Por Sol Cialdella
Fotografía: Camila Alonso Suarez

El Teatro del Pueblo, ubicado en Roque Sáenz Peña 943, es considerado un ícono por haber sido el primer teatro independiente. Lo fundó en 1930 el dramaturgo y periodista Leónidas Barletta, de cuyo nacimiento -este 30 de agosto- se cumplen 114 años. Su escenario fue un espacio de resistencia a los gobiernos dictatoriales y desde hace más de veinte años está dirigido por la Fundación Carlos Somigliana (SOMI), integrada por algunos de los más importantes autores nacionales.

SOMI tiene como director a Roberto “Tito” Cossa, autor teatral de la Generación del Nuevo Realismo. Hace pocos meses se socializó el conflicto: el colectivo que preside Cossa declaró la necesidad de irse a otro espacio, después de dos décadas en el edificio. El motivo desencadenante es el pedido de los dueños del inmueble, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC), de desarrollar una actividad teatral paralela. La noticia despertó temor en el público y en la comunidad artística.

ANCCOM pudo conversar con algunos “somiglianos” y con el director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, Juano Villafañe, como representante del IMFC.

Los SOMI

La Fundación Somigliana es una entidad sin fines de lucro, que nació en 1990. A lo largo de estos años se ha dedicado a la investigación del oficio del autor y a la divulgación de dramaturgos argentinos. Además de Cossa y Roberto Perinelli, que dirigió 24 años la Escuela de Arte Dramático y formó parte del ciclo inaugural de Teatro Abierto en 1981, hay otros miembros más jóvenes que integran el colectivo teatral, como Andrés Binetti, Mariela Asensio, Raúl Brambilla, Bernardo Carey, Marta Degracia, Héctor Oliboni, Patricia Suárez y Adriana Tursi.

El Teatro del Pueblo, ubicado en Roque Sáenz Peña 943, es considerado un ícono por haber sido el primer teatro independiente.

¿Cuándo comenzaron a trabajar con el IMFC?

Roberto Cossa: Fue en 1996. Ellos, que son el Banco Credicoop, compraron este edificio y lo reciclaron con ayuda nuestra. Nosotros pusimos la mitad del dinero y acordamos que todo lo que sea teatro, programación, elección de obras, dirección, etc. era tarea exclusivamente nuestra. El IMFC ocupaba el edificio para otras actividades, vinculadas a las ciencias sociales, los lunes, martes y miércoles; nosotros disponíamos de jueves, viernes, sábados y domingos para las obras. En ese momento firmamos un acuerdo, que hoy se ha convertido en precario, en vista de este conflicto. La relación era muy buena en un principio y se respetó. Pero el año pasado dijeron que ellos querían compartir las salas para hacer espectáculos.

¿Por qué se negaron?

R.C.: Porque la Fundación Somigliana tiene una identidad, estos maridajes, como el que buscan ellos, nunca han resultado. El teatro es muy difícil, es conflictivo.

¿Le parece que se correría el riesgo de convertir al Teatro del Pueblo en una suerte de ‘multiespacio’?

R.C.: Exacto y nosotros tenemos un proyecto, sólo hacemos autores nacionales y tenemos una ideología. Eso ha dado una identidad al teatro, nosotros no la queremos compartir. No es posible, ellos no son hombres de teatro.

¿Cuál es la razón del conflicto?

Roberto Perinelli: Quisieron inmiscuirse en nuestra programación y eso es muy desleal porque nosotros hicimos mucho esfuerzo, nunca cobramos un mango, incluso pusimos plata de nuestros bolsillos cuando hizo falta. Ahora que estamos en un buen momento, en vez de felicitarnos, le ven la veta de la rentabilidad y quieren aprovecharse, pero si uno lo piensa con racionalidad, es una racha pasajera, como todo en el teatro

¿Cuál es el objetivo de los Somi?

R.P.:Nunca pusimos un límite de estéticas, poéticas, edades o géneros. Nuestro proyecto persigue siempre hacer buen teatro.

La mirada del IMFC

Juano Villafañe, hijo del titiritero Javier, director artístico del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” desde 2001, no se concentra mucho en qué es lo que se había acordado históricamente, ni en el prácticamente nulo uso que el IMFC hizo en el edificio del Teatro del Pueblo en estos años.

¿Cuál es su posición en relación a este conflicto?

No pensamos en ningún momento diluir identidades, sino integrarlas y potenciarlas, es la suma de capitales simbólicos históricos, que al socializarlos, los potenciás desde sus propias identidades.

Su escenario fue un espacio de resistencia a los gobiernos dictatoriales y desde hace más de veinte años está dirigido por la Fundación SOMI.

¿Cómo sería la forma de trabajo?

Cuando vos tenés propiedades que te pertenencen, tratás de coparticiparlas. Nunca planteamos un problema de competencia, ni de absorciónde unos a otros. Todas las identidades se van construyendo, no son cosas estancas. La identidad es el compartir, el coparticipar. La idea sería coparticipar todo, respetando los días, espacios y luego ampliar el edificio y marchar en común, agregando esta impronta de tarea experimental e investigativa.

¿Por qué surge esta idea después de veinte años de convivencia?

Porque el Centro Cultural de la Cooperación fue creciendo de una manera tal, que nos obligó a pensar en esta propuesta. Nos parece una propuesta integradora, superadora, de respeto a las identidades, manteniendo lo que cada uno programaba. Planteamos la remodelación del edificio a nuevo y compartir una nueva programación e integrada también desde lo experimental, un teatro que se nutre de otras formas posibles que tienen las artes escénicas.

¿Qué piensa sobre la posible continuidad del Teatro del Pueblo en otra parte?

Por mí que haya mil teatros del pueblo, que florezcan mil flores. No hay un un propietario del Teatro del Pueblo. El teatro sigue en otro teatro, detrás de un sueño hay otro sueño. No termina conmigo la vida, no clausuro los acontecimientos, soy fundacional y multiplicador de acontecimientos, no actos de clausura. Que haya mil teatros del pueblo, es una tradición cooperativa, participativa.

¿Por qué le parece que se negaron los SOMI?

No sé, yo pensaba que una remodelación teatral del espacio edilicio iba a ser un atractivo para compartirlo. Ellos también tenían la idea de hacer una remodelación, eso fue coincidente y ya tenían un diseño realizado. Ellos sí tienen una inversión propia que hicieron con el tiempo, tienen equipos propios, etc. Pero nosotros no queremos vender, si el IMFC compró ese edificio, fue para usarlo.

Un poco de historia

Para Tito Cossa, Barletta, el fundador del espacio, era un “antifascista genético” y “si bien en sus últimos años se había quedado haciendo un teatro antiguo para la época, como escritor era un verdadero talentoso”. En 1943, luego de pasar por varios lugares, Barletta alquiló el edificio y, cuando Perón creó el régimen de propiedad horizontal, lo compró. Al morir, su mujer lo mantuvo abierto con dos actrices del elenco, pero no como teatro, sino como centro de exposiciones plásticas. Perinelli cuenta que estaban ahogadas económicamente. En 1986, una gestión que encabezaba Raúl Serrano convocó a dramaturgos para recuperar el teatro. Sin embargo, la viuda no daba el nombre y por eso en 1987, cuando se instalaron en el edificio, decidieron ponerle Teatro de la Campana, en honor a Barletta, a quien se lo recuerda en el Bajo y en la avenida Corrientes, agitando una campaña, expresando a viva voz: “Asista al teatro esta noche”. El proyecto, con estas características, funcionó muy poco tiempo y con discontinuidad, hasta que se desintegró. Perinelli explica: “En 1996 el IMFC pactó con la viuda pagarle un salario mensual de por vida y la propiedad pasó a ser de ellos. En ese contexto nos llamaron para dirigir el teatro, pero dijimos: ‘Hay que hacerlo realmente un teatro’”.

¿Cómo se llevó a cabo este trato?

R.P.: Quien intercedió y daba confianza a esto fue el diputado comunista Floreal Gorini. Fue así como pusimos 150.000 dólares, la mitad de lo que costó el proyecto de reforma para hacerlo un verdadero teatro.

Para Tito Cossa, Barletta, el fundador del espacio, era un “antifascista genético”.

 

¿Estarían en condiciones económicas de comprar el inmueble?

RC: No tenemos la plata, pero podríamos haber obtenido ayuda del Estado y el Instituto podría haber sido tolerante con los pagos, pero no quisieron bajo ningún caso. Actualmente el subsidio que ayuda a mantener la sala es el de Proteatro y el del Instituto Nacional del Teatro. Ante esta circunstancia, el 31 de diciembre de 2017 deberemos dejar el espacio. La pérdida de este edificio es invaluable, no solo por su excelente ubicación, sobre la diagonal Roque Sáenz Peña, su tamaño y el dinero invertido en tantos años en el mantenimiento de las salas, sino también por ser un símbolo del teatro independiente, con un funcionamiento de más de 20 años ininterrumpidos.

“El teatro del Pueblo no puede desaparecer”

La comisión que conduce el teatro manifiesta en un comunicado, a través de su sitio web: “El Teatro del Pueblo no puede desaparecer. Nos hemos propuesto seguir adelante. Refundar el Teatro del Pueblo, cuyo nombre nos pertenece, allí donde podamos, allí donde nos den las fuerzas. Se apela a todos, inclusive a los espectadores, antes del comienzo de cada obra, con la frase: “Si usted conoce algún lugar que pueda ser convertido en teatro, por favor díganos”. Algunas ofertas han llegado, pero nada seguro, hasta el momento.

Cuando se realizó esta nota, todos los integrantes de SOMI estaban reunidos en el encuentro semanal que tienen los jueves desde hace años. Cossa contó que por medio de una votación, decidieron que fuera él quien saliera de la reunión para hablar de este tema con ANCCOM. Adelanta que tiene una idea, pero que aún no ha llegado a conversarla con nadie en la reunión. Y remata: “El Teatro del Pueblo es un ícono, no puede desaparecer, como no puede desaparecer el Café Tortorni”.

Roberto Perinelli, en la misma sintonía que Tito Cossa, dice: “Este teatro tiene que seguir porque tenemos que continuar con nuestro proyecto, que es estrenar obras de autores argentinos. El teatro independiente está en su mejor momento, por eso a mí me duele mucho este tema, el tarifazo, por ejemplo, porque puede lesionar un proyecto artístico que está en franco reconocimiento y afirmación”.

¿Cómo ve el futuro del teatro independiente, ante las políticas de ajuste?

R.C.: Creo que va a haber cierres, la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI) ya está hablando de esto. Nosotros pasamos de $1.500 de luz a $7.500. Todavía falta ver cuánto nos viene de agua, gas no tenemos, por suerte.

R.P.: Muy complicado porque no podemos trasladar el precio a las entradas. Diría más, el teatro independiente tiene que ponerse a pensar si no tiene que rebajar el precio.

¿Cómo están enfrentando esta realidad?

R.C.: Tenemos una suerte muy grande, contamos con el éxito de Terrenal, la obra de Mauricio Kartun, que llena cuatro funciones por semana, algo que pocos teatros consiguen. Así que por ahora hemos podido ahorrar un poco.

R.P.: Nosotros hemos tenido temporadas anteriores donde pusimos plata de nuestro bolsillo para pagar una tarifa racional de luz, ahora no nos es fácil pagar esta irracionalidad.
Actualizada 30/08/2016