Por Lucía Wainer
Fotografía: ARCHIVO Magali Druscovich

Este lunes se cumplen 28 años del atentado terrorista a la AMIA. Como todos los 18 de julio a las 9:53 se realizará el acto central en Pasteur 633 luego de dos años de virtualidad. ¿Cómo se transmite la memoria a la nuevas generaciones? ¿Cómo se lucha contra la impunidad?

El 18 de julio de 1994 a las 9:53 de la mañana Janet Ponce se encontraba, como todos los días, trabajando en la sastrería que fundó su padre sobre la calle Pasteur. No estaba preparada para lo que pasó. 

“La voladura de la AMIA fue un antes y un después. Cambió la cabeza de la gente, su forma de vivir, sus miedos, economía e integridad física. Se perdieron amigos, conocidos, vecinos”, comenta en diálogo con ANCCOM. “Cada año el barrio se revoluciona un poco en esta época, es revivir ese sentimiento de ver gente llena de sangre corriendo, llorando, gritando, los vidrios rotos, el polvillo. La memoria no se borra, queda adentro de tu cuerpo. Pasa el tiempo y la memoria sigue intacta”.

Janet nunca se fue del barrio de Once, allí formó su familia y su trabajo de toda la vida. Hoy continúa atendiendo en el local de Pasteur, a una cuadra del nuevo edificio de la AMIA. En su cuadra y en las siguientes ahora hay árboles. Cada uno con una placa que representa a cada una de las 85 víctimas del atentado y un código QR que, al escanearlo, permite conocer la historia de la persona fallecida.

El próximo lunes se cumplen 28 años del atentado terrorista a la AMIA que conmocionó a la sociedad entera. Como todos los 18 de julio a las 9:53 se realizará el acto central en Pasteur 633 bajo la consigna “Volvemos a Pasteur” luego de dos años de virtualidad por la pandemia.

Diana Malamud perdió a su esposo Andrés en el ataque. Casi tres décadas después, continúa luchando por verdad y justicia junto a las familias de las víctimas, agrupadas en la asociación civil Memoria Activa. “No es sencillo mantener la memoria, creo que es importante poder contar la historia. El atentado de la AMIA es un caso muy diferente a muchos otros porque sigue impune. Hay que seguir reclamando. Es una lucha constante porque saber y pedir justicia es lo que evita la repetición”. 

 Hay muchas formas de mantener viva la memoria. Una de las estrategias elegidas por la AMIA es hacerlo a través del arte. Desde el atentado se han desarrollado más de 500 acciones de recordación, entre ellas, canciones, intervenciones en la vía pública, exhibiciones, videos. Elio Kapszuk, director del Departamento de Arte y Producción de la AMIA, explica que durante los primeros años luego del atentado, aquellas estaban destinadas a las personas que si bien tenían memoria vivencial necesitaban un estímulo para traerla al presente. Con el nacimiento de nuevas generaciones, surgió el interrogante de cómo se podía hacer para que recordaran sin recuerdos: “Así surge la creación de la memoria colectiva, donde uno va y toma el testimonio de otro como propio. Una memoria que no se basa en la experiencia individual, en acordarse del atentado, sino que a partir de las múltiples posibilidades de testimonio de víctimas sobrevivientes o de material audiovisual se construye la memoria colectiva a la cual uno se dirige para recordar algo que no vivió. Por eso es fundamental la transmisión de una generación a otra, es necesario ese entrecruzamiento”, expresa.

Por el aniversario número 28 se llevaron a cabo diversos proyectos. Uno de ellos es la canción “No tiene olvido el amor”, escrita por Víctor Heredia. Se reunió a 23 familias de reconocidos artistas argentinos para rendir homenaje a las víctimas. “Le pedimos a Víctor que escribiera una canción que hable justamente de la transmisión de generación en generación. De la misma manera que los artistas han sabido transmitirle a sus hijos e hijas el amor por la música y hoy por ello son también músicos o cantantes, les pedimos que nos ayuden para transmitir de una generación a otra la memoria. ‘No tiene olvido el amor’ está cantada por dos generaciones: una que tiene memoria vivencial y otra que toma la consigna”. Para la AMIA es fundamental llegar a los jóvenes mediante sus referentes, poder brindarles la mayor información sobre aquello que sucedió con el objetivo de que no se olvide. No solo por el recuerdo sino por la necesidad de justicia.

Otra acción de recordación que se llevó a cabo este año fue «Mi memoria no se vende», una muestra en la vía pública del artista Nandon (Fernando Salimbene).  “Hicimos una campaña con él, un trabajo conjunto donde se colocaron 85 carteles con los nombres de cada una de las víctimas y ‘de mi memoria no se vende’. Interpela a la sociedad en general pero está diseñado por un artista que pertenece a una generación que no tiene memoria vivencial. La obra es inmersiva para todos los que atraviesan la calle, para que cualquier persona pueda tener la información de que acá pasó algo. Está realizada por un artista que trabaja con una estética y con un accionar vinculado a su generación”, agrega Kapszuk.

Por último, se halla “85 ausencias”: una página web con acceso a 85 pancartas con los nombres de las víctimas que explican quién fue cada una, con un video de la familia contando su historia. 

Para el 2023 se espera la inauguración de la Plaza de la Memoria ubicada sobre la costa del Río de la Plata, entre Ciudad Universitaria y el Parque de la Memoria ya que allí se encontraban depositados los escombros de la AMIA. “Queremos que sea un lugar de encuentro, de diálogo, de introspección. Entendemos que la mejor forma de luchar contra la discriminación, la xenofobia, cualquier tipo de odio, es el encuentro. En ese lugar se podrán formar las nuevas generaciones que son quienes están en Ciudad Universitaria. Hoy se trabaja para que los espacios de memoria puedan ser incorporados al uso para resignificarse. La diferencia entre la memoria y el olvido es que el olvido es automático y la memoria es un trabajo, una decisión. La memoria necesita de las efemérides, de los monumentos, de las recordaciones y de todos los artificios posibles para tener oportunidad en la lucha contra el trabajo corrosivo del olvido”, concluye Kapszuk.

Para Diana Malamud, volver a encontrarse pese al dolor un año más en Pasteur es reconfortante. Es un espacio que siente parte de sí misma, regresar después de dos años es una necesidad. “Me parece muy importante que no decaiga este pedido de justicia. Todavía hay algo para hacer, uno no debe quedarse callado”.