Por Naiara Mancini
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

En una nueva audiencia de los juicios por los crímenes cometidos en pozos de Banfield, Lanús y Quilmes, declararon la compañera de Alfredo Patiño y la hija de Laura Inés Futulis y Miguel Eduardo Rodríguez, los tres desaparecidos.

En una nueva audiencia semipresencial del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y en la Brigada de Investigaciones de Lanús declaró Ana Soledad Rodríguez Futulis, hija de Laura Inés Futulis y Miguel Eduardo Rodríguez, secuestrados en julio de 1977. También testimonió Marta Ríos de Patiño por el caso de su esposo Alfredo Patiño y por Eva de Jesús Gómez de Agüero, desaparecidos en agosto de 1977. Eva Agüero se encontraba embarazada de dos meses al momento de su secuestro.

La primera en declarar fue Ana Soledad Rodríguez Futulis, quien tenía tres meses el 6 de junio de 1977, cuando detuvieron y desaparecieron a sus padres, Laura Inés Futuli y Miguel Eduardo Rodríguez, militantes de la organización Montoneros. De acuerdo con el relato de su bisabuela, quien estaba junto a la testigo al momento del secuestro de sus padres, la Policía irrumpió en el hogar y las encerró a ellas dos en el baño. “Rompieron todo, se robaron plata y desaparecieron a mis padres también”, relató Soledad.

Después del secuestro, la testigo quedó al cuidado de su abuela materna y de su esposo. En ese domicilio, Soledad recordó haber padecido situaciones agresivas: “Eran peleas todo el tiempo, gritos, golpes, descalificaciones, maltrato psicológico, me perseguían”. A continuación, agregó que no pudo sostener ese vínculo luego de la infancia: “A los 22 años, después de una gran pelea, me fui. Intenté verlos, sobre todo a mi abuela, tomar mate un domingo, pero no se pudo. Creo que los dejé de ver a los 24 años más o menos”.

Durante su relato, Soledad expresó desconfianza sobre las personas que la criaron: “Tengo grandes sospechas de que el marido de mi abuela tuvo parte en lo que fue el proceso de la represión, de lo que fue la dictadura”. Además de los maltratos, la testigo expuso que, desde la familia materna, era sugestionada para no recuperar contacto con la familia de su padre. “Varios psicólogos me han dicho que yo parecía apropiada, que tenía sesgos así: no dejarme hablar de mis padres porque si no me pegaban, obligarme a juntarme con los hijos de los amigos de ellos”, sentenció.

Hacia el final del testimonio, Ana Soledad refirió al dolor que la dictadura militar provocó a las familias de las víctimas: “Rompieron todos los lazos familiares, rompieron la vida de la gente. Rompieron todo. Y mi propia vida”, y agregó: “Yo siento que eso se va a trasladar por generaciones y generaciones, el daño que han hecho”. En último término, la testigo recordó a Victoria Ogando, Eugenio Talbot y Pablo Laschan, atribuyendo los fallecimientos de esos hijos de desaparecidos a los represores de la dictadura: “Yo creo que ellos también deben ser juzgados por esas muertes, porque esos chicos no se pudieron recuperar. Y me parece terrible que un hijo de desaparecido se suicide, o que sea paciente psiquiátrico. De ellos también es esa responsabilidad”. Para cerrar su declaración, Ana Soledad Rodríguez Futuli pidió condena perpetua en cárcel común y efectiva para los imputados: “Que se haga justicia y que nunca más se vuelva a repetir. Nunca más”, repitió

El segundo testimonio de la jornada fue brindado por Marta Susana Ríos de Patiño, esposa de Alfredo Patiño, desaparecido en agosto de 1977, quien era delegado de la fábrica SIAM y militante del movimiento obrero en Valentín Alsina. La testigo inició su relato indicando que su familia comenzó a sufrir persecución a principios del año 1976, cuando su marido debió dejar su trabajo a partir de amenazas de secuestro. 

 El 24 de octubre de 1976, Marta tuvo que escapar de su casa a partir de la visita de la mujer de un compañero de su esposo: “Yo te aconsejaría que te fueras porque mi marido cayó hoy a la mañana”. A partir de esta situación, la testigo le dejó un escrito a su compañero Alfredo Patiño y fue hacia la casa de sus padres, donde se encontró con él horas más tarde, luego de su jornada laboral. “Resulta ser que a la 1 de la mañana del 25 de octubre hicieron un allanamiento que rodearon toda la cuadra, vinieron del Batallón 601 más de 60 militares, cerraron las cuatro esquinas de la manzana y allanaron mi casa. A nosotros no nos encontraron porque estábamos en la casa de mi mamá”, relató la testigo, confirmando las sospechas de la mujer que la alertó, y continuó: “Cuando mi marido va al otro día del allanamiento, se asoma para ver mi casa, y encuentra un camión del Ejército de culata hacia el garage llevándose todo”.

Después de ese episodio, Alfredo Patiño encontró refugio en la casa de un amigo. “Nos comunicábamos por teléfono con un vecino, me preguntaba por los chicos. Después nos veíamos en la casa de los padres de él, porque en la casa de los padres de él jamás lo molestaron, entonces yo le llevaba a los chicos para que los viera ahí”, contó la testigo, en relación a las medidas de seguridad que debieron tomar a partir de la persecución política llevada a cabo por la última dictadura militar argentina.

Acerca del día del secuestro y posterior desaparición de su marido, Marta precisó: “El 11 de agosto de 1977 él me llama 11:30 de la mañana por el teléfono de mi vecina para preguntarme si podía ir a ver a mi abuelo, que estaba internado en el hospital de Lanús, en el Hospital Evita, y aparte para preguntarme por mi nene que tenía otitis”. Durante esa llamada, la testigo recordó que Patiño comenzó a escucharse nervioso y cortó de manera abrupta el teléfono. “Es muy probable que haya sido ahí, en el momento en que estuvo hablando conmigo, cuando lo agarraron. Porque al Hospital no fue, no llegó nunca a la hora de la visita y nunca más supe de él”, afirmó.

Durante el testimonio, Marta Ríos de Patiño también refirió a los secuestros de algunos compañeros de militancia de su esposo. En primer lugar, aludió a la pareja conformada por Américo Agüero y Eva de Jesús Gómez de Agüero, embarazada de cuatro meses al momento de su desaparición en agosto de 1977, cuando el padre de Américo fue amenazado de muerte por el Ejército para brindar datos del paradero de su hijo. En segundo lugar, mencionó el caso de Carlos Robles, quien fue secuestrado en una inmobiliaria de Lanús cuando iba a cobrar el dinero de la venta de su casa.

Sobre el proceso de reconstrucción, Marta Patiño se mostró crítica con las actividades políticas realizadas por su esposo y se pronunció acerca del daño provocado en su familia a partir de la desaparición de Alfredo Patiño en manos de las fuerzas de seguridad. La testigo afirmó, angustiada: “Mi hijo es el que más sufrió la ausencia de no criarse con su papá”, y continuó: “Yo nunca les conté nada, ellos se enteraron de lo que era el padre después, cuando yo empecé a hacer la indemnización de los derechos humanos, porque si no ese tema, con ellos, yo no lo hablaba”.

Para la presente jornada, se tenía previsto también el testimonio de Lidia Araceli Gutiérrez, hermana de Amelia Gutiérrez, desaparecida el 11 de septiembre de 1976; no obstante, la testigo se vio imposibilitada de asistir a la audiencia debido a una complicación de salud.

El juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús continúa el martes 3 de mayo a partir de las 8:30hs de manera semipresencial.