Por Karla Góngora
Fotografía: Gentileza Telam

Los estudios realizados sobre el cuerpo sin vida de la joven detenida por violar la ASPO no condicen con la versión policial. La perita Mónica Checchi explicá por qué.

Florencia Magalí Morales tenía 39 años y vivía en San Luis con sus dos hijos menores y una nieta. La mañana del 5 de abril de 2020, quiso ir al supermercado pero la detuvieron por violar el ASPO y, horas después, perdió la vida en la comisaría. En agosto pasado, se realizó una nueva pericia como parte de la investigación que investiga la muerte de la joven mendocina.

«Realicé la reconstrucción fáctica de las últimas horas de Morales. Asimismo, analicé las distintas hipótesis de su muerte y las contrasté con las pruebas que constan en el expediente», comenta Mónica Checchi, criminalista con más de 30 años de experiencia, participante de la pesquisa.

Últimas horas de vida

La mañana del 5 de abril de 2020, Magalí Morales salió de su domicilio para comprar alimentos. Antes, decidió pasar por la Comisaría 25 de Santa Rosa del Conlara para pedirle la tarjeta de débito a Javier Sosa, un amigo que trabajaba allí. «A las 9, la cámara del banco Supervielle la captó a bordo de una bicicleta. Luego, dejó el vehículo en el pavimento y entró a la seccional. Con esta prueba, se desestimó la versión policial que afirmaba que la habían detenido en la calle», relata la perita.

Morales accedió a la dependencia por la entrada principal, habló con Marcos Ontiveros y pidió ver a Sosa. La cámara registró al entonces comisario, Heraldo Clavero, caminar hacia la sede policial «con la cabeza gacha y el paso rápido», afirma la criminalista y agrega: «En ese momento, ingresó Clavero y ordenó demorarla por circular en contramano y hacer caso omiso a la llamada de atención que le había efectuado, previamente, en la vía pública. Y por transitar, durante el ASPO, un día que no le correspondía según su DNI».

Para proceder con la detención, se convocó a la efectivo Johana Torres, quien arribó a la seccional a las 9:15. El comisario mandó a esposar a Morales para llevarla al Hospital Santa Rosa, pero ella se resistió. Expresa Checchi: «En el forcejeo intervinieron Clavero, Torres, Ontiveros y Mansilla. Una vez reducida, la trasladaron al hospital para la revisión. La doctora que la examinó, Daniela Fogel, constató que no presentaba ningún tipo de lesión en su cuerpo y que podía mantener un diálogo normalmente».

Al regresar a la dependencia, Torres le ofreció una silla a Morales y se quedó con ella hasta la llegada de la oficial María Eugenia Argüello. Las agentes le incautaron sus pertenencias y, luego, la escoltaron hasta la celda. «Cuando Argüello entró a la comisaría, Clavero le ordenó requisar a la detenida y llevarla a un calabozo. Le extrajeron las llaves y los cordones de las zapatillas y, en el trayecto, tomaron dos fotografías del estado y vestimenta de la joven», sostiene la experta.

Gritos desesperados

Morales permaneció encerrada, totalmente incomunicada, en una celda sucia, oscura y húmeda. «Las condiciones del recinto eran deplorables, además, el tipo de puerta imposibilitaba la visión inmediata de la detenida», dice Checchi y añade: «Otro demorado fue obligado a orinar en el calabozo donde, seguidamente, iba a ingresar ella. Tampoco le permitieron llamar a sus familiares. Sólo una amiga logró hacerle llegar alimentos y una mochila con ropa. Esos elementos y la tarjeta de débito, jamás aparecieron».

Otros aprehendidos escucharon los reiterados gritos de Morales para ser liberada, pues sus hijos de 8 y 11 años y su nieta de 3 estaban solos en su casa esperando que ella volviera del supermercado. «Pidió y rogó, durante al menos ocho horas, que la dejaran retornar a su domicilio. También, solicitó la asistencia de Argüello por manifestación de sangrado menstrual y dolores lumbares. A las 18, trasladaron a los demás detenidos y, a partir de ese momento, ella quedó sola en ese sector de la comisaría», cuenta la perita. 

Argüello declaró que al acercarse al recinto de enclaustramiento, alrededor de las 19, encontró a Morales sin vida e inmediatamente fue a dar aviso al comisario. En palabras de la especialista: «La oficial dijo que la joven se encontraba sentada o en cuclillas, colgada de un cordón negro, sujetado desde el herraje de la bisagra superior de la parte interna de la puerta. Clavero llegó y dispuso el cuerpo en el piso. Posteriormente, Ontiveros le practicó maniobras de Reanimación Cardiopulmonar (RCP)».

Los efectivos alteraron el lugar del hecho, al menos, en cuatro ocasiones.

Los efectivos alteraron el lugar del hecho, al menos, en cuatro ocasiones. «Movilizaron el cuerpo, a pesar de conocer la importancia de preservar la escena del crimen», asevera Checchi y sigue: «En primer lugar, Argüello, al empujar la puerta para entrar a la celda. Luego, Clavero, al extenderlo en el suelo. Después, Ontiveros, al aplicar RCP. Además, modificaron la disposición de la campera, los alimentos y la mano izquierda de la víctima».

Los traslados esparcieron los fluidos a otras zonas respecto de las originales. Las manchas de orina encontradas en el cuerpo, las prendas de vestir y el piso del calabozo, no resultan compatibles con la posición que debería haber tenido Morales al momento del presunto suicidio. «Los detalles de la impregnación no aseveran la postura en cuclillas o sentada, con su rostro y su costado izquierdo hacia la puerta, como declararon los agentes. En realidad, ella se hallaba erguida, hacia la derecha, de espaldas a la puerta», declara.

Asimismo, hubo discordancias acerca de las características del cordón negro incautado. Tal como afirma la experta: «El nudo es imprescindible para poder sostener a una persona y, en este caso, hubo ausencia del mismo, tanto desde el herraje de la puerta como alrededor del cuello. Sobre la ubicación del cordón en la bisagra, en las imágenes de la Instrucción Policial figura por debajo del herraje y en las de la Policía Científica, por encima. Este elemento, además, no pertenece a las prendas o el calzado de la damnificada».

Si bien las lesiones del cuello son compatibles con asfixia mecánica producida por el cordón, «el daño al nivel del cartílago cricoides y la oblicuidad del trazo no son signos exclusivos de ahorcamiento suicida. Se observó la existencia de dos surcos, uno corto y otro más extenso. Éste último tenía un espacio con doble marca a la altura de la tráquea, indicando el intento de la víctima para retirar el elemento constrictor y abonando, aún más, la posibilidad de estrangulamiento», revela.

«El deceso de Magalí Morales, por tratarse de una muerte en custodia, debió ser investigada en primera instancia como homicidio y no a la inversa», asegura la entrevistada y finaliza: «Mi informe concluye que todos los signos analizados, a la luz del conjunto indiciario colectado, evidencian la inviabilidad de la hipótesis suicida y conducen a la hipótesis homicida, en el mejor de los casos, apoyada por la desidia estatal».

El informe de Mónica Checchi coincide con la segunda autopsia realizada por la médica forense Vanina Elizondo, en noviembre de 2020, la cual constató la violencia física que padeció Morales durante la detención y, a su vez, descartó la posibilidad de suicidio por ahorcamiento, debido a la ausencia de fractura del hueso hioides.

«Esta nueva pericia ha sido contundente y, por ello, hemos solicitado al juez Jorge Pinto la ampliación de la indagatoria y el procesamiento por el delito de “homicidio agravado”. Hasta el momento, hay cuatro policías imputados por “incumplimiento de los deberes de funcionario público”, es decir, por delitos menores», cierra Santiago Calderón Salomón, uno de los abogados de la familia Morales.