Por Azul Tejada
Fotografía: Sofia Genovese
Multimedia: Ilustración: Marina Duro y Mar Garrote Cortínez

“¿Qué significa andar por los bordes? Palpar la fisura, mirar y partir. Aquí no creamos sólo para dejar la marca. Se compone para combatir micropolíticamente el efecto totalizador de discursos y prácticas que se empeñan en estereotipar identidades, en reducir lo múltiple a lo único. ‘Ser’ no es lo mismo que ‘Estar’ preso”. Sellando cada contratapa de su revista, con esas palabras define En los Bordes Andando (ELBA) su lucha contra la estigmatización que rodea a aquellos que están o han pasado por una cárcel. ELBA es una organización que desde hace ocho años brinda talleres culturales y artísticos en los penales de Ezeiza y Marcos Paz, y edita una revista con las poesías, crónicas y otros escritos producidos allí. Como propuesta para la inclusión de aquellos que han recuperado su libertad y como alternativa a las dificultades laborales del contexto actual, el colectivo ha conformado una cooperativa de trabajo que realizará y pondrá a la venta “alfajores poéticos”, conjugando su pasión por la palabra y la gastronomía.

En agosto de 2008, una interna de la unidad 31 de Ezeiza pidió al Ministerio de Justicia un taller de lectura. Notaba que sus compañeras solo sacaban libros de autoayuda y novelas rosas: ella quería algo más. “Una ex alumna mía de la universidad, que en aquel entonces trabajaba en la Secretaría de Comunicación del Ministerio, se enteró de esto y me lo propuso. Yo, con todo el prejuicio encima, le dije que sí”, contó Luis El Chino Sanjurjo, impulsor de En Los Bordes Andando y docente de la Universidad de Buenos Aires. Lo que comenzó como un taller en Ezeiza, hoy se transformó en una cooperativa que lleva adelante diferentes propuestas con el objetivo de devolverle a aquellos privados de su libertad la condición de sujetos que les han intentado borrar.

“Al principio no nos pagaban, fueron cuatro años de trabajar voluntariamente. Y eso no es sustentable para un proyecto político, ya que lo que uno busca es incidir en la vida concreta de alguien y transformarla. Con el tiempo, la persistencia y la obstinación hicieron que empiece a sumarse gente y recibamos financiamiento. Después se dio la oportunidad de institucionalizar el trabajo y ahí comenzamos a conseguir que contrataran a los profesores”, explicó Sanjurjo. Actualmente dictan quince talleres en la Unidad 31 de la Cárcel Federal de Ezeiza –que aloja extranjeras, madres y mujeres en etapa de preegreso– y en el Complejo Federal de Jóvenes y Adultos de Marcos Paz, que tiene tres unidades: la 24 –de máxima seguridad–, la 26 –donde se alojan aquellos que están prestos a recuperar la libertad ambulatoria–, y el Centro de Rehabilitación de Drogadependencia (CRD). Además, su propuesta cultural en los últimos años se ha extendido a la Unidad 3 de la cárcel de Devoto y al Centro Cultural de la Cooperación.

“Con el cambio de gobierno fuimos para atrás”, denunció Sanjurjo. “Teníamos articulaciones con el Ministerio de Educación, que nos financiaba un Centro de Actividades Juveniles (CAJ); con el Ministerio de Salud, con el que hicimos una campaña de prevención contra el cáncer de cuello de útero; con el Ministerio de Cultura, que nos permitía darle trabajo a cinco pibes que habían estado privados de libertad; con el Ministerio de Justicia, con el Ministerio de Trabajo y con el Ministerio de Desarrollo Social”, enumeró el docente. “Hoy, lo único que nos queda de todo eso es lo que de alguna manera nosotros podemos contener desde el trabajo de los talleristas, que es lo que financia el servicio penitenciario. Los programas se cayeron todos, estamos a la expectativa si se vuelven a reflotar o no. La realidad es que notamos que hubo un cambio en la lógica de gestión de los recursos”, lamentó.

Danza, poesía, hip hop, circo, filosofía, cine y periodismo, entre otros, forman parte de los talleres artísticos que ELBA acerca a quienes están privados de libertad. Decepcionado del sistema educativo tradicional, el colectivo propone un modelo pedagógico emancipador que reconozca las condiciones objetivas de los sujetos. “Más que en la coordenada de la educación, lo que nosotros hacemos está en la práctica, en la construcción del conocimiento. El modelo tradicional imagina  una instancia en la que hay un emisor autorizado que imparte, y un receptor autorizado que recibe. Aquí, en cambio, sucede más bien una zona bulliciosa en la que se ponen en juego registros muy diferentes. La propuesta es aprender la semántica del enemigo, porque muchas veces en ese terreno es donde uno consigue desarticular mecanismos excluyentes, como Bourdieu sostenía al hablar del capital lingüístico. Con la música, con la escritura, entendemos que hay una zona rica como para apostar a la apropiación de cosas diferentes”, consideró Sanjurjo. Y agregó: “Tengo que decir con orgullo que el arte y la cultura, como herramientas, transforman. Pero lo que salva realmente la vida es el amor. Porque si hay algo que es fundamental en los talleres es que son un espacio de amor y reconocimiento del otro. Abrazarse, cuando lo hace un cuerpo que está tan expuesto a una violencia sistemática, desde antes incluso de la experiencia del encierro, es sanador”.

Además de los talleres en cárceles, ELBA publica anualmente una revista con las poesías, crónicas, ensayos, fotos, letras de canciones y otros escritos producidos en esos encuentros.  “Creemos que la posibilidad de tener un medio de comunicación humilde, como este, genera una plataforma de materialización de sueños. Las personas que han escuchado de manera permanente y reiterativa, casi como si fuera el mito del eterno retorno, ‘vos sos la basura de la sociedad, sos una mierda`, terminan en un repliegue de los lazos de sociabilidad y del afecto. Y cuando uno puede soñar y construir una revista como esta, termina diciendo: ‘Mirá, mi vieja que lloró cuando me llevaron en cana, hoy llora de emoción porque conseguí en mi vida, por primera vez, algo que me hace bien”, expresó Sanjurjo.

Además de restituir la dimensión de humanidad que pretende eliminar el encierro, recuperando la palabra como un gesto político, ELBA considera que el segundo objetivo de la revista es disputar simbólicamente en la sociedad el estereotipo de preso como un monstruo: “Como bien decía Foucault, hay que dejar de ser objetos de información para pasar a ser sujetos de comunicación. Una de las consecuencias del encierro es el borramiento de la voz, y hay que recuperarla para poder contar de alguna manera las ilusiones, sueños, dolores, resignaciones y broncas. Hay que cuestionar el estereotipo del preso que no piensa, no siente, no crea, porque después es el mismo esquema que justifica la perpetración de los sistemas de exclusión, de la discriminación, de la marginación de aquellos que ya han cumplido su condena desde la perspectiva constitucional, desde la perspectiva penal. La revista permite decirle al mundo ‘no soy un monstruo, tengo derecho a otra vida”, exclamó Sanjurjo.

grupo reunido. ELBA

Además de los talleres en cárceles, ELBA publica anualmente una revista con las poesías, crónicas, ensayos, fotos, letras de canciones y otros escritos producidos en esos encuentros.

ALFAJORES POÉTICOS

El trabajo de estos ocho años ha dejado una enseñanza a los talleristas: hay que construir herramientas para la inclusión, no para la reinserción, o la readaptación. “Debe darse la posibilidad de un trabajo digno, de una vivienda digna, de ser depositarios y depositarias del amor. Y el proyecto de los alfajores poéticos es un gran desafío para nosotros porque significa dar un gran salto de calidad en nuestras propuestas vinculadas con la consolidación de espacios de trabajo: la inclusión de las personas privadas de libertad desde el trabajo digno, fuera de la mirada cosificante, pintoresca, zoológica, estetizante de la pobreza”, enfatizó El Chino Sanjurjo.

Una cajita con tres alfajores y un poema en su interior. Esa es la idea que la cooperativa ELBA está desarrollando para hacer frente a las dificultades laborales. “Conjugamos el trabajo que hacemos con amor en la cocina, el trabajo que hacemos con amor en los talleres. El sabor de la palabra y la palabra del sabor. El proyecto está pensado como una experiencia: no es solamente comprar un alfajor, sino también compartir la pasión por la palabra que nosotros y nosotras tenemos”, explicó Sanjurjo.  Además del Chino, que preside el proyecto, la cooperativa está formada por otros integrantes de ELBA –Matías y Eugenia Sanjurjo– y por personas que han recuperado su libertad: Miguel Galeano, Ana Nahamond, Silvina Prieto y Lidia Ríos. “Cuando compres un alfajor poético ELBA, además de probar el mejor alfajor del mundo  podrás disfrutar de la experiencia de saborear el lenguaje y conocer poetas que donan parte de su obra en forma inédita: Juano Villafañe, Carlos Juárez Aldazábal, Julián Axat y los pibes y pibas de nuestra organización, entre otros”, adelantó.

“En esta etapa el alfajor es la gran apuesta por generar trabajo, porque hoy lo que necesitamos es incluirnos desde el trabajo. Sin él no hay dignidad, no hay posibilidad de soñar con ninguna otra cosa que no sea cómo hacemos para llenar la olla, para poder afrontar el día a día”, reflexionó El Chino. Y agregó: “No solo está difícil conseguir laburo. En estos últimos meses, de los compañeros que trabajamos en los talleres echaron a cinco. Y bueno, uno se preocupa, porque vive con angustia. Muchas alternativas para un pibe que estuvo en cana no hay”.

Miguel Galeano estuvo detenido en Marcos Paz. Conseguir trabajo, cuando recuperó su libertad, fue y es uno de sus mayores problemas. “Estuve trabajando un año en blanco y me despidieron hace cinco meses. Ahora estoy buscando y nada. Fui a muchas entrevistas, pero nunca me llamaron. Debe ser por mi cara, por mi historia, no sé. Está difícil el tema del laburo y en mi casa me rompen un poco las bolas para que cobre un sueldo. Pero entienden, no quieren que vuelva a lo mismo”, contó el joven a ANCCOM en una de las reuniones que llevan a cabo en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini para terminar de poner a punto el proyecto. Ana Nahamond –que también ha recuperado su libertad– está transitando una situación similar y decidió emprender un proyecto personal: “Ahora estoy sin trabajo.  Estoy haciendo un emprendimiento gastronómico sobre pedidos, está complicada la cosa. Pero bueno, por lo menos me sirve para pucherear”.

“Yo volví de Alaska hace dos meses y pico, así que obviamente estoy sin trabajo,  sin nada”, dijo Silvina Prieto, ganadora del primer premio de Crónicas La Voluntad organizado por la Fundación Tomás Eloy Martínez, editorial Planeta y revista Anfibia por su crónica de no ficción que narra la convivencia junto a Giselle Rímolo en la Cárcel de Ezeiza. Silvina, que prefiere referirse a su pasado reciente como una estadía en Alaska, estuvo viviendo hasta la semana pasada en la casa del Chino, porque el consorcio no quería que viviera en casa de su madre, con quien Silvina quiere compartir su vida luego de tantos años de encierro. Finalmente, luego de algunos arreglos, pudo mudarse con ella.

La cooperativa de alfajores poéticos, para ellos, es la esperanza de salir adelante, de tener algo propio. Además, continúa con la sensación de pertenencia que pudieron recuperar con los talleres de ELBA a los que fueron cuando estaban en la cárcel y a los que continúan asistiendo ya recuperada su libertad. “En ellos encontrás tu mundo. Me sirvieron mucho a la hora de salir. Hace tres años y un poco más que estoy afuera, traté de ocupar mi tiempo, no dejé el curso de periodismo. Sigo yendo porque me gusta, y porque es como mi familia. En la cooperativa nos sentimos como hermanos”, contó Ana Nahamond. “Allá nuestro profesor del taller de literatura era el Chino. Primero es una excusa para salir del pabellón. Después, escribiendo, uno se da cuenta de que desahogas un montón. Me re gustaba escribir. Nos ayudó muchísimo, mirá donde estamos. Por lo menos estamos acá y no volando por ahí”, confesó Miguel. “No te permitiría otra cosa”, lo interrumpió Silvina Prieto. “No los quiero ver nunca más allá, en Alaska”, le advirtió.

Los alfajores poéticos, que saldrán a la venta próximamente, podrán conseguirse en centros culturales, clubes de barrio, o por pedido. “Tenemos una estructura de compromiso interesante y ya hemos articulado con algunas organizaciones. La gente de MECA, que nuclea espacios culturales y artísticos, se comprometió a darnos una mano y ofrecerlo a los centros culturales que están dentro de su red. También lo venderemos en algunos clubes de fútbol como San Telmo y Atlanta,  y en otros clubes más chiquitos o centros artísticos que por ahí no están necesariamente nucleados en MECA como el Centro Cultural de la Cooperación”, explicó Sanjurjo. Y concluyó: «Este proyecto nos tiene muy ilusionados e ilusionadas, porque tenemos la esperanza de que nos ayude en esta situación tan difícil que está atravesando el país, donde estamos viviendo cada vez con más preocupación”.

 

Actualizado 01/11/2016