Por Sabrina Nicotra
Fotografía: Sabrina Nicotra

Las futbolistas del equipo femenino Sub-19 de Excursionistas sueñan con consolidar la carrera profesional. Un botón de muestra de las dificultades que enfrentan las mujeres para apropiarse de un deporte históricamente masculino.

El día está soleado, es un martes al mediodía, cuando un auto con cuatro chicas llega al club Sacachispas, ubicado en el barrio de Villa Soldati, al sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Minutos más tarde, un nuevo grupo, pero en un vehículo -manejado por el padre de una jugadora de fútbol- llega al lugar. El resto del equipo, arriba por su cuenta al estadio.

Así, de a grupos sueltos, todas por separado, llegan las jugadoras del Club Femenino de Excursionistas a su partido de local en una cancha de la Ciudad que no es la de ellas. Siempre es igual, sea en Sacachispas o en el club Deportivo Español entran con la misma pasión y compromiso.

Excursionistas, club que fue fundado en 1910, se encuentra ubicado en La Pampa 1376 en la zona del Bajo Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente, el equipo juega en Primera A y está federado en la AFA. En 1991, se disputó el primer torneo de fútbol femenino de la AFA, el cual contó con ocho clubes: River –que salió campeón-, Boca, Independiente, Excursionistas, Deportivo Español, Laferrere, Yupanqui y Sacachispas. Pero recién, en 2019 llegó la profesionalización –precaria- al país.

Estas futbolistas que acaban de arribar a Sacachispas tienen entre 16 y 19 años y forman parte de la categoría sub 19 de Excursionista. Su entrenadora es Micaela Amarilla. A pesar de las dificultades que conlleva este deporte en Argentina, Fatima Danura (18), futbolista de Excursionistas, dice: “El fútbol no es solamente jugar a la pelota, es más un sentimiento porque te da amistades, te da metas, te da ganas. A la hora de jugar me desconecto de las cosas malas que me pueden estar pasando en la vida cotidiana, es un momento en el cual uno puede hacer algo que te gusta, te llena completamente”.

Pasó una hora y media, son las 13.30 horas en el vestuario de Sacachispas. Suena cumbia de fondo y las jugadoras se cambian, algunas se ponen gel en el pelo y la entrenadora les da una charla técnica con mucho entusiasmo, pero también con dulzura, sobre cómo encarar el partido. El equipo sale al campo y juega en una cancha auxiliar que no está en condiciones: no hay césped que cubra el suelo en su totalidad, el piso se encuentra desnivelado y hay mucha arena, lo que implica que las futbolistas realicen más esfuerzo físico del que deberían. Aún así, lograron imponerse 2-1.

“Jugar en equipo y patear la pelota, eso es la felicidad”, dice Camila Agüero (17), defensora de Excursionistas, cuando ANCCOM le consulta sobre lo que significa el fútbol para ella. Muchas empezaron recientemente a jugar de forma profesional y un gran número del equipo, casi todas, demostraron un fuerte interés a temprana edad por el deporte. “Surge desde que tenía cuatro años. Iba a la plaza con mi papá y con mi hermano y era la típica que no entendía nada de fútbol. Poco a poco, sin que nadie me enseñe, le empecé a agarrar un gusto, comencé a jugar con los chicos de la plaza y era raro porque era la única mujer que jugaba ahí de chiquita, pero le agarré cariño y pasión”, afirma Danura, delantera de la Reserva.

“Un día me di cuenta que todos todos los chicos del barrio me venían a buscar para los partidos; me conocían como la marimacho, por ser la única mujer jugando”, cuenta Florencia Arevalo, mediocampista de 19 años de Excursionistas que tenía seis años cuando empezó a interesarse en el deporte. «Mis primos y hermanos jugaban a la pelota, en ese momento no tenía con quien jugar y en el aburrimiento empecé a patear con ellos. Con el tiempo, se dieron cuenta que era buena y me empezaron a enseñar sobre el deporte y me unían a sus partidos”.

Chapo Myriam (19), futbolista que juega de lateral en Excursionistas afirma: “Hay casos desafortunados donde las mujeres abandonan por cuestiones económicas que, lamentablemente, afectan a muchas jugadoras como al cuerpo técnico, que quieren crecer, que les gusta el fútbol y desean formar parte de un plantel profesional, pero aunque no se vea tan grave, lo económico siempre cuenta”. En este deporte son diversas las problemáticas a las cuales se enfrentan las jugadoras. “Las dificultades que noto son económicas: aunque el femenino esté en la A, el salario es mínimo” dice Arévalo. Y agrega: “Hay personas para las cuales esto es un trabajo, y la economía no las ayuda, muchísimas horas dedicándole a este deporte y ningún sustento”.

A muchos clubes no les interesan los equipos de Reserva, que son los que están dedicados a formar jugadores y jugadoras futbolísticamente para que puedan pasar a jugar en Primera División. En este sentido, Agüero relata: “Les dan dos pelotas, una canchita así nomas y listo. Eso está mal porque las chicas son el futuro”. Además, la jugadora explica: “No se nos da mucha importancia como al fútbol masculino y no genera lo mismo. Deberíamos tener todas contrato o por lo menos un viático”. Este año, las jugadoras juntaron dinero para pagar las bebidas y alimentos que consumen durante y pospartido, como así también, plata para pagarle a los fotógrafos. En este sentido, Danura sostiene: “Se están destrabando un poco las dificultades, pero obviamente tenemos muchas contras, especialmente el público que casi no hay en comparación al masculino y el tema del dinero. Siento que está creciendo el fútbol femenino pero todavía le falta”.

Por otro lado, desde finales de 2021, la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) firmó un convenio con Excursionistas para incentivar a las jugadoras a que puedan estudiar en el ámbito universitario mientras desarrollan su carrera como futbolistas. La universidad se comprometió a brindar asesoramiento técnico y de gestión, entre otras actividades, para que el equipo pueda tener un mejor desempeño. “Esta alianza no representa un hecho aislado. Existen antecedentes similares, como la de la UAI con el club Urquiza y la de la UBA con el club Defensores de Belgrano”, amplía un comunicado de la institución educativa.

El sábado cinco de noviembre, con un sol radiante, las chicas se preparan para jugar su último partido. Esta vez juegan en el club Deportivo Español, en el Bajo Flores, contra Gimnasia y Esgrima de La Plata. En los vestuarios se percibe cierto nerviosismo pero también emoción: es el último que juegan en el año y quizá se desarme el grupo para la próxima temporada. Salen a la cancha y lo dan todo, pero no es suficiente. Perdieron 3 a 1. Incluso, una de las Verdes sufrió un desgarro pero que rápidamente fue atendida por los médicos y contenida por la entrenadora.

 A pesar del resultado, cuando finaliza el partido Micaela felicita a las jugadoras y hace hincapié en que disfruten todo lo conseguido: la manera en que mejoraron durante todo el año, tanto en los partidos como en el entrenamiento. También les pide que no bajen los brazos si quieren seguir una carrera profesional en el fútbol. Ellas remarcan que siguen jugando porque aman lo que están haciendo y por el apoyo y esfuerzo de sus familias que hacen lo que sea para verlas felices. “Hoy en día tengo unas compañeras geniales, que en realidad, somos una familia. Siempre me pongo en la cabeza que todo esmero tiene su recompensa, y que si no llega hoy, va a llegar mañana o cuando tenga que llegar”, afirma Camila. Del mismo modo comparte Chapo: “Es lo que amo hacer y me enseñaron a nunca bajar los brazos. Allá voy en busca de un sueño, que ojalá, algún día pueda cumplir”.

Arévalo destaca: “Nunca tuve una buena economía y sé que si sigo insistiendo y buscando otros medios voy a lograr crecer , pero no veo una vida sin fútbol, dejar el fútbol para mí sería entrar en depresión. Solo por eso sigo. Y sé que con perseverancia las cosas van a llegar”, concluye Florencia.

El primer viernes de noviembre, en las canchas del Parque Sarmiento, en el barrio de Saavedra, terminan el último entrenamiento del año, el mismo día que cumple años su entrenadora. El esfuerzo y la dedicación que realiza el grupo se puede observar a simple vista, así como también la unión y el cariño que se tienen entre ellas. Varias jugadoras distraen a la entrenadora, que a pesar de ser su compleaños estaba ahí firme con ellas, enfocada en preparar al equipo para el último partido de la temporada. Mientras que otras se agrupan y sacan de sus mochilas una torta y una vela y, de improvisto, comienzan a cantar el feliz cumpleaños logrando así, sorprender a Micaela. Así finalizaban el último entrenamiento del año las jugadoras de categoría sub 19 junto con su entrenadora. Muchas de ellas pasarán el año próximo a jugar en primera división.