Por Carla Spinelli
Fotografía: Rocío Forte y Florencia Zelaya

Personas en situación de calle y organizaciones sociales que las acompañan en su lucha reclamaron ante el INDEC la implementación de un censo específico que contemple sus peculiaridades: no tienen casa donde acudan los censistas ni tienen conexión a internet para completar formularios digitales.

“Yo ya conocí todo lo feo de la calle. Hace 17 años que no tengo un techo. Pasé por el consumo, la prostitución y fui víctima de trata. Estas marcas que tengo en la cara son de todo lo que viví en la calle”, cuenta Melisa, una mujer trans de 34 años que hace dos semanas ingresó al Hogar Frida. A las 10 de la mañana, Melisa cruza la avenida Julio Asesino Roca –así lo mencionan en el flyer de la convocatoria– acompañada de más personas sintecho -como les etiquetan habitualmente los medios- o que apenas pueden refugiarse en paradores, como ella, y de miembros de organizaciones sociales que abogan por mejorar la calidad de vida de las personas en situación de calle. Se instalan frente al INDEC y montan el desayuno: arman las mesas, ponen los termos con mate cocido y sacan cremonas y libritos de las bolsas de nylon.  En la puerta del edificio, se forma una hilera de seis policías -que llegarán a once en el correr de la mañana-, sumados a otros seis que vigilan la calle vestidos de civil. Las ventanas vidriadas del Instituto de Estadística y Censos no dejan ver si alguien se asoma, por el momento. Sin embargo, el repicar de los bombos se entromete por las poquísimas persianas abiertas.

Así como Melisa hay más personas que viven en la vía pública, pero no se sabe con exactitud ni cuántos son ni en qué condiciones. Por eso, una vez más, el reclamo que viene desde hace una década: la necesidad de un censo real de las personas en situación de calle y de quienes viven en hogares y paradores. 

El relevamiento realizado por las organizaciones sociales estima que deben ser alrededor de 100 mil en todo el país. En Ciudad Autónoma de Buenos Aires “el Gobierno porteño hace un conteo anual que le ordena la Ley 3706. El último se realizó el 12 de abril, pero es solo nocturno, de poca duración, con poco personal y no recorre toda la Ciudad. Es solo una foto”, subraya Horacio Ávila, coordinador de Proyecto 7 – Gente en situación de calle . El último censo popular, realizado en 2019, contabilizó 7.251 personas, “aunque creemos que actualmente hay un 30 por ciento más”, estima el referente.

Al lado de Melisa está tomando mate Leo, que también vive en el albergue Frida con sus tres hijos, todos menores de ocho años. Vivió un tiempo en el Hogar 26 de Julio, en San Telmo, administrado por el Gobierno de la Ciudad. “Ahí el Estado no me garantizó nada. Cuando entré a Frida conseguí cubrir mis necesidades y las de mis hijes. Elles tienen terapia, asistencia médica y pueden estar escolarizades gracias a vivir en el hogar”, cuenta. Hace un año, Leo hizo su transición: “En ese momento, con 24 años, perdí todo. Se me cerraron todas las puertas”. Ahora el acompañamiento que recibe en Frida hace el panorama un poco mejor. 

Luego de una hora, una comitiva formada por referentes de las organizaciones sociales presentes, entre ellos Ávila, entra a hablar con el director del INDEC, Marco Lavagna. En la calle, tomando un mate cocido y ofreciendo desayuno a los cronistas, está Francisco de Villa Fiorito. Tiene 65 años, es abuelo de 16 nietos y bisnietos y vive en el Hogar de la calle Monteagudo, en Parque Patricios, desde 2018. Ahí residen unas 100 personas que reciben las cuatro comidas todos los días. “Es uno de los mejores hogares de la Capital”, califica sonriente y asegura que “el gobierno, si ayuda, ayuda un poquito. Después nos corre a un lado”. Francisco vino para apoyar la iniciativa de sus compañeros porque él también vivió en la calle y además exige que se cense también a los que, como él, viven en los hogares. 

“De arriba me dicen que estamos ganando”, comparte a sus compañeros con el celular en la mano Carlos Corinti, referente de la unidad de traslado de Proyecto 7. Los que se habían sentado, se paran enérgicos para retomar el agite. Los bombos suenan más fuerte y todos esperan expectantes la salida de la comitiva con la respuesta.

Más rápido de lo que ellos hubieran imaginado, la comitiva sale del edificio con la respuesta de las autoridades. Parece haber acuerdo: una extensión de la duración del censo, que en principio sería solo nocturno, a todo el día. “La noche no es estable. De noche te escondés, no estás visible. La mayoría de la gente en situación de calle busca lugares más refugiados, donde no los van a encontrar”, dice Ávila. 

Además del censo nacional, se acordó la realización de un censo específico y más profundo para la población sin techo en agosto. “Esto es histórico, no solo acá sino a nivel regional. Jamás, en ningún país, se incluyó a esta población en un censo. Es histórico y lo valoramos, pero queremos que sirva”, continúa. Al lado de él, a un militante de avanzada edad que lo está grabando con el celular se le llenan los ojos de lágrimas. Se refriega con la mano mientras Ávila concluye: “El objetivo de hoy era ser recibidos y hacer nuestros planteos, y eso se cumplió”. 

Las organizaciones levantan campamento. Melisa y Leo vuelven a Frida, Francisco encara para Monteagudo. Las frazadas que hoy no han tenido que usar, se guardan para otra ocasión. 

Un censo no solo garantiza información o números, sino que nombra y da visibilidad. Es un primer paso para la gestión de lo que falta: “Políticas públicas que repiensen y revisen cómo se llega a la calle”, explica Ayelén Jorge, psicólogo en Frida que acompaña en la movilización. “En el camino ha fallado la institución familia, escuela: hay un montón de instancias que no estuvieron a la altura de acompañar esa historia de vida. Eso vinimos a visibilizar hoy”, agrega.