno, en un clima de efervescencia social, hicieron que las expresiones de las artes aparecieran subordinadas a un proceso político y social que ponía al descubierto una muy fuerte tensión social”. ¿Qué quiso decir con eso y cómo se manifestó durante el gobierno de Cámpora?

Cuando uno habla de los 60 en el mundo, está hablando de la aparición de un fenómeno nuevo llamado la juventud. O sea, los 60 traen a la escena la juventud. Si uno quiere hacer los 60 argentinos, tiene que tomar la idea del historiador Eric Hobsbawn, donde dice que hay siglos largos y siglos cortos, que estos no dependen del calendario sino que tienen que ver con hechos. Por ejemplo, él dice que el siglo XX es un siglo corto porque va desde el final de la Primera Guerra Mundial en 1918 hasta la caída del muro de Berlín. Ese es para él el siglo XX. Yo digo que los 60 empiezan en el 58 cuando asume Frondizi y terminan en el 66 cuando asume Onganía. Esos 60 generan un mundo cultural donde esa juventud que se estaba peronizando toma mucha importancia. Uno tiene que recordar que durante el gobierno de Ongania se cierran ingenios azucareros en Tucumán y se produce una gran rebelión de los obreros y las artes generaron una respuesta que se llamó “Tucumán arde”. Lo importante de esto es que un conjunto de artistas se solidariza con los trabajadores y arma una expresión artística. Ahora, ese movimiento en el período de Cámpora uno no lo puede identificar porque fue tan efervescente y tan corto que uno no puede trazar una línea y decir: “Hubo una política cultural de determinado tipo”. No la hubo porque no hubo tiempo de trazarla. La cosa más marcable de la cultura podría ser la apertura y vuelta a la política de las universidades.

¿Qué opinión le merece la juventud de aquel entonces?

Hay un fenómeno muy particular de la política argentina que es que el mayor hecho de masas del siglo XX, el Cordobazo, tiene como hijos organizaciones vanguardistas y armadas. O sea que ahí nace las FAR, el ERP, Montoneros, pero esta última tiene la virtud de incluir a todos los peronistas tradicionales de izquierda, se lleva a todos los Descamisados. Sí tengo críticas a Montoneros, en particular a su conducción: fue una organización aparatista que cuando lo bajan a Rucci y luego pasan a la clandestinidad, dejan a las organizaciones de masas muy descubiertas y esto permitió que avance la represión. Se transformó en una organización elitista que tenía el dinero afuera, mientras acá se morían compañeros que se quedaban dormidos en el tren de ida y vuelta al Tigre y el guarda los denunciaba. Yo decía: “Acá algo estuvo mal”. Ahora, críticas a la juventud en general no tengo, porque esa juventud siguió esa línea y bueno, sufrió la frustración que sufrimos todos, pero sí tengo para ellos una cosa que me parece admirable: la alianza con los obreros y la gestación de un movimiento que, entre otras cosas permitió, la vuelta de Perón.

¿Qué pensás de la juventud de la actualidad?

No sé hoy, tengo muchas dudas, tengo 80 años. No tengo participación en la política, pero sí opino desde afuera. Con el primer gobierno de Néstor se produce una cosa parecida a aquella “explosión camporista”. O sea, la juventud sale a apoyar a Kirchner y después de su muerte aún más. Hay una juventud importante que revive a la política, que viene a la política con Néstor y eso es muy parecido a lo que pasó hace 50 años. Ahora, después de Néstor la cosa se complica más y ahí no sé por qué. Yo ahora no tengo esta misma posibilidad de criticar a Montoneros, porque entonces tenía que ver y también me jugué la vida en alguna cosa y me comí 10 años de exilio durante la última dictadura. Ahora no tengo la misma crítica, pero La Cámpora, que dirige toda esta gente vanguardizada, no sé si no comete algunos errores aparatistas en el sentido que decía antes de la organización Montoneros. No lo sé porque no estoy militando, pero visto de afuera pareciera que hay también distancia entre lo que pretende la organización La Cámpora y esta enorme juventud que apareció en la política con Néstor. Entonces yo haría esa comparación: los que son de la juventud con Néstor a la aparición de la juventud con Cámpora.