Por Melisa Falcón
Fotografía: Julieta Ortiz

«Intentamos adaptar un espacio bidimensional, -el del libro- a uno tridimensional», explica Isol sobre la muestra.

Una avalancha de chicos se amontona alrededor de Isol en el hall central del Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso. Entre gritos y risas, el maestro que los acompaña hace las presentaciones necesarias: “Chicos, les presentó a Isol, la autora de todo lo que acabamos de ver”, dice mientras el silencio y la curiosidad se apodera de ellos por un breve instante. Enseguida, llueven las preguntas: “¿Vos dibujaste todos estos libros? ¿En cuántos idiomas los escribiste? ¿Cuál es tu libro favorito?”. Isol permanece reflexiva un momento e improvisa una respuesta al pasar.  Más tarde, confiesa que, aunque recurrente, la pregunta por su libro favorito siempre la agarra desprevenida, sin saber bien qué contestar. Es que son tantos y todos tan queridos que cree no poder elegir uno solo.

Desde el comienzo de su carrera, la autora lleva publicados más de 20 títulos, que fueron traducidos a diecisiete idiomas. Sus dibujos ilustraron los poemas de Federico García Lorca y los cuentos de Paul Auster; también los textos de Graciela Montes, Jorge Luján y Antonio Fernández Molina. Empezó trabajando para diarios, revistas y hasta pasó por varias agencias de publicidad; y en el año 2013, se consagró como ganadora del Premio Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA), considerado como una especie de Premio Nobel de la Literatura Infantil.

La música, así como el dibujo, siempre fueron sus herramientas para comunicarse con los otros. En pleno cambio de milenio, formó parte de Entre Ríos, una banda de pop electrónico que cobró popularidad hacia el 2005, luego de haber adaptado una de sus canciones para la campaña publicitaria de la cerveza Quilmes. Y más tarde, integró junto a su hermano Federico “Zype”, el dúo SIMA.

“Bestiario Doméstico” es la muestra que reúne gran parte de ese recorrido como ilustradora y cantante, y pone el acento en algunos de sus libros más destacados, repletos de historias habitadas por criaturas cotidianas reinventadas por ella desde una estética humorosa y una mirada algo salvaje de la niñez.

«En la muestra hay toda una mirada del niño como una mezcla con lo salvaje», advierte la artista.

Estás presentando una muestra que reúne mucho de tu trabajo como artista gráfica infantil. ¿Cómo surgió la idea de montar “Bestiario Doméstico”?

Me ofrecieron estar en el Espacio Cultural de la BCNA y fue todo un tema, porque las muestras de ilustradores que hacemos libros hay que pensarlas desde un lugar diferente al de una exposición de un artista que hace obras para colgar. La gracia era mostrar, además de las ilustraciones, en qué idea o secuencia estaban insertas, porque yo no hago dibujos nada más, yo cuento historias. Intentamos adaptar un espacio bidimensional, -el del libro- a uno tridimensional, y jugamos mucho con la temática de los textos. Por ejemplo, mostramos Nocturno adentro de una casita oscura e incluimos algunos espejos deformantes. Como el espacio es tan grande, nos quedó una especie de retrospectiva: hay dibujos del `98 hasta ahora. Son más de 20 años de producción.

¿Qué hay de bestial en «Bestiario Doméstico»?

En la muestra hay personajes niños y animales. También, hay toda una mirada del niño como una mezcla con lo salvaje. Diría que es un catálogo de seres especiales, pero que no dejan de ser domésticos porque viven en nuestras casas. Esta muestra tiene eso de sorprenderse de lo cotidiano, de mirar a estos seres como si fueran extraños. Además, hay algo de lo bestial que yo fomento mucho al dibujar, eso de perder un poco el control, de buscar lo salvaje en el sentido de suelto o lo no convencional.

Venís de una familia vinculada al arte, de una madre cantante lírica y un padre artista plástico. ¿Siempre tuviste en claro que el camino que querías seguir era el artístico?

Sí, siempre me pareció bastante natural dibujar e inventar cosas. A mí el deporte nunca se me dio, así que dibujaba como una manera de comunicarme con los demás, de acercarme a los otros. Además, siempre me gustó mucho el cómic. Cuando estaba en la secundaria era el momento de la apertura democrática, eran tiempos donde había fanzines y efervescencia por todos lados. Estaba la Revista Fierro con toda esta cosa de contar historias con imágenes. Estaban los cómics de Alberto Breccia o Max Cachimba que me parecían de un nivel gráfico y cultural altísimo, de mucha inteligencia y libertad, tenían algo de contracultural. Estaban mis héroes de la plástica que eran medio locos, como los integrantes del Grupo Cobra o Jean Dubuffet. Era gente que jugaba con romper lo que era el arte convencional para ir a algo de mayor expresividad, que muchas veces tenía mucho de volver a la niñez. Que no era lo mismo que ser un niño, sino volver a un estado infantil, pero desde un lugar creativo.

«En mis trabajos, la solemnidad no va, la moralina no va, y si me sale, es muy a mi pesar», señala la autora.

¿Cómo arrancaste en el mundo de la ilustración?

Estudié en Bellas Artes y me recibí de Magíster en el ´89. Después estuve en la UBA algún tiempo también, pero me di cuenta de que no era lo mío. Mis primeros trabajos fueron ilustrando en diarios y revistas. Me encantaba poder hacer una opinión ilustrada de un texto, era una manera de hacer mi propia lectura a través de mis dibujos. Trabajé en revistas de todo tipo: para chicos, políticas, de mujeres. Eso me dio una gimnasia buenísima porque tenía que resolver rápido y de una manera que no fuera obvia. Con el tiempo empecé a encontrar los libros para niños y hoy puedo decir que es un formato que me entusiasma y lo siento propio. Me gusta que sean objetos en serie. Me gusta hacer cosas que al estar en un libro, se van a convertir en algo íntimo de cada persona.  A los chicos y a los grandes, el objeto libro nos resulta accesible y querible.

Ilustraste libros de Graciela Montes, Jorge Luján, Paul Auster, García Lorca, entre otros. ¿Qué diferencia crees que hay entre ilustrar tus propios cuentos o darle vida a los personajes que escribieron e imaginaron otros?

Hay algo que sucede cuando pongo un dibujo con un texto que quizás no pasa cuando sólo dibujo. Creo que salen cosas diferentes cuando pensás algo desde esa conjunción texto-imagen. En el libro después se nota que lo hizo alguien que estaba pensando en cómo texto e imagen iban a dialogar, a veces complementándose, a veces contraponiéndose. En cambio, el escritor que escribió sin dibujo piensa que eso funciona igual. Ahí el trabajo es otro; es encontrar qué puede hacerse con ese texto que no lo cierre en sus significados y que sea interesante plásticamente. Pero para poder enriquecer el texto, hay que ser un buen lector.

¿Los textos de quiénes te parecieron más desafiantes de ilustrar?

Con el libro Mi cuerpo y yo, de Jorge Luján, siempre hubo algún momento en el que no sabía qué hacer. Nunca fue un “no sé qué hacer porque esto no va”, sino porque quiero hacer algo que esté bueno y no lo estoy logrando. El texto dice algo así como que una cosa es el cuerpo y otra cosa soy yo, y yo le preguntaba a Jorge: “¿Qué es el yo? ¿Es el alma?, ¿El espíritu? ¡En qué me metí!”, decía. Cuando uno lo piensa, no es complicado darse cuenta que uno es diferente de su cuerpo, pero cuando uno tiene que visualizarlo en una imagen, se complica. Traté de hacer una especie de poesía visual para no limitar la idea del poema. Con Lorca me pasó que había conocido de chica muchos de sus poemas en forma de canción. Pero su poesía me llevaba a algo que no es mi cotidiano exacto: la retama, la yerba buena, la mariposa, ese no es mi mundo en mis libros. ¡Creo que es la primera vez que dibujé una mariposa en mi vida! Fue muy lindo tener la oportunidad de meterme en su imaginario.

«A los chicos y a los grandes, el objeto libro nos resulta accesible y querible», asegura Isol.

¿Qué es lo que dirías que no puede faltar en un libro tuyo?

Te puedo decir lo que no va. La solemnidad no va, la moralina no va, y si me sale, es muy a mi pesar. Trato de que sea abierto y que tenga algo de humor, incluso la estética me parece humorosa, que las líneas se muevan, que los personajes tengan expresividad en sus rostros, que se sepa qué les está pasando. Y empatía: empatía con el personaje, en general, y con el niño, en particular.

Decías que tratas de correrte un poco de esa pretensión didáctica que suelen tener los libros infantiles…

Claro, porque todavía hay gente que no sabe qué hacer con el objeto libro. Yo les digo, “leélo, pasalo bien”. Es como si el libro -o la música en tal caso- tuviera que enseñar algo aparte del disfrute de leer una historia. Si vos estas tratando de que te sirva en un sentido pragmático, bueno, te sirve de esa manera: te permite conocer algo nuevo. Es como viajar. Uno ya viajando, aprende cosas nuevas.

¿Pensás que ser ilustradora infantil conlleva algún tipo “responsabilidad”?

La responsabilidad mata al artista. Demasiada madurez te mata, mata la creatividad. Mi responsabilidad es, en todo caso, querer hacer algo bueno y claro. Es ser consciente de lo que estoy diciendo, de cómo puede ser leído. Pensar que lo que yo muestro, habla de lo que soy, porque sería ingenuo decir: “Yo ilustro esto porque el texto lo dice”. No, nunca el texto dice una sola cosa. Vos lo mismo lo podés contar de muchas maneras de acuerdo a cómo vos te posiciones.

La muestra funciona como una retrospectiva de veinte años de trabajo.

Y con la música, ¿te pasa lo mismo? ¿Sentís que podés decir algo diferente que con tus dibujos?

Con la música siento que soy narradora. Pero desde otro lugar, porque soy una parte más, siempre estoy con otros músicos. Hay algo de poner el cuerpo en el canto que es muy distinto a hacer dibujos. Las ilustraciones están ahí cuando uno ya está seguro de que es eso y lo muestra. En el canto, uno está todo el tiempo poniendo el cuerpo en escena, tu voz es algo que salió y es eso, es personal. Es algo muy poderoso. Tiene que ver con estar con otros, con la performance en vivo y encontrar esos momentos de pura felicidad, de conexión, donde todo fluye y podés estar cantando una letra hermosa. Está buenísimo, pero, a veces, me cuesta sostenerlo. No sé si podría hacer una carrera como cantante. Es mucha exposición, aunque cada vez lo disfruto más.

Con SIMA compusieron, en el 2014, el álbum Novela Gráfica, que fusionaba las letras de tus canciones, tu música, con los dibujos de otros artistas. ¿Cómo fue la experiencia de crear ese disco?

Novela Gráfica surgió una vez que nos invitaron a tocar en el Malba, en una muestra de Liliana Porter. Pasaban un video con imágenes de ella y nosotros tocábamos. Parecía que las imágenes hablaban de los temas. Todo parecía encajar tan bien y lo primero que hicimos era pedirle a Liliana si podíamos usar algo de esa muestra para nuestro disco y nos dijo que sí. Ahí nos envalentonamos y empezamos a convocar artistas que se coparon. Fue un proyecto muy divertido porque pude darle mis textos a otros artistas y que ellos ilustraran. Me gustó ser un poco editora. Además, fue hacer un objeto diferente, precioso, en conexión con esos álbumes que se hacían cuando yo era chica, con ese arte de tapa como en los Rolling Stones, King Crimson o Led Zepplin.

En tus redes se te vio muy involucrada con los movimientos del #NiUnaMenos, el #MiraComoNosPonemos y la lucha por el aborto legal. ¿Crees en el lugar del arte para acompañar lo político?

Sí, porque además de artistas somos personas. Estamos en una sociedad en la que, si en algo podemos arrimar el bochín a que se cumplan cosas que para mi deberían cumplirse, trato de hacerlo. Pero una tiene que ser coherente. Ningún dogma cerrado está bueno. Me parece que hay que discutir, concientizar, educarse. No soy una militante. Soy humilde en ese aspecto, y sé que hay gente que entiende mucho más que yo de ciertas cosas. Pero, cuando sé que puedo apoyar desde un lugar sincero, lo hago.

La muestra “Bestiario Doméstico” continúa hasta el 5 de agosto en Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso, en Alsina 1835, CABA. La entrada es libre y gratuita de 15 a 20. El 20 de julio a las 18, Isol cantará algunos temas de su disco Novela Gráfica junto a Nicolás Cecinini, Pol Neiman y Julián Horita. Artistas invitadas: Virginia Abrigo y Paloma Valdivia.