Por Nicolás Palermo
Fotografía: Guido Ieraci

Este viernes, en conmemoración por el Día Internacional de las Lenguas de Señas, la Confederación Argentina de Sordos se movilizó hacia el Congresopara reclamar la aprobación de la Ley de Lengua de Señas Argentina.

 

Al llegar al Congreso durante la tarde del 23 de septiembre me encontré con una dificultad que pocas veces en mi vida debí enfrentar: estaba rodeado de centenares de personas pero no podía hablar con nadie. Extranjero en mi propia ciudad. Entre carteles pintados con consignas y pañuelos azules que rezaban “LSA: Reconocimiento y respeto”, la gente conversaba alegremente con fluidos movimientos de manos indescifrables para muchos de nosotros. Con ayuda de un cuaderno y  la gran predisposición de los presentes -con distintos grados de audición- pude iniciar el  trabajo. 

Vivimos en una lengua

 Agustín Rodríguez, miembro de la comisión directiva de la Comisión Argentina de Sordos (CAS), dialogó con ANCCOM gracias a la ayuda de Daniela Kaplán y Laura Astrada, intérpretes de la organización. Así explica que la fecha de la convocatoria se eligió por el Día Internacional de las Lenguas de Señas, efeméride establecida por la Federación Mundial de Sordos para promover la visibilización de la comunidad sorda, la lengua de señas y sus derechos sociales y educativos.

Enérgicamente, Rodríguez asegura que el objetivo de la jornada es sensibilizar y concientizar a la sociedad, pero también que los legisladores del Congreso puedan ver la presencia de la comunidad de personas sordas de la Argentina. Para él, ha regido una mirada de la discapacidad sobre las personas sordas en lugar de una que gire en torno a  los derechos lingüísticos y la lengua de señas: Nos focalizamos en la lengua de señas que es la lengua de la comunidad sorda. Vivimos en una lengua y sin ella no podemos avanzar”.

Otro eje principal de la convocatoria es la lucha por la aprobación e implementación de la Ley de Lengua de Señas Argentina (LSA), un reclamo que data de 2007 y que ya fue presentado en siete oportunidades sin ofrecer resultados. El proyecto, consensuado entre toda la comunidad sorda -conformada por 55  asociaciones de sordos y 500 instituciones de todo el país-, asegura el reconocimiento de la lengua de señas argentina para respaldar, proteger y asegurar el desarrollo de la comunidad sorda en el país.

Todavía falta

 Sandra es psicopedagoga e intérprete y, si bien no tiene dificultades auditivas, trabaja en el apoyo pedagógico de personas sordas adultas que estudian en facultades y terciarios. Florencia es docente y trabaja en la escuela Bartolomé Ayrolo, una primaria bilingüe para niños sordos.

Ambas aseguran que la vida de las personas sordas mejoraría mucho con la aprobación de la Lley de Lenguaje de Señas Argentina. Su implementación obligaría a todos los establecimientos públicos a tener intérpretes de lengua de seña, garantizando la accesibilidad de las personas para ir a un hospital o una comisaría y otras instituciones: “Más allá de que hoy se amplió mucho más el tema de la comunicación, todavía falta. Esto se tiene que hacer ley porque es su derecho, es su idioma y necesitamos que lo apruebe el congreso”, asegura Sandra. “Es una minoría lingüística a la que no le están reconociendo sus derechos culturales ni su lengua”, agrega Florencia.

            Florencia también menciona la lucha de la comunidad por el Palacio Ceci, en el barrio de Devoto, la primera escuela de sordos de la Argentina, donde nacieron la educación de las personas sordas y sus asociaciones: “Es la cuna de la lengua de señas”, resume. En febrero el Gobierno de la Ciudad le quitó por decreto este espacio a la comunidad sorda y planea utilizarlo para fines diversos ajenos a la órbita de la educación. En rechazo a esta medida ya se organizaron varios festivales.

 «Yo tengo mi propia historia»          

 Carolina cuenta que su lengua materna es la lengua de señas, por encima del español; es su forma de expresarse, de ejercer sus derechos y  de conocer cualquier tema. Recuerda las barreras que encontró desde que era una niña como, por ejemplo, a la hora de pedir un turno en un hospital: “Yo no escucho, por lo cual me hacían preguntas y todo eso se me dificultaba”. Para ella, el objetivo es solucionar la falta de equidad que sufren las personas sordas, mejorar sus condiciones y así acceder a los mismos derechos que una persona oyente.

 

  Para Carolina esto se logra reclamando que en todos los lugares públicos haya un intérprete, que las personas oyentes puedan aprender lenguas de señas y capacitarse y que la educación de los chicos incluya la enseñanza de la lengua de señas. También habla sobre la importancia de las escuelas bilingües y la falta de las mismas fuera de Buenos Aires, donde no abunda esa formación y los niños no pueden acceder a su primera lengua que es la lengua de señas. Esto les termina produciendo mucho sufrimiento: “A veces los padres no tienen la culpa, no tienen información, no saben qué es la lengua de señas”. Carolina cuenta que muchos médicos recomiendan los implantes cocleares porque se busca que el niño hable y sea igual a los oyentes. Para ella, esto resulta en una exclusión de la comunidad sorda donde se deja de lado la propia cultura e historia de la comunidad; los padres pueden recurrir al implante si consideran que es lo mejor pero también deben enseñar la lengua de señas porque “es lo más importante para poder comunicarse, insertarse socialmente y ser libres”.

Finalmente, Carolina discute el concepto de discapacidad que gira en torno a las personas sordas y cuenta que a pesar de no oír ella se relaciona con personas oyentes, trabaja, ya hizo dos carreras y ahora está estudiando una tercera: “Yo no me siento para nada discapacitada y ni siquiera me identifico con ese concepto. Yo soy una persona sorda, yo tengo mi propia identidad, yo tengo mi propia cultura, yo tengo mi propia historia”.

Construir puentes

            Para Cecilia es importante que nadie se acerque a las personas sordas con intención de ayudarlas: “Tiene que haber más accesibilidad, más lengua de señas, más intérpretes, toda la comunidad sorda necesita accesibilidad. Tenemos el mismo derecho que los oyentes”. Por eso. reitera el llamado a las personas oyentes de acercarse a las personas sordas para comunicarse pero no para hablar por ellas. “Nosotros tenemos nuestra propia voz para luchar”.

Cientos de personas expresaron (con señas) que su palabra también importa.