Mauricio Macri, presidente electo

Mauricio Macri, presidente electo

Mauricio Macri es el nuevo presidente de la Nación. El representante de la Alianza Cambiemos obtuvo el 51,4% de los votos frente al 48,6%  que eligió a Daniel Scioli, del Frente para la Victoria. Luego de doce años de gobiernos kirchneristas, el próximo 10 de diciembre asumirá por primera vez el país el representante de una fuerza de derecha que llegará a la Casa Rosada a través de elecciones democráticas. Será también, en la historia política moderna, el primer mandatario que no es radical ni peronista y el primero egresado de una universidad privada. Encuentra a un país con un notable equilibrio de fuerzas: no contará con mayoría en las cámaras legislativas, casi todas las provincias quedarán en manos de su oposición, aunque su puñado de gobernadores tendrá a cargo al 78% de la población. Y, como finalizó evidenciado en el primer balotaje presidencial, el electorado quedó dividido en partes casi iguales. Sobre 25 millones de votos, la diferencia fue apenas de 705.000 sufragios.

“Tendría que agradecerle a tantos, porque hace más de diez años que venimos soñando con contribuir”, comenzó su discurso Mauricio Macri.

“Tendría que agradecerle a tantos, porque hace más de diez años que venimos soñando con contribuir”  dijo el presidente electo Mauricio Macri, luego de ser presentado por la nueva vicepresidenta, Gabriela Michetti, ante una multitud que venía generando un clima de fiesta en Costa Salguero desde temprano. Casi la mitad de sus palabras fueron dedicadas a agradecerle a todas las personas que lo acompañaron en su camino a la Casa Rosada, con Lilita Carrió y Ernesto Sanz encabezando la lista, seguidos por “mi querida Gabi”, refiriéndose a su compañera de fórmula, a María Eugenia Vidal, sus hermanos, esposa e hijos, sus padres -por “darme tantas oportunidades”-, sus amigos, y hasta Anita, ex secretaria de su papá Franco y actual suya.

El nuevo presidente de Argentina se encargó de remarcar que “hoy es un día histórico, un cambio de época. Yo les dije que si ustedes creían iba a ser maravilloso”. Pidió que todos se sumen al cambio, aún quienes no lo votaron, y apeló a evitar el “revanchismo”. Luego les habló a todos aquellos que le abrieron las puertas de sus casas y permitieron que “vea el mundo a través de sus ojos”. Especuló con que ahora se estarían preguntando “¿Será verdad que con nuestro voto vamos a cambiar la historia?” Él mismo se apresuró a responder: “Sí, es la verdad, lo hicimos.”

Por último, apenas pasadas las 22 y con Tan Biónica como banda de sonido, pidió una “agenda de cooperación” para impulsar todo lo que el pueblo argentino tiene para aportarle al mundo.

Minutos antes de esto, había hablado una triunfante Gabriela Michetti, encargada de abrir la palabra victoriosa: “Vamos a trabajar fervientemente, duramente, con alegría y esfuerzo también, para que todos podamos vivir mejor. Sé que hoy hay muchos hogares de la Argentina que están festejando, pero también sé que probablemente haya muchos en los que la gente esté preocupada y con sensaciones de temor. Yo le quiero decir a ellos, que especialmente para ustedes vamos a trabajar.” Y remató: “Lo que más necesitamos es paz, lo que más necesitamos es amor.”

“Lo que más necesitamos es paz, lo que más necesitamos es amor», remató Mauricio Macri.

En el búnker de Cambiemos, ubicado en la Costanera, el clima del primer balotaje de la historia política del país ya se constituía como triunfalista desde el inicio de la jornada: al ingresar al complejo Costa Salguero todo indicaba que se estaba asistiendo más a una fiesta que al centro de campaña de un candidato presidencial. Desde las 17, cuando ANCCOM se hizo presente en el lugar, ya sonaba música de festejo, de a ratos se encendían las cámaras de canales de noticias para transmitir en vivo y la gente corría desde cualquier punto en que se encontraran del recinto para agolparse y mostrarse en la pantalla sonriente y confiada.

A las 18, comenzaron a aparecer en las pantallas gigantes instaladas en el lugar letras gigantescas que aseveraban “Argentina ya eligió Presidente”, momento que se sincronizó con una nueva transmisión en vivo de las cámaras y el revuelo de todos los presentes.

Unos 15 minutos después tuvieron lugar las primeras declaraciones en el escenario montado en el centro del búnker, con una gran pantalla de fondo y globos celestes y blancos suspendidos en lo alto. Marcos Peña, jefe de campaña, subió a la plataforma y agradeció a los fiscales por su compromiso con el escrutinio “hasta el último voto”.

“La democracia argentina recuperó equilibrio y a la noche sabremos si habrá alternancia,” afirmó Ernesto Sanz.

El segundo en tomar la palabra, ante el canto envalentonado de los presentes, fue Ernesto Sanz, ex candidato a la presidencia por la UCR y posible Ministro de Justicia por Cambiemos, quien celebró la fiesta de la democracia que se vivió durante la jornada electoral: “La democracia argentina recuperó equilibrio y a la noche sabremos si habrá alternancia.”

Apenas pasadas las 19:30, cuando ya habían circulado desde temprano varias bocas de urna no oficiales que daban a Cambiemos como ganador, se asomó al escenario Alfredo Cornejo, dirigente radical y electo gobernador de Mendoza. Abrió la segunda tanda de declaraciones agradeciendo en nombre de la provincia que representa a los ciudadanos que se animaron a cambiar: “Nos merecíamos una democracia con alternancia, no una de un solo color que hacía lo que quería con los argentinos. Hemos dado un gran paso eligiendo a Mauricio Macri como Presidente de los argentinos.”

Lo siguió, tras una ovación, la reciente electa gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal: “¡Qué alegría! ¡Cómo millones nos volvimos a encontrar en las urnas y nos estamos abrazando con esperanza!”. Vidal agradeció a los fiscales por estar desde temprano contando los votos, remarcó lo histórica e inolvidable que esta noche resultaría, e invitó a los presentes a esperar con paz los resultados oficiales, como ya había hecho durante la primera vuelta: “Venimos bien, venimos muy bien.”

Los asistentes cantaban: “Oh le le, oh la la, Mauricio Presidente, Horacio en la ciudad”.

Después de algunas palabras de Gerardo Morales, electo gobernador de Jujuy por Cambiemos, habló el jefe de Gobierno electo por la Ciudad de Buenos Aires:  “Queremos vivir en paz y recuperar la unión del pueblo argentino”.” Mientras tanto, los asistentes ya cantaban: “Oh le le, oh la la, Mauricio Presidente, Horacio en la ciudad”.

A las 20:30 el búnker ya estaba completamente lleno, y al canto de “se siente, se siente, Mauricio Presidente” las pantallas iban mostrando los resultados parciales en cada una de las provincias, ante los festejos y abucheos de la multitud, dependiendo el resultado. Los primeros cómputos, poco representativos del resultado final, estiraban la ventaja a nueve puntos y ayudaban a exaltar a la concurrencia.

Ya desde la mañana, cuando Mauricio Macri se presentó a votar en la Escuela N° 16 de porteño barrio de Palermo, se mostró muy confiado y contó que el resto del día iba a estar muy relajado, con planes de ir a jugar al fútbol y comer en su casa con su familia y amigos, entre los cuales se incluía a Elisa “Lilita” Carrió, líder de la Coalición Cívica y diputada por Cambiemos. Mientras colocó el voto en la urna se mostró sonriente y confiado: “Comienza una nueva etapa en la Argentina”.

En el bunker de Costa Salguero, las pantallas mostraron en reiteradas oportunidades el discurso del cierre de campaña de apenas 11 minutos que Macri había dado el pasado jueves 19 al pie de la Quebrada de Humahuaca, frente al monumento de los Héroes de la Independencia, en el que adelantaba: “Confío en cada uno de ustedes y necesito que ustedes también confíen en ustedes y su capacidad (…) eso nos va a llevar a esa Argentina inmensa con oportunidades de trabajo y pobr… progreso para todos.”

Mauricio Macri concluyó la nocha al grito de “¡Cambiemos! ¡Cambiemos! ¡Cambiemos!”

El pequeño furcio entre las palabras “pobreza” y “progreso” se había dado en uno de los picos más emblemáticos del discurso que efectuó el por entonces candidato del PRO frente a unas 15.000 personas en Jujuy, y fue luego comentado en los medios e infinitas publicaciones en las redes sociales. También, haciendo alusión al monumento que lo observaba, mencionó la posibilidad de que todos pueden ser “héroes de la Independencia”, refiriéndose a la posibilidad de convertirse en los protagonistas de la historia: “Llegó una etapa en la Argentina en que necesitamos más escuchar que hablar, trabajar juntos, decir que esto es posible.” Y concluyó: “Se acabó la hora de las banderas que nos ponen de un lado o del otro, ahora es todos juntos trabajando por esta Argentina que soñamos.”

Tanto en aquella ocasión como ante el reciente triunfo, sin mencionar muchas propuestas concretas más que expresiones de deseo como “pobreza cero” o la necesidad de “combatir y echar al narcotráfico del país”, cerró sus palabras con una suerte de mantra estilo PRO, al grito de “Cambiemos Argentina. Los quiero, los amo, vamos todos juntos.” Hoy, ya Presidente, concluyó nuevamente gritando desaforado: “¡Cambiemos! ¡Cambiemos! ¡Cambiemos!”

También cambió la fiesta

También cambió la fiesta

Cambió el signo político del país y también cambiaron los símbolos de los festejos. Los simpatizantes de la coalición triunfante Cambiemos celebraron en el Obelisco, un espacio más asociado a los festejos deportivos que políticos. La tradicional Plaza de Mayo siguió en manos de los militantes del Frente para la Victoria, que a pesar de la derrota decidieron salir a la calle, lo que tal vez sea una señal hacia el futuro: salir a la calle para cuidar las conquistas sociales de los últimos doce años.

En el Obelisco no había banderas partidarias ni de organizaciones sociales ni de agrupaciones sindicales. Tampoco hubo referencia a dirigentes históricos de la Nación en estandartes ni remeras. Solo se agitaban banderas argentinas, el paisaje sintonizaba con una fuerza política casi sin pasado, con apenas una década de vida. Ni siquiera hubo banderas amarillas, identitarias del PRO, la agrupación creada por el nuevo presidente, Mauricio Macri. Mucho menos estandartes de la histórica Unión Cívica Radical, el partido que le brindó la estructura territorial nacional de la que el macrismo carecía.

Desde las 20, cientos de macristas comenzaron a ocupar una parte de la avenida Corrientes, a la altura de la 9 de Julio. Se mostraban esperanzados, hacían flamear sus banderas argentinas y agitaban globos celestes y blancos, otro nuevo instrumento del marketing electoral.

Agitando su pandereta y emocionada, Verónica celebraba junto a su marido. Al momento de responder por qué había escogido al candidato de la oposición, expresó con seguridad: “Es la única persona en la que creo, lo voté desde el primer momento, es una persona confiable rodeada de un equipazo, se viene otro país. Para el futuro vislumbro transparencia, independencia de las instituciones, legalidad y orden”. Por su parte, Ezequiel de 23 años, con peluca de colores y envuelto en una bandera argentina, expresaba su creencia en que desde de aquí en más la zona sur de Buenos Aires podría llegar a mejorar. Gabriela, mientras mantenía la Whipala en alza, manifestaba: “Voté a Macri porque soy peronista, no soy kirchnerista. Tengo la esperanza de que se construya sobre lo que se hizo bien y que se cambie lo que está mal. Yo soy del Chaco y veo morir a los Pueblos Originarios. Es terrible”.

Fuegos artificiales, bengalas de humo, y el cántico del Himno Nacional formaban parte de la escenografía y la música ambiental en las inmediaciones de la 9 de julio. La policía se hacía notar con siete combis, estacionadas a un lado de la ancha avenida donde se cruzaban entusiastas del cambio y  peatones que hubiera preferido la continuidad.

A un costado, un joven remisero, que estaba con su mujer y su beba, intentaba explicar que él “no estaba a favor ni de uno ni de otro”, pero que tenía “miedo de que se venda lo que se fue consiguiendo durante estos años”. Como remate y en relación a los gobiernos kirchneristas, decía: “Gracias a ellos hoy no estamos como en el 2001”, haciendo alusión a la grave crisis financiera y económica que atravesó nuestro país en aquellos años.

Las gigantescas pantallas LED ubicadas en la esquina más importante de la Ciudad mostraban las imágenes de quien, según la tendencia de los números, ya se posicionaba firmemente como próximo Jefe de Estado bailando al ritmo de su banda favorita, Tan Biónica, junto a su esposa Juliana Awada y su hija Antonia. Mientras tanto, los simpatizantes macristas vociferaban: “¿A dónde están los que decían que nos iban a ganar?” y gritaban “¡Sí, se puede!”, en consonancia con lo que la gobernadora bonaerense recientemente electa, María Eugenia Vidal, había clamado desde temprano en su aparición desde el búnker de Cambiemos, ubicado en Costa Salguero. Por momentos, el hit era: “Y ya lo ve, para Cristina que lo mira por TV”.

Una caravana de camiones transportaba la leyenda “Gracias. Ahora más juntos que nunca”. Como ningún dirigente se hizo presente y las imágenes proyectadas con lo que ocurría en Costa Salguero no tenían audio, muchos asistentes seguían atentamente las transmisiones televisivas con auriculares, desde sus smartphones.

A medida que el recuento de votos confirmaba el triunfo de Mauricio Macri, una nueva tanda de manifestantes se acercaba, esta vez en automóviles, Se armó una larga caravana que hacía un rodeo al Obelisco y saludaba a la gente que desde más temprano se había congregado allí. Como los tempraneros agitaban banderas argentinas y globos. Le sumaban bocinazos, que reemplazaron a los tradicionales bombos de la política argentina. La revolución de la alegría -como la bautizó Macri- tenía cierto aire mundialero.

 

 

Macri, la esperanza del establishment para volver a la Rosada

Macri, la esperanza del establishment para volver a la Rosada

Algunos minutos pasaron de las nueve de la noche en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Más de 172 mil tuits corren con el hashtag #ArgentinaDebate y sincronizan a casi toda una sociedad en una misma trama excitante: el primer debate presidencial para definir un balotaje en la historia argentina. La cámara enfoca en un plano medio corto a quien será el protagonista de la escena en los próximos dos minutos: Mauricio Macri tiene la palabra. De traje pero sin corbata (tampoco eligió la escarapela), el candidato a presidente de Cambiemos le habla a ése que está del otro lado de la pantalla mientras termina el fin de semana en familia y se prepara para ir a trabajar al otro día. Para el ciudadano común, una propuesta clara: “Nuestro único objetivo es trabajar todos los días para que vos vivas un poco mejor”.

Mauricio Macri podría ser el próximo presidente de la Argentina, “el presidente del cambio”, como él mismo se reconoce. Un político que en la retórica se muestra como sin ideología: él viene a solucionar los problemas de la gente. Un hombre de familia, que disfruta la vuelta a su casa para pasar tiempo con su esposa Juliana y su hija Antonia. Un líder fogoneado como “carismático” que logró armonizar en un partido heterogéneo intereses peronistas, radicales, empresarios, conservadores y de diversas ONG. Un pragmático especialista en el armado de equipos, que hizo de su cualidad de manager un valor político fundamental. Un empresario formado en la derecha ortodoxa y en el más extremo liberalismo conservador. Y el heredero de uno de los grupos económicos más grande del país.

Pero Macri no siempre denotó Mauricio. Macri fue por mucho tiempo Franco, el hombre-emblema de la patria contratista, un inmigrante italiano que se hizo rico en la Argentina vinculándose con el Estado a través de los gobiernos democráticos y militares de las últimas cuatro décadas.

Mauricio Macri, el mayor de cinco hermanos, nació y su destino ya estaba escrito: ser el heredero del imperio económico y financiero de su padre. Mauricio debía ser el delfín; pero su deseo fue otro. Desafió el mandato paterno, abandonó el mundo empresario y se fue a Boca. La popularidad que alcanzó con la presidencia del club xeneize fue el trampolín que necesitó para finalmente meterse en la política.

Un político que en la retórica se muestra como sin ideología: él viene a solucionar los problemas de la gente. También, el heredero de uno de los grupos económicos más grande del país.

La educación de Mauricio y sus primeras socializaciones fueron en el exclusivo Colegio Cardenal Newman, un símbolo de elitismo en la Argentina y “una entidad famosamente endogámica” –definió una vez uno de sus egresados, Juan Forn-. En la escuela católica ubicada en San Isidro se promovían los valores de la solidaridad y el compañerismo sin convocar a la política ni a las ideologías. Una idea de trabajar en equipo que se reforzaba con el rugby, junto con el golf, los deportes por antonomasia del colegio que Mauricio practicaba. Pero la verdadera pasión de Mauricio estaba en el fútbol y en un club: Boca Juniors, donde soñaba jugar como número 9.

“En la etapa de juventud de Mauricio tiene, por un lado, la influencia del padre que tiene este anhelo de ascenso social y lo quiere convertir en un gran líder comercial, industrial. Pero desde el punto de vista ideológico es mayor la influencia de los Blanco Villegas, la familia materna”, describe el historiador y ensayista Norberto Galasso desde su escritorio lleno de papeles, rodeado de bibliotecas y cuadros peronistas.  

Mauricio se fue relacionando con el mundo del conservadurismo liberal y la aristocracia. A través de su tío, Jorge Blanco Villegas, Mauricio ingresó al Instituto de Economía Social de Mercado de la Unión de Centro Democrático (UCeDé) donde recibió las clases de economía y política de uno de los preparadores de la doctrina neoliberal: el capitán ingeniero Álvaro Alsogaray, quien fuera funcionario de las dictaduras de Aramburu y Onganía, ministro del gobierno de Arturo  Frondizi y máximo asesor de Carlos Menem.

La Argentina de aquel momento, plena dictadura, se encontraba en lo que Eduardo Basualdo denominó como “la etapa fundacional del conservadurismo en la Argentina”, una época en la que la derecha se dedicó metódicamente a formar cuadros dirigentes. Para Gabriel Vommaro, doctor en sociología por la École des Hautes Études en Scienes Sociales y uno de los autores de Mundo Pro, la idea de formar parte de una clase dirigente nunca fue del todo ajena para un hombre como Macri, que había sido educado y socializado para formar parte de la elite económica del país.

Pero el arte de la negociación requería para Franco Macri un entrenamiento aún más estricto sobre su hijo. Gabriela Cerruti relata en su libro El Pibe que Mauricio incluso se quedó muchas veces sin vacaciones familiares: desde adolescente acompañaba a su papá a las reuniones con empresarios y políticos, en los viajes de negocios y hasta  leía los acuerdos y contratos que se firmaban.  En su formación empresaria también fueron claves las influencias intelectuales de Jorge Haiek y Ricardo Zinn, el artífice intelectual del Rodrigazo -tal como se conoció a la máxima devaluación de la moneda nacional: 150 por ciento en un día- y un activo impulsor del golpe de Estado de 1976.

Por la década del ’80, Mauricio Macri se recibía de ingeniero civil en la Universidad Católica Argentina (UCA). Se había casado muy joven a los 23 años con Ivonne Bordeu, con quien tuvo tres hijos: Agustina, Jimena y Francisco. Después se casaría con la modelo Isabel Menditeguy. Y, finalmente, con Juliana Awada, su actual esposa.

En el mundo empresarial, Macri escuchaba siempre el mismo consejo de su padre: “Ser siempre oficialista”. Empezó como analista junior hasta llegar a la presidencia de las empresas del Grupo Macri, el holding familiar que pasó de ostentar siete empresas en 1973 a contar con 47 una vez finalizada la dictadura militar. Fue uno de los principales grupos económicos del país que estatizó –con Domingo Cavallo- sus deudas privadas de 180 millones de dólares. SOCMA financió con varios millones de dólares la campaña de Carlos Menem como forma de asegurarse el poder y sus intereses. Mauricio, más tarde, se definiría: “No soy peronista, soy hipermenemista”. Apostaba a la continuidad de las reglas económicas de su gobierno.

En el mundo empresarial, Macri escuchaba siempre el mismo consejo de su padre: “Ser siempre oficialista”.

En la madrugada del 24 de agosto de 1991 Mauricio Macri fue secuestrado en la puerta de su casa de Barrio Parque por la “Banda de los Comisarios”. Lo golpearon, lo encerraron en un féretro, lo cargaron en el baúl de una combi blanca y lo llevaron hasta su lugar de cautiverio, en el barrio de San Cristóbal. Después de trece días de torturas psicológicas, con un rescate de entre 6 y 20 millones de dólares, y la repartición de mercaderías en barrios populares exigida por los secuestradores como parte de la negociación, Macri fue finalmente liberado en la zona del Bajo Flores. Aquella experiencia traumática lo marcaría para siempre en lo personal y lo convertiría en un nuevo personaje público de las revistas y los programas de televisión. La presidencia en Boca no tardaría en llegar.

Hacia 1995, la relación entre Franco y Mauricio Macri –que osciló siempre entre la exigencia y la descalificación- se volvió más conflictiva. Según Mundo Pro, Mauricio falló en negociaciones clave para las empresas del Grupo SOCMA, como la licitación perdida en Obras Sanitarias o el fracaso en la renovación del contrato con FIAT Italia. Recibió, además, varias denuncias en su contra, entre ellas por un soborno de 50 mil dólares a concejales para la extensión del acuerdo de MANLIBA.  

Las frustraciones en el mundo empresarial se combinaron con el agotamiento frente a las constantes presiones de su padre. Mauricio decidió alejarse del holding para construir su camino. Gabriela Cerruti en El Pibe –la biografía no autorizada de Mauricio Macri-  lo cita: “(Mi viejo) no me iba a dejar hacer nada. ‘Yo me voy a Boca’, dije. Ahí no se podía meter…” En ese momento conquistó un sueño fanático juvenil: en diciembre de 1995 ganó la presidencia en Boca Juniors. Para Vommaro, “Macri decide competir por la presidencia de Boca claramente como inicio de una carrera política hacia algo”; en los años ’90, explica, ya era habitual el ingreso de todo tipo de outsiders a la política.

Con una retórica que más tarde sostendría en las candidaturas como jefe de gobierno de la ciudad, Macri se presentaba como “el modernizador del fútbol”. Cuenta Vommaro: “Atrás estaban los que gobernaban mal y eran ineficientes, Macri era el gran empresario, alegre, de perfil político bajo que vendría a gestionar con los mejores”. Acompañado por cuadros del mundo empresario y sus colaboradores de SOCMA, Macri gestionó a Boca en buena parte como una empresa: “Los jugadores son activos que se ponen en bolsa, la imagen del club se comercializa, aparecen todas las franquicias, el merchandising, es decir, toda las herramientas del marketing y de la cultura empresaria”, describe Vommaro. Una lógica empresarial que se pudo apreciar en la propia infraestructura del estadio: la construcción de palcos VIP redujo notablemente la capacidad del estadio para los hinchas. Boca tenía un superávit cuando Macri ocupó la presidencia. Su gestión dejó una deuda millonaria en el club, una constante que se repetiría más tarde en la ciudad.  

Durante los doce que estuvo como dirigente del club, Boca le dio a Macri visibilidad pública y un anclaje popular en tiempos de éxitos deportivos de la mano de Carlos Bianchi, al mismo tiempo que le permitió tejer alianzas y conseguir apoyos políticos de importancia.

Macri era un outsider que se metía en política –como describe Mundo Pro-. Francisco de Narváez lo invitó a sumarse a “Creer y crecer”, una fundación que nació al calor de la crisis del 2001. En un contexto de descomposición del régimen político y de “que se vayan todos”, la nueva fuerza aglutinaba en su mayoría a expertos y profesionales de distintas orientaciones ideológicas -primando los economistas ortodoxos y los técnicos conservadores- orientados a definir ideas para las políticas públicas “desde la eficiencia y la gestión”.  Para ese entonces, Macri era una figura política no partidaria, joven, que sabía gestionar a partir de su experiencia en el mundo empresarial y en la dirigencia de un club de fútbol presentado como exitoso en términos deportivos y administrativos.

Las diferencias de objetivos lo separaron de De Narváez, que se orientaba, más bien, por jugar en la interna peronista y a nivel nacional. “Macri buscó formar un partido local como primer paso a una carrera nacional y a fundar su propia fuerza política –contextualiza Vommaro-. Eso implicó crear un pequeño partido, que fue Compromiso para el Cambio, aliándose con pedazos del peronismo, del radicalismo, de la derecha y estos nuevos políticos del mundo de la empresa y las ONG.” Así, fue disputando la hegemonía de la centroderecha y ganando espacios en competencia con Patricia Bullrich y Ricardo López Murphy.

En 2003 la fórmula Macri-Rodríguez Larreta perdió las elecciones por el gobierno de la ciudad contra la de Ibarra-Telerman. A partir de una alianza con López Murphy que se llamó Propuesta Republicana, más conocida como PRO, en 2005 llegó al Congreso Nacional como diputado. En su paso por el Parlamento primaron las ausencias: de las 321 votaciones durante el 2006, Macri faltó a 277.

Eso no le impidió ir quedándose con los mejores cuadros políticos del PRO, al mismo tiempo que lograba la implantación nacional que le dio presencia en casi todo el país. De a poco fue superando la imagen frívola de niño rico y malcriado. Desprenderse de aquel significante costó algunos travestismos: “Jaime Durán Barba jugó en ese sentido un rol clave con su dimensión de mercadotecnia -explica Vommaro-. Entre 2003 y 2005 se da esa mutación: de Macri a Mauricio. Él tenía un techo vinculado a su imagen de empresario frío, gestionador, amigo de los ricos. Para romper con eso tuvo que construir su dimensión humana: empezar a trabajar la cercanía, el contacto físico. Esa mutación  supuso también cambiar de pareja para jefe de gobierno”. En 2007, acaso en busca de un aura más humana, lo acompañaría en la candidatura Gabriela Michetti. Junto a ella compuso la fórmula porteña ganadora del PRO.

“Como jefe de gobierno de la ciudad, Macri tuvo que adaptarse a las reglas de determinado mundo de la política y aprender otra lógica con otros actores sociales”, sostiene el periodista de Página/12 Werner Pertot. Como político, Macri se tuvo que construir. Antipático y despectivo con los demás, “aprendió a hablar y a sonreír”, relatan los autores de Mundo Pro. Pertot –que cubre desde hace 10 años el PRO para Página/12– lo explica así: “Hay una evolución del candidato que es producto de los años que tiene como dirigente político, pero también de una actividad buscada: clases de actuación y de oratoria, coaching político, media-coaching, etc. Fue un trabajo que supongo costó mucho tiempo y dinero”.

De empresario medular a dirigente deportivo, y de ahí a candidato presidencial. Mauricio Macri lleva recorrido un largo camino de mutaciones -¿y travestismos?- ideológicas, discursivas y hasta estéticas. Se sacó el bigote, que llevaba con él más de 20 años, y de a poco fue escenificando cierta sensibilidad social. Sus declaraciones sobre meter presos a los cartoneros que se robaban la basura de la Ciudad –que daban cuenta de una profunda ignorancia sobre la emergencia social-, se transformaron en historias de timbreos en las casas de los vecinos, como la de María Marta de Florencio Varela o la de Juana de Escobar. La proximidad se volvió un valor fundamental en sus discursos: anécdotas emotivas con “personajes estereotipados que le cuentan historias que se complementan con moralejas ajustadas para cada ocasión”, relatan los autores de Mundo Pro. Un recurso del que Macri llegó incluso a abusar hasta caer en la más patética de las perfomances, como con la historia de “María” y “Cacho”, que Macri repitió hasta el hartazgo para hablar de la inseguridad, en contextos diferentes, hasta con un año de diferencia.  Otras veces, la autenticidad le ganó al cálculo, como cuando anticipó que con él se acabaría “el curro de los derechos humanos”, o como cuando opinó sobre la homosexualidad como “una enfermedad”, o cuando expresó espontáneamente que “a todas las mujeres les gusta que les digan ‘qué lindo culo que tenés’”, en plena movilización contra el acoso callejero.

Algunos transformismos persisten incluso en la actualidad: ahí está la flamante peronización de su discurso, extremado hasta su materialización en el monumento a Perón. ¡Que se rompa, pero que no se doble! –dice la vieja frase que inmortalizó Alem en su testamento político-. “La flexibilidad, la versatilidad, son vistas como una virtud en el mundo empresarial, pero en la política son una falta de coherencia”, sostiene Werner Pertot.

Con el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad, el discurso de Macri fue el de un candidato presidencial en busca de votos. Reivindicó políticas que antes criticaba: reconoció la Asignación Universal por Hijo como un derecho y aseguró que mantendría las estatizaciones de Aerolíneas Argentinas e YPF. Estas últimas declaraciones fueron una gran sorpresa hasta para su propio público que, cuando empezó a escucharlo hablar sobre el tema, confundido y todavía con el libreto viejo, gritó: “¡¡Noooo!!” Anoticiados de la nueva orientación, sus partidarios ahora también defienden a estas empresas estatales.

Reivindicó políticas que antes criticaba: reconoció la Asignación Universal por Hijo como un derecho y aseguró que mantendría las estatizaciones de Aerolíneas Argentinas e YPF. Estas últimas declaraciones fueron una gran sorpresa hasta para su propio público que, cuando empezó a escucharlo hablar sobre el tema, confundido y todavía con el libreto viejo, gritó: ¡¡Noooo!!

“Cuando hizo ese giro en su discurso pensé que era inverosímil –dice Vommaro-. Pero la verosimilitud no es sólo una condición del sujeto: también se vincula con el contexto. Macri es un político de centroderecha que tiene claro que para construir un partido competitivo no puede tener un discurso ideológico de centroderecha, porque ese electorado no alcanza para ganar”.

Para Galasso, “Macri no tiene una posición clara de por qué hay que estatizar Aerolíneas Argentinas, o YPF. Es un administrador, no tiene un programa político: la política para él es gestión”.  Su ascenso como líder político, asevera Galasso, está relacionado con una crisis general de los partidos.

Vommaro explica que esta identificación con la antipolítica se vincula con la intención de borrar las aristas de derecha, pero además es funcional para la conexión y captación de un electorado no politizado y desinformado. Y la forma de lograrlo es a través de los sentimientos y emociones. “A unos les habla con el corazón y a otros con el bolsillo –dice Vommaro-. Pero les habla a los dos, segmenta su discurso como toda propuesta que busca ser masiva”.

Macri plantea un tipo de política que se ubica en las antípodas del populismo: una política no conflictiva, de consenso, que tiene su correlato en una nueva categoría sin la carga política clásica del peronismo. Es que Macri no le habla al pueblo, le habla al vecino. Y vecinos somos todos. “Se presenta como ‘gente como uno’, tiene esa cosa de conservadurismo populista”, plantea Galasso. Macri se dirige al ciudadano común a través de un discurso alegórico de unión, optimismo y esperanza. “Juntos se puede”, promete.

Una política edulcorada, con globos de colores y música pop. Macri no dice contra quién está y ése es el discurso de la publicidad, construido con frases-eslogan que suenen bien para todos y que ayuden a construir “una Argentina unida”. Explica Vommaro: “Por supuesto que hay un corazón partidario pro empresario, de centro derecha, pero también están estos otros pedazos y esta capacidad de interpelación política desde lo no político que se mostró efectiva en la Ciudad de Buenos Aires, donde la política local requiere de bajos niveles de politización. Eso ayudó. Hay que ver qué pasa a nivel nacional”.

No se discute desde la ideología ni con ideas políticas. “El discurso de Macri se construye sobre una dimensión espiritual y afectiva, que apela a los sentimientos, el cuidado, la cercanía -sostiene Vommaro-. En la cosmovisión PRO no hay una definición ideológica como la entendemos usualmente. Movilizan y se comunican desde formatos y repertorios que vienen del mundo de la autoayuda, de la religión, de la espiritualidad, de la empresa, no de la política. Por eso te dan un globo o un pochoclo, no un volante que te ensucia las manos”.

“El principal enunciado ideológico es decir que la ideología no existe, pero esa negación es ilógica –señala Pertot-. La identidad del macrismo intenta construirse como librándose de todas las etiquetas: no hay derecha, ni izquierda; se trabaja para la gente”. Uno de los mayores éxitos discursivos de la candidatura presidencial de Macri, destaca Pertot, fue plantear la discusión ya no en términos de izquierda/derecha sino en una nueva antinomia de cambio/continuidad.

Para Pertot, Macri tuvo “la astucia y el pragmatismo” para construir este partido. “Pero tiene algunos elementos fuertemente autoritarios –aclara-. Por lo general, con los medios que le son críticos, tiene una política casi de no registrar al otro”. Según relata el periodista de Página/12, Macri –que tantas veces se ha pronunciado a favor de la libertad de expresión- desde el gobierno de la ciudad “tuvo siempre una lógica de beneficiar a los medios que lo trataban con una generosidad sorprendente y a los otros tendió a asfixiarlos económicamente”. Macri no es sólo el “candidato de la gente”: es también el candidato por excelencia de los grandes medios de comunicación. El blindaje que hace el Grupo Clarín de su imagen lo posiciona como el principal beneficiado de la pauta publicitaria del macrismo.

“Están buscando endeudarse, van a llegar al 10 de diciembre con acuerdos con mecanismos multilaterales y fuentes de financiamiento internacional”, adelanta Werner Pertot.

Si a principios de los ’70 los medios de comunicación se consagraban como el canal de expresión de la ideología dominante, hoy pareciera que sus discursos se hacen carne en un nuevo líder político y custodio de sus intereses materiales. Gabriela Cerruti en El Pibe no lo duda: Macri es “el eje de las aspiraciones de la derecha argentina. La mayor esperanza de los sectores del establishment, las clases altas y los grupos empresarios y mediáticos que aspiran a tomar el poder desde el intento de refundación de la Nación que llevó adelante la dictadura militar que desalojó a un gobierno constitucional el 24 de marzo de 1976”.

En la misma línea, Macri es para Galasso la expresión política de “una clase dominante que ya no es la tradicional de los palacetes; ahora son más fantasmales: viven en countries, viajan al exterior, tienen una vida menos expuesta. Son nuevos ricos, vinculados ya no al imperialismo británico sino a Estados Unidos. Es la clase dominante en parte degradada”.

Se trata sin duda de una derecha argentina particular: se vale del voto y no de las botas. Una derecha que por primera vez encontró -a través de un candidato nacido, criado y formado entre sus cuadros- un camino electoral para acceder al poder y dejar atrás otros mecanismos, como su vieja condición de factor desestabilizante de la democracia que históricamente alentó los golpes de Estado.

Pensar lo que se vendrá con una posible presidencia de Mauricio Macri resulta difícil tanto para Vommaro como para Pertot: ambos destacan que la experiencia en el gobierno de la Ciudad no es equiparable con un gobierno nacional. Macri va a tener que enfrentar varios nuevos frentes: macroeconomía, deuda externa, relaciones internacionales, etc. Aunque la deuda cuadruplicada en la ciudad que deja el jefe porteño parece el anticipo de algo irrebatible: “Están buscando endeudarse, van a llegar al 10 de diciembre con acuerdos con mecanismos multilaterales y fuentes de financiamiento internacional”, adelanta Pertot.

Galasso, en cambio, es más contundente: “Con Macri se viene la catástrofe”, asegura.

En las cuestiones de índole internacional, Pertot asegura que si gana Macri “el bloque UNASUR, la relación con Dilma Rousseff, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro, van a cambiar, porque va a buscar otros aliados internacionales”. En el mismo sentido para Galasso: “Macri, que va y viene de la embajada de Estados Unidos, va a responder a los intereses de ese país, que quiere hacer la Alianza del Pacífico. No en vano las últimas elecciones fueron enormemente elogiadas por Estados Unidos”.

En un escenario hipotético de triunfo de Macri, para Vommaro “seguramente se abrirá una tensión entre dogmatismo y pragmatismo: entre un Macri dogmático como neoliberal en lo ideológico, que habla contra Maduro, contra Chávez, y un Macri pragmático que va a buscar gobernabilidad. Creo que eso se va a expresar en todos los ámbitos y no sabemos cuál de las dos partes va a pesar más en el compromiso. Si en la política económica pesarán las convicciones neoliberales duras de sus cuadros económicos o un cierto realismo político que le hará dudar si hacer cierto ajuste o no, por los costos políticos y sobre todo sociales que eso tiene”.

El 22 de noviembre se definirá en las urnas quién va a ser el próximo presidente de la República Argentina. En una de las boletas estará Mauricio Macri, quien, según Pertot, no es exactamente la vuelta a los ’90, porque la historia no pasa en vano. “Hoy no somos una sociedad disciplinada por la dictadura, hoy somos una sociedad que demanda más –sostiene- Pertot-. Macri es, más bien, el neoliberalismo después del neoliberalismo”.

Actualización: 18/11/2015

La vuelta de las asambleas

La vuelta de las asambleas

Bajo la consigna ”¡Amor Si! ¡Macri No!” el pasado sábado 31 de octubre unas 5.000 personas se reunieron en Parque Centenario para intercambiar ideas, proponer formas de acción y analizar colectivamente qué modelos de país se definen en las próximas elecciones. En una muestra fuerte de que la participación política ciudadana autoconvocada –y no la propiciada desde los aparatos político partidarios tradicionales- puede ser un factor determinante, la concurrencia ganó el espacio público allí donde convergen la avenida Díaz Vélez, Patricias Argentinas, Leopoldo Marechal y Ángel Gallardo. No parece casual que sea el mismo escenario en el que en 2002 tuvo lugar la Asamblea Interbarrial, donde confluían las asambleas que en distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires analizaban las acciones a seguir luego de la crisis institucional, política y económica más estremecedora de esta etapa democrática, en diciembre de 2001.

Políticos, encuestadores y una gran parte de la sociedad, nadie había previsto el resultado de las elecciones presidenciales del 25 de octubre pasado. El porcentaje de votos colocó a Daniel Scioli del Frente para la Victoria a sólo dos puntos por sobre el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri: 36 a 34. Y así emergió el momento de mayor tensión acerca de quién será el futuro del Presidente, cuestión que se dirimirá el 22 de noviembre, por primera vez en la historia, en un balotaje.

“Viendo el resultado de las elecciones, incluso cuando los porcentajes ubicaban a Macri por encima de Scioli, nos agarró el ataque”, le explicó a ANCCOM Oliver Kornblihtt, artista y fotoperiodista argentino que reside actualmente en Brasil y uno de los impulsores del encuentro. Explicó que en San Pablo, en 2013, frente a un escenario similar, cuando Celso Russomanno, candidato a jefe de gobierno por el Partido Republicano Brasileiro (PRB), tenía posibilidades de ganar las elecciones, periodistas, activistas, gestores culturales iniciaron el hashtag #AmorSimRussomannoNao (Amor Sí, Russomanno No). Desde Facebook se convocó a ocupar la plaza Roosevelt, en el centro de San Pablo, el 5 de octubre de ese año. La respuesta fue multitudinaria y el contrapeso de las redes, definitorio. Finalmente ganó el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad. “Desde ahí vino la idea. A las dos de la madrugada, publicamos el meme de Macri con los ojos tapado. A la mañana siguiente, la periodista y activista sobre temas vinculados al colectivo LGTBQ (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y queer) Marta Dillon, había hecho una convocatoria en Parque Centenario con el meme, y se viralizó”, dijo Kornblihtt.

Durante toda la semana hubo tensión por las redes sociales, donde circularon distintos memes, tanto en contra, como a favor de los resultados obtenidos. Y asímismo en el evento “¡Amor Si! ¡Macri No! ” aumentaban los clicks de asistiré.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

El encuentro fue una muestra fuerte que indica que la participación política ciudadana autoconvocada –y no la propiciada desde los aparatos político partidarios tradicionales- puede ser un factor determinante.

A las 15 horas, en el Parque Centenario se instalaron equipos de sonido y un banner rosa con el leitmotiv que convocaba a los concurrentes. Ante la multitud de personas se leyó el texto convocante, y se propuso que se suban videos explicando por qué no votarían a Mauricio Macri con el hashtag #El22CuidoElFuturo. Entre los asistentes, se encontraban Pablo Echarri, Maitena y otras figuras del arte y la cultura. La periodista Nora Lafon tomó el micrófono y enumeró las propuestas que Scioli firmó, el 5 de octubre del 2015, como “Compromiso Nacional por la Cultura”. Acto seguido, la periodista Cynthia García agregó: “No estamos aquí para lamentarnos sino para pelearla. La cultura también es política y es una herramienta de movilización.” Luego tocaron Peteco Carabajal, acompañado por Liliana Herrero y el Indio Froilán.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Por otro lado, trabajadores, estudiantes, artistas e intelectuales hablaban entre sí, comentando sus perspectivas.  “Macri no apoya ni la educación pública, ni los derechos individuales. Hay que hacer todo lo posible para que no gane”, dijo Maitena a ANCCOM.

“A una empleada doméstica, que es amiga de mi mamá, le pregunté: ’Mabel, ¿a quién votaste?’ ‘A Macri.’ ‘Mabel, sos empleada doméstica. Tenés recibo de sueldo, aportes de jubilación, obra social. Todo eso gracias a que te dieron esos derechos que te corresponden como a cualquier trabajador. ¿Por qué votas por lo contrario?”, contaba Micaela, 22 años, estudiante de escenografía en la Escuela Metropolitana de Artes Dramáticas (EMAD) y residente del partido de La Matanza. “Los trabajadores de mi barrio, como Mabel, mejoraron gracias a las medidas que propone el gobierno. Yo no quiero un cambio”, dijo y agregó: “Con Macri, se sabe que vienen la privatizaciones, la invisibilización de los derechos.” Lucas, estudiante de Comunicación Social en la Universidad de La Matanza, de 22 años,  concluyó: “Mi viejo se rompió el lomo siempre, y ahora también. Pero si no tenés un Estado que te acompañe, por más de que te esfuerces, no podés avanzar.”

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Una multitud se reunió en Parque Centenario para intercambiar ideas, proponer formas de acción y analizar colectivamente qué modelos de país se definen en las próximas elecciones.

 

“Hay que entender que en este evento participan amplitudes de voces, y no sólo vienen los kirchneristas”, dijo Kornblihtt a ANCCOM. Por otra parte, desde el escenario se pronunció: “La única forma de decirle no a Macri es decirle sí a Scioli, por esta vez”. Después de escuchar esta frase, Juan Carlos, de 59 años, que llegó desde Bernal y vende lencería en La Salada, confesó a ANCCOM: “Quizás Scioli no me convencía mucho, pero que gane Macri implica el riesgo que se dejen de respetar los derechos obtenidos. Scioli me da la esperanza de que no haga retrocesos”.

“No queremos que la lógica de mercado gobierne el destino del país y nuestras vidas” -expresó Marta Dillon tomando el micrófono- y luego agregó: “Porque sabemos que esa lógica no ve a las personas más vulnerables, considera que el salario es un costo, que la distribución de la riqueza es desfinanciarse, que el único sentido del trabajo es generar riqueza para pocos y que lo no que genera dinero no sirve. Porque para esa lógica las vidas y los cuerpos son un producto. No queremos que la derecha más recalcitrante se instale en el gobierno nacional, más cuando ya se instaló en la ciudad y en provincia.” Su postura es la de militar por cada uno de los votos. Luego comenzó a sonar la banda Sudor Marika y tiñó de clima festivo al encuentro.

Peteco Carabajal en la manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Estuvieron presentes Peteco Carabajal, acompañado por Liliana Herrero, y el Indio Froilán.

La convocatoria tuvo sus réplicas en La Plata y en Rosario, a las que acudieron una multitud de personas. También, bajo la misma consigna se realizarán encuentros próximos en Santiago del Estero, Córdoba y otros puntos del país.

El domingo 1 de noviembre el candidato presidencial Daniel Scioli, subió a su cuenta Twitter un vídeo para agradecer las movilizaciones donde dice: “Estoy muy conmovido, agradecido y motivado obviamente, por las personas que se movilizaron en las últimas horas tomando una conciencia colectiva.” Su lema es: “Gracias a los miles que se movilizaron. Cambiemos lo que necesitemos cambiar. Cuidemos lo que tenemos que cuidar.”

Comenzó noviembre. Es un momento de definición. Lo que es seguro, es que cuando la ciudadanía gana las calles y ocupa los espacios públicos, hace mucho más que pensar colectivamente y hacerse escuchar: está siendo un actor que participa activamente en la construcción de los destinos de la Nación.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

 

Elecciones 2015 en imágenes

Elecciones 2015 en imágenes

ANCCOM estuvo presente a lo largo de toda la jornada electoral, recolectando testimonios e imágenes exclusivas. A continuación postales de la elección presidencial 2015.