Por Malva Marani
Fotografía: Pilar Camacho

La Compañía de Teatro Penitenciario visitó la Argentina para participar del Festival Itinerante Latinoamericano Ámbar

 

“¿Qué putas voy a ir a hacer al teatro? Si ya bastante estoy perdiendo el tiempo aquí…” Así recuerda Ismael Corona que sentía, hace ocho años, cuando todavía estaba privado de su libertad y en la biblioteca de la penitenciaría lo invitaban a sumarse a un taller de actuación. Se le escucha aquel escepticismo y parece mentira: apenas unos minutos antes, Ismael se eternizaba para todos los presentes. Lo hacía en una sala del Centro Cultural 25 de Mayo, durante una de las últimas escenas de La espera, la obra que vino a presentar la mexicana Compañía de Teatro Penitenciario, integrada por ex convictos de la cárcel de Santa Martha Acatitla, en su primera gira fuera del país. La escena es hermosa y, a la vez, de una extrema violencia metafórica: Ismael se interpreta a sí mismo durante los días en que estuvo privado de su libertad y, mientras es golpeado por infinitos garbanzos lanzados contra su cuerpo, recuerda lo difícil que es hacer equilibrio “cuando se tiene la vida en una mano y la muerte, en la otra”.

“No sé si la gente viene a vernos por morbo o para darse una idea de cómo es la vida en la cárcel”, se pregunta todavía Antonio Hernández López, que nació en Veracruz hace 48 años. Más de la mitad de su vida, 26 años, los vivió en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México. La obra testimonial escrita y dirigida por Conchi León, estrenada aquí en el marco del  Festival Itinerante de Teatro Latinoamericano Âmbar, transita justamente por esos años, de la esperanza y la desesperanza. “Aquí hablamos de nuestros demonios”, cuenta Ismael, que fue encarcelado por homicidio a los 17 años y pasó cinco en prisión. “Con esta obra intento desprenderme del ser ex-convicto”, reflexiona, en su sexto año de libertad.

Antonio recuerda con exactitud el día que actuó por primera vez: fue el 15 de mayo de 2015. También recuerda que era sábado. La percepción del tiempo, ante el encierro, es específica: todo se resignifica. “Desde que caí en la cárcel, tengo bien presentes las fechas. Hay cosas importantes, y más estando en ese lugar, que uno no olvida. Siempre se es consciente de dónde se está y de cómo pasan los días, las semanas, los meses, los años… Me acuerdo de todo lo que viví en la cárcel”. La espera, desde un teatro metafórico y documental, recrea esas percepciones, a partir de los recuerdos de sus tres protagonistas interpretándose a sí mismos, en un juego teatral de nunca acabar. Aquellos que se han acercado por morbo, se irán con sabor a poco: La espera sólo pone la lupa en lo que sucede detrás de los muros para levantarla enseguida y provocar una reflexión compleja y profunda sobre una historia social y política de violencia y deshumanización.

El teatro, allí, viene a ejercer su labor. “El arte estaba en mi familia, por parte de mi papá. Pero yo no lo encontré hasta que estuve en la cárcel. Perdí muchas cosas ahí, pero encontré otras. Una de ellas fue el teatro”, recuerda Javier Cruz, el tercer protagonista y uno de los históricos del grupo escénico, miembro desde sus comienzos, en 2009.

El grupo teatral mexicano que nació en la cárcel de Santa Martha Acatitla cumple una década.

 

La Compañía de Teatro Penitenciario nació hace una década como un proyecto del Foro Shakespeare, un espacio independiente y sin fines de lucro que genera y desarrolla proyectos de impacto social en México, a través de las artes escénicas y diversas expresiones artísticas. Con las banderas de la profesionalización teatral, el empleo remunerado y la reinserción social de los internos, a través del arte y la cultura, la Compañía les permite hoy vivir de la actuación y de su trabajo artístico a Javier, Antonio, Ismael y Eduardo Sixto Escobar, los cuatro integrantes de la agrupación que salieron en libertad y quisieron continuar desarrollándose artísticamente.

Sin embargo, la labor teatral de reinserción social tiene su fuerte en la compañía interna, al interior de la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla. Cada sábado, el elenco estable y profesional de 15 internos privados de su libertad sube a escena una obra (por estos días, tienen tres en cartel) y los espectadores se trasladan al penal para verlos en acción. Nada puede contener las transformaciones que suceden allí, en los cuerpos movilizados de los actores, cuando dicen desde sus personajes y son libres en su actuación. Ni siquiera los muros. Ismael recuerda que en los últimos dos años, el elenco estable interno salió del penal -en una movida logística que se planeó durante varios meses- para presentar dos piezas: Ricardo III, una adaptación libre de la obra de William Shakespeare, y Esperando a Godot, de Samuel Beckett, cuya versión había sido seleccionada para integrar la Muestra Nacional de Teatro, en México. “Es algo que nunca vamos a olvidar -rememora Ismael, quien se sumó a una de las puestas-. Tomamos decisiones erróneas, sí. Y decisiones equivocadas, también… Pero llegó la hora de darle la vuelta a eso y empezar a hacer cosas que nos dejen algo como personas. Nos olvidamos de ser humanos, de ser personas, y con el teatro aprendemos a volver a serlo. Es un trabajo muy laborioso. No cambiamos de un día para el otro. Ese día, ellos salieron de la cárcel para hacer una obra de teatro y regresaron triunfadores”.

La espera habla de esos encuentros humanos, que habilita el arte, de la mano de maravillosas creaciones como esta Compañía de Teatro Penitenciario, que hoy viernes culmina su primera gira internacional, que la trajo a Argentina, con presentaciones en Buenos Aires, Entre Ríos y Córdoba. En una escena, el cartel que los identifica con el delito por el que fueron encarcelados, se da vuelta y revela otra palabra: se lee “actor”. Las historias que cuenta La espera hablan de esas transformaciones, de esa complejidad. Pero traspasan la cuarta pared y le entregan el desafío a quien se creía ajeno, cómodo y libre en su butaca. “¿Qué espero? -reflexiona Ismael-. Cuando era niño, esperaba crecer. Y en la cárcel, esperaba mi libertad. Ahora, espero que esto que hacemos se expanda como un virus: que no sólo México tenga una compañía estable de teatro penitenciario, sino que también aparezca en Argentina y en tantos otros lugares… Creo que podemos modificar al hombre y a la mujer: está en nuestras manos”.

La Compañía mexicana presentó «La espera» en el Centro Cultural 25 de Mayo.