Por Emiliano Acevedo
Fotografía: Gentileza Archivo Télam

Cuando se desató la Guerra de Malvinas, la música nacional copó los medio de comunicación. El festival solidario que dividió a los músicos y recaudó fortunas que no llegaron a destino.

A pesar de la fuerte represión que la última dictadura militar desató contra los jóvenes, durante la Guerra de Malvinas, que se extendió del 2 de abril al 14 de junio de 1982, el rock empezó a afirmarse cada vez más como práctica social y expresión artística. El insólito veto a difundir canciones cantadas en inglés en los medios de comunicación hizo que la música joven, otrora postergada al gueto de lo contestatario, obtuviera una masividad que no había tenido durante los quince años previos.

El periodista y docente Alfredo Rosso recuerda el lugar del rock argentino hasta antes del inicio de la guerra: “El rock siempre fue una manera de resistencia en el medio del Proceso, en una época de censura encarnizada. Para mí el rock demostró ser resistencia por el mero hecho de existir, grabar discos, hacer recitales… Por algo ibas preso por portación de juventud…”

De repente, con el desembarco del 2 de abril la Junta Militar había ganado algo hasta entonces impensado: el apoyo de la gente. Mientras el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri con sus discursos encendía la llama nacionalista, el chauvinismo se instalaba en todos los sectores de la vida social de los argentinos. La gente llamaba a las radios pidiendo que no se pasaran canciones cantadas en inglés. Los interventores de las radios estales les hicieron caso y de un día para otro, aquel idioma fue erradicado del éter. Estaba bien pasar tango y folklore y empezaba a estar bien también pasar rock argentino, que por primera vez tenía un lugar masivo en la radio.

Sin embargo, uno que sufrió este veto fue el legendario Willy Quiroga (cantante y bajista de Vox Dei), quien le había puesto a su nueva banda de nombre Destroyer: “Si yo le hubiera puesto ‘Destructor’ a mi grupo me hubieran pasado en las radios, pero le puse ‘Destroyer’. Por eso cuando salió editado el disco no lo querían pasar en ningún lado porque era un nombre en inglés…”

Como se sabía que los recursos bélicos de la Nación iban a escasear,  empezaron a llegar donaciones de todos lados, desde efectivo hasta alhajas, bufandas y pulóveres tejidos a mano. Un show benéfico llevado a cabo por ATC (Argentina Televisora Color), la principal emisora estatal, recaudó 20 millones de pesos de entonces y 40 kilos de joyas que finalmente tuvieron un dudoso destino.

Algunos creyeron que el rock no se podía quedar al margen de este clima de gesta patriótica y que había que aportar algo: hacer un concierto por la paz y por los chicos de Malvinas. No queda en claro de quién fue la idea original. Pero rápidamente músicos, como Edelmiro Molinari, propusieron hablar con Luis Alberto Spinetta para colaborar. Lo mismo hicieron Pappo y Charly García. Pronto se sumarían al proyecto los productores Alberto Ohanian, Daniel Grinbank y Pity Yñurigarro. Lógicamente, hubo contactos con el gobierno, que buscaba hacer algo con el rock y Malvinas.

Así se programó un festival de cuatro horas con todos los grupos y solistas que quisieran sumarse y que se denominaría Festival de la Solidaridad Latinoamericana. El lugar elegido fue el campo de juegos de Obras Sanitarias de la Nación. En vez de cobrar la entrada, se optó por pedir ropa y alimentos no perecederos, con el propósito de ayudar a los soldados. Ninguno de los músicos participantes, ni el staff de productoras ni los técnicos cobraron cachet. El festival se llevó a cabo el domingo 16 de mayo, cuando el conflicto bélico ya estaba en pleno desarrollo y aunque revistas como Gente titularan en tapa “Estamos ganando”, la euforia de los primeros días de abril ya se había disipado y empezaba a florecer un claro sentimiento de incertidumbre social y preocupación.

Ese mediodía frío y gris en las puertas de Obras se estacionaron varios camiones militares, pero no para llevarse detenida gente, como era usual en esos años en los conciertos de rock, sino para cargar todo lo recaudado: 50 camiones de abrigos y alimentos. Cerca de 60 mil jóvenes asistieron al festival. Por supuesto, la radio y Canal 9 transmitieron el recital en directo.

Artísticamente, el concierto fue todo un éxito. La revista Pelo lo cubrió, titulando en su tapa: “La hora del rock nacional”. Participaron el Dúo Fantasía, Miguel Cantilo y Jorge Durietz (también conocidos como Pedro y Pablo), Edelmiro Molinari con Ricardo Soulé, el grupo Dulces 16 con Pappo de invitado, Tantor, Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, Rubén Rada, Beto Satragni con Oscar Moro; y un final con Charly García, David Lebón, Raúl Porchetto, León Gieco, Nito Mestre y Antonio Tarragó Ros. El manager Peter Deantoni, que en ese entonces trabajaba en la agencia de Daniel Grinbank, apunta: “Convocamos a todos los artistas, algunos no vinieron por distintas razones. Por ejemplo, Virus no participó porque los Moura tenían un hermano desaparecido. Violadores no actuó porque a Grinbank no le gustaban porque usaron en un show un telón lleno de esvásticas. Y a Riff tampoco se lo incluyó porque se tenía miedo que su actuación generara disturbios».

Lastimosamente, nada de lo recaudado llegó a destino. Piltrafa, cantante de los Violadores, acusó al festival de ser fratricida y colaboracionista, un mero encuentro de “momias”: “Cuando prendimos el televisor en medio de un ensayo del grupo para verlo, casi le doy una patada a la pantalla de la bronca”, confesó en una entrevista de 1997. Alfredo Rosso se opone a esta opinión: “Yo estuve en el Festival de Malvinas. Estuve al costado del escenario, algo que no hice casi nunca en mi vida, porque no soy de ir a los backstage. Así que te puedo decir que ninguno de los músicos hizo apología de la Guerra de Malvinas, si no que en todo momento se habló de paz. Todos estuvieron ahí en función de una campaña solidaria, que después supimos que se malversó, lo cual explica la calaña de mucha de esa gente que se hizo cargo de las donaciones».

El periodista agrega: “Pero al margen de eso, no hubo una sola palabra en favor de la guerra o en favor de los militares. Y no creo que ninguno de los músicos que participó haya sacado ningún tipo de rédito personal que haya potenciado sus carreras. O sea que fue algo realmente altruista y pacifista. Puede haber gente que tenga otra visión, pero a mi entender, la mayoría de la gente que tiene una visión distinta no estuvo allí».

Jorge Durietz coincide con la opinión de Rosso: “El Festival fue maravilloso. Estábamos todos muy emocionados y contentos. No estoy para nada arrepentido de haber participado porque fue un encuentro que convocó a amantes de la música y de los ideales, sobre todo del pacifismo y libertad, que nosotros siempre defendimos».

“Nos jugaron en contra las ganas de ayudar y fuimos manipulados».

Pero fue una estafa emocional y premeditada del gobierno militar: “Nos jugaron en contra las ganas de ayudar y fuimos manipulados por el gobierno, obviamente. Después, con el paso del tiempo, me enteré por medio de mi prima que vive en Ushuaia, que capaz que ibas a un quiosco a comprar chocolates o cigarrillos y adentro de los paquetes aparecían cartitas que la gente habían puesto. Y lo mismo pasaba en las tiendas de venta de ropa usada cuando en los bolsillos de las prendas aparecían cartas y golosinas que los chicos le habían mandado a los soldados”, relata Deantoni.

Luego del final de la guerra, el rock nacional seguiría creciendo con la incorporación de nuevos grupos y solistas como Zas, Sumo, Soda Stereo, Suéter, Los Twist, Los Abuelos de la Nada, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, Celeste Carballo, La Torre, Los Redonditos de Ricota, que empezaron a descollar en la llamada Primavera Democrática, que se vivió a partir de 1983. Pero esa ya es otra historia…