


Macri quiere tener un millón de amigos
Mauricio Macri cerró su campaña «30 días, 30 ciudades» ante una multitud de personas en el Obelisco. La consigna fue llevar banderas de Argentina en la autodenominada «Marcha del millón», y los cánticos hablaron de dar vuelta la elección y una Argentina sin Cristina. Los carteles pregonaban el hashtag #SíSePuede y algunos chistes sobre gatos, metáfora a la que hizo mención Macri en su discurso. Postales de un mimo porteño al presidente en la ciudad que lo vio nacer a la política, una semana antes de las elecciones presidenciales.

Motoqueras
El sábado 12 de octubre, por la mañana, se realizó la Primera Caravana motoquera feminista que partió desde Av. Independencia y 9 de Julio, en la Ciudad de Buenos Aires, rumbo al 34 Encuentro Nacional de Mujeres, organizado en La Plata. El principal objetivo de este viaje colectivo fue romper con el estereotipo alrededor de las motos como actividad exclusiva de las masculinidades cis. Participaron 15 mujeres y la lluvia no impidió que llegaran a destino antes del mediodía, tal como lo tenían planeado.
Las organizadoras fueron Jose Nicolini, Dafna Alfie, Victoria Irene y Lia Ghara. Para garantizar la seguridad del recorrido de 57km, les solicitaron a las participantes llevar toda la documentación correspondiente de las motos, chalecos reflectivos y vestimenta impermeable para la lluvia. Previamente a la salida hicieron una revisión técnica general de los vehículos y una charla deseguridad que estuvo a cargo de Victoria Irene y Jose Nicolini quienes explicaron el modo de circulación de la caravana y nociones básicas de comportamiento en la ruta.
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Además, subrayaron la dinámica feminista, haciendo hincapié en que habitar los espacios con otras lógicas es parte el cuestionamiento que busca generar la identidad motoquera disidente, así como también la colectivización de conocimientos, entre otros, de mecánica. Por eso, el domingo en Plaza Rocha, las organizadoras dictaron un taller de reparación de motos abierto al público.

Un encuentro histórico
La lluvia con la que arrancó el 34° Encuentro Nacional de Mujeres que tuvo lugar el pasado fin de semana en la ciudad de La Plata no logró frenar la ola feminista. Más de doscientas mil mujeres y disidencias se reunieron para asistir a talleres, conferencias y conversatorios para pensar en conjunto cómo lograr un cambio social y eigir al Estado la implementación de “políticas públicas inclusivas que aseguren la igualdad de derechos´.
A pesar de que el clima no dejó que se llevara a cabo el acto de inauguración del encuentro, el sábado arrancó con los más de cien talleres para visibilizar problemáticas y poner en común las estrategias para el activismo sindical, la aplicación del lenguaje inclusivo o para el acceso al aborto libre, seguro y gratuito, entre muchísimas otras cuestiones.
“Vine acá porque tengo una hija que quiere que la acompañe a Brasil para encontrarse con el amor de su vida, que resultó ser otra mujer, y no sé bien qué hacer”. Graciela es una de las madres que fue al grupo de mujeres y lesbianismo para buscar contención.
Del otro lado, casi al final del taller, Sofía, una platense de quince años preguntó algo que llenó de ternura a quienes estaban allá: ¿Cómo te das cuenta que te gustan las chicas?
La lluvia fue parando y a las siete, ya cuando la primera parte de los talleres había terminado, arrancó una multitudinaria marcha en contra de los travesticidios y transfemicidios de todo el país. “Señor, señora no sea indiferente, se mata a las travestis en la cara de la gente”, miles de personas caminaron en la capital de la provincia exigiendo también el cupo laboral trans y la necesidad de implementar políticas públicas más inclusivas.
Y después de desconcentrar, cientos de escuelas de La Plata, Berisso y Villa Elisa fueron refugio para descansar.
“Tenemos que salir a visibilizar nuestras problemáticas, diversificar las identidades en este encuentro… porque lo que no se nombra, no existe, ¿no?”, decía Laura, que llegó desde Tucumán y agradecía que ya no hacía tanto frío.
El domingo empezó temprano con la segunda parte de los talleres. Ya sin lluvia a la vista, a la ciudad llegaron miles de personas más ese mismo día.
Lara, una chica intersex que viajó desde Buenos Aires, contaba: ´Somos en proporción la misma cantidad de personas que la gente pelirroja… somos mucho más común de lo que se cree. Y espacios como estos nos sirven para ponernos en encuentro, debatir nuestro presente, acompañarnos´.
Como lo que planteó Florencia, que estuvo en el taller de Ciberfeminismos: “Nuestras problemáticas son nuestros oficios, nos dedicamos a laburos donde sos una entre un millón de hombres. Una vez un periodista me quiso hacer una nota porque para él era ´un orgullo´ lo que yo hacía. Y para mí era absurdo que lo plantee en esos términos. Estamos acá para hacer red, para conocernos, para saber que existimos”.
Y llegó el mediodía y cientos de mujeres y disidencias de toda Latinoamérica hicieron la asamblea Abya Yala, que este año estuvo atravesada por un debate clave: por primera vez en 34 años el hasta ahora llamado Encuentro Nacional de Mujeres estaba ante la posibilidad de cambiar el nombre a Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries.
“La discusión sobre la identidad busca construir un feminismo inclusivo, antirracista, anticolonial que reúna a todas las identidades que participan y no sólo a mujeres”, se escuchaba en la plaza San Martín mientras el encuentro hacía un recreo para almorzar aprovechando el calor del sol que estaba saliendo.
Y para terminar con las formaciones, desde las tres de la tarde tuvieron lugar las conclusiones de todo lo que se había hablado en cada taller, que en un par de días van a estar subidas a la página del Encuentro.
En el de Niñeces y Juventudes, que era la primera vez que se llevaba a cabo, rescataron la importancia de la ESI: ´La necesidad de que esté en todas las escuelas del país nos llevaría a que no sean tan difíciles un montón de situaciones: el plantarse disidente, el entender el deseo como algo a lo que no le tenemos que tener miedo ni sentir culpa, el poder saber cuidarnos´.
Y la tarde fue cayendo y en la 60 y 1 empezó la concentración para la marcha de cierre del encuentro. Lleno de pañuelos verdes, pancartas y glitter, el reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito se sumó a la sororidad, al agite y a la felicidad de estos días.
Pol vino de Chile para ver qué era esto que tanto ruido estaba haciendo: “Estoy acá porque no podía creer lo que contaban, necesitaba vivirlo”.
Al grito de “¡Aleeerta! ¡Aleeerta! ¡Alerta que camina! ¡Las luchas feministas por las calles de Argentina!”, más de trescientas mil mujeres y disidencias empezaron a marchar pasadas las siete de la tarde.
El recorrido, que fue de tres kilómetros, terminó en el Estadio Unico de La Plata. Este año se decidió no pasar por la catedral y aunque hubo desdoblamientos y caminos alternativos, toda la marcha transcurrió sin mayores problemas. El frío no impidió que todo se viva como una fiesta. La alegría de esta ola verde que ni la lluvia para. El próximo Encuentro, ya plurinacional y con disidencias, será el año que viene en San Luis.

¡Vamos las pibas!

Seiscientas estudiantes secundarias de la Ciudad de Buenos Aires viajaron al Encuentro Nacional de Mujeres.
Organizadas por la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), unas 600 adolescentes de 13 a 17 años de escuelas secundarias porteñas viajaron a La Plata para participar de la aventura feminista más intensa que existe y vivenciar una experiencia colectiva, comunitaria e inclusiva.
Son las 6 de la mañana del 12 de octubre pero para ellas la fecha nada tiene que ver con el “descubrimiento de América” sino con el descubrimiento de vivir bajo el yugo de un sistema colonialista y patriarcal.
La lluvia es constante y los nueve micros estacionados sobre la avenida Ángel Gallardo, en el barrio de Villa Crespo, comienzan a llenarse de expectativas, adrenalina, adolescentes, mujeres, paquetes de arroz, polenta, bizcochos, té, yerba y grandes ollas.
Por la suspensión del acto de apertura del Encuentro, a raíz de la lluvia, la delegación se traslada sin escalas al alojamiento asignado, la Escuela N° 42 “Leopoldo Herrera” de La Plata, donde acomodan sus bártulos y colman las aulas de bolsas de dormir y mochilas.
Muchas chicas se camuflan en un rincón del primer piso y, mientras esperan que empiece la asamblea, sacan una afeitadora, la ponen a cero y se lookean las cabezas con rapados para la ocasión.
Una vez en el salón de actos, las organizadoras plantean la hoja de ruta de la jornada, se deciden los talleres a participar, se aclaran las particularidades del trazo de la ciudad para que las chicas tengan en cuenta a la hora de moverse, y se hace hincapié en el protocolo de seguridad.
El contingente se divide por facultades –donde se desarrollan las diferentes actividades– y se nombran a las adultas encargadas de cada grupo. ANCCOM acompaña al grupo que va a la sede de Trabajo Social. Mujeres y sistema carcelario, Antiespecismos y feminismos y Violencia obstétrica son algunos de los talleres que se organizan allí.
Las estudiantes se distribuyen en cada uno, se pacta un horario y lugar de reunión dentro del predio. Rosángela, la responsable, va con una de las pibas que quedó sola al taller de Pérdida de hijes, hacer el duelo. El salón está completo pero no hay coordinadoras. Psicóloga de profesión, Rosángela toma la iniciativa, hace circular la palabra, van apareciendo los relatos en primera persona y todes, con respeto, escuchan.
Una vez terminados los talleres, las chicas se juntan en el punto acordado, controlan que no falte ninguna y salen hacia 1 y 53, el sitio de concentración de todo el contingente para marchar por los travesticidios y transfemicidios. Miles de personas andan por las calles platenses. Las pibas caminan muy entretenidas intercambiando experiencias. Una le cuenta a otra que en el taller de Mujeres y sistema carcelario, escuchando las historias, se había sentido chiquita.
En una esquina, dos hombres con un megáfono gritan que ellos también sufren la desocupación y la precarización laboral, que no es un problema solo de las mujeres. “¿Por qué no exigen cupo laboral para albañilería?”, reclaman. “¡Organícense!”, responden las pibas. “No les contesten, que se queden hablando solos”, dice otra mujer.
“El miedo se cambió de bando”
De vuelta en la escuela, a la hora de la cena, se pueden ver grupos de adolescentes en la puerta, en el patio, rancheando en los pasillos, algunas con guitarra y ukelele, otras jugando a las cartas.
Táper y cuchara en mano, las adolescentes hacen una fila que atraviesa el hall y parte del pasillo que da al gimnasio. Conversan, se ríen hasta llegar a la olla. Adentro de la cocina, otras pibas se encargan de la olla con tuco y de la de polenta y, con unas cucharas poco prácticas, tratan de servir rápido para paliar tantos estómagos vacíos después de un día intenso.
A la mañana siguiente, a las 6:30, las designadas pasan aula por aula despertando a todas, hay que desayunar e ir a la Asamblea y ahí marcar la cancha. Las casi 600 pibas se aglutinan en el gimnasio. Con caras de dormidas, pelos revueltos y mucha fiaca, algunas descalzas y otras desparramadas, prestan atención a la veintena de adolescentes, de diferentes colegios, que asumieron el desafío de organizar el encuentro de todas. Establecen cuestiones de convivencia y limpieza, los talleres a los que asistirán, focalizan en la importancia de la marcha multitudinaria e insisten con el protocolo de seguridad.
ANCCOM sigue al grupo que se dirige a Bellas Artes, ya sin lluvia pero fresco, y las pibas se dividen en los talleres. Alrededor del patio se monta una feria con puestos que ofrecen ropa interior, cremas artesanales, comida vegana y numerosos productos que no aparecen en los circuitos comerciales. Una pared está dedicada al Escrache Al Macho Abusador, con fotos de rostros con nombre y apellido de violadores y una lámina gigante a un costado donde cuelga un fibrón, para que cualquiera pueda escrachar a su abusador. Y en la pared del fondo, un grafiti que dice: “El miedo se cambió de bando”.
Violeta, una de las pibas, sale del taller de Feminización de la pobreza. Se siente mal, con lágrimas en los ojos, le duele la garganta y quiere irse. Pero quien acompaña no puede dejar al resto solas. Viole acepta unos mates calientes, come pasas de uvas y maní y se tranquiliza. Entonces se pone a charlar con la acompañante de lo políticamente poderoso del Encuentro. Lo que la moviliza es comprender que la mayor parte de la vida de las mujeres está condicionada por el patriarcado. «Vivo en una burbuja», afirma. Al rato se siente mejor y decide volver al taller.
Al mediodía, la delegación completa se reúne en la plaza San Martín para almorzar, distenderse y disfrutar de la feria y los eventos culturales que hay allí. Algunas volverán a la tarde a otros talleres, para reencontrarse en 1 y 60 y, ahora sí, a marchar.
La columna arranca por diagonal 79 hasta calle 7, de ahí hasta 32 y derecho al Estadio Único. Organizaciones barriales, políticas, sindicales, gente suelta, con peinados locos, glitter, pelucas, máscaras, tatuajes, torsos desnudos con inscripciones, brujas con escobas, tambores, bombas de estruendo, humo, canciones. Es una verdadera fiesta popular. Los vecinos en los balcones y ventanas observando. Las pibas encolumnadas, cantando, viviendo el pogo feminista.
Al concluir la masiva movilización, empieza el desafío de atravesar la ciudad con 600 personas y sin controles de tránsito a la vista. Las pibas lo resuelven adelantándose en grupos de cinco a la próxima esquina y formando un cordón para detener los autos, y en la retaguardia un grupo de adultas hacen avanzar a todas, así durante tres kilómetros.
Horas más tarde, a las 7 de la mañana, las organizadoras pasan otra vez aula por aula para despertar a todas. Es momento de desayunar, hacer la asamblea, limpiar el edificio y regresar a casa.
La emoción de la vuelta
En el viaje de vuelta, ANCCOM dialoga con pibas y acompañantes. Para Carolina, una estudiante de 16 años de la Escuela Carlos Pellegrini, fue su primer Encuentro. “Me encantó mal”, dice. Participó de dos talleres, Relaciones sexoafectivas y Herramientas para liberar emociones. La sorprendió mucho cómo todo el mundo escuchaba y nadie se interrumpía. Fue algo transformador para ella. “Pude ver el feminismo, lo viví, estuve ahí”, sostiene. También quedó impresionada con el gran trabajo de la CEB y que tan pocas pibas se hayan puesto la organización al hombro.
Para Janet, de 13 años, estudiante del Normal 11 de Parque Patricios, también fue su primer Encuentro. No recuerda el nombre del taller al que asistió. Decidió venir para saber sobre feminismo y aborto y aprendió muchas canciones. En su escuela, dice, hay algunos que opinan que ser lesbiana o gay es malo, y para ella no es así y quiere aprender.
Mercedes es la mamá de Lucero, una alumna del Cortázar que iba a viajar con amigas al Encuentro pero como faltaban adultas acompañantes decidió venir con la CEB. También fue su primera vez. “Estoy feliz de acompañar esta movida, te carga de energía y, sobre todo, de esperanza”, dice. Y si bien ella no eligió talleres porque acompañaba, salió fascinada del que tuvo que ir, Mujeres, política y poder. Y la marcha le pareció “divina”: “Los medios te muestran otra cosa, el descontrol, los quilombos, pero cuando vos estás adentro, las chicas con tanta alegría, tanto amor, viviéndolo, en una columna, es otra cosa totalmente distinta”, asegura.
Para Zoraida, la mamá de Irupé del Mariano Acosta, fue su segundo Encuentro, los dos con la CEB. El Centro de Estudiantes del Acosta cuenta con ella a la hora de rastrear mamás o adultas responsables. Zoraida se cuida de no invadir los espacios de su hija. Esta vez fue al taller de Feminismo, poder político y disidencias. Le encanta venir al Encuentro porque aprende un montón de cosas: “Me abren la cabeza y el corazón, me emociona el trabajo autogestivo y me emociona que hay personas que están pensándose y nos están pensando como grupo”.