Casa MANU no cierra por pandemia

Casa MANU no cierra por pandemia

Casa Mucho Amor Nos Une (Casa M.A.N.U) surge de la “loca idea”, tal como la define Silvia Casas, fundadora y directora del hogar, de crear un espacio donde los chicos que el Estado parece haber olvidado tengan un lugar. “En el hogar nos avocamos a cuidarlos, a mejorarles la calidad de vida, a incluirlos en la educación, a sociabilizarlos. La vulnerabilidad de los chicos es biopsicosocial, entonces tenemos la responsabilidad y el deber de trabajar absolutamente todo, el abordaje con cada nene es múltiple. Suelen ser niños con la autoestima deteriorada, algunos abusados física y emocionalmente. Antes de llegar, suelen pasar por momentos traumáticos durante esta primera infancia. Tenemos un trabajo muy difícil pero también muy gratificante”, comparte Silvia Casas.

Hasta el momento, en el hogar se encuentran 20 niños y niñas que van desde los cuatro meses hasta los ocho años de edad, que están permanentemente bajo la atención y el afecto de sus cuidadoras, que no solo se encargan de su alimentación, educación y entretenimiento, sino también de acompañar a cada uno con sus correspondientes tratamientos. Porque si bien la gran mayoría de los niños no son VIH positivos, algunos tienen otra condición de salud que requiere de seguimientos médicos. “Gracias a la profilaxis que hay en la actualidad son más los nenes que no tienen la enfermedad. Pero algunos suman alguna patología que está relacionada con el consumo de sustancias psicoactivas por parte de las mamás. Lo que hace que los niños tengan cuestiones madurativas y, en algunos casos, hasta alguna patología neurológica. Los niños que son VIH positivos son minoría, son embarazos no controlados, partos anticipados” afirma la fundadora del hogar.

Gracias al avance de la ciencia y el trabajo de concientización social, ya no resulta tan frecuente que mamás VIH positivas transmitan la enfermedad a sus bebés. Ha disminuido el porcentaje de mujeres que desconocen su enfermedad y con ello se incrementó el número de personas que acceden a su tratamiento.

Según el “Boletín sobre VIH, sida e ITS en la Argentina”, emitido por el Ministerio de Salud en diciembre de 2019, se estima que durante los años 2017 y 2018, de cada 100 bebés nacidos de mujeres con VIH, 4 fueron positivos. “En general las mamás conocen su enfermedad. Llegan al hospital sabiendo que tienen VIH, y ahí nuestro principal objetivo, dentro del control prenatal, es definir como importante la disminución de su carga viral durante todo el embarazo, para que llegue al parto en forma segura”, señala Evangelina Dipietrantonio, médica obstetra, tocoginecóloga encargada de atender a mamás con VIH en el Hospital Materno Infantil Ramón Sardá, de la ciudad de Buenos Aires.

Dipietrantonio también recalca la importancia del constante y adecuado seguimiento médico para los niños y niñas con la enfermedad en cuestión: “Los  bebés que adquieren la enfermedad de manera congénita, tienen una evolución tórpida. Deberán recibir medicación para toda la vida, tiene muchas posibilidades de fallecer durante el primer año de vida por intercurrencias infecciosas. El VIH adquirido de forma congénita es una enfermedad muy cruel para los niños pero recibiendo el tratamiento adecuado se les puede dar una calidad de vida muchísimo mejor”.

Tanto Silvia Casas como la doctora Dipietrantonio reconocen una variable transversal en toda esta cuestión: la falta de recursos económicos para evitar la transmisión del VIH en forma congénita. “Si contásemos con tratamiento retroviral al alcance de todas las mujeres embarazadas, que de una mamá HIV positiva nazca un niño que también sea positivo, es prácticamente algo que no puede suceder. Lo que ocurre es que las mamás que no hacen el tratamiento, que por suerte son muy pocas, no tienen acceso a la medicación, no porque ellas no quieran tratarse. Porque han llegado a contarnos que se vieron obligadas a interrumpir el tratamiento por no tener el dinero suficiente como para acercarse hasta el hospital”, agrega Dipietrantonio.

La ciencia avanzó muchísimo en materia de prevención y tratamiento del VIH, hoy en día contamos con un caudal enorme de información disponible tanto en redes sociales como en los medios tradicionales de comunicación, existen fundaciones exclusivamente abocadas al tema. Pero aun así la estigmatización continúa latente en la sociedad. “Me ha pasado de estar con personas y que después de decirles que yo soy VIH positivo, se alejan. Y si hoy yo hago esta nota sin poder dar mi apellido, es por eso mismo, para que no me señalen. Me resulta muy extraño porque hay un montón de información y estamos en el 2020, no podés ir por la vida discriminando. Porque cortar relación con alguien solo porque tiene alguna enfermedad es discriminación”, dice Luca de 30 años, VIH positivo, que forma parte de Casa M.A.N.U.

“Mi progenitora era una mujer sin recursos, que se perdió en las drogas y me tuvo a mi sin tomar ningún tipo de recaudo, por eso nazco con VIH. Yo no conocía Casa M.A.N.U hasta el momento de la entrevista, pero pienso en el trabajo que hacen y ojalá mi hermana hubiese tenido la oportunidad de haber estado en un espacio así. Al momento de mi nacimiento una asistente social se contacta con mis tíos. Ellos inmediatamente me adoptan y se enteran de la existencia de Vani, mi hermana que en ese entonces tenía 6 años. Ella estuvo en dos hogares, ninguna familia quiso adoptarla por tener VIH, ahí la pasó muy mal en muchos aspectos. Ella no recibió adecuadamente el tratamiento hasta que nos adoptaron nuestros tíos. Casa M.A.N.U, sin dudas es un oasis para quienes padecemos el haber nacido pobres y con alguna enfermedad”, señala. Luca, destacando el rol esencial del hogar de Monte Grande.

El origen

En 1990, Silvia Casas junto a su esposo y sus hijos, integraban el servicio de Movimiento Familiar Cristiano de Zona Sur, que consistía en tener en su casa, por unos días, a un chico hasta que su situación judicial se resolviese. “Nosotros siempre recibíamos chicos de edades similares a las de nuestros hijos, de entre 11 y 12 años, nunca un bebé. Hasta que se nos aparece Emanuel, con 22 días de vida. Había nacido en la Maternidad Sardá. Hijo de las primeras mujeres que tenían VIH y que iban a parir a esta maternidad, ya que fue un hospital que se destacó y se sigue destacando por la atención a las mamás VIH positivas”, comenta Silvia.

Hasta llegar a los brazos de la familia Casas, se había ofrecido a ochenta familias el cuidado de Emanuel pero todas se habían negado porque no estaban dispuestas a cuidar a un bebé con esas condiciones. Silvia recordó la llegada de Emanuel: “Lo recibimos con cero información, la misma que tenían el resto de las familias. De hecho, el mismo día que llegó lo llevamos a un pediatra conocido nuestro para que nos aclare un poco el panorama, porque no sabíamos cómo acompañar a un bebito con VIH. Emanuel tenía VIH, Hepatitis B y, también, había sido contagiado de sífilis”.

Cuando Emanuel estaba a punto de cumplir tres años, la familia Casas ya no iba a permitir que otras personas lo adopten porque él ya era parte de la familia. “En realidad el proceso de adopción fue solo un formulismo. Porque él siempre fue nuestro hijo, así lo sentía él y así lo sentimos nosotros”, agrega Silvia.

Emanuel creció al calor de una familia que lo acompañó en cada uno de sus pasos. “Nuestra historia con él fue una historia maravillosa de lucha y sustos. Con el correr del tiempo comenzamos a ir al hospital cada vez más seguido, con más preocupación porque a veces tenía infecciones muy fuertes. Hasta que a poco tiempo de haber empezado tercer grado, en junio, Emanuel enfermó. Y un  31 de julio falleció”, recuerda Casas.

Este fue el hecho detonante, Emanuel había plantado en el corazón y en la mente de su mamá Silvia una idea. Ella, lejos de tomar la partida de Manu como motivo para dejarlo todo, eligió que todo lo recorrido valga la pena y decidió crear Casa Mucho Amor Nos Une. Junto a algunos parientes y amigos, que en 2001 armaron la asociación civil dando inicio a este camino de solidaridad.

Dejando atrás un pequeño departamento donde funcionó el hogar, en el año 2010, Casa M.A.N.U se muda y crece hasta convertirse en lo que es hoy. “El hogar, después de pelearla muchísimo, es un lugar con todo lo que soñamos. Es una casa con parque, con espacio para los juguetes, SUM enorme, habitaciones cómodas, con baños casi por todas partes, con las comodidades para que los chicos, las cuidadoras, los voluntarios puedan moverse”, afirma la fundadora del hogar.

Actualmente Casa M.A.N.U atraviesa una situación delicada. Principalmente, dependen de donaciones, debido a que los eventos que solían organizar para recaudar fondos no se pueden llevar a cabo por la pandemia. Por parte del Estado solo reciben becas para los niños, que si bien son una ayuda, no alcanzan a cubrir siquiera el 30% de los gastos, ya que el hogar no cuenta con ningún tipo de subsidio.

“Estos nenes son nuestro presente y futuro. Tenemos la obligación de sacarlos de la calle, de cuidarlos, alimentarlos, educarlos, darles oportunidades, mostrarles que hay una vida diferente a la que conocían, de enseñarles que no en todos lados hay maltratos, abusos. Tenemos que mejorar la calidad de vida de cada uno de ellos, para que el día de mañana puedan desarrollarse, que tengan herramientas para ser quienes quieran ser. Esto es hacer patria, velar por ellos, por los más vulnerables”, afirmó la fundadora y directora del hogar.

Casi el 63 por ciento de la infancia argentina terminará el año en la pobreza

Casi el 63 por ciento de la infancia argentina terminará el año en la pobreza

El último informe presentado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) alerta que entre diciembre del 2019 y diciembre del 2020 habrá un notorio incremento en la cantidad de niños, niñas y adolescentes (NNYA) de la Argentina que se encontrarán por debajo de la línea de pobreza. Según el segundo estudio del año realizado por la organización, Argentina pasaría de 7 a 8,3 millones de chicos y chicas pobres, lo que representaría el 62,9% de ese grupo etario.

Los datos presentados por UNICEF, tanto en el primer estudio desarrollado en abril (“La pobreza y la desigualdad de niños, niñas y adolescentes en la Argentina”), como en el publicado durante los primeros días de agosto (“Segunda Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población. Impacto de la pandemia y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana de niñas, niños y adolescentes”), están basados en información oficial del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y pronósticos del Producto Bruto Interno (PBI) del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La concurrencia a comedores o merenderos aumentó del 8% al 10%, a la vez que mejoró el acceso a ellos: en abril, el 8% de las personas que concurrieron a un comedor aseguraron tener problemas para llegar o retirar viandas, indicador que en julio se redujo al 1%. Al mismo tiempo, el porcentaje de hogares que dejó de comprar algún alimento por falta de recursos disminuyó levemente del 28 al 26%.

El segundo informe muestra que el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) alcanza ahora al 47% de los hogares con NNYA, frente al 22% que lo recibía en abril, lo que significa que son 2.8 millones los hogares donde al menos un miembro lo recibe, con un impacto total de 13 millones de personas.

Si bien la ayuda por parte del Estado está en alza, de acuerdo con las estimaciones abordadas por el segundo estudio, se incrementará un 33% la pobreza extrema infantil, es decir, todos aquellos chicos y chicas que siquiera tienen acceso a una canasta básica.

“La situación que atravesamos es compleja para todos. Pero aún más para los niños, niñas y adolescentes excluidos por la sociedad. Para ellos, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, el efecto de la pandemia es devastador en un sentido amplio. Porque por más que el Estado haya organizado diferentes formas de ayudar, como por ejemplo en la educación, con clases virtuales, difundiendo contenido educativo en la televisión, aun así los niños pobres o en extrema marginalidad no pueden acceder a eso porque no cuentan con las herramientas necesarias. No tienen posibilidades por la precariedad misma de sus vidas. Asimismo, a pesar de todas las medidas estatales muy bien implementadas, no podemos escaparle a la desnutrición y a la malnutrición en la infancia, lo cual juega un papel muy importante en el desarrollo de cada niño”, asegura Sonia Almada, psicóloga y directora de ARALMA, asociación civil dedicada a la erradicación de todo tipo de violencia hacia la infancia.

«En general, los chicos no solo sufren la falta de comida de  techo, también otras violencias, como la familiar», dice Almada.

“Que no se cumplan los derechos básicos de los niños y niñas es violencia. Ellos son las víctimas invisibilizadas en este contexto de pandemia. Por lo general, no solo sufren la falta de comida o de un techo, también padecen otros tipos violencias, como la familiar. Ese es un llamado que hoy casi no se puede contestar. Desde ARALMA estamos muy preocupados porque nuestra actividad se vio fuertemente reducida. Al estar cerradas las escuelas, estos chicos no tienen contención, ya no contamos con la intervención de maestras o gabinetes psicológicos para que nos informen y poder ayudarlos, tampoco podemos salir a hacer las recorridas para visitarlos. La mayoría de los chicos no tienen cómo denunciar, cómo contactarnos, es realmente muy complicado”, subraya la especialista y agrega: “El aumento de niños bajo la línea de pobreza y pobreza extrema, sin dudas implica el crecimiento de este tipo de violencia que hasta el momento no recibe respuesta eficaz por parte del Estado”.

El Estado, desde el comienzo de la pandemia, lanzó una serie de programas para ayudar a quienes más lo necesitan, como el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y la tarjeta Alimentar, destinados a evitar la caída de millones de familias en la pobreza extrema. Esos programas durante el mes de julio alcanzaron al 36% de los hogares frente al 19% en abril.

“Lo ideal sería que ningún chico necesite de planes sociales para cubrir sus necesidades básicas. Igualmente, las medidas implementadas por el Estado son pertinentes y oportunas. Constituyen un ingreso para las familias, una ayuda. Creo que estos programas deberían aumentar, y mantenerse más allá de la pandemia”, comparte Natalia Cabral, politóloga asesora en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y docente en la Universidad Nacional de Moreno.

Desde abril, la concurrencia a comedores o merenderos aumentó del 8% al 10% de los chicos y chicas del país.

“Resulta necesario ampliar la ayuda a las instituciones comunitarias como comedores y merenderos, jardines comunitarios, espacios de primera infancia. Así como también impulsar y sostener proyectos socioproductivos, sociolaborales de contraprestación para que quienes reciben ese ingreso por parte del Estado sean reconocidos y se reconozcan como trabajadores, que tengan las herramientas para poder generar más ingresos a su economía”, dice Cabral y ejemplifica: “Potenciar Trabajo y Terminalidad Educativa, son un ejemplo de esto, son programas que apuntan a atender el contexto de emergencia pero también se piensa a largo plazo. Son esas políticas a las que debemos apuntar para dar una respuesta integral a la situación de tantos niños y niñas”.

Es inminente la necesidad de políticas integrales, por eso UNICEF presenta un plan de respuestas que se basa en tres pilares de acción: mejorar la respuesta de salud pública para reducir la transmisión y la mortalidad por coronavirus; trabajar en la contención de los “impactos secundarios” de la pandemia, como la pérdida de clases presenciales, la malnutrición o el aumento de la violencia; y promover medidas de protección e información para prevenir el contagio del virus. Todo un desafío para la Argentina que viene.

¿Argentina puede brindar un Ingreso Universal Ciudadano?

¿Argentina puede brindar un Ingreso Universal Ciudadano?

Con un alto porcentaje de jóvenes desempleados, un 40% de informalidad en el mercado laboral y una economía golpeada tras dos años de recesión, la llegada del covid 19 no hizo más que empeorar la situación, dejando en evidencia las desigualdades de este modelo económico que excluye a gran parte de la sociedad y la inminente necesidad de replantear el sistema distributivo.

El gobierno así como se vio obligado a establecer el aislamiento social preventivo y obligatorio para prevenir la ola de contagios, también tuvo que dar respuestas ante las necesidades que miles de argentinos y argentinas padecen. Además del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción  (ATP), entre otras medidas estatales para apalear la situación, se evalúa la incorporación del Ingreso Ciudadano Universal (ICU).

El Ingreso Ciudadano Universal es un ingreso básico homogéneo, es decir que todas y todos los beneficiarios recibirían el mismo monto, sería otorgado a las ciudadanas y ciudadanos independientemente de su situación familiar y situación laboral, sirviendo como garantía para satisfacer las necesidades mínimas de subsistencia.

La medida se desprende originalmente de la Renta Básica Universal, una idea que se viene discutiendo en el mundo hace décadas y, en su sentido más puro, se establece sobre las bases de que todas las personas tienen derecho a la existencia y que, en el marco de las sociedades capitalistas, el acceso al ingreso monetario básico es una condición imprescindible para dicha existencia. Asimismo, el hecho de que todos y todas tengan derecho a recibirlo lograría uno de los puntos en conflicto que se busca evitar: la estigmatización que recae sobre todas aquellas personas que suelen recibir ayuda estatal, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), el Ingreso Familiar de Emergencia, Plan Progresar, entre otros.

Esta nueva política tributaria que aplicaría el Estado aún no tiene un plan definido. El debate al respecto aún continúa generando más incertidumbres que certezas entre distintos sectores sociopolíticos que plantean posibles estrategias para apalear, de algún modo, la crisis que atravesamos.

El concepto de la Renta Básica Universal se establece sobre el supuesto que toda persona tiene derecho a existir.

Algunos sectores afirman que la aplicación del Ingreso Ciudadano Universal no sería viable. “Resulta impensable, desde el punto de vista fiscal, desde el marco de las condiciones actuales, hacerlo de manera permanente. Porque llevaría a la quiebra al Estado, teniendo en cuenta lo que implicaron los esfuerzos que requirieron las medidas aplicadas durante la pandemia. De integrar el ICU se exigiría una enorme suba de los impuestos, una suba enorme de recaudación y de presión fiscal. Lo cual traería todo tipo de rebeliones por parte de los principales afectados que serían los grandes empresarios”, afirma Esteban Mercatante, economista graduado en la UBA, actualmente integrante de La Izquierda Diario y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas.

Mercatante, además de plantear la inviabilidad de la medida, asegura que habría que ir más allá y poner en discusión la distribución de las horas de trabajo, rever quiénes son aquellos que determinan las condiciones en las que se da el empleo. “Hay que discutir una salida que lleva necesariamente a plantear un cuestionamiento de las bases del sistema capitalista. Es necesario plantear la organización de un nuevo sistema social”, expresó el economista.

Otro punto de discusión gira en torno al desempleo, una realidad que no se vería solucionada con la aplicación del posible nuevo plan económico. Agustín Mario, economista, docente e investigador de la Universidad Nacional de Moreno, asegura: “Cualquier política de ingreso que se haga, sobretodo como la que se plantea para los sectores de ingresos más bajos, siempre es preferible hacerla a no hacerla. Puede llegar a ser un paliativo interesante. Lo ideal sería siempre vincular los ingresos al trabajo, no por una cuestión moral, sino meramente económica por los incentivos a la participación laboral. Nos guste o no, vivimos en una economía en la que se necesita que la gente trabaje para poder vivir”.

Por su parte, Corina Rodríguez Enríquez, economista miembro del Comité Ejecutivo de Mujeres por un Desarrollo Alternativo para una Nueva Era e investigadora del CONICET, recalcó la idea de hacer una relectura del trabajo: “El Ingreso Ciudadano puede traer fortaleza a la discusión sobre cómo socialmente reconocemos los trabajos no remunerados. Debe ir de la mano de políticas de acceso universal a servicios de cuidados”.

En cuanto al poder de financiamiento que posee el Estado para llevar adelante el ingreso y sostenerlo más allá de la pandemia, Andrés Cappa, economista integrante del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas, dijo: “Sin dudas un tipo de Renta Básica Universal en nuestro país sería sostenible y conveniente. Dependiendo el monto y a cuanta gente se le otorgaría. Porque esto ayudaría muchísimo a establecer una complementariedad en los ingresos de aquella personas que se la rebuscan en el mercado”.

“El Ingreso Ciudadano fortalecería el reconocimiento a los trabajos no remunerados», dice Rodríguez Enríquez.

Si bien aún no está definido y dado que se discute el alcance del Ingreso Ciudadano Universal, se puede decir que el arribo de la pandemia puso sobre la mesa de debate un asunto pendiente que se le debe desde hace ya tiempo a los sectores más vulnerables de la sociedad, con la necesidad de replantearnos el acceso a derechos básicos como la salud, trabajo y educación. Repensando las condiciones laborales y el rol del Estado para hacer de esta una sociedad más justa y equitativa.