Por Naiara Mancini
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

En una nueva audiencia del juicio por los delitos cometidos en los Pozos de Banfield y Quilmes y en la Brigada de Lanús, declararon las hijas del matrimonio desparecido Lavalle Lemos.

En una nueva audiencia semipresencial del juicio por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y en la Brigada de Investigaciones de Lanús, prestaron testimonio víctimas y testigos de los crímenes perpetrados a la familia Lavalle-Lemos. En primer término, declararon María José “Cocó” Lavalle Lemos y María Lavalle, hijas de Gustavo Antonio Lavalle y Mónica María Lemos, detenidos y desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. También prestaron testimonio Liliana Zambano, sobreviviente del Pozo de Banfield y compañera de cautiverio de Gustavo Lavalle, y Mónica Quiñones, vecina de la familia Lavalle-Lemos al momento de su secuestro.

 Gustavo Antonio Lavalle y Mónica María Lemos fueron secuestrados el 20 de julio del 1977 en su domicilio del barrio “San Fernando”, en José C. Paz, junto a su hija, María Lavalle, quien tenía un año y tres meses. Al momento de su detención, Mónica tenía 25 años y estaba embarazada de ocho meses de su segunda hija, María José “Cocó” Lavalle Lemos, quien fue nacida en cautiverio y apropiada por Teresa González, una mujer que trabajaba en la Policía bonaerense. En el año 1987, a “Cocó”, nieta de Haydee Vallino de Lemos, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, le fue restituida su verdadera identidad. “Después de un tiempo tenía la sensación de que siempre había estado con ellos, con mi familia”, afirmó María José durante su testimonio.

“Cocó” fue la primera víctima en prestar declaración y la única de las cuatro en testimoniar de manera virtual. Luego de narrar la reconstrucción del secuestro de su familia, quienes fueron llevados en un primer momento a la Brigada de Investigaciones de San Justo para ser después trasladados al Pozo de Banfield, “Cocó” detuvo su relato en la historia de su apropiación. De acuerdo con el testimonio prestado por Teresa González, su apropiadora, durante el juicio de restitución, ella presenció el parto de Mónica en el Pozo de Banfield: “Ni bien nazco, me agarra y se queda conmigo”, y continuó: “También le contó al juez que después de eso mi mamá había sido trasladada en un vuelo. Así que yo ahí me quedé a vivir con ella. Obviamente no sabía toda la historia, me apropió como si fuese su hija”. Acerca de la premeditación de su apropiación, “Cocó” relató que Teresa González “se iba a quedar con María y que le dijeron que la mamá -Mónica- iba a tener un bebé dentro de poco, que era mejor un bebé recién nacido”. Hacia el final de su declaración, María José dedicó sus últimas palabras a hablar de los irreparables daños causados a las víctimas y sus familias por la apropiación de menores durante la última dictadura cívico-militar: “Nos robaron el derecho a que nuestros padres nos críen, nos eduquen, nos formen, nos den su impronta de su visión del mundo. Y fue adrede, fue un plan ideológico en contra del ´enemigo subversivo´, como ellos decían. Esto de que nos hayan sacado de nuestras familias y que nos hayan privado de su crianza era parte de ese plan político”. Para cerrar su testimonio, “Cocó” habló de la importancia de condenar a los responsables de estos crímenes: “Son situaciones que no cesan, este cambio de dirección que nos impusieron en nuestras vidas nos va a acompañar siempre y, en una pequeña medida, lo heredamos también a nuestros hijos. Así que me parece que, entre todas las aberraciones que han cometido, tienen que tener por parte de la justicia su condena y el ejemplo de que esas cosas no se pueden volver a hacer”.

Luego de un largo cuarto intermedio, el segundo testimonio de la jornada fue prestado por Liliana Zambano, víctima de privación ilegítima de la libertad y torturas en distintos centros clandestinos de detención durante dos meses en la última dictadura cívico-militar. Durante su declaración, Zambano relató que fue secuestrada el 30 de agosto de 1977 en su departamento de La Plata, junto con dos compañeros que cursaban con ella la carrera de Historia en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. De acuerdo con la víctima, los integrantes de “la patota” se encontraban vestidos de civil y, además de secuestrarla, robaron todos los objetos de valor del domicilio. Después de narrar las circunstancias de su cautiverio en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en Pozo de Arana, donde sufrió torturas con picana eléctrica, Liliana detalló que, el 8 de septiembre, fue llevada al Pozo de Banfield. Una vez en el calabozo, Zambano comenzó a oír que otros detenidos golpeaban la pared de su celda, evidenciando la forma que utilizaban para comunicarse a pesar de la hostilidad del lugar, y narró durante el testimonio: “Me decían que me quedara tranquila, que allá no pasaba más nada, que no nos torturaban más, que ellos ese día se iban a ir al sur. Les habían dicho que iban a viajar en avión hacia un penal del sur y que iban a estar en una situación de legalidad a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Haciendo referencia al método de exterminio conocido como “vuelos de la muerte”, la víctima relató: “Pasada una hora aproximadamente toda esa gente que estaba en el ala izquierda fue trasladada. Entre ellos se encontraba Mónica Lemos”. Liliana Zambano indicó que no pudo conocer a la mamá de María y María José, pero afirmó: “Supe por Gustavo Lavalle y por otras chicas con las que compartí el calabozo que Mónica Lemos había tenido un bebé allí en el Pozo de Banfield”. Posteriormente, Liliana recordó que, durante una limpieza de calabozos, conservó con ella un pantalón de embarazada que perteneció a Mónica Lemos. En los años 80, Zambano fue la primera persona en aportar información sobre el nacimiento de “Cocó” a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo. Acerca de la estadía en el Pozo de Banfield, la víctima refirió: “Daban de comer una vez por día, cerca del mediodía traían una olla con un guiso siempre igual, con mondongo, no sé si estaba en buen estado, medio verde o no muy higiénico, que repartíamos las mujeres”, y agregó: “En los calabozos teníamos unos bidones cortados de lavandina por si había una necesidad de orinar y no te abrían la puerta. Si alguien tenía una necesidad mayor había que golpear fuerte para que te vinieran a abrir”. Sobre el trato por parte de los guardias por su condición de mujer, Liliana Zambano lo caracterizó de “machirulo”: “Nos decían «vayan caminando para allá», para mirarnos. El día que llegué al Pozo de Banfield, los guardias que estaban me hicieron desvestir y que me bañara delante de ellos porque sí”.

 Con un relato conciso, Mónica Quiñones, vecina del matrimonio Lavalle-Lemos en el barrio “San Fernando” en José C. Paz, rememoró las horas posteriores al secuestro de la familia por parte de “la patota”: “Entramos a la casa, estaban las puertas rotas, la de adelante, la de atrás. Estaba todo tirado, los libros, la cunita de la nena, habían levantado todo el piso. También se llevaron los colchones, había quedado todo roto”. Mónica tenía 12 años al momento del operativo, y fue una de las encargadas en dar aviso a la familia acerca de lo ocurrido. “Yo vivo actualmente en el terreno que era de Mónica y de Gustavo, y la calle se llama «Mónica y Gustavo»”, sentenció Quiñones, haciendo referencia al homenaje realizado a Gustavo Lavalle y Mónica Lemos por parte de los vecinos y aprobado por el Concejo Deliberante. “Yo tengo muy claro que ellos dejaron una marca fuerte, de mucho amor, y que toda su militancia dentro de una estructura orgánica, que tuvieron en su momento, la volcaron de algún modo al trabajo barrial”, afirmó la hija mayor de Mónica y Gustavo, María Lavalle, unos minutos más tarde, durante su declaración.

 

 

María Lavalle, la hija mayor del matrimonio Lavalle-Lemos, fue la última víctima de la jornada en prestar testimonio. María fue secuestrada junto a sus padres el 20 de julio de 1977 y llevada junto a ellos a la Brigada de Investigaciones de San Justo, donde permaneció 6 días hasta que fue llevada nuevamente con su familia paterna. Acerca de esa noche, María relató que tuvo la posibilidad de hablar con el vecino que la recibió y la devolvió a sus abuelos: “A la noche le golpearon la puerta, unas personas vestidas con unos pilotos claritos le dijeron que se tenía que quedar conmigo y le entregan un moisés con una nena, que era yo”, y añadió: “Me dijo que yo estaba en muy mal estado, que estaba muy sucia, muy lastimada, me dio una banana para que coma, estaba con mucha hambre”. María recordó, sobre esta conversación de reconstrucción que ella entabló con el vecino años después, en democracia, que “este señor estaba asustadísimo como si fuera el 77, habló conmigo casi sin salir de su casa”. Sobre la posterior búsqueda de su familia, y particularmente sobre su hermana nacida en cautiverio, María Lavalle relató: “Mi abuelo desde el primer habeas corpus incluye la figura del niño o niña por nacer”, y detalló sobre el proceso: “Siempre supe que había un hermano o hermana que estaba por nacer al momento del secuestro y que lo estábamos buscando. Siempre esta cuestión en la familia: lo estábamos buscando. Crecí con la búsqueda y crecí con la esperanza, con la certeza de que la íbamos a encontrar”.

 Al igual que su hermana María José, María Lavalle también hizo referencia en su declaración al secuestro y posterior desaparición de su tío, Mario Alberto Lemos, el 5 de agosto de 1977. Siguiendo el relato de dos compañeros que fueron capturados junto a él, luego liberados. Al momento de la detención los guardias de “la patota” exclamaron: “Terminamos con la banda de Fierrito”, haciendo alusión a uno de los apodos de Gustavo Lavalle. Sus compañeros relataron también que podían oír los alaridos de Mario provenientes de la tortura que sufrió en la Brigada de San Justo: “En un momento no lo escucharon más, uno de ellos supone que falleció en el momento, en la tortura”.

 Para cerrar el testimonio, María Lavalle se dirigió al tribunal y expresó, sobre el desarrollo de los juicios: “Fue muy largo, mucha dilación en todo este proceso. Eso lo que hizo es que sea muy injusto todo este acto de justicia. Y lo que de alguna manera solicito es que hagan lo mínimo para que sea un poco más justo esto que ya de por sí es injusto”. Finalmente, sentenció: “En cada paso del proceso judicial puede haber algo reparatorio. El acto de justicia también es el público, también son las fotos, también es la gente en la calle. Lo que pasó por la pandemia es que este juicio quedó muy silenciado. Y hay algo del proceso judicial y de ese acto de justicia que tiene que recuperarse”.

 El juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús continúa el martes 10 de mayo, a partir de las 8:30, de manera semipresencial con los testimonios de Clara Petrakos, Alejandra Castellini, José Eduardo Moreno y Mónica Streger.