Por Gerónimo Kener
Fotografía: Milagros Gonzalez

La Cultura del Barrio se define como el primer club social y cultural antifascista de la Argentina. Funciona en Villa Crespo y pronto tendrá su propio documental. El día que Atlanta salió con su bandera a la cancha.

En los alrededores de la estación de subte Malabia se observan murales y grafitis de Atlanta, azules y amarillos. A tan solo unas cuadras de su estadio, en la calle Murillo al 957, los colores del bohemio son uno de los tantos que aparecen en las paredes del primer club social y deportivo antifascista de la Argentina, La Cultura del Barrio. Abrieron las puertas en 2011 pero la historia de sus fundadores viene desde antes, ya que desde 2001 son miembros de la organización Acción Antifascista Buenos Aires, donde formaron parte de movimientos de desocupados, asambleas barriales y cooperativas de trabajo. 

Se sienten representados por la cultura callejera skinhead y el antifascismo como postura política. Con actividades todos los días de 9 a 23, el descanso no parece ser una opción. El objetivo es construir un espacio en contra de todo prejuicio, más desde lo colectivo y menos de individualismo, un trabajo del día a día. Sus pilares con lo que sostienen su discurso y llevan a la acción son tres: generar alternativas, apoyo mutuo y organización de base. Quieren recuperar los hábitos de los viejos clubes de barrio.

En la década de 1980, la estética skinhead fue apropiada por bandas de punk neonazis y jóvenes consumidos por el odio. Por ello, forman parte de la agrupación Sharp (Skinheads Against Racial Prejudice, Skinheads contra el Prejuicio Racial) fundada en Estados Unidos en 1986 y 1996 en Argentina. Su objetivo es dejar en claro que el movimiento no tiene relación alguna con el fascismo.

El deporte es un medio relativamente nuevo para ellos. Primero kickboxing, luego boxeo, muay thai y varias disciplinas más hicieron crecer la cantidad de gente que se mueve en la sede. Dentro de la vasta cantidad de eventos que suceden semana a semana, fue el turno de realizar exhibiciones de kickboxing. Lejos quedó el patio donde entrenaban hace unos años, ya que ahora cuentan con un ring profesional. 

En el primer piso está el buffet y un pequeño espacio donde usualmente se realizan recitales de distintos géneros musicales. Las paredes están ocupadas por banderas de organizaciones y equipos de fútbol de todo el mundo. Puede convivir un banderín de los ultras de Marsella, con uno del Athletic Bilbao, Atlanta, Accion Antifascista de San Pablo y un mural del ojo de Viejas Locas pintado por la mismisima creadora. Un murmullo hace eco en los presentes que proviene desde el segundo piso. Más de trescientas personas presentes para una maratón de treinta peleas. 

El frío que atraviesa Buenos Aires contrasta con el calor que invade el sector cercano al cuadrilátero. Algunos con su bolso de entrenamiento en el hombro, otros ya preparados en movimiento y los espectadores sentados aguardando el comienzo. “Bienvenidos a La Cultura del Barrio” se escucha desde un micrófono. Alrededor de las cinco y media, se anuncian los dos primeros peleadores de la velada. Suena la campana, el árbitro con una remera de Muhammad Ali y un pantalón insignia del club se mueve hacia atrás y con sus manos da inicio al combate. El ruido de voces se hace un lado y el silencio solamente es interrumpido por el sonido de jabs y patadas frontales. 

“El club se define desde el principio como un sentimiento de contribución comunitaria. Siempre van a ver a las mismas personas abriendo la puerta, laburando, dando la cara, entrevistas y organizando lo que suceda, eso es lo que genera nuestra identidad y crecimiento” afirma Gabriela Minck, presidenta de La Cultura del Barrio.

 

El 15 de noviembre de 2018, fueron allanados acusados de “terrorismo anarquista”

En febrero de 2019, crearon el proyecto Boxeo Popular en la Isla Maciel, para que niños y adolescentes encuentren un espacio recreativo, deportivo y gratuito. “Tratamos de que el boxeo sea una partecita, más allá del nombre. Tenemos una compañera que se conecta con las familias verdaderamente y nosotros apoyamos. Por ejemplo, en la pandemia con bolsones de comida. Hemos tenido casos terribles, que por lo menos pudimos darle una solución con ayuda de profesionales. Uno como militante tiene que saber hasta dónde llegar. Somos realistas, entendemos que el deporte ayuda pero no te salva totalmente” sostiene Luis Tabera, secretario del club. 

En la tercera pelea se sube al ring el primer representante de La Cultura del Barrio en la tarde. Los gritos aparecen en alza, se hace sentir la localía. Miguel Smus, quien se encuentra organizando el evento para que todo salga bien, ahora se ubica como entrenador arengando a su alumno. A esta altura de la tarde hay tanta gente que el presentador solicita reiteradas veces que se deje un espacio entre el medio de las sillas y el cuadrilátero para que los peleadores puedan entrar y salir con comodidad. 

Como organización antifascista vivieron muchas historias, siempre con la idea de lucha de por medio. El 15 de noviembre de 2018, fueron allanados acusados de “terrorismo anarquista”. El mismo día que se convirtieron en noticia para la televisión, los vecinos gritaron frente a los policías, dando muestra de la gran relación que existe. “Cuando nos allanaron, Atlanta jugaba el sábado y salió a la cancha con la bandera del club. Para nosotros que la institución del barrio haga eso fue maravilloso. En la pandemia nos mantuvimos a flote gracias a los socios y los vecinos” añade Minck. 

Hay peleas masculinas y femeninas. Tras casi cuatro horas de patadas y piñas sin respiro, se anuncia por micrófono que hay un receso. La gente empieza a dispersarse por el lugar para recuperar energías, casi a la par de los participantes en el cuadrilátero.

Muchos pibes suelen acercarse a la puerta, observan que está abierta y allí surgen un sinfín de preguntas. “Nosotros no somos un partido político que va con un periodico para que lo compres. En el último festival de boxeo hubo como cuatrocientas personas. Hace una semana hicimos una reunión de acciones antifascistas de diferentes lados y éramos veinte. No imponemos nada, si te interesa perfecto” sostiene Tabera. 

Las exhibiciones al no ser solamente internas, permitieron la llegada de participantes de distintas zonas y clubes. No existen aires de grandeza. Uno de los ganadores del segundo turno de enfrentamientos analiza su pelea junto a sus conocidos, mientras recibe felicitaciones de los espectadores.

 “No queremos que el fin sea solo aprender a pegar piñas sino utilizar al deporte como una herramienta para la vida, enfrentar nuestros miedos. Es un espacio libre de discriminacion, sin prejuicios, que hace que las personas puedan imaginarse cómo es entrenar acá y que luego cuando conocen las historias de los demás, los grupos sean unidos y se ayuden entre sí” sostiene Smus.

El reconocimiento no es solo por parte de sus socios, vecinos y compañeros de organización. Durante todos estos años tuvieron visitas importantes e internacionales como Leonardo Macedo, entrenador actual de la selección brasileña de boxeo y Lucia Perez, capitana de la selección Argentina de boxeo.

Tienen una gran conexión con algunas organizaciones antifascistas internacionales como las de San Pablo y Madrid. “No tenemos relación con todas. Es como cuando en una familia tenes el mismo apellido pero no el mismo vínculo con todos. Con la gente que tiene los mismos objetivos que nosotros nos llevamos muy bien. Tenemos una idea de clase, nosotros creemos en la clase trabajadora como eje de todo” enfatiza Tabera. 

Está pendiente de estreno “La Cultura del Barrio: El Documental” un seguimiento audiovisual de la historia del club dirigido por Gaston Marin. Recibió el apoyo financiero del Incaa para la posproducción tras un concurso donde fue seleccionado unánimemente. 

Ya casi para las once de la noche restan un par de peleas. Un pequeño susto se establece cuando uno de los participantes cae en el ring y tiene que ser atendido por la médica presente. Finalmente se retira del cuadrilátero en óptimas condiciones y aplaudido por el público que aún quedaba.

Alrededor de las 12 dando inicio a un nuevo día, el festival se da por terminado. A la salida, Villa Crespo está invadido por una niebla que dificulta distinguir la calle. Mientras tanto, en la Cultura del Barrio está la felicidad de haber realizado con éxito un nuevo evento abarrotado de gente. Los organizadores siguen firme en su ideología y bases, generando alternativas para afrontar una Buenos Aires generalmente caótica.