Por Jesica Safranchik

Una obra de teatro revive a Golda Meir, la primera mujer en convertirse en mandataria de Israel. Sus convicciones, sus ideales y su postergación personal en pos de la lucha colectiva.

En el corazón de Palermo Hollywood, hay una especie de túnel del tiempo que permite viajar hacia 1947 y 1969 a la vez. Es que, subiendo la escalera que lleva a la sala principal del Teatro Border, los domingos a las 20:30, 11 actores interpretan “Golda Meir: Cuestión de Estado”.

La obra se sitúa en dos temporalidades a la vez para retratar a la ex primera ministra de Israel, en distintos momentos de su vida. Aparece primero bajo las luces una Golda mayor y tomada por la enfermedad, y en la hora y 45 minutos de puesta en escena se intercala con una primera ministra en ejercicio, que se dedica a negociar con Inglaterra.

Encarnada por la joven actriz Marina Munilla – que también escribió la obra -, Golda no decepciona: el personaje está construido y pensado en detalle, desde la voz, pasando por la postura y llegando a un cuerpo que debe recrear la ilusión de que una mujer grande por momentos, y más grande aún por otros, está en el escenario. “Fue un gran desafío de Marina, porque tenía que, con su mismo cuerpo, sin ningún recurso más que el vestuario, hacerse joven y vieja en cuestión de segundos”, cuenta Gerardo Grillea, director del espectáculo. Esto, además, implica una sobre exigencia corporal para la actriz que, asegura, se siente al día siguiente.

Al largo proceso de cinco etapas para dar con el elenco idóneo, le precedieron cuatro intensos meses de ensayos en los que cada intérprete buscó encarnar a distintos personajes de la política israelí del siglo XX: Golda Meir, el ministro de Defensa Moshe Dayan y el líder político-militar Igal Alón son algunos de ellos. Otros personajes parten de la ficción que habita en la narración para darle color, como el de la secretaria o la enfermera.

Según Grillea, la idea surgió de casualidad, pero a la vez por un deseo de Munilla de revivir la  histórica mandataria. “Lo que más me atrapa es su convicción, su vehemencia; la lucha por los ideales y su pueblo”, afirma la protagonista. “Esa lucha a partir de lo colectivo y no de lo individual, me parece que ese es el principal atractivo en una sociedad que muchas veces es bastante individualista o que nos conduce a esa actitud”, sigue.

La obra refleja fielmente el espíritu de Golda, la primera mujer en acceder al cargo de primera ministra – y única hasta el momento – de Israel, en el contexto de un siglo plagado de conflictos bélicos e ideológicos. Para Grillea, investigar y recortar todo esto fue el mayor desafío. Una vez decidido que iban a tomar la temporalidad de la creación del Estado de Israel en el ‘47 y la del ‘69, cuando se le solicitó a Meir que asumiera el poder aún cursando una enfermedad, el desafío fue pensar cómo contar la historia.

“Nosotros realizamos teatro alternativo y no contamos con los recursos económicos suficientes como para hacer, por ejemplo, cambios de escenografía o contar con dos actrices que interpreten a una Golda joven y una adulta”, señala el director. “El desafío fue que el espacio se resignificara”.

Entre cigarrillo y cigarrillo, una sala repleta de espectadores vislumbra a una mujer fuerte y estratega, pero que está frente al peor de sus enemigos: el tiempo. Porque a Golda, el único que la pudo gobernar, fue el tiempo, que apremia y que protagoniza, junto con su figura, esta obra de teatro. El reloj corre para que la política decida si va a aceptar el ofrecimiento para asumir como primera ministra con el fin de calmar las turbulentas aguas de la política israelí; corre, también, para que su enfermedad le gane la batalla. Y una vez que acepta la propuesta del Partido Laborista, el reloj la presiona para que decida si atacar o no el día de Yom Kippur. 

Aunque ponerse en la piel de este personaje resulta un desafío cada vez, Munilla señala que “es maravilloso poder ponerme en la piel de semejante mujer que supo luchar por sus ideales, defender también el rol del género femenino y marcar un antes y un después de su existencia. Es alguien que no podemos olvidar”.

El espectáculo, que se realiza desde 2019, retomó hace poco las funciones que se vieron inevitablemente interrumpidas por la pandemia del coronavirus. Ahora, sostiene la actriz, “cada función se convierte en una especie de celebración que va más allá del hecho artístico en sí; es una celebración de poder agruparnos, volver a sociabilizar y participar de un hecho efímero como es el teatro”. Cada noche, los 11 actores que integran el elenco son aplaudidos de pie por asistentes que, privados por tanto tiempo del teatro, resignifican el hecho artístico.