Por Carolina Aranda
Fotografía: Melody Abregú

– ¡Acá, Coqui, acá !

-Voy

-¡Dale! ¡Ya estás para tirar al arco!

-¡Voy!

-¡Marcalo más a la derecha, Ángel!

-Voy.

El diálogo ocurre en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) de la Ciudad de Buenos Aires. Los protagonistas son dos futbolistas, integrantes de Los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol para ciegos, el plantel que sumó a sus logros la medalla de bronce de los Juegos Paralímpicos Río de Janeiro 2016 y que, el 1º de diciembre, inaugura cancha de entrenamiento propia luego de veinte años de tener que utilizar la del equipo de patinaje.

Además de nueva cancha, el cuerpo técnico se muestra contento porque considera que tiene un buen plantel a largo plazo, junto a los juveniles y a los Murcielaguitos, la categoría más chica de la disciplina. Dicen que cada medalla, además de condensar el éxito deportivo -como ya había sucedido en Atenas 2004 y en Pekín 2008- , significa más apoyo para el deporte y un salario los jugadores, después de que cumplan los cuarenta años.

-¿Hacemos unos pases?

-Dale, acá estoy- dice Vicente Zuccala, integrante del seleccionado, y patea la pelota. Ahí comienza un ida y vuelta de paredes. «Vicente, hagamos cruce». «Dale, acá». Lo divisa por su tono y la distancia: «La voz es la visión nuestra, así que si no hay comunicación en el equipo no hay nada. Funciona en cualquier ámbito. Sea como sea, un gesto, una mirada. En nuestro juego es fundamental hablar», explica Froilán Coqui Padilla, jugador de Los Murciélagos desde el 2009, quien ingresó en el equipo a los treinta años luego de llegar a Buenos Aires a los veinticinco, para hacerse un certificado de discapacidad. En el monte, en Santiago del Estero donde vivía con sus padres y siete hermanos, no estaba la posibilidad de certificarse ni de tratarse. Además, su familia no tenía recursos para realizarle estudios de pequeño. Por eso su prima lo llevó a Tucumán a los once años, para tratarse. Si bien la vida que llevaba era más tranquila e imaginaba imposible manejarse en la ciudad, lo motivaba pensar que podía conseguir cosas que en su lugar natal eran inviables: «No sabía que existían los bastones o el deporte para los ciegos, ni las computadoras o teléfonos, no tenía idea. Cuando llegué viví con mi tía, en una habitación pequeña, con mi hermano. Pero resulté mucha responsabilidad para ella, entonces viví con amigos o solo y hasta en una Iglesia». Un día Froilán se animó a viajar sin ayuda en colectivo: “A partir de ahí no paré de moverme, de averiguar cosas”, recuerda y menciona el Instituto Román Rossel de San Isidro, del que había escuchado que ayudaba a los ciegos. “Ahí empecé a jugar al fútbol con reglas para ciegos».

jugador de los muerciélagos

Las reglas en el fútbol ciego son como las del futsal convencional (fútbol sala) con algún tipo de especificidades. El arquero, por ejemplo, debe ser vidente por reglamento, y puede guiar solo a su defensa. Si da una orden a un mediocampista o a un atacante es penado con falta, además no pueden salir de su área, delimitada con un cuadrado. La zona de ataque le pertenece a un guía (cada equipo tiene el suyo), y el mediocampo al entrenador. Todos los jugadores de campo deben utilizar antifaz para estar en igualdad de condiciones, porque quizás alguno podría llegar a percibir luz según su grado de ceguera y eso lo pondría en ventaja. En el juego, también se debe anticipar el movimiento de marca a una distancia prevista. Es decir, quien posee el balón es identificado con el ruido del cascabel que tiene la pelota, pero quien va a marcarlo debe decir reiteradas veces «voy».

Vicente Zuccala, jugador desde hace cuatro años en la Selección e integrante de River Plate, cuenta que le costó adaptarse al juego profesional porque aunque es ciego de nacimiento se había acostumbrado a jugar al fútbol con amigos y familiares con la pelota de fútbol convencional: «Al principio era tímido, pensaba ¿cómo voy a decir ‘voy’ todo el tiempo y gritando? Qué ridiculez, voy a quedar como un payaso», confesó entre risas. Lo mismo le sucedía a Matías Olivera, jugador de Los Murciélagos en categoría Juveniles. Le resultaba extraño acostumbrarse al tamaño de la pelota. La del fútbol convencional es más grande y tiene más pique, en cambio la del juego profesional es más chica y está más tiempo al ras del piso para que la fricción genere el sonido del cascabel. Antes del uso de este balón, lo que se hacía en Argentina era atar a la pelota una pandereta de chapitas aplastadas para que hiciera ruido, pero era peligroso el contacto del cuerpo con la pelota, en especial para el arquero. En otros países, como en Brasil, se utilizaba envolverla con plástico o también se le ponían latas u objetos que hicieran ruido. A partir del desarrollo profesional del fútbol y el establecimiento de las reglas, se comenzó a utilizar la pelota actual con cápsulas con el cascabel dentro, entre el cuero y la cámara.

 

Los orígenes

Leonardo Almada, asistente técnico de Los Murciélagos desde este año, cuenta sobre el inicio del fútbol ciego: «En Argentina empezó principalmente a partir del Instituto Román Rossel de San Isidro, con el trabajo de Enrique Nardone. En la institución jugábamos siempre al fútbol, yo estaba allí porque soy disminuido visual, conozco a muchos de los chicos desde esa época, no había diferentes categorías en ese entonces». A partir de que se fue sumando gente y empezó el contacto con otras instituciones de las provincias, se comenzó a pensar en formar una Selección Nacional. Se empezaron a armar torneos con equipos de afuera, como Brasil y España. En 1991 se conformó la Selección  Argentina, y en 1995 se redactó el reglamento internacional del fútbol ciego, que tuvo muchos aportes del Comité Técnico de Fútbol para Ciegos conformado un año antes por el argentino Enrique Nardone, el técnico brasileño Ramón Souza, y el español Carlos Campos. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA) aprobaron oficialmente el reglamento en 1996. «Argentina estuvo desde la formación de este juego a nivel profesional, y eso se percibe en el desarrollo actual», dice Almada. También menciona que se había creado una Selección de Disminuidos Visuales en aquel momento y él era jugador. Luego esa categoría no existió más: «Se puso más expectativa en el fútbol ciego porque el nuestro era igual que el convencional. Las reglas del fútbol ciego proponían novedad y eso le dio impulso».

El sueño del deporte como futuro

El entrenamiento sigue y desde mitad de cancha Ángel Deldo recibe el pase, y corre a gran velocidad. Mantiene la posesión de la pelota y dibuja una «S» a lo largo del trayecto que le permite sortear a la defensa y tirar al arco con determinación. Este movimiento, además de otros como el lineal, o la «U» se aprenden de memoria como un código de juego. Dario Lencina, arquero titular de la Selección desde 2001, explica que el tipo de juego se estudia, y hasta se ven videos de otros equipos y del propio. Los jugadores los escuchan e identifican las voces de sus rivales. Además, considera que trabajar la confianza entre compañeros es lo principal: «Compartir concentraciones, y también tiempo fuera de la cancha hace crecer la química del equipo. Jugamos juntos al truco, yo aprendí braille, esas cosas nos hacen ponernos mutuamente en el lugar del otro». Los técnicos también organizan juegos que ayudan a la integración. Hacen que uno pase por arriba de los demás, o que se dejen caer y que otro los agarre de atrás. «Uno tiene desconfianza de caerse, pero después cuando el otro te agarra, esa confianza también se traslada a la cancha y a la vida», dice Coqui Padilla. Vicente Zuccala también destaca la unión del grupo. Considera que al ser fútbol de competencia quizás podrían darse situaciones de rivalidad porque están compitiendo entre ellos por un puesto, pero que no sucede, sino que todos quieren que al equipo le vaya bien: «Sabemos que los que van en una lista a un campeonato son gran parte, y los que no van también, porque ayudaron a que entrenes». Reconoce que hay roces, como en todos los grupos, pero no es lo que prevalece: «El grupo fue unido en momentos muy duros». Para Zuccala por más que haya apoyo de diferentes entes (principalmente del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, ENARD) no es lo mismo que el fútbol convencional. Un ejemplo de esto es el caso de Padilla, quien todavía no posee casa propia, vive con su mujer y su hija en una piecita: «Por suerte se aprobó que los medallistas tengan una jubilación, así voy a poder seguir manteniendo a mi familia. Antes ni eso había. Incluso en los comienzos, este fútbol no era pago. Hay estructuras que podrían mejorar, el deportista se tendría que dedicar solo a jugar, y estoy seguro que el bueno lo sería mucho más. La medalla abre puertas, ojalá algún día se abran las de la casa propia». La historia de Padilla lo hace un referente para muchos. Zuccala también destaca como modelo a Silvio Velo, lo asombra su capacidad para las jugadas complejas, los amagues que le hace a los videntes. Los jugadores también valoran mucho a los arqueros, para ellos tienen un rol fundamental.

Germán Muleck es el otro arquero de la Selección, además de Darío Lencina. En los últimos Juegos Paralímpicos tuvo un papel especial, porque atajó los últimos tres penales que dieron ganador del bronce al equipo, ya que el tiempo regular del partido había terminado sin anotaciones. Muleck, en diálogo con ANCCOM, hizo un balance de lo que dejó el 2016 para los Murciélagos: «Fuimos a buscar otra medalla y no se nos dio. Pero es un oro por lo que representa para la disciplina como apoyo en términos económicos, de difusión y de prestigio. Nos había pasado en los Juegos Paralímpicos de Londres, cuando vinimos sin medalla, que tuvimos que volver a pelear el día a día».

Hayan tenido o no ayuda, el equipo siempre entrenó duro para avanzar. Empezaron a recibir sostén económico hace ocho años. Respecto a eso, Muleck recordó que Silvio Velo, uno de los goleadores, está hace veinte años en el equipo y cuando esa Selección salió campeona por primera vez no tenían apoyo económico. El arquero aseguró: «Yo creo que esta Selección se caracteriza por el honor de llevar la camiseta, por las ganas, y el orgullo».

Los Murciélagos se caracterizan por su esfuerzo. Este jueves finalmente inaugurarán su nueva cancha, con la ilusión de que eso les traiga mejoras en sus prácticas. “Es de pasto sintético, que es el material correcto para este deporte. La de patinaje, por el material, es más peligrosa para las caídas. Se había planeado inaugurarla antes de los juegos, para poder practicar, pero se atrasó un poco más”, explica satisfecho por la noticia, Almada, el asistente técnico de Los Murciélagos.

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Actualizado 29/11/2016