Por Nancy Fleyta
Fotografía: Mariel Bonino

«El caso Breccia» exhibe la obra robada y recuperada por Interpol de uno de los historietistas más grandes que trabajó en el país. La exhibición indaga en el comercio ilegal del patrimonio artístico y la consecuente trama judicial.

El caso Breccia es la muestra que se exhibe en El Centro Cultural Borges hasta el 16 de octubre con entrada libre y gratuita. Allí se expone un conjunto de originales de uno de los mayores dibujantes del siglo XX, Alberto Breccia. Detrás corre una intrincada trama policial y la pesquisa de casi 900 originales robados, junto a otro centenar de piezas valiosas, como regalos e intercambios del autor con otros artistas. Ahora, algunas obras recuperadas, se exhiben al público y, al mismo tiempo, son parte del proceso judicial que investiga un delito global por la dispersión de su genialidad en papel. 

Alberto Breccia es tal vez el representante de la historieta argentina más reconocido del mundo. Nació en Montevideo en 1919 y a los tres años se mudó con su familia al barrio de Mataderos, en la Ciudad de Buenos Aires, donde desarrolló toda su carrera profesional. Murió el 10 de noviembre de 1993, y en su honor nuestro país celebra el Día del Dibujante.

Colaboró con grandes guionistas de su época como Carlos Trillo y Juan Sasturaiin. Entre ellos, se destaca su relación con Héctor Germán Oesterheld con quien publicó una de las versiones de El eternauta. Entre otras obras con el guionista se puede mencionar Mort Cinder, una historieta por entregas en la revista Misterix, en la que narra la historia de un anticuario londinense al que el destino lleva a conocer a Mort Cinder, el hombre eterno. 

En esas páginas ya se puede observar un trabajo minucioso de claroscuros y fuertes contrastes que caracterizan la obra de Breccia. Con su remake del clásico argentino El Eternauta -publicada en la revista Gente en 1969- , comienzan los experimentos plásticos a la hora de representar lo extraño. Por entonces publica La vida del Che, también con guión de Oesterheld, en donde comparte la ilustración de esa novela gráfica con su hijo Enrique. Luego vendrán El corazón delator,  basada en un relato de Edgar Allan Poe; una versión de Drácula más humana que la de Bram Stoker -recuperada por Editorial Hotel de las ideas en ¿Drácula, Dracul, Vlad? ¡Bah…!-. 

En Perramus, con guión de Sasturain, convierte en personaje a Jorge Luis Borges y reflexiona sobre la recuperación del país tras el regreso de la democracia. Informe sobre ciegos, será la adaptación de un capítulo de la obra de Ernesto Sabato Sobre héroes y tumbas, en donde podría decirse que el autor comienza la ilustración de la escena argentina con un primer peronismo que había cambiado el imaginario de la época.

“Las cosas están pero ¿en manos de quién están?”, se interroga Juan Sasturain, en un documental breve que es parte de la muestra. Originalmente, los materiales estaban en la casa de Haedo del dibujante, y luego fueron depositados en la caja fuerte de una empresa de seguridad llamada Firme que se dedicaba a resguardar el patrimonio artístico cultural. En el 2005 la empresa quebró y se realizaron allanamientos en los depósitos, pero ya no había más nada. 

Los originales que se exponen fueron recuperados a través del trabajo de Interpol Buenos Aires y permanecen bajo custodia, con seguridad las 24 horas y cámaras de vigilancia, hasta tanto terminen las causas en trámite. Además, se pueden observar distintas piezas, a través de una presentación audiovisual, que indican que fueron localizadas en Canadá, Bélgica, Australia, España e Italia. Tienen orden de secuestro en cada caso, pero debido a la particularidad de la justicia de los países donde se hallaban, no han sido devueltas. Al momento, hay piezas que continúan desaparecidas.

La curaduría, investigación y textos de la exposición estuvieron a cargo de la investigadora y periodista Judith Gociol, quien ha publicado trabajos ineludibles para comprender el cómic y la historia del humor gráfico argentinos. Gociol contó algunos detalles del carácter excepcional de una exhibición que se realiza en medio de un proceso judicial, y medidas de seguridad.

¿Hay antecedentes de muestras similares?

Creo que no, con estas características. No hay antecedentes de un caso similar con un historietista, con este entramado entre la obra, la cuestión judicial, política y el robo en sí. Hace unos años Interpol hizo una muestra pero de obra falsa. 

¿De dónde surgió la organización de la muestra en estas condiciones particulares?

– La idea vino del Ministerio de Cultura en diálogo con Interpol, donde surgió el interés de mostrar el trabajo que realiza Interpol, pero sobre todo para concientizar sobre lo que ocurre en relación con las obras de arte. Además, coincide con el aniversario del departamento de Protección del Patrimonio de Interpol, que cumple 20 años. Ellos realizan el trabajo de repatriar las distintas obras, tienen desde momias egipcias hasta jarrones japoneses, piezas precolombinas, y también las piezas de Breccia. En este caso, yo fui convocada por el Centro Cultural Borges.

¿Por qué se dice que Breccia es uno de los historietistas más importantes del mundo?

Breccia le sumó a la historieta un grado de experimentación plástica y gráfica que la historieta no tenía. Él arrimó elementos no convencionales para el dibujo de historieta. Iba más allá de la témpera, de la acuarela, tinta china y el lápiz, incorporó el collage, y elementos no convencionales como una gillette, un cepillo de dientes, artefactos que iba encontrando. Era un gran experimentador y acorde a lo que le sugería la historia o el guión, iba buscando la manera de plasmarla. La historieta tomó con él otra dimensión, un grado de experimentación y de calidad artística muy grande. Si bien siempre hubo muy buenos dibujantes, Breccia sumó experimentación y, sobre todo, el uso del blanco y negro. Es reconocido como un maestro en el uso del blanco y negro, sobre todo porque los considera expresivos, no es el uso de blanco como lo que sobra cuando se dibuja, sino que se debe trabajar el blanco y el negro para lograr mayor expresión. Además, a partir de los años sesenta fue un laburante de muchos años, con muchas dificultades económicas. Porque fue poco entendido en su momento cuando empezó a experimentar, o como diferente de lo que hacía en la historieta. Entonces no se lo podía clasificar. En ese sentido, el reconocimiento le vino de Europa, antes que acá. Por esto también la obra tiene el recorrido que tiene, ya que era muy reconocida y valorada afuera.

¿Se modificó la mirada sobre la historieta?

 Los dibujantes en ese momento entendían su trabajo como un ganapán, no le daban el valor artístico que tenía. Producían mucho, todo el tiempo, y los trabajos quedaban en las editoriales. Las editoriales tampoco tenían el reconocimiento de la autoría y se quedaban con los materiales. Incluso hay conflictos entre las editoriales y los autores. Fue una batalla de los autores, donde se empezó a jerarquizar y poner el valor, reconociendo la calidad gráfica de esos trabajos. Breccia en particular era muy cuidadoso con sus originales. Y los que pudo recuperar, los recuperó. Esa es otra de las paradojas, porque andan por el mundo.

El caso Breccia, transita hasta el 16 de octubre en El Centro Cultural Borges, en Viamonte 525, CABA. Hizo esta parada en el pabellón II del segundo piso. No sabemos aún cuál será el final del recorrido por el caracter disperso de las obras robadas, lo que sí sabemos es que hasta la recuperacíon parcial de los originales, siempre hubo un corazón delator que resonaba de fondo en el mercado negro. Un Breccia negro que poco tiene que ver con sus adaptaciónes de Edagar A. Poe y H. P. Lovecraft, pero cuyo espíritu latente persiste.

Por eso un paseo por la obra del maestro Breccia también es una invitación para pensarnos como seres inmersos en mundo de claroscuros y también para repensar sobre el cuidado del patrimonio cultural.