“La herencia de un pensamiento desobediente, crítico y audaz”

“La herencia de un pensamiento desobediente, crítico y audaz”

«Si pudiéramos detenernos a mirar el pasado y comenzar a escucharlo, entonces se podrían oír los ecos de interminables conversaciones feministas que atraviesan los siglos». Florencia Abbate anota esto en la introducción de Biblioteca Feminista, su flamante libro: se iba a presentar el martes 17 de marzo en el auditorio del Museo del Libro y de la Lengua, de la Biblioteca Nacional, pero las prevenciones ante la pandemia postergaron, sin fecha, la cita. Abbate es narradora, poeta, ensayista, docente, Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires y también Investigadora del CONICET. “Cada persona aporta desde donde puede y desde lo que sabe hacer, y de alguna manera me pregunté qué podía aportar como escritora y a la vez como académica e investigadora, y me pareció que un pequeño aporte podía ser un libro de divulgación que recuperara la historia de distintas figuras y corrientes de los feminismos. Me interesaba salir del puro presente y conectar con la historia para poder reflexionar y encontrar en el pasado muchos de los temas y debates que habíamos estado atravesando”, cuenta. Por eso decidió poner en jaque el prejuicio que sostiene que el feminismo es una noción contemporánea y de moda, como muchos dicen actualmente. También da cuenta del principio reaccionario y contestatario de este movimiento frente a situaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres a lo largo de la historia.

Es curioso pensar el término que hace referencia al título y también cómo la autora lo plantea, ya que biblioteca se define por la Real Academia de la Lengua Española como “Colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí, ya por las materias de que tratan, ya por la época y nación o autores a que pertenecen”, entre tantas otras acepciones que tiene el término. “Lo elegí porque quería un título que diera la idea de un recorte subjetivo. Una biblioteca siempre tiene una marca personal: no hay dos bibliotecas iguales. Me gusta pensar que cada quien se refleja un poco en su biblioteca, como algo que se construye a lo largo de los años y va teniendo la impronta de las personas que fuimos en las distintas etapas de nuestra vida”, explica Abbate. Aun así, para que exista una biblioteca tiene que poseer libros en su haber. El concepto de libro es una noción que quiere reivindicar como una fuente fundamental del feminismo y sus bases, de nuestro pasado. La biblioteca también tiene que ver con la herencia, porque los libros conservan y trasmiten una herencia cultural, que en el caso de los feminismos, me parece, es la herencia de un pensamiento desobediente, crítico y audaz”, reflexiona.

El libro tiene como eje a mujeres que dialogan entre sí, y logran que el feminismo se construya a través de la militancia. Es por eso que podemos definirlas no sólo como pensadoras, filósofas o escritoras, sino también como militantes. Olympe de Gouges, Théroigne de Méricourt, Claire Lacombe, Mary Wollstonecraft, Flora Tristán, Clara Zetkin, Alexandra Kollontai, Emma Goldman, Simone de Beauvoir, Kate Millett, Angela Davis, Audre Lorde, Adrienne Rich, Monique Wittig y Judith Butler forman parte de esta Biblioteca Feminista porque -como cuenta la autora- participaron de un hito histórico o marcaron un hito conceptual. Podemos ver cómo en cada época se hizo foco en determinadas cuestiones ligadas a las desigualdades de género, y esto deja en evidencia problemas y debates pasados, que inevitablemente están relacionados a los debates del presente. De esta forma logra mostrar los rasgos de contemporaneidad en textos viejos.

Judith Buttler y Dora Barrancos, dos referentes de Biblioteca Feminista, en un reclamo contra los recortes a la ciencia el año pasado, en el Polo Científico de Buenos Aires.

“Por ejemplo, presentar a Emma Goldman como una pionera de la educación sexual, explicando por primera vez el uso de los anticonceptivos en 1915, o mostrar a Alexandra Kollontai participando del movimiento de mujeres que logró que la Unión Soviética legalizara el aborto en 1920 -subraya Abbate-. O a Clara Zetkin encarnando la lucha de las mujeres trabajadoras por hacer valer sus reclamos dentro de los sindicatos, con demandas como las guarderías en los lugares de trabajo. Kate Millet, Carol Hanisch o Adrienne Rich me permitían reconstruir el feminismo de fines de los años 60, el origen del lema ‘lo personal es político’ y el develamiento de cómo incide la cultura patriarcal en nuestro mundo íntimo, en nuestro modo de amar o de maternar, junto con la idea de llevar ‘la revolución a las casas y a las camas’. Mientras que otras, como Angela Davis y Audre Lorde, me permitían reconstruir el surgimiento del movimiento de los feminismos negros y sus principales aportes conceptuales, como la noción de ‘interseccionalidad’, que hoy se usa mucho y mucha gente no sabe de dónde proviene y cómo se fue elaborando. De la misma manera, todavía mucha gente no entiende por qué a veces se habla de mujeres y lesbianas, entonces me pareció necesario recuperar la obra de Monique Wittig, que fue la que inventó el concepto de lesbiana como una categoría política diferente a las mujeres, y que planteó el carácter cultural de la categoría de sexo, algo que luego retoma y desarrolla en otra línea Judith Butler, de quien también me ocupo. En fin, quería que esas conversaciones entre ellas reverberaran como un eco en cuestiones de hoy”. De este modo se construye el marco histórico en el que se desarrolla cada una, para demostrar que es posible narrar las luchas colectivas y comprender a cada una de estas figuras como una emergente de un proceso más amplio.

Biblioteca Feminista es, entonces, un libro de divulgación, dirigido a personas que quisieran ampliar sus conocimientos sobre historia y pensamiento, algo que, afortunadamente, ya no es solo de interés para «unas pocas». Expone, además, la responsabilidad social por parte de la autora, quien cuenta que no quería hacer un libro de divulgación ‘for dummies’, como usualmente se dice, sino algo con cierto rigor conceptual, histórico y documental, sin por eso renunciar a los recursos literarios que hacen que una narración enganche o resulte entretenida”. Su desafío personal para con este proyecto tenía que ver con subirle la vara a lo que suele ser este género: “Me daba la impresión de que algunos pocos libros que había de divulgación feminista, hechos en España, acarreaban la idea de la divulgación como un género que tiende a una simplificación conceptual excesiva, o que presenta un recorrido panorámico y no profundiza o no contextualiza las cuestiones que aborda”, explica Abbate.

El libro abarca el recorte temporal que va de la última década del siglo XVIII hasta la última década del siglo XX. De este modo releva los momentos fundacionales y determinantes de los feminismos occidentales -en Europa y Estados Unidos- a partir de autoras consideradas como “clásicas”. Aun así, el interés de la autora por los feminismos latinoamericanos queda reflejado en ciertas líneas a modo de establecer relación entre estas mujeres, pero poco desarrollado debido a que no quiere arruinar el recorte ya propuesto. Probablemente en el futuro considere realizar un nuevo libro, cuyo recorte incluya a los feminismos latinoamericanos y el siglo XXI. A su vez, representa un enorme desafío porque estos no se encuentran sistematizados y/o difundidos en libros de divulgación. “Me parece indispensable retomar el trabajo genealógico que se proponía la intelectual y activista chilena Julieta Kirkwood, o los trabajos de Francesca Gargallo y otras autoras que han apostado a pensar nuestra historia -concluye Abbate, entusiasmada-. Y estoy a la expectativa de un libro de Dora Barrancos que todavía no salió pero sé que sin duda será muy importante para estudiar los feminismos en América Latina”.