Por Florencia Vaveluk
Fotografía: Camila Meconi

Ante la quiebra y el cierre masivo de empresas que se dio en la crisis de 2001, la recuperación y autogestión de empresas por parte de los trabajadores fue una solución creativa que llega hasta hoy.

Andrés Ruggeri, antropólogo social recibido en la Universidad de Buenos Aires, docente y director de la revista Autogestión, trabaja desde el año 2002 dirigiendo el programa de extensión Facultad Abierta junto a su equipo en la Facultad de Filosofía y Letras. Actualmente, este es el único programa nacional que recaba información acerca de la situación de las empresas autogestionadas, además de brindar apoyo y asesoramiento. El especialista detalla las dificultades que atraviesan las fábricas recuperadas en su camino recorrido desde el 2001, el futuro en un contexto de capitalismo concentrado y la falta de legislación que esté a la altura de los cambios sociales.

 

¿Cuáles son los factores determinantes entre los trabajadores para poder tomar una fábrica?

Una empresa recuperada es un proceso que a veces es largo y muy complejo, por definición podemos entender a las empresas recuperadas como procesos de autogestión, donde hay trabajadores y trabajadoras que organizan la producción, reparten los excedentes, comercializan, en fin, realizan todas las actividades de una organización económica. La característica de la empresa recuperada es que ese proceso de autogestión proviene de una empresa anterior, que era privada y quebró o cerró por causas múltiples, y se da ese proceso de pasaje a los trabajadores.

 

¿Qué implica el proceso de toma de una fábrica o empresa?

Ese proceso, que se cree muy rápido, implica muchísimas cosas. Primero hay que ver cuál es la situación que da origen a la empresa recuperada: a veces es una venta o un concurso de acreedores mal resuelto, una situación generalizada que además acelera este tipo de procesos, a veces eso no está tan claro, pero son conflictos que terminan derivando en la recuperación. Además hay que ver cuál es la situación jurídica de esa empresa y cómo es que los trabajadores logran que la cooperativa que forman se pueda asociar y quedar a cargo de esa empresa y poder trabajar, porque ya a cierto nivel de complejidad de una unidad productiva se requiere calidad. Hay que comprar, hay que vender, hay que estar inserto en el mercado. Entonces ese es el nudo del problema, el jurídico. Y después tenés todos los problemas que tienen que ver con la formación de un colectivo que pueda administrar y resolver los problemas económicos de una fábrica, así que son un montón de cosas que hay que tener en cuenta.

¿Cuál es la base de las empresas autogestionadas?

La democracia es la base de la autogestión. La democracia en el terreno económico, que es el lugar en donde menos hay democracia: la democracia está para todo lo demás, menos para lo económico y lo laboral, donde es todo vertical. Una empresa autogestionada justamente rompe con eso, es una ruptura radical y ese creo que es uno de los valores más grandes de la autogestión.

 

¿Considerás que hay una similitud entre el contexto del 2001 y el actual, teniendo en cuenta la crisis económica, como para que surjan más empresas autogestionadas?

Depende cómo pensamos eso. Yo creo que el 2001 fue una crisis general, económica, política y social, que llevó a hacer tambalear todo el entramado institucional del país, no fue solamente una crisis económica. Entonces en ese contexto fue que se hicieron visibles las empresas recuperadas. Ya existían, pero se multiplicaron y se convirtieron en un movimiento con una identidad específica. Antes sólo se hablaba de empresas recuperadas, después del 2001 empezó a hablarse de fábricas recuperadas, ocupadas, distintos nombres que reflejan este proceso. Yo creo que ahora efectivamente hay una crisis muy fuerte, que tiene que ver con un arrastre de cuatro años de macrismo y de neoliberalismo. La aparición de la pandemia provocó una crisis mundial, una caída de la economía y obviamente también afectó a la Argentina y ahora estamos pagando las consecuencias, incluso a nivel de percepción de la sociedad. Si eso puede llegar a provocar un estallido de las mismas características del 2001, habrá que ver, por ahora me parece que no, y que las condiciones son otras. El 2001 fue también una etapa terminal de un proceso, que se podría haber evitado, por supuesto. Ahora también se puede evitar eso, que fue una catástrofe. A veces se ve desde una perspectiva heroica el 2001, pero no fue mayo del 68, fue una cosa mucho más sufrida.

 

¿Considerás que ahora hay más experiencia en los trabajadores que toman las fábricas con respecto al 2001?

Por el lado de las empresas recuperadas yo creo que ahora hay un camino recorrido que en ese momento no estaba. Hay mucho más conocimiento del proceso, hay mucha más experiencia. Y hay mucha más experiencia del otro lado también, del lado de los patrones, de los jueces, del poder económico y del Estado. Y también hay más herramientas, del Estado incluso, que se pueden aprovechar.

 

¿Qué puede hacer el Estado para apoyar a este tipo de empresas?

Muchas cosas. En el 2019 se hizo en el estadio de Ferro un Foro Federal de Economía Autogestionada Popular. Ahí se hizo una especie de programa de políticas públicas, que creo que sigue estando vigente. Se han cambiado algunas cosas, por ejemplo empezar a pensar el sector cooperativo desde la política económica y no la política social. Las empresas recuperadas son básicamente económicas y cumplen un fin social, pero no son un sector vulnerable o no tendrían que serlo. Lo que hay que tratar es de acompañarlo con acciones, tiene que haber financiamiento, tiene que haber mecanismos de acceso crediticio no bancario o con la posibilidad de acceso, porque por lo general las cooperativas no acceden a las prestaciones bancarias. Entonces tiene que haber un cambio de legislación que contemple el trabajo autogestionado como una forma específica de trabajo, que no es lo mismo que trabajo independiente, ni por supuesto que trabajo formal ni autónomo. Es otra cosa, es trabajo colectivo, trabajo asociado, y eso es un enorme problema porque los trabajadores que recuperan empresas pierden años de antigüedad, pasan a tener una perspectiva de jubilarse con la mínima y no poder hacer todos sus años de aportes, tampoco hay convenio colectivo de trabajo.

 

¿La legislación es un punto central para el desarrollo actual de las empresas recuperadas?

La legislación laboral no rige para estas empresas, entonces eso hay que revisarlo. Es un punto fundamental porque si no está eso, la precariedad es permanente, por más que le pongas financiamiento, por más que los reconozcas, incluso por más que logren acceder a la propiedad. Una empresa recuperada generalmente está en conflicto con la propiedad y ese conflicto no se resuelve. Las leyes de expropiación están para el problema momentáneo del desalojo, pero en realidad el Estado no efectúa la expropiación. Eso es lo que pasó con la cooperativa Nueva Generación en Wilde: nunca lograron apropiarse jurídicamente del terreno, entonces alguien que tenía el título de propiedad accionó la justicia, la justicia le dio la razón y después, por las razones que sean, no se atinó a resolver eso y vino el desalojo. Eso es lo que le puede pasar al 80% de las empresas recuperadas en este momento. Pero incluso solucionando eso, van a seguir siendo trabajadores de segunda, porque no tienen un reconocimiento laboral como cooperativa.

 

¿Tienen registro de cuál es el número de trabajadores que actualmente operan en la autogestión?

Tenemos una base de datos del Programa Facultad Abierta y que ahora sirve de base al Registro de Empresas Recuperadas del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social). También hicimos hace poco una guía de políticas públicas. El número aproximado de empresas recuperadas son 430 que ahora están funcionando como recuperadas, y los trabajadores son 15.500

 

¿Hay información acerca de cuántas empresas se mantienen hasta el día de hoy desde el estallido del 2001?

Es difícil hacer ese cálculo porque muchas veces se pierde contacto, a veces no se sabe si cerró o no. Hay cierres que tienen que ver sobre todo con la forma de desalojo violento, es bastante relativo la precisión de esos datos. Lo que sí podemos ir viendo es cuantas están activas, en los informes que fuimos haciendo hay varios cuadros sobre eso. En algunos informes trabajamos el tema de los cierres, pero hay un fenómeno con eso, que es que no se puede decretar el final de una empresa recuperada. Ya ha pasado de decir «No, ya está cerrado» y después abrieron de vuelta, porque a veces la cooperativa la mantiene, el lugar funciona legalmente, de pronto mejoraron las condiciones de trabajo y volvieron otra vez, o los desalojaron y volvieron a abrir, eso es bastante recurrente. Son muy distintas como funciona su lógica con respecto a una PYME.

 

¿Cómo ves el futuro a nivel mundial de las empresas recuperadas?

Una de las cosas que hicimos fue el encuentro internacional de economía de los trabajadores. En ese encuentro hay empresas muy grandes de muchos países, incluso de Asia, Europa y todo América. En algunos lugares como Europa está mucho más reglamentado, entonces son más workers collab antes que ocupaciones o procesos de lucha como acá. Allá terminan comprando las acciones y las convierten en cooperativas o asociaciones laborales, todo un proceso mucho menos traumático, pero en la práctica es más o menos lo mismo. En muchos países hay experiencia de este tipo. En la medida en que el capitalismo vaya siendo cada vez más concentrado y vaya precarizado mucho más el trabajo, es probable que la autogestión y las distintas formas de economías no verticalizadas vayan creciendo de formas muy diferentes. Toda la cooperativización es una forma de combatir, pero eso también debe implicar que se refleje en legislación, en políticas públicas, en derechos. Yo creo que el papel que tiene ahora las cooperativas en este momento es el de luchar por la supervivencia, porque esa es una constante, pero al mismo tiempo si logran determinadas conquista a nivel del Estado que les permitan consolidarse, es también mostrarse como un modelo diferente, que soluciona no solo el desempleo sino otras inequidades e injusticias que hay en el empleo informal y el empleo precario.