Por Tiziana Ortoman
Fotografía: María Sofia Genovese

Con el sol de frente, Defensa y Avenida de Mayo se tiñen de rojo y negro. Los colores cambian la fisonomía del centro de la Ciudad en una tarde de sábado. Los turistas miran sorprendidos. Son los preparativos de la “Marcha de las Putas”, la expresión anual de un movimiento que toma el habitual “insulto” contra las mujeres y lo resignifica como arma de pelea contra el sexismo, los estereotipos y la violencia de género a través de la denominada cultura del acoso y la violación.

La iniciativa -que el fin de semana cerró en Buenos Aires su quinta edición- nació en Toronto, Canadá. Las crónicas indican que, en el marco de una charla universitaria, el policía Michael Sanguinetti recomendó a las mujeres “dejar de vestirse como putas” para evitar violaciones. Las estudiantes reaccionaron con una movilización que, en poco tiempo, comenzó a replicarse en otras partes del mundo. México, Nicaragua, Brasil, Inglaterra, India, Francia y Estados Unidos, forman parte de esa lista y dan carnadura a la genealogía de la “SlutWalk”.   

La nueva marcha argentina se desarrolla entre la Plaza de Mayo y el Congreso e incluye un festival musical con la actuación de Sudor Marika y Malena D´Alessio, entre otros artistas. Las rejas que rodean el paseo frente a la Casa Rosada se cubren de fotografías, dibujos y gráficas. “Si ser puta es rebelarse ante el canon impuesto de lo que una mujer debe ser y hacer, ser puta es ejercer nuestro derecho a la libertad”, es una de las consignas del encuentro de este año.

En el acto central frente al Parlamento no hay oradores.  El colectivo fija posición a través de un documento que exige  “capacitación de todos los funcionarios públicos involucrados en la atención a la víctimas (de violencia); la correcta aplicación del programa nacional por la Educación Sexual Integral; el desmantelamiento de las redes de trata y el encarcelamiento de todos las partes involucradas”.

Llamar la atención ciudadana es uno de los objetivos. Stands con carteles de protesta y las consignas escritas en el cuerpo de las manifestantes son algunos de los recursos para concientizar sobre la violencia machista y la lucha de la mujer. También la alegoría de Caperucita Roja, el tradicional cuento infantil. “El lobo se la comió por desobedecer, por no cumplir con el mandato, por salirse del camino. Todas nosotras somos Caperucita. Todas nosotras debemos poder elegir nuestro propio camino sin que ningún lobo nos toque sin nuestro consentimiento”, explica el colectivo.

La movilización llama la atención de quienes toman un café sobre la Avenida de Mayo. Los clientes del Tortoni miran con curiosidad. No hay adhesiones de fuerzas políticas de peso ni de organizaciones que luchan contra la violencia de género. “El nombre (de la marcha) tiene toda una connotación al que, en general, las organizaciones le tienen mucho miedo. Participar de una marcha que tiene la palabra “puta” le genera una contradicción moral”, interpreta una de las manifestantes en diálogo con ANCCOM.

Araceli es una de las organizadores de la marcha. Pide ser identificada sólo con su nombre y explica las razones de la ausencia: el colectivo resiste el vínculo con organizaciones político-partidarias. “Esto no es un cambio que se dé con gobiernos de turno, sino que se tiene que dar de manera social”, explica.

Actualizada 23/11/2016