Dic 24, 2019 | Entrevistas, Novedades

El reloj marca las doce y ante su escritorio en ISalud, la fundación que creó y preside, Ginés González García se sienta con un té y su tablet personal. Nació el 31 de agosto de 1945 en San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, y en el ’76 se exilió en España. Luego, desde 1988 hasta 1991 fue el ministro de Salud bonaerense de Antonio Cafiero. En 2002, Eduardo Duhalde lo convocó para el mismo cargo a nivel nacional: “Me enteré por televisión de que me había elegido”, indica entre risas a ANCCOM. Tras la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia continuó en su gestión, hasta 2007. Al asumir Cristina Fernández fue electo legislador porteño por el Frente Para la Victoria pero no asumió, porque la expresidenta lo designó embajador en Santiago de Chile, donde permaneció hasta 2015. Fanático de Racing, señala que festejó la Superliga conquistada por la Academia hace pocas semanas, y cuenta que siempre lleva un pañuelo celeste y blanco en el bolsillo de la camisa.
González García afirma que nunca vivió de la política sino para la política. Cree que la ley para despenalizar el aborto saldrá “tarde o temprano, porque todos evolucionamos”. Y muestra severa preocupación por la actualidad de Argentina: “Estamos en una situación delicada y con posibilidad de una enorme regresión, puntualiza. La idea es que puede pasar una cosa trágica, como por ejemplo que esta generación tenga una esperanza de vida menor que la anterior. Eso es un indicador que asusta”.
Más allá de índices y estadísticas, ¿cómo percibís la sociedad argentina hoy?
La veo inmersa en un caos, con un estado de muchísima incertidumbre con respecto al futuro. La clásica idea de la evolución de las sociedades, que la generación siguiente va a estar mejor que la actual, está perdida y eso significa que hay una pérdida de esperanza. La peor devaluación que tiene hoy Argentina es la de nosotros mismos, incentivada por el gobierno. Están diciendo que durante los últimos setenta años se hicieron todas macanas y que en un cierto tiempo, que nunca sabemos cuál va a ser, vamos a estar mejor. Eso lleva a mucho desánimo. Argentina hoy es un país triste y violento, y por suerte ese enojo no se expresa.
¿Violencia verbal, física?
Sí, violencia que felizmente no es colectiva y hay contención de todo el mundo. Entre la tragedia de lo que fue la violencia en el 2001 más lo que significa la contención social de muchas formas. ¿Saben cuántos comedores hay en el Conurbano Bonaerense? Treinta y cinco mil. Hay mucha gente que no tiene para comer en su casa, y va una vez al día a comer a esos lugares. Es una cosa, a mi modo de ver, insólita. Habitamos una de las llanuras templadas más importantes del mundo, y que en realidad mucha gente no pueda acceder a la alimentación como consecuencia de los precios, la inflación y las cosas que sufrimos todos los días los argentinos, genera un estado colectivo en el que hay muy pocos beneficiados. Va a haber que luchar mucho para cambiar este clima. Argentina ha tenido situaciones similares. ´
Y teniendo en cuenta índices y estadísticas, ¿cuál es el indicador más preocupante? ¿En qué ámbito creés que hay que poner el foco urgente?
Millones de pibes debajo de la línea de pobreza. Cualquiera que uno agarre es trágico, y no me quiero refugiar en los indicadores, aunque son todos desfavorables. Estamos perdiendo muchas condiciones que teníamos y con menos impacto social por lo que fuimos.
¿Te imaginás una Argentina más justa y saludable?
Sí, claro. Para eso estoy luchando todos los días, tratando que esto sea así. Pero para eso hay que cambiar el gobierno.
¿Tenés aspiraciones políticas?
Ninguna, ninguna. Una aspiración política es que cambie el gobierno. Pero personalmente, no. Nunca he trabajado por los cargos. De hecho, la mayor parte de mi vida, no he estado en el gobierno. Estuve desde el 1991 hasta el 2002 sin ser nada. Nunca he vivido de la política, quizás sí para la política.

¿Por qué vemos un sistema de salud argentino que rara vez funciona como corresponde?
Porque es un proceso que no es nuevo, pero que esta gente lo dinamitó. Vivimos en una de las ciudades más ricas del mundo y con un presupuesto brutal. ¿Y cuáles son los déficits más brutales de esta ciudad? Educación y salud, y eso es una política de gobierno. Cualquier ciudad de este tamaño tiene en cualquier lugar del mundo un servicio de salud extraordinario.
El 3 de septiembre de 2018 el presidente Mauricio Macri degradó el Ministerio de Salud al rango de Secretaría dentro del Ministerio de Desarrollo Social, el cual fue renombrado como Ministerio de Salud y Desarrollo Social. ¿Qué opina de esta medida? ¿Cuánto, en la práctica, cambiaron las cosas?
Si bajaste todos los programas, si dejaste sin financiación. Nunca en la historia de la provincia de Buenos Aires el porcentaje destinado a la salud fue tan bajo. Nunca, nunca. Ha estado bien, mal, regular y ha pasado hiperinflaciones. Pero jamás hubo desinterés desde el gobierno. Nadie te va a decir que lo último es la salud, pero cuando ves un presupuesto y lo último es la salud, ahí es donde está la decisión.
¿Qué políticas, en cuanto a salud, rescatarías de este gobierno?
(Silencio) Quisiera decirte otra cosa, pero es tan la destrucción que han hecho, que no. Han llegado a límites que no creíamos que fueran posibles, ni los gobiernos militares hicieron eso. Las vacunas, por ejemplo. Hace meses que hay carencia y es porque no las compran. Toda la vida las compró el gobierno nacional y eso es traspasar cualquier límite. Lamentablemente lo digo con dolor, porque soy un tipo que para mí la salud es central. No rescato nada de este Gobierno y menos del Nacional.
¿Qué influencia cree que producen las organizaciones antivacunas?
No, eso es una pequeña influencia que se da básicamente en clases medias. Algunos por fanatismos o locuras religiosas. Otros por marketing, por ser distinto al resto de los pediatras. Y por último, porque el Gobierno no hace una campaña fuerte diciendo lo que significa. Si alguien tiene que elegir algo en la historia de la humanidad que haya significado un vuelco sustancial en la salud colectiva, son las vacunas.
Con respecto al debate sobre la legalización del aborto, ¿qué es lo que se discute? ¿Tu postura siempre fue la misma?
Siempre tuve la misma posición. Nunca fue ninguna especulación, nunca hice nada para ganar simpatías ni votos. Claramente lo digo en función de la salud pública, y la medida más concreta que habría para poner en blanco sobre negro y aceptar la tendencia mundial. Quitarle la precariedad en la cual se desarrolla en Argentina y que los sectores más débiles socioeconómicamente dejen de morirse. Hay que adoptar las tecnologías modernas, que son con medicamentos, como hace todo el mundo.
¿Por qué creés que el kirchnerismo nunca siquiera dio lugar al debate parlamentario?
Eso no es así. Yo fui ministro de Salud, fuimos paso a paso haciendo cosas. Al día de hoy el Gobierno no hizo nada para aplicar cosas que hicimos nosotros desde el 2002.
¿Cómo viviste el debate del año pasado en el Senado?
Debate que además se perdió. Se armó una guerra civil casi. La sociedad Argentina no está muy dispuesta a tratar con racionalidad este tema. Comenzó siendo un debate y terminó siendo un combate, donde se metieron las religiones y la política. Terminamos en una confrontación que era manifestaciones de un lado y del otro. Si yo tuviera que elegir una prioridad hoy, es que se cumpla la ley vigente, que en muchos lados no se cumple.
Tarde o temprano va a salir…
Claro que sí. Es un proceso de evolución de la historia. Pero este año por más que se presente, no va a ser tratado. Si yo tuviera la decisión, no pondría entre las prioridades desde un primer momento del próximo gobierno, porque va a tener que buscar coincidencias y adhesiones. Argentina tiene una hipoteca brutal sobre el futuro.
¿Qué opina sobre la negativa de María Eugenia Vidal para abrir los hospitales Néstor Kirchner, de Gregorio de Laferrere, y René Favaloro, de Rafael Castillo, que el anterior gobierno dejó casi finalizados?
Nosotros hacemos hospitales y ellos no lo abren. Ahí radica la diferencia.
En el 2018, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decretó la creación del «Complejo Hospitalario Sur». El mismo unificaría en el terreno del Hospital Muñiz a cinco hospitales de la zona: el propio Muñiz, Hospital Udaondo, Hospital Ferrer, el Hospital Municipal de Oncología «Marie Curie” y el Instituto de Rehabilitación Psicofísica. ¿Por qué creés que quieren armar esta unidad de alta complejidad y qué crees que pasaría con los edificios?
Lo que se está haciendo son maniobras inmobiliarias y de marketing. No hay una reforma de fondo y Argentina necesita profunda reforma hospitalaria. Los hospitales públicos tienen que funcionar mejorar. Eso va a llevar unos cuantos años. Tiene que cumplir con mejor satisfacción de la gente su enorme función.

Dic 24, 2019 | Entrevistas, Novedades, Trabajo

Semi recostado en una cama de la que no puede moverse por cuenta propia, Santiago Siciliano sonríe mientras acomoda sus piernas cubiertas de vendas. “Este yeso está cubriendo una operación que me hicieron el viernes, en la que intervinieron en la rodilla y en la tibia a la altura del tobillo. En la rodilla izquierda también hicieron una intervención pero fue más leve, percutánea, no me abrieron”, comenta, y procede a enumerar las múltiples lesiones que tiene en su cuerpo: triple fractura de pelvis, fractura de maxilar y de la órbita ocular derecha, fractura del hemisferio lateral derecho del cráneo. Sobre su sien derecha tiene una inflamación más que visible, allí donde la parte de hueso roto fue removida para que el cerebro inflamado tuviese menos presión. “Lo que ves acá es parte del cerebro y parte de inflamación por líquido encefalorraquídeo, que es un líquido no nocivo que se produce a diario en el cerebro, que lo lubrica y lo envuelve; pero quizás haya una fisura que no lo deje drenar como se debe.” Santiago explica su estado repitiendo los términos que aprendió de escuchar a los médicos durante los últimos dos meses, desde que está internado en el Hospital Fernández. Habla con cierta emoción, porque aprender, de alguna forma, medicina es una de las pocas cosas que puede hacer: “Me siento incapacitado para hacer un montón de cosas por mi estado físico. Yo siempre fui muy activo, muy fuerte, y estar así es como no reconocerme: ‘¿Quién soy?’ Eso me afecta también en la parte emocional y psicológica.”
No le da vergüenza hablar ni se siente cohibido, incluso dice que le gusta hablar de lo que le pasó, de lo que está pasando y de lo que le tocará atravesar a futuro: más intervenciones quirúrgicas; un largo proceso de rehabilitación tanto física como psicológica; y toda una vida por delante que de repente parece una segunda oportunidad inesperada. Por otra parte, su familia comenta que antes del accidente, Santiago era mucho más introvertido, que las lesiones en el cerebro le desactivaron algún que otro filtro entre sus pensamientos y el habla. El humor ácido se hizo característico en sus conversaciones y herramienta para sobrellevar su situación. “Creo que es el único momento en que te ponés a pensar en todo, porque con todo esto de los dolores, que te vienen todo el tiempo los médicos y las visitas, no tenés tiempo de procesarlo”, reflexiona Rocío, la novia de Santiago, quien parece vivir también en aquella habitación de terapia intermedia.
Decir “accidente” es un eufemismo. Accidente es un suceso no planeado ni deseado que provoca daños. En la madrugada del domingo 8 de septiembre, Eugenio Veppo manejaba por la avenida Figueroa Alcorta a 130 km/h, casi el doble de la velocidad máxima permitida en avenidas. Manejaba como si no hubiese mañana, como si nada importase ya en su vida -o en la de nadie-, mientras pasaba semáforos en rojo y esquivaba y sobrepasaba autos por el lado derecho -algo también ilegal-. Es difícil sostener que el desenlace no era previsible.
Quizás pasaba a otro auto cuando, llegando a la esquina de Tagle, divisó el móvil de Tránsito y el control de alcoholemia, demasiado cerca ya como para volantear y esquivarlo; ni hablar de intentar frenar. Quizás, habiéndolo visto, decidió escapar sin notar a los dos agentes que se encontraban cumpliendo con su trabajo. Pero, en definitiva, el auto de Veppo embistió violentamente a Cinthia Choque, de 28 años, y a Santiago Siciliano, de 30. El conductor huyó sin detenerse en ningún momento, y se entregó recién 14 horas después de lo sucedido.
Esa noche, Santiago salvó su vida. Cinthia no tuvo la misma suerte. “A ella la agarró de lleno y la hizo rebotar contra el móvil de tránsito y cayó sobre el cordón. A mí me chocó del lado derecho: volé desde el segundo carril y terminé en la mitad de la vereda, volé como 8 metros; y caí con este mismo lado, con el lado derecho, o sea que di como un giro”, relata Santiago, el único que aún puede contar en primera persona lo acontecido durante esa madrugada.
Sin embargo, no recuerda nada del accidente. Todo lo que sabe es lo que le contaron y lo que él mismo pudo observar en los videos de las cámaras del Gobierno de la Ciudad, los mismos que se repitieron una y otra vez en los medios de comunicación. “Lo último que recuerdo es que salí de mi casa rumbo al trabajo y después de ahí nada hasta que me despierto en terapia intensiva”, explica, dando cuenta de un “bache” de 11 días -los 11 días que permaneció en coma inducido. “Me dijeron que lo que sufrí es como una especie de bloqueo temporal de trauma: fue tan feo ver morir a mi compañera y verme a mí, fue tan traumático que la memoria lo bloqueó, como que cortó todo un segmento”, dice.

«Hay un aparato terrorífico montado por el Ejecutivo que intenta meterle miedo a mis compañeros», denuncia Siciliano.
Hay otros videos en los que se ve mejor el momento en que los agentes son atropellados: cámaras de la TV Pública y de los edificios de la zona que fueron solicitadas por la policía durante la investigación. La mamá de Santiago, Patricia, los vio durante una audiencia a la que tuvo que asistir mientras su hijo luchaba por su vida en el hospital, y dijo que eran “shockeantes”. Él no quiere verlos, no tiene ganas. Tampoco tiene intención de intentar recuperar aquellos recuerdos que le faltan.
Por su parte, Eugenio Veppo afronta una causa por “homicidio simple con dolo eventual y lesiones agravadas”, un delito no excarcelable que lo enfrenta a un pena posible de entre 8 y 25 años. “Le tocó un juzgado con fiscales muy de ley, muy estudiosos y serios”, responde Santiago a la pregunta sobre si cree que se hará justicia por él y por Cinthia. Y agrega, irónico: “Por lo menos no va a chocar a nadie más.”
Santiago reconoce que fue afortunado. No sólo en cuanto a haber sobrevivido, sino a la calidad de vida que tendrá en adelante: “Yo llego acá el domingo a las 3, 4 de la mañana y voy a terapia intensiva. Los médicos creyeron que podía tener un edema en el cerebro, me hicieron una resonancia y, a causa de eso, decidieron sacar el hueso y sacaron también dos coágulos. Eso era muy peligroso. Si el SAME no hubiese venido rápido y no me hubiesen operado cuando lo hicieron, los daños hubieran sido irreversibles. Pero el Hospital Fernández es uno de los mejores hospitales públicos y tiene una de las mejores terapias intensivas de Latinoamérica. Todos me dijeron que lo mejor que me pasó es que me traigan a este.”
“Yo creo que si buscás un por qué, no vas a encontrar una respuesta. Lo único que puedo decir es que estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y que esta persona -si querés un porqué, ahí hay-; esta persona, Eugenio Veppo, fue y es un inconsciente, un imprudente y maneja un egocentrismo que desvaloriza totalmente su vida y la vida de los otros ciudadanos”, dice Santiago. Sobre Veppo, además de decir que es un cobarde, no hace mayor mención. “A veces pienso también que son momentos para renovarse, como para volver a empezar, tomarlo como una enseñanza del universo y pensar ‘y bueno, me pasó a mí, me tocó esto’ y para mí es una lección, me hace ver un montón de cosas mías y de mi entorno.”

“Lo ilógico es que Larreta haya sacado el 55% de votos con todo este prontuario que se vislumbró”, se asombra Sicialiano.
El accidente que terminó con la muerte de Cinthia Choque y con las graves lesiones de Santiago Siciliano también trajo a la luz la precariedad laboral de los agentes de Tránsito. “La visibilización de la precarización con la que trabajamos en el Cuerpo de Tránsito, a partir de lo que nos pasó, lo considero como algo positivo, pero me apena mucho que haya tenido que pasar una tragedia de esta índole para que la gente realmente sepa en qué lugar estamos parados nosotros”, dice Santiago, haciendo referencia a los múltiples prejuicios que la sociedad tenía de ellos, tales como que cobran por cantidad de multas realizadas. Nada más alejado de su realidad, en la que el 70% de los agentes -aproximadamente unos dos mil- es monotributista: a pesar de que la Ley de Empleo Público 471/00 indica que la contratación por locación de servicios en modalidad de monotributo no puede extenderse por más de doce meses. Santiago lleva tres años de monotributista y Cinthia Choque murió con 6 años de monotributo a sus espaldas.
No solo la modalidad de contratación es precaria, sino que las condiciones de trabajo a las que se enfrentan día a día también son deficientes. Para Santiago “es un riesgo constante”: “Nosotros no teníamos ni ART en ese momento. ¿Cómo puede ser que una de las profesiones más arriesgadas, más expuestas del país no tenga acceso a una cobertura real, que necesita? Casos no tan graves como este, pero de agresiones, de accidentes y de insultos pasan a diario. Y la gente no lo sabe tampoco, parece que tiene que morir alguien para que se enteren de estas cosas.”
Frente al panorama electoral reciente, Santiago es contundente: “Lo ilógico es que Larreta haya sacado el 55% de los votos teniendo todo este prontuario que se vislumbró.”
El 9 de septiembre, un día después del accidente, los compañeros de los agentes atropellados se movilizaron hacia Corrientes y 9 de Julio, lugar en el que cortaron la calle, exigiendo justicia y reclamando contra la precarización laboral. “Mis compañeros estuvieron muy bien”, opina Santiago. “Se conmovieron porque saben que les puede pasar a ellos también. No quisieron hablar ni con supervisores ni con delegados del gremio SUTECBA -el gremio no nos representa a los monotributistas. Entonces, se juntaron en asambleas y eligieron voceros para que organicen este tipo de movilizaciones.”
Las marchas y la situación que tuvo -tiene- a los agentes de Tránsito como protagonistas fueron visibilizadas en su momento por los medios. Sin embargo, pronto quedaron relegadas tras noticias más recientes. Tampoco hubieron más movilizaciones, y así lo advierte Santiago: “Ahora no veo más de eso, pero también hay un aparato terrorífico que viene por parte del Ejecutivo, la conducción de Tránsito -son los supervisores, coordinadores, jefes de base, gerentes, de ahí para arriba-; e intentan meterle miedo a los chicos. De hecho, ese día que cortaron, aparecieron el gerente operativo, gente del gremio y jefes de base, y les decían a los chicos: ‘No, esta no es la manera, levanten el corte ya’. Yo me estaba muriendo, Cinthia estaba muerta, ¿qué orden iban a tomar los chicos? Estaban muy enojados.”
El problema surgió más adelante, cuando la furia espontánea fue dejando lugar al miedo frente a la posibilidad de perder la fuente de trabajo. Según cuenta Santiago, “empezaron a tomar venganza” y laboralmente los exigen más, no solo con el tiempo sino con la complejidad de los operativos y las sanciones.” Si bien, por un lado, se visibilizó la situación, las consecuencias a largo plazo fueron negativas.
Rocío, novia de Santiago y también agente de Tránsito, denuncia que tomaron represalias en su contra por haberse manifestado y haber reclamado por sus derechos. “Son cosas que nos corresponden y que ellos todo el tiempo las querían tapar. Pasó esto y ahora salió a la luz, todo el concepto que la sociedad tenía para con nosotros, cambió: ahora nos paran y nos preguntan por Santi. No solo eso sino que dicen palabras de aliento.” Las acciones de las autoridades lograron que la lucha por mejores condiciones de trabajo mermara hasta desaparecer: “Dividen a los chicos que están trabajando, los hacen pelear entre ellos generando conflictos que no existen para que se divida todavía más la lucha. Y eso fue lo que pasó: se dispersaron por las amenazas de que van a dar de baja los contratos si siguen con la misma modalidad, todo eso a los chicos que son nuevos les llega, los condiciona. Los tienen asustados.”
Sin embargo, y a pesar de todo lo sucedido, ningún funcionario del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se hizo responsable por lo sucedido. Ni Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno; ni Diego Santilli, vicejefe de Gobierno; ni Juan José Méndez, secretario de Tránsito. Ninguno se comunicó con Santiago Siciliano, agente de Tránsito y empleado público, sobreviviente de una situación ocurrida mientras cumplía sus funciones como tal. “Todavía estoy esperando que se abra la puerta y aparezcan, pero no pasó hasta ahora. Del Cuerpo de Tránsito, estaban todos el domingo acá, pero haciendo ofrecimientos de subirme el sueldo, pasarme a planta, por ese lado. Querían callarme. Pero eso fue todo. Yo desperté y no vi nunca más a nadie.” Y Santiago está lejos de querer callarse: “Quiero que se difunda lo que me pasó a mí, y también me gustaría que la gente sepa realmente quiénes somos, la modalidad de contratación que tenemos con el gobierno y toda la precarización de la que somos víctimas.”
A futuro no se ve encabezando la lucha ni nada parecido. Lejos de eso, su prioridad es recuperarse y afrontar el largo período de rehabilitación que tiene por delante. Dedicarse a la música por completo es su objetivo a largo plazo. Sin embargo, desde su posición y a partir de lo que le tocó vivir, Santiago alza la voz por él, por Cinthia y por sus compañeros, para que la realidad se conozca y el cambio encuentre lugar.
Dic 24, 2019 | Entrevistas, Novedades

Presentación del disco de Ignacio Montoya Carlotto en la Biblioteca Nacional.
Cuando hace una semana Ignacio Montoya Carlotto presentó su nuevo disco –Todos los nombres, todos los cielos- se encontró haciendo eso que más le gusta hacer en uno de los lugares que más magia le ofrece para hacerlo: una biblioteca. De chico, Ignacio decía que si alguien le regalaba una máquina de escribir, sería escritor. Quizás, bajo las mil llaves que escondían su ser más íntimo por entonces había un eco que le exigía reservar sus manos, el contacto más tangible de su piel, para cuando se le despertara la pasión por la música. Mucho quedó de ese niño que, en Olavarría, adoraba las letras: el nieto restituido de Estela de Carlotto -presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo-, el hombre que desde 2014 consolidó su identidad al ser reconocido como hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar “Puño” Montoya. Ese músico y compositor disfruta, en cada una de sus presentaciones, de introducir sus piezas con palabras, de darles sentido a su vez desde allí. La elección de las palabras que van a nombrar sus piezas instrumentales y poblar sus canciones también son un arte que fascina al pianista nacido en 1978. Letras y músicas son sus lenguajes preferidos que conforman el ecosistema perfecto -junto a su mundo en Olavarría, su hija Lola y su compañera Celeste- desde donde Montoya Carlotto se expresa y da vida a su discografía. Todos los nombres, todos los cielos, este último trabajo junto a Nicolás Hailand (en contrabajo) y Samuel Carabajal (en batería), le permitió desafiar musicalmente la formación del trío, le valió una nominación a los Premios Gardel 2019 y lo llevó a dar un paso más allá en esa nueva historia que viene reescribiendo con su identidad desde hace cinco años.
¿Cómo empieza la escritura de las piezas que forman tus discos?
Todos los días compongo, porque es un ejercicio medio autoimpuesto. Y, además, porque es lo que más me gusta y naturalmente me sale. Diariamente anoto algo, me pongo a escribir. Me encierro un poco ahí, empiezo a tocar cosas que quizás no van a ninguna parte, hasta que en un momento entro en calor… pero llegar ahí me puede llevar muchos días también. Entonces empiezo a entender por dónde va la música y ahí arranco fuertemente a escribir, a armar, hasta esa instancia más difícil, la de ponerle un fin y decir ´llegamos hasta acá’. Es un momento súper complejo, que llega cuando entiendo que ya no puedo reformular más la obra, sin que pierda la esencia que me hizo prestarle atención.
¿Tu música convive con tu vida o necesitás abstraerte de algún modo?
No… Aunque lo que sí me pasa, cuando siento que estoy llegando a algo de lo que estaba buscando, cuando empiezo a ver el horizonte, es que optimizo mi tiempo. Me levanto más temprano y me acuesto más tarde, trato de suspender ensayos para quedarme componiendo. Son días en los que me acuesto con esas cosas en la cabeza y después me levanto otra vez con eso encima. Estoy todo el tiempo ahí. No es que me encierro… pero trato de ser disciplinado.
¿Cómo?
Tengo la misma rutina que tiene mi vecino de enfrente, que trabaja en una fábrica: él se levanta a las 8 y media de la mañana, se va y yo me voy arriba, donde está mi estudio, bajo a comer cuando él vuelve, a eso de las doce o una, llevo a Lola al jardín y después la traigo, me acuesto un rato a la siesta y sigo hasta las siete, ocho, que es cuando me vengo al Conservatorio. Y cuando estoy en ese estado en donde me van saliendo las cosas, llego a casa y sigo dándole hasta la madrugada. Mi rutina laboral es bastante aburrida, en realidad, pero me sirve ser bastante disciplinado.

Dijiste que, en la previa de este trabajo, en el origen de la idea, el formato trío te resulta un poco intimidante, ¿por qué?
Porque hay mucha referencia: los que hemos escuchado jazz y nos hemos formado a través de esa música, conocemos muchísimos tríos: el de Bill Evans, el de Keith Jarrett, millones… Todos los grandes pianistas de la historia del jazz han hecho tríos que la han roto toda. Si voy a hacer un disco en trío, ¿qué puedo aportar yo tocando en ese formato? Desde ahí te intimida un poco. Y, además, es una formación que te expone como pianista: te interpela, te desafía técnica y musicalmente, pero es un desafío que hay que asumir.
En Todos los nombres, todos los cielos se cruzan el jazz y el folclore, como en otros trabajos tuyos. ¿Cómo surgió aquí esa relación?
Sucedió en el proceso, no premedité que el disco resultara con tintes folclóricos. Cuando diseñamos la sonoridad del trío, tomamos como referencia muchos tríos de jazz nórdico, de Noruega y Suiza, y quizás hasta por una cuestión de geografía había algún parentesco con la música de raíz jazzística argentina. Había una cercanía con lo que nosotros hacíamos. Cuando empezamos a trabajar la música, empezaron a aflorar cosas y, recién cuando terminamos el disco, me di cuenta de que había quedado así, con ese toque folclórico.
Hablaste de la instancia de creación y de la materialización del disco y a eso se suma la presentación ante el público, ¿cómo vivís esos tres momentos de tu laburo?
El primer momento es el más de uno: escribir la idea, armar, probar, en solitario. En ese sentido, me considero un compositor en el estilo clásico: ese que está en la buhardilla, encerrado, componiendo. Por ahí no tan encerrado, pero sí con esa disciplina. Después viene una etapa que, para mí, es siempre la mejor: la primera vez que tocás la música con los músicos, cuando ya sacaste eso que tenías adentro y lo ponés para que lo toquen. Generalmente, la primera vez no se toca muy bien, pero esa sensación es lo mejor de todo para mí: sentís sorpresa, no sabés qué va a pasar, escuchás por primera vez eso que te imaginaste, modificás las cosas… Es una sensación única. Después, ensayás, probás, grabás. Y el momento de grabación es un poco más tenso, porque la realidad es que se paga por hora, y convive en uno el querer estar relajado y con onda, y a la vez tocando todas las notas que tenés que tocar, para que salga todo como lo que lo planeaste. El encuentro con el público es el momento de soltar.
¿En qué sentido?
Cuando presentamos el disco, ya nos dedicamos a disfrutarlo. Ya lo soltaste, ya no depende de vos: está hecho y, por más que vayas y lo toques de nuevo o improvises, la idea ya la soltaste. Es cuando llega el intérprete, tu otro yo, ese que aparece y disfruta la música, y en mi caso inclusive casi pensando que no la escribí yo. Cuando toco mi música, pienso que la escribió otro, que yo me la sé, porque si pienso que es mía, tiendo a cambiarla.

En el teatro, el hecho artístico no existe sin el espectador. ¿Cómo vivís la presencia de ese otro cuando hacés música?
Es muy difícil no pensar que otro va a escuchar tu música. Hace unos años, quizás cuando no tenía tanta exposición, pensaba que lo que escribía, quedaba ahí. Ahora, de toda la música que compongo me consta que se escucha, recibo devoluciones, y entonces es muy difícil no pensar en ese oyente al escribir. Como dice Horacio Quiroga, en el Decálogo del perfecto cuentista, uno no tiene que pensar en el efecto que va a causar la obra cuando la está escribiendo, la tiene que escribir y basta. Hay que olvidarse un poco. Pero cuando pasa al vivo, es otra cosa.
¿Por qué?
Porque la música pasa con la gente. En apariencia, parece que no hacen nada, que están ahí escuchando, pero esa energía que está ahí recibiendo eso que vos le estás dando, hace que la música funcione o no. Uno puede ponerle todo de sí, pero para mí la música se termina de armar ahí, al ladito de la gente. Una idea que me gusta mucho, que es del Negro Aguirre y de otros músicos, es que la música no se arma al lado de los instrumentos, sino que la música sucede, como un efecto sonoro, a varios metros del escenario, justo donde empieza el público.
Y cuando pensás en quien te va a oír, mientras componés, ¿qué sentís?
Me gustaría que le pase lo mismo que me pasa a mí mientras estoy haciendo esa música. Porque cuando estoy componiendo, mi yo se modifica, se emociona, se cuestiona cosas, y se mete en ese universo que yo mismo me propongo. Y me gustaría que esa persona que escuche, pase por ese universo y se modifique de la misma manera. Que lo que escuche le cambie en algo, le aporte en algo. Es lo que me ha pasado a mí: he escuchado discos que me han cambiado la vida y me gustaría hacer eso con mi música.
Hablando justamente de tu música, ¿siempre te gustó el jazz?
Sí, siempre, pero casi como un defecto profesional. Me resultaba más fácil inventar sobre la marcha que sacar de oído cosas que ya estaban. En Olavarría, siempre hubo una movida de jazz bastante importante y, siendo bastante pendejón, hubo muchos músicos a los que pude escuchar en vivo. Cuando los escuché, entendí que eso que pasaba ahí, mientras tocaban, era algo que me resonaba a mí. No entendía nada, pero me encantaba la sonoridad y todo lo que pasaba. Me gustaba cómo todo sucedía con tanta libertad. Ahí, desde pibe, empecé a tocar y escuchar. También el medio ambiente me ayudó bastante: acá hay muchos jazzeros. Si hubiera querido tocar tango, me habría resultado más difícil.
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En la entrevista, el músico dirá que, por momentos, hay algo de nostalgia que se le viene encima, cuando recuerda su vida antes de 2014, cuando su rostro recorriera el país y el mundo. Por eso, quizás, prefiere hablar de la consolidación de su identidad y no de la restitución. “Cuando se dice recuperar la identidad, parece que nunca la tuviste”, reflexiona. La música, incluso el jazz, es algo que conecta esos dos tiempos de su vida. De hecho, hasta eligió destacar ese detalle en la biografía de su sitio web: “Curiosamente -se puede leer allí-, al conocer su origen biológico, se anoticia de que en su familia la música ocupa un importante lugar: su padre era baterista, su abuelo paterno saxofonista y su abuelo materno, un melómano, amante del jazz”.
Cuando aquel viernes 8 de agosto de 2014, en la conferencia de prensa en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, un periodista le dijo a Ignacio que estaba cubriendo la noticia más importante de su vida, eran millones los que se alegraban y querían bucear la historia del nieto 114. Y allí apareció “Para la memoria”, una bella canción que Montoya Carlotto había compuesto y sentía “tan propia”, hasta entonces sin saber por qué.
La música, ese amor constante en su vida, le permite ahora, de la mano de Todos los nombres, todos los cielos, significar su propia historia, cinco años después de aquel momento. “Los títulos son muy importantes, sobre todo en la música instrumental -explica-. Es el momento en el que tenés la posibilidad de plantear palabras, más concretas, sobre la música, tan abstracta: son como un microtexto que tiene que sintetizar lo que va a venir después. En este disco traté de replicar un poco aquel destinatario o aquella destinataria de la música que estaba componiendo y también las sensaciones que se me venían a la mente cuando estaba escribiendo. El primer tema, que se llama ‘La mujer que tenía todos los nombres del mundo’, es como una pequeña semblanza de mi mamá biológica, porque, cuando estaba en la clandestinidad, antes de que la detuvieran, tuvo varias identidades para intentar sobrevivir. Y el último tema, ‘El misterioso aviador de todos los cielos del mundo’, es una semblanza de mi padre biológico, que era piloto. De esos dos títulos sale Todos los nombres, todos los cielos, el nombre del disco”.
¿Cómo llegaste a este momento en que te nació hacer dos piezas dedicadas a tus padres biológicos?
Pasó, producto de cinco años de pensar, de cinco años fuertes de terapia… Es todo un proceso interno muy difícil. Era la necesidad también de cerrar una etapa, más que de abrirla. De decir: esto es lo que estas personas representan, para mí, en música. Con dos canciones, además, que son las que más me han gustado del disco. Y si tuviera que elegir diez de mis mejores canciones, elegiría entre ellas, estas dos.
¿En qué cosas creés que estos cinco años modificaron tu música?
Un cambio muy significativo es la relación que entablo con mi repertorio. Antes, podía agarrar una banda de salsa y tocar salsa sólo porque lo podía hacer, porque me divertía y me gustaba la música. Ahora siento que sólo puedo relacionarme con músicas que me son cercanas desde lo afectivo, y me sucede hasta con las mías inclusive, de hecho algunas han quedado descartadas… Algunos dicen ‘yo solamente toco tango’; bueno, yo solamente toco cosas que realmente me enamoran. Tiene que haber un resorte, algo que se mueva, y eso es plenamente afectivo. Es algo que antes no me pasaba y creo que tiene que ver con todo ese proceso. Cambió fuertemente mi relación con la música: quizás, desde afuera no se nota, pero para mí es determinante.
¿Por qué ahora esa necesidad de que lo que toques te atraviese tanto?
Y, por el sopapo que pasó… Uno va caminando por la vida y se le van agarrando cosas y, de golpe, esa misma vida te sacude y quedan adheridas a uno sólo las cosas que son importantes. Creo que tiene que ver con eso. No digo que me tomo las cosas más en serio, pero sí con otro nivel de responsabilidad: uno sólo puede estar con las personas que ama, construir con la gente que quiere y tocar la música que ama. Lo entendí así, pero antes de entenderlo, empecé a sentirlo.
En estos cinco años, ¿hubo algo que te sorprendió de vos mismo y de cómo atravesaste todo lo que te tocó vivir?
Si me hubieran dicho por todo lo que iba a tener que pasar, habría pensado que me iba a quedar en la mitad del camino, ahí, roto. Me asombró la capacidad de aprendizaje que tiene una persona estando en situaciones extremas, y no solamente por mí: creo que le pasa a todos. Me asombró todo lo que uno puede cambiar sin cambiar, mirándose al espejo y siendo la misma persona, pero internamente viviendo mucho. Me asombró cómo uno puede vivir tantos años en un año solo. Y me asombro cuando me encuentro con el recuerdo de lo que yo era antes del 2014, y siento a veces un poco de nostalgia… Me agarra una sensación como de inocencia perdida. Siento que gané en experiencia, pero que me resultó muy cara. No ha sido gratis. Así y todo, es maravilloso: un viaje increíble que me propone la vida. Pero cuesta, no es fácil en lo más mínimo.
Entre tanto cambio, el arte es una constante en tu vida. Si tuvieras que elegir un lenguaje como más tuyo, ¿elegirías la palabra o la música?
Es una pregunta difícil… De chico, cuando era pendejo, quería ser escritor. Tenía siete u ocho años, recién empezaba a escribir y leer. Leía mucho y siempre decía que, si alguien me regalaba una máquina de escribir, iba a ser escritor. No sé por qué me figuraba que no se podía escribir a mano. Después vino la música y, bastante después, llegó la música con la palabra, que es la canción. Y ahí está todo. Yo me siento un músico, pero también me siento muy bien con la palabra, cantada, dicha… Soy un tipo de hablar. Entiendo que la palabra es muy sanadora y creo que esa es la palabra que le cabe a la palabra: no sólo transmite, sana heridas. Y la música también, pero en otro estadío, en una situación más compleja, más allá, porque ataca cosas que en la palabra se diluye con la razón. En este momento, siento que no podría hacer otra cosa que hacer música y ponerle palabras a eso.

Dic 24, 2019 | Entrevistas, Novedades

«Estoy deconstruyendo y reconstruyendome todo el tiempo», dice Laura Azcurra.
A finales del 2018, Laura Azcurra acompañó a Thelma Fardin con la denuncia por abuso que realizó contra el actor Juan Darthés y a partir de ahí subió a la escena pública ya no solo por el trabajo actoral sino también por el activismo feminista. Integrante del colectivo Actrices Argentinas, madre de un hijo que le despertó un montón de preguntas, este año la encuentra de nuevo en la marea verde afirmando: “Nosotras estamos luchando acá porque junto al patriarcado hay que derribar todo un sistema de vida.”
Desde la conferencia que dieron junto a Thelma Fardin, ¿cómo evaluás el camino que recorrieron?
Fue un montón de aprendizaje, muchísimo, porque muchas de nosotras no teníamos experiencia en militar una causa tan contundente. Fue tocar un tema tabú que estaba estigmatizado, un tema del que todas habíamos tenido una experiencia cercana pero no se hablaba abiertamente y lo poco que se compartía era muy sottovoce.
¿Porque es el tiempo de hablar?
Ahora ya no nos bancamos cosas que sucedían en otros tiempos. Es lo que me parece interesante de un momento como este, donde podemos hacer una videollamada a cualquier lado, está todo globalizado, más entramado. Ahora las noticias llegan, como todo lo que pasó el año pasado en América Latina, la marea verde. Bienvenido sea el momento de despertar conciencia como este. Tenemos que conectar con la autenticidad y con quienes somos en la profundidad.
¿Cómo repercutió este cambio de época en tus situaciones más cotidianas?
Cuando nació Marco, hace ya doce años, los velos se fueron cayendo. Fui encontrándome con una persona de otro género que iba creciendo, que quizás había cosas que eran ´de varón´ que a él no le interesaban, no le gustaban. Y ahí me pasó que tuve que hacer el ejercicio de rever eso, de cómo también las mujeres en nuestro rol educamos, cuáles son los valores con los que lo hacemos. Y eso fue un trabajo de todos los días. Porque para mí, mi hijo es quien me pone en espejo las 24 horas del día, es mi maestro. Que no te permiten que se te pase una y te ponen esa cuestión que una trae de “Ay, pero tiene que ser así”, y te dicen: “¿Por qué tiene que ser así?” Y no lo sé. Y así estoy deconstruyendo y reconstruyendome todo el tiempo.
¿Son las enseñanzas que traen las nuevas generaciones?
Sí, puede ser. Hay otra realidad, hay otro tiempo, otro proceso de concentración de información. A veces siento que le llevo algo antiguo para proponerle y que él me lo está renovando. Es una revisión mía de la educación, de mi identidad, de mi singularidad, porque todos somos distintos. Y eso es en el día a día.
Replicamos o reflexionamos, de eso se trata.
Seguro, eran cuestiones que no las analizábamos; eran porque sí: ´Porque mi abuela´, ´porque mi mamá´, ´porque mi tía´. Era determinar algo cuando sin que pasara por el filtro de nuestras sensaciones, de nuestra contemporaneidad, de nuestra profesión y de nuestra propio experiencia. Por eso hablo de que este es un momento incómodo, porque no hay certezas y el modelo, el programa con el que muchos han crecido, está cambiando. Gente de cuarenta, de cincuenta, sesenta y setenta años, tenían una única foto. Tenías que ser heterosexual, casarte por la Iglesia, ´como Dios manda´, tener hijos, biológicos exclusivamente, porque si adoptabas decían: “Ay pobre, adoptaron”. Y, además, condicionandonos a que después de que toda esa forma suceda, íbamos a ser felices.
Recién ahí, encima...
Sí, recién ahí. Cuánta gente, cuántas personas en este mundo han ido detrás de querer encasillarse y entrar en esa única forma. Cuántas personas sufrieron porque le gustaba alguien de su mismo género, cuántos sufrieron por dedicarse a lo que realmente les apasionaba y no a lo impuesto, cuánta gente no tuvo hijos, cuánta gente tuvo hijos porque había que tenerlos pero no los deseaba. Cuánto se hizo para que el vecino no se entere, ´no qué va a pensar mi mamá´, ´no, yo no le pude hacer esto a mi papá´. Y en eso vamos rifando nuestra propia vida, que es una sola y es nuestra existencia. Entonces, alabado sea este momento en el que vamos detrás de la autenticidad y de la singularidad de cada uno. Porque eso también es otra cosa, la singularidad no es amiga del sistema capitalista, y por ende el sistema está emparentado con el patriarcado. Por eso, si nos ponemos a pensar en una visión un poco más amplia, también decimos “Che, nosotras estamos luchando acá, pero con el patriarcado hay que derribar todo un sistema económico, que ya no va”.

«Está la desesperación de no saber cuál tiene que ser el nuevo sistema», señala Azcurra.
Pero que sigue generando ganancias…
Es que sigue existiendo porque está la desesperación de no saber cuál tiene que ser el nuevo sistema, cómo se puede reorganizar todo el caos que ha generado, no solamente en lo económico… en lo social, en lo político, en el ecosistema. Ya es hora de empezar a hablar seriamente de esos temas. Ya no es “I´m a dreamer” (yo soy un sonador). Hay que hablar ya de eso. Decimos que los políticos no hacen, ¿pero vos sabes qué es lo que consumis? ¿Sabes que compras plástico para tenerlo cinco minutos en la mano y que quede en el planeta doscientos años? ¿Cuán conscientes somos verdaderamente de lo que adquirimos, no solamente en materia intelectual, sino en cuestión material?. Es un momento de replantearnos todo esto y la verdad que cansa, agota.
¿No te asusta eso también?
Me asusta, pero me asustaría más que sigamos en estado pasivo, viendo cómo las cosas suceden, cómo las injusticias acontecen, cómo matan a niños y nadie se hace cargo, cómo las niñas tiene que estar obligadas a parir cuando no deberían, por eso el aborto tiene que salir. Hay mucha gente que no es consciente. En la medida en que una pueda hablar y entenderlo, que una pueda empatizar con la situación del otro, ahí podemos realmente generar un cambio.
Dic 24, 2019 | Entrevistas, Novedades

Barbara Cassin, filósofa francesa.
Durante los que fueron, probablemente, los días más calurosos del verano porteño, Bárbara
Cassin visitó la ciudad de Buenos Aires antes de partir a la Costa Atlántica a participar de la
tercera edición de la Noche de las Ideas. Cassin es filósofa y filóloga doctorada en las
universidades de Lille y la Sorbona, y actualmente es directora de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) en París. En su trayectoria, se dedicó
especialmente a analizar las obras de los sofistas, retomando la Grecia Antigua para pensar
los fenómenos contemporáneos. Pero también escribió sobre las relaciones de las grandes
corporaciones y la democracia a partir del motor de búsqueda más poderoso del mundo y
sobre este y otros temas se prestó a dialogar con esta agencia.
En su libro “Googléame, la segunda misión de los Estados Unidos” -publicado por FCE-, usted afirmó que el motor de búsqueda es un “campeón de la democracia sin democracia”. Sabiendo el rol que ha tenido el uso datos personales en las elecciones de Estados Unidos y en varios países de América Latina, ¿cómo cree usted que influye en las democracias contemporáneas?
Hay que marcar la diferencia entre los motores de búsqueda y las redes sociales. Google es
un motor de búsqueda pero no es un WhatsApp. El rol de WhatsApp en las elecciones de
Brasil lo viví de cerca porque en ese momento estaba allí. Ahí entendí, mis amigos recibían
mensajes tras mensajes. En el caso de (Donald) Trump fue distinto. Ahí está la injerencia de los trolls rusos que intervinieron para favorecer su elección contra su rival Hillary Clinton. Lo que no es idéntico, es el poder de las redes sociales que es inédito desde hace unos años, y por otro lado está el peso de la injerencia financiera que en el caso de (Jair) Bolsonaro costó muy caro, y alguien pagó por todo eso. No mezclaría las redes sociales con los motores de búsqueda, son cuestiones diferentes. Sí puedo explicar cómo Google, que se presenta como un campeón de la democracia, no trabaja sobre la democracia ni con la
democracia ni por la democracia. El algoritmo de Google hace que la calidad se vuelva una
propiedad emergente de la cantidad. La calidad por sí sola no tiene ningún tipo de existencia. Se podría pensar que la cantidad es democrática pero no es el caso. Es una
cantidad de clicks.
En el mismo libro, usted menciona el concepto de Globish. ¿Qué influencia tiene la
globalización del inglés como “idioma universal” en las formas de pensar
contemporáneas?
Están muy conectados. El inglés es una lengua de comunicación como cualquier otra, como
la griega en su tiempo. El tema es que hoy se ven como inutilizable las lenguas de cultura.
Se reducen al rango de dialectos locales. Eso es un verdadero problema porque desaparecen culturas, obras, y autores. Ese punto es grave. Por otro lado, eso está ligado a los sistemas de valuación mundiales, sistemas de expertos que no tienen al globish como lengua materna. Lo malo de esta valuación es que se hace a través de criterios muy
simplistas. Eso tiene un sentido demasiado global y poco interesante. En lugar del globish
yo prefiero la traducción. La frase de Umberto Eco que dice que la lengua de Europa es la
traducción puede ser extendida al mundo, la lengua del mundo es la traducción. Que es
más interesante que un pseudo universal, que es lo universal del mundo anglosajón. y la
conexión de ese mundo y un tipo de capitalismo.
En su libro “El efecto sofístico” usted hace alusión al hecho de que el lenguaje es un cuerpo que produce acciones, que genera efectos. ¿Qué rol cree usted que tiene el discurso político contemporáneo? ¿Puede esto explicar el avance de la derecha conservadora en Latinoamérica?
El discurso produce efectos en el mundo. Todo discurso, el amoroso, el discurso político, el
filosófico, produce efectos. Todos los discursos producen efectos, que yo llamo “efecto
mundo”. No es el hecho que el discurso produzca efectos lo que explica ese crecimiento de
la derecha en América Latina o en el mundo. El discurso solo no produce eso. Pero es
verdad que la política está ligada al discurso eficaz. Cuando alguien dice “declaro la guerra”
y quien lo dice es un jefe de Estado, al decirlo está declarando la guerra. Esa es la punta
performativa del discurso político. Cuando Bolsonaro dice cosas como: “Cuando la policía
mata personas en la favela hay que felicitarlos”, eso no produce que los policías maten.
Pero lo transforma en algo natural, es muy eficaz. O cuando dice, “Si mi hijo es gay, prefiero que esté muerto”, crea una norma porque es presidente. Si yo digo eso, me pueden pegar una cachetada. Pero él fue elegido de manera democrática, lo dice, y es mucho más complicado. Produce un efecto.
¿Cree que hay vínculo entre el valor performativo de la palabra y las ‘fake news’?
Las fake news son actos, las palabras son actos. Esto transforma de alguna manera el
mundo. Hay que luchar contra las fake news como se lucha contra los hechos. El problema
es que yo no estoy segura de que exista una Verdad. Hay puntos de vista y hay que marcar
una diferencia extrema con las fake news. Para lograr esta diferencia hay una sola forma,
que es aceptar a juzgar por sí mismo, el único remedio contra las fake news es aceptar
mirarse a uno mismo como quien juzga.
En algunos reportajes comentó que trabajar como maestra de adolescentes con psicosis fue una de las experiencias más interesantes de su carrera, ¿qué relación tiene el lenguaje y su valor performático con el psicoanálisis?
Lacan, que sigue los pasos de Freud, tiene una frase excelente. Dice que el psicoanalista
es el sofista de nuestra época. Es alguien que hace que el discurso sea realmente un acto.
El acto sofístico y el psicoanalítico son análogos en varios puntos. El primero, es el interés
que se le da a lo dicho, a su significante. Luego está la relación entre esto y en que la
palabra pueda curar. Esto es lo que sucedió en África luego del apartheid y en Argentina, la
palabra ayudó a reconstruir un país. Lo último que tienen en común es que estos discursos
se pagan.
Usted fue alumna de Martín Heidegger, ¿qué influencia ha tenido en su carrera? En algún reportaje mencionó que prefiere “huir de la iglesia heideggeriana”, ¿A qué se refirió?
Es un gran filósofo y gran historiador de la filosofía. Él es el quien luego de Nietzsche puso
bajo el reflector a los presocráticos. Lo que me preocupó e interesó fue llegar a entender a
los griegos sin caer en el nazismo, descubrir cómo se podía llegar a ser presocrático de otra
manera, y me llamó mucho la sofística. Tiene una mirada irónica sobre los presocráticos
originales, sobre el ser pensar decir. Por eso fui discípula de Heidegger y terminé
alejándome como prácticamente todos los filósofos franceses, como Deleuze, Derrida…
En Argentina estamos viviendo un debate ante la emergencia del lenguaje inclusivo, que se da paralelamente en países con lengua española. Teniendo en cuenta que el lenguaje es un elemento histórico que evoluciona, ¿puede considerarse el lenguaje inclusivo una herramienta política que genera efectos y construye una nueva realidad?
Cuando se interviene de manera salvaje en el lenguaje, el lenguaje resiste. El lenguaje se
las arregla muy bien solo. Pienso que es un buen diagnóstico porque es cierto que la lengua es machista. Pero la solución propuesta, la del punto intermedio, con el uso de la e, me parece ridícula.
Usted es miembro de la Academia de Francia y directora de investigación en el
Centro Nacional para la Investigación Científica de París. Las mujeres hace no mucho tiempo tenían que publicar sus investigaciones con seudónimos o con el apellido conyugal, y sabemos que hoy son minoría ocupando cargos directivos en
instituciones científicas, ¿cómo ha sido su lugar como mujer en el mundo científico?
Para mí fue una experiencia feliz porque fue marginal, y de todas maneras yo era marginal.
Mi manera de trabajar era más difícil pero de alguna manera más libre. Tuve maestros que
podrían haber sido mujeres, pero eran hombres. Porque efectivamente hay menos mujeres
en puestos de jerarquía, aunque hay cada vez más. Actualmente estoy escribiendo un libro
con Alain Badiou que se llamará “Hombre, mujer, filosofía” . Allí intentamos ver qué de
nuestras doctrinas vienen por una posición de hombre y qué de una posición de mujer. Si él
es platónico, ¿es en tanto hombre? Si yo soy sofista, ¿es en tanto mujer?
¿Se considera feminista?
No pertenezco a ninguna corriente en particular feminista. Dirijo una revista que se llama
Revista de las Mujeres Filósofas que es de la UNESCO, aunque no pertenece a ninguna
corriente en particular. Una granjera, pero también un hombre, pueden ser una “mujer
filósofa”. Pero si voy a trabajar de una manera feminista, que sea desde la introducción a la
diversidad de los países. Pienso que las mujeres de Siria o de Mali, no tienen las mismas
posibilidades de expresarse ni de aprender la filosofía.
