Por Carolina Ocampo
Fotografía: Captura de pantalla La Retaguardia

Después del receso invernal, se reactivaron las audiencias del juicio de lesa humanidad que investiga los crímenes en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Lanús.

Luego de la feria invernal, el último martes se llevó a cabo, la audiencia número 75 del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús. En esta ocasión, fue día de testimoniales en las que declararon sobrevivientes y familiares de desaparecidos de las atrocidades cometidas durante la última dictadura militar.

Las declaraciones se basaron principalmente en lo que les sucedió a dos familias. La primera, compuesta por María Enseñat, Miguel Río -quien se encuentra desaparecido-, y su hijo Valentín Río Enseñat. La segunda familia es la de José Luis D´Alessio y su hijo Francisco, sobrino de Alfredo “Bebe” D´Alessio, desaparecido desde 1977. 

 Marta Enseñat fue la primera testigo del día. Su relato repasó que, de su grupo familiar de nacionalidad uruguaya, compuesto por ocho personas, cuatro de ellas fueron secuestrados el 24 de diciembre de 1977: Miguel Ángel Río; su prima Aida Sans Fernández que además estaba embarazada; su madre Elsa Fernández y Eduardo ´” Cacho” Castro Gallo.

Marta, junto a su pequeño hijo Valentín de seis meses y su madre Clara Enseñat, fueron alertados de la situación por Cacho, un día antes de las desapariciones, gracias a lo que pudo evitar la detención. Cuatro de los familiares que mencionó, aún hoy se encuentran desaparecidos. Mientras que la beba que dio a luz Aida Sans fue, como declaró Enseñat, “apropiada y dada en adopción”.

 Sobre el secuestro, Marta recordó: “A las cinco de la mañana me golpean la puerta muy fuerte, mientras dormía. Me puse ropa y abrí. Era Cacho, el compañero de mi prima Aida. Me vino a informar que el día anterior, 23 de diciembre de 1977, un grupo de militares había irrumpido en su hogar, entre las 19 y 21 y se había llevado detenida a Aída con el embarazo súper avanzado. También, se llevaron a su mamá”, detalló.  

La sobreviviente contó que Cacho le sugirió que abandonara su hogar lo más rápido posible porque no había garantía de permanecer allí sin que llegara algún grupo armado. “Él nos sugiere que nos vayamos, y que se iba a quedar en mi domicilio a esperar que llegara Miguel Ángel que estaba en casa de unos compañeros”. Marta accedió y acordaron encontrarse al mediodía del día siguiente en la estación de Constitución para saber qué hacer. Miguel Ángel y Cacho acudieron a ese encuentro, y quedaron con asistir a otro encuentro en una estación de tren que no recuerda, a las 17 horas. Para hacer tiempo, la testigo relató que pasó la tarde entre plazas y visitas a compañeras de trabajo de ella. Cuando llegó y los dos hombres no aparecían presintió lo peor: “Me di cuenta con mucha claridad, ahí sí, no tenía donde ir”, sostuvo. 

Marta acudió a familiares cercanos, que le sugirieron irse a San Nicolás, provincia de Buenos Aires, donde se quedó unos días, pero luego decidió pedir refugio a ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ubicada en el barrio de Floresta. Allí se quedaron alrededor de seis meses, mientras esperaban su posible salida del país. 

En ese tiempo, Enseñat le consultó a una vecina qué había sucedido en su casa, luego de que ellos se fueran. La mujer le describió: “Habían montado una ratonera, no estuvieron mucho tiempo porque olfatearon que ahí no iba a volver nadie. Sospechaban que nos habían avisado. Sacaron porquerías que había ahí, de poco valor, garrafas, un televisor blanco y negro, una máquina de coser y las prendieron fuego. De no ser avisados por Cacho todos nos hubiéramos quedado”. 

Enseñat recordó a su pareja, Miguel Ángel Río, como una persona sonriente, muy alegre y con quien se divertía mucho. “Miguel Ángel había fantaseado, tenía ilusiones de enseñarle a jugar al fútbol, que era su pasión y lo practicaba. Él jugaba muy bien. Yo también proyecté. Pero en muy pocas horas todas esas ilusiones y lo que nosotros queríamos se fueron al tacho. Ya no se iba poder llevar adelante”. 

Este fue el primer intento de secuestro que sufrieron Marta y su hijo. El segundo ocurrió a las afueras del refugio, les habría llegado información de que “alguien se quebró” en los interrogatorios con tortura. Como consecuencia directa de esto, las personas encargadas del organismo deciden sacarla rápidamente del país con destino a Francia, el 8 de junio de 1978. Por un problema en su declaración jurada el día que llegó a ACNUR, la retuvieron seis meses más. Se olvidó de constar que tenía problemas en su país de origen (Uruguay), del cual se habían ido porque la perseguía la dictadura militar”. 

Luego Marta contó el padecimiento por el que supo pasaron sus compañeros. Sobre Aida recordó: “Cuando llega al Pozo de Quilmes, el 23 de diciembre, inmediatamente la torturaron con su bebé dentro de la panza. La tortura recaía sobre el bebé y aceleró el parto. Nació una niña. Los milicos le dijeron ‘mirala ahora porque después no la vas a ver más’. Dicho y hecho”. 

Y añadió que la madre de Aida también “estaba con sus muñecas lastimadas, con esposas. Tenía las manos atrás de la espalda. Ella, con 68 años, una anciana, callada, que era de poco hablar, sorda de un oído. Este tipo de cosas son las que me hacen pensar que el grado de crueldad es infinito. Era una señora que no tenía noción de nada. No la liberaron”. En el caso de Cacho y Miguel Ángel también fueron torturados. Este último tenía una herida de bala. 

 Marta ubica: “Pronto van a ser los 50 años y esto es como si hubiese pasado ayer para nosotros. Hay gente como todos ustedes, jueces incluidos, que siguen trabajando en esto con la finalidad de poner donde tienen que estar algunas ‘personas’, -no sé si puede utilizar en este caso-. Tampoco quiero decir una frase trillada ‘castigo a los culpables’ porque me parece que fueron tan pocos los castigados”, finalizó su declaración.

El siguiente en testimoniar fue su hijo Valentín Río Enseñat, quien hizo hincapié en la historia que pudo reconstruir de su padre. Miguel Ángel era militante del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros en Uruguay y en 1974 decide trasladarse a Argentina. 

“El militante era mi padre, mi madre no. Nací en Argentina el 21 de junio de 1977. Vivíamos en la Provincia de Buenos Aires, en Villa Numancia, en el partido de San Vicente, en una casita prefabricada. Ahí también vivían Aida y Castro Gallo junto a mis padres”. Río Enseñat aclaró que el secuestro de su padre se dio cuando “deciden ir a avisarle a Ataliva Castillo porque había una ratonera. Ahí mi padre es herido de bala en un hombro, cuando intentó huir y fue detenido. Cacho logró escapar, pero mi padre no”. 

“De mi padre no supimos más nada hasta que aparecen los testimonios de los sobrevivientes del Pozo de Quilmes. Lo habían torturado mucho a él y a Cacho. Aida Fernández comentó que el 27 de diciembre los trasladaron muy heridos, supuestamente, a un hospital. Luego de eso no hay más testigos de haberlos visto”, señaló. 

El familiar resaltó que “hay consecuencias muy concretas y otras intangibles”, luego de la desaparición de parte de su familia, pues “es un antes y un después. Además, las secuelas psicológicas que marcaron a mi familia hicieron que nos tengamos que desterrar y exiliar en Francia. Estamos declarando 45 años después y es muy extraño”. Y continuó: “Son hechos que tienen muchísimo tiempo, que dan la sensación de estar congelados en el tiempo. La incertidumbre sigue siendo la misma, con el agravante del paso del tiempo y con que aparecen nuevas personas afectadas por esta falta de verdad y justicia, como es el caso de los nietos de los desaparecidos. Somos una sociedad muy dañada por lo que sucedió. Mucho más de lo que se cree”, cerró. 

El siguiente caso fue el de la familia D´Alessio, secuestrada el 28 de enero de 1977. Alfredo D´Alessio contó su historia y la de su hermano José Luis D´Alessio, militante de Montoneros. Ambos fueron secuestrados y detenidos, primero en la Comisaría 22 de la Policía Federal y luego llevados al Pozo de Quilmes. 

D´Alessio relató el secuestro de su familia que se dio luego de que su hermano decidiera irse del país, junto a su pequeña hija Malena D´Alessio, por el riesgo que corrían. Para llevar adelante el plan, se había contactado con un hombre llamado “Turquito” que le iba a conseguir pasaportes falsos. 

Alfredo tuvo la tarea de ir a retirar los documentos para su hermano y en esa situación lo emboscan y lo detuvieron. Camino a su casa, en el barrio de Villa Urquiza, se cruzaron con el hermano que volvía de Zona Norte luego de ir a retirar unas pertenencias. Ese día, además, fueron detenidos su padre, Alfredo Ángel Agustín D´Alessio, su madre Sofía Yusell, Jorge Campana y Malena D´Alessio, quien era una niña. 

Salvo en el caso del declarante y su hermano desaparecido, toda su familia recuperó la libertad al día siguiente. La madre contó, muchos años después, que “fueron llevados en un auto a la Casa de Gobierno y ahí los dejaron. “A ella, a mi papá y a las nenas”, señaló.

Asimismo, D´Alessio recuperó la libertad, su hermano no, luego del pago de un cheque por 30.000 pesos. “Ese día, a la noche, me vinieron a buscar a la celda, me sacaron, me subieron a un auto, me llevaron a un descampado y me dijeron ‘bajate, camina en dirección contraria a la que estamos y no te des vuelta para mirar. Cuídate mucho porque seguimos atentos y vigilantes. Y con tu hermano no hagas nada porque no lo vas a volver a ver’”, recordó. 

Sus padres quedaron muy golpeados luego de lo vivido. Sin embargo, Sofia Yusell luchó hasta el último día de su vida para conocer lo que había sucedido con su hijo José Luis. Su declaración culminó con un pedido a los jueces: “‘Metan pata’ porque es muy grande este juicio, hay muchos testigos y estaría bueno que termine cuanto antes. Para nosotros, los que estamos declarando, para todos los sobrevivientes, para la familia y para la sociedad en general, que estos casos se cierren y que los genocidas reciban su castigo”.

El último en declarar fue Francisco D´Alessio, que nació en Brasil en el exilio de sus padres luego de la detención. “Soy una víctima indirecta de lo que sucedió. Siempre tuve un rol de aporte para acompañar a la familia en el proceso de reconstrucción de la memoria de lo que había sucedido y la búsqueda de la verdad, juicio y castigo”, indicó.

“Mi viejo pasó muchos años desde que sucedió el secuestro y la desaparición de su hermano y no pudo volver a hablar. Más allá de contar el secuestro o datos que sirvieron a la causa, nunca pudo volver a contar cómo fue la relación con su hermano”, subrayó. 

El familiar se refirió al impacto que tuvo sobre su familia: “No se hablaba del exilio, del secuestro, de la desaparición. Era un tema bastante tabú en mi familia. En la casa de mis abuelos había una foto del Bebe colgada en la pared. Mi abuelo se paraba al frente y lloraba”, finalizó D´Alessio.

La próxima audiencia será el martes 16 de agosto. El juicio de Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús es transmitido por el canal de la Retaguardia en YouTube que se encarga dar a conocer los juicios de lesa humanidad y ponerlos a disposición de la sociedad.