Nov 29, 2016 | inicio
– ¡Acá, Coqui, acá !
-Voy
-¡Dale! ¡Ya estás para tirar al arco!
-¡Voy!
-¡Marcalo más a la derecha, Ángel!
-Voy.
El diálogo ocurre en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) de la Ciudad de Buenos Aires. Los protagonistas son dos futbolistas, integrantes de Los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol para ciegos, el plantel que sumó a sus logros la medalla de bronce de los Juegos Paralímpicos Río de Janeiro 2016 y que, el 1º de diciembre, inaugura cancha de entrenamiento propia luego de veinte años de tener que utilizar la del equipo de patinaje.
Además de nueva cancha, el cuerpo técnico se muestra contento porque considera que tiene un buen plantel a largo plazo, junto a los juveniles y a los Murcielaguitos, la categoría más chica de la disciplina. Dicen que cada medalla, además de condensar el éxito deportivo -como ya había sucedido en Atenas 2004 y en Pekín 2008- , significa más apoyo para el deporte y un salario los jugadores, después de que cumplan los cuarenta años.
-¿Hacemos unos pases?
-Dale, acá estoy- dice Vicente Zuccala, integrante del seleccionado, y patea la pelota. Ahí comienza un ida y vuelta de paredes. «Vicente, hagamos cruce». «Dale, acá». Lo divisa por su tono y la distancia: «La voz es la visión nuestra, así que si no hay comunicación en el equipo no hay nada. Funciona en cualquier ámbito. Sea como sea, un gesto, una mirada. En nuestro juego es fundamental hablar», explica Froilán Coqui Padilla, jugador de Los Murciélagos desde el 2009, quien ingresó en el equipo a los treinta años luego de llegar a Buenos Aires a los veinticinco, para hacerse un certificado de discapacidad. En el monte, en Santiago del Estero donde vivía con sus padres y siete hermanos, no estaba la posibilidad de certificarse ni de tratarse. Además, su familia no tenía recursos para realizarle estudios de pequeño. Por eso su prima lo llevó a Tucumán a los once años, para tratarse. Si bien la vida que llevaba era más tranquila e imaginaba imposible manejarse en la ciudad, lo motivaba pensar que podía conseguir cosas que en su lugar natal eran inviables: «No sabía que existían los bastones o el deporte para los ciegos, ni las computadoras o teléfonos, no tenía idea. Cuando llegué viví con mi tía, en una habitación pequeña, con mi hermano. Pero resulté mucha responsabilidad para ella, entonces viví con amigos o solo y hasta en una Iglesia». Un día Froilán se animó a viajar sin ayuda en colectivo: “A partir de ahí no paré de moverme, de averiguar cosas”, recuerda y menciona el Instituto Román Rossel de San Isidro, del que había escuchado que ayudaba a los ciegos. “Ahí empecé a jugar al fútbol con reglas para ciegos».

Las reglas en el fútbol ciego son como las del futsal convencional (fútbol sala) con algún tipo de especificidades. El arquero, por ejemplo, debe ser vidente por reglamento, y puede guiar solo a su defensa. Si da una orden a un mediocampista o a un atacante es penado con falta, además no pueden salir de su área, delimitada con un cuadrado. La zona de ataque le pertenece a un guía (cada equipo tiene el suyo), y el mediocampo al entrenador. Todos los jugadores de campo deben utilizar antifaz para estar en igualdad de condiciones, porque quizás alguno podría llegar a percibir luz según su grado de ceguera y eso lo pondría en ventaja. En el juego, también se debe anticipar el movimiento de marca a una distancia prevista. Es decir, quien posee el balón es identificado con el ruido del cascabel que tiene la pelota, pero quien va a marcarlo debe decir reiteradas veces «voy».
Vicente Zuccala, jugador desde hace cuatro años en la Selección e integrante de River Plate, cuenta que le costó adaptarse al juego profesional porque aunque es ciego de nacimiento se había acostumbrado a jugar al fútbol con amigos y familiares con la pelota de fútbol convencional: «Al principio era tímido, pensaba ¿cómo voy a decir ‘voy’ todo el tiempo y gritando? Qué ridiculez, voy a quedar como un payaso», confesó entre risas. Lo mismo le sucedía a Matías Olivera, jugador de Los Murciélagos en categoría Juveniles. Le resultaba extraño acostumbrarse al tamaño de la pelota. La del fútbol convencional es más grande y tiene más pique, en cambio la del juego profesional es más chica y está más tiempo al ras del piso para que la fricción genere el sonido del cascabel. Antes del uso de este balón, lo que se hacía en Argentina era atar a la pelota una pandereta de chapitas aplastadas para que hiciera ruido, pero era peligroso el contacto del cuerpo con la pelota, en especial para el arquero. En otros países, como en Brasil, se utilizaba envolverla con plástico o también se le ponían latas u objetos que hicieran ruido. A partir del desarrollo profesional del fútbol y el establecimiento de las reglas, se comenzó a utilizar la pelota actual con cápsulas con el cascabel dentro, entre el cuero y la cámara.

Los orígenes
Leonardo Almada, asistente técnico de Los Murciélagos desde este año, cuenta sobre el inicio del fútbol ciego: «En Argentina empezó principalmente a partir del Instituto Román Rossel de San Isidro, con el trabajo de Enrique Nardone. En la institución jugábamos siempre al fútbol, yo estaba allí porque soy disminuido visual, conozco a muchos de los chicos desde esa época, no había diferentes categorías en ese entonces». A partir de que se fue sumando gente y empezó el contacto con otras instituciones de las provincias, se comenzó a pensar en formar una Selección Nacional. Se empezaron a armar torneos con equipos de afuera, como Brasil y España. En 1991 se conformó la Selección Argentina, y en 1995 se redactó el reglamento internacional del fútbol ciego, que tuvo muchos aportes del Comité Técnico de Fútbol para Ciegos conformado un año antes por el argentino Enrique Nardone, el técnico brasileño Ramón Souza, y el español Carlos Campos. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA) aprobaron oficialmente el reglamento en 1996. «Argentina estuvo desde la formación de este juego a nivel profesional, y eso se percibe en el desarrollo actual», dice Almada. También menciona que se había creado una Selección de Disminuidos Visuales en aquel momento y él era jugador. Luego esa categoría no existió más: «Se puso más expectativa en el fútbol ciego porque el nuestro era igual que el convencional. Las reglas del fútbol ciego proponían novedad y eso le dio impulso».
El sueño del deporte como futuro
El entrenamiento sigue y desde mitad de cancha Ángel Deldo recibe el pase, y corre a gran velocidad. Mantiene la posesión de la pelota y dibuja una «S» a lo largo del trayecto que le permite sortear a la defensa y tirar al arco con determinación. Este movimiento, además de otros como el lineal, o la «U» se aprenden de memoria como un código de juego. Dario Lencina, arquero titular de la Selección desde 2001, explica que el tipo de juego se estudia, y hasta se ven videos de otros equipos y del propio. Los jugadores los escuchan e identifican las voces de sus rivales. Además, considera que trabajar la confianza entre compañeros es lo principal: «Compartir concentraciones, y también tiempo fuera de la cancha hace crecer la química del equipo. Jugamos juntos al truco, yo aprendí braille, esas cosas nos hacen ponernos mutuamente en el lugar del otro». Los técnicos también organizan juegos que ayudan a la integración. Hacen que uno pase por arriba de los demás, o que se dejen caer y que otro los agarre de atrás. «Uno tiene desconfianza de caerse, pero después cuando el otro te agarra, esa confianza también se traslada a la cancha y a la vida», dice Coqui Padilla. Vicente Zuccala también destaca la unión del grupo. Considera que al ser fútbol de competencia quizás podrían darse situaciones de rivalidad porque están compitiendo entre ellos por un puesto, pero que no sucede, sino que todos quieren que al equipo le vaya bien: «Sabemos que los que van en una lista a un campeonato son gran parte, y los que no van también, porque ayudaron a que entrenes». Reconoce que hay roces, como en todos los grupos, pero no es lo que prevalece: «El grupo fue unido en momentos muy duros». Para Zuccala por más que haya apoyo de diferentes entes (principalmente del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, ENARD) no es lo mismo que el fútbol convencional. Un ejemplo de esto es el caso de Padilla, quien todavía no posee casa propia, vive con su mujer y su hija en una piecita: «Por suerte se aprobó que los medallistas tengan una jubilación, así voy a poder seguir manteniendo a mi familia. Antes ni eso había. Incluso en los comienzos, este fútbol no era pago. Hay estructuras que podrían mejorar, el deportista se tendría que dedicar solo a jugar, y estoy seguro que el bueno lo sería mucho más. La medalla abre puertas, ojalá algún día se abran las de la casa propia». La historia de Padilla lo hace un referente para muchos. Zuccala también destaca como modelo a Silvio Velo, lo asombra su capacidad para las jugadas complejas, los amagues que le hace a los videntes. Los jugadores también valoran mucho a los arqueros, para ellos tienen un rol fundamental.

Germán Muleck es el otro arquero de la Selección, además de Darío Lencina. En los últimos Juegos Paralímpicos tuvo un papel especial, porque atajó los últimos tres penales que dieron ganador del bronce al equipo, ya que el tiempo regular del partido había terminado sin anotaciones. Muleck, en diálogo con ANCCOM, hizo un balance de lo que dejó el 2016 para los Murciélagos: «Fuimos a buscar otra medalla y no se nos dio. Pero es un oro por lo que representa para la disciplina como apoyo en términos económicos, de difusión y de prestigio. Nos había pasado en los Juegos Paralímpicos de Londres, cuando vinimos sin medalla, que tuvimos que volver a pelear el día a día».
Hayan tenido o no ayuda, el equipo siempre entrenó duro para avanzar. Empezaron a recibir sostén económico hace ocho años. Respecto a eso, Muleck recordó que Silvio Velo, uno de los goleadores, está hace veinte años en el equipo y cuando esa Selección salió campeona por primera vez no tenían apoyo económico. El arquero aseguró: «Yo creo que esta Selección se caracteriza por el honor de llevar la camiseta, por las ganas, y el orgullo».
Los Murciélagos se caracterizan por su esfuerzo. Este jueves finalmente inaugurarán su nueva cancha, con la ilusión de que eso les traiga mejoras en sus prácticas. “Es de pasto sintético, que es el material correcto para este deporte. La de patinaje, por el material, es más peligrosa para las caídas. Se había planeado inaugurarla antes de los juegos, para poder practicar, pero se atrasó un poco más”, explica satisfecho por la noticia, Almada, el asistente técnico de Los Murciélagos.
Mirá la fotogalería de ANCCOM:
Actualizado 29/11/2016
Mar 29, 2016 | inicio
Si bien el fútbol es el deporte que más popularidad despierta en la Sociedad argentina, una serie de vicios y “malas costumbres” lo han hecho acreedor de un número cada vez mayor de críticas. La corrupción instalada en muchos de sus dirigentes, las complicidades con el sector político, policial y judicial, y el accionar de los violentos “barras bravas” han ido privando a muchas familias de disfrutar de un deporte que cada vez más teñido de negocio y espectáculo. Pero el fútbol también tiene un “lado B”: los departamentos solidarios o de “Responsabilidad Social” que algunos clubes del fútbol argentino habilitaron para aportar y generar campañas de ayuda a los sectores más necesitados. ANCCOM dialogó con los responsables de tres clubes de Primera División para conocer como trabajan y se preocupan por los que menos tienen.
Una Academia de solidaridad
Cuando Racing Club volvió a ser manejado por sus socios, a fines de 2008, sus dirigentes determinaron la creación de un departamento de Responsabilidad Social y se lo llamó “Racing Solidario”. Inicialmente estaba a cargo del Padre Juan Gabriel Arias y en las primeras acciones, el club de Avellaneda era sede de recepción y distribución de donaciones para distintas ONGs. Miguel Guidardini es, desde 2012, gerente Racing Solidario y explica: “Se trata de un departamento autónomo pero que cuenta con el apoyo del resto de las áreas del club. Según la campaña que llevemos a cabo, nos ayuda la gente de Marketing, de Socios, de Fútbol y, sobre todo, de Prensa para ayudarnos a difundirlas”.
En los comienzos del Departamento, el club tenía la política de unirse a campañas de distintas fundaciones y ONG´S, pero con el correr del tiempo y aprovechando el gran caudal de hinchas y socios con el que cuenta la institución, empezó a realizar acciones propias en las que se vieron muy buenos resultados. En estos últimos años, Racing ha participado de distintas campañas solidarias, como por ejemplo las realizadas por Red Solidaria en “Frío Cero” y “Un techo para mi país (hoy “Techo”). También colabora asiduamente con el Hospital Garrahan para conseguir donantes de sangre y con Cáritas. “Hace un tiempo también que estamos en un programa llamado ´Fútbol para el cambio social´, donde tratamos de sacar a pibes de la calle para brindarles herramientas educativas y deportivas”, comenta Guidardini.

El jugador Lautaro Acosta en la visita de integrantes de TGD Padres Tea, organización de los padres y madres de nenes con autismo.
Los jugadores del primer equipo participan activamente en la difusión de todas las campañas y eso ayuda a que socios y simpatizantes se sumen a las iniciativas. Sin ir muy lejos, en las fuertes inundaciones que sufrió el litoral argentino en los primeros días del año, Racing Solidario armó de urgencia una campaña que contó con un extraordinario apoyo de todos los hinchas y socios del club. Se enviaron ocho camiones de productos no perecederos, colchones y juguetes a Concordia, uno de los lugares más afectados. El propio goleador del equipo, el entrerriano Gustavo Bou, recibió todas las donaciones y se encargó de repartirlas personalmente con la ayuda de familiares, amigos y gente de Racing que viajó especialmente hasta la zona afectada.
El fortín comprometido
Vélez Sársfield es un club considerado modelo a imitar entre las muchas instituciones que conforman el fútbol argentino. Tomando el legado de su legendario ex presidente José “Pepe” Amalfitani (a quien también se debe el nombre del estadio), la institución de Liniers siempre se mostró preocupada por darle un marco social y cultural a las actividades que realiza. “Vélez es principalmente un club deportivo, pero también cultural y social. Sentimos que tenemos un compromiso con la sociedad por cómo creció la entidad en las últimas décadas. No seríamos lo que somos hoy sin la ayuda de la gente”, dice a ANCCOM Ayelén Merchak, quien preside el Departamento de Acción Solidaria y además integra la comisión directiva de la institución.
A diferencia de otras instituciones, Vélez es un club que prefiere manejarse de manera independiente en la gestión de la solidaridad. “Todas las acciones las generamos y administramos nosotros mismos. Trabaja toda gente de Vélez y los recursos los gestionamos nosotros también. Tampoco nos gusta hacer mucha difusión en los medios de lo que hacemos”, agrega Ayelén.
En su propio barrio, el club colabora con un hogar de chicos que agrupa a más de 250 familias. También lo hace en organizaciones villeras y, además, apadrina una escuela rural en Salta, donde asiduamente lleva útiles escolares y juguetes.
Una campaña muy original y exitosa que realizó en el último tiempo fue sobre la concientización para la donación de sangre y órganos: “Junto al Departamento Médico del club armamos el registro de donantes de sangre velezana. Es decir, cuando algún socio necesita dadores de sangre, nosotros consultamos en el padrón y los ponemos en contacto, pero no hacemos las extracciones en el club. Buscamos, más que nada, concientizar a la gente sobre la importancia de donar sangre y también órganos”, comenta al respecto Merchak.
En Vélez, la solidaridad y el fútbol tienen vínculos muy estrechos. Por ejemplo, el ex jugador del club Lucas Castromán, oriundo de Luján, utilizó su casa como centro de recepción de donaciones “velezanas” durante las inundaciones del año pasado. Junto a su familia distribuyó las donaciones entre quienes más las necesitaban. Otras figuras del equipo -señala Merchak-, siempre están “al pie del cañón” para participar en la difusión de las campañas solidarias que realiza el club.

Contando con el apoyo de los Reyes Magos de los bomberos voluntarios de Sarandí, jugadores de Racing Club y Santiago Quintana (Miembro de la CD), «Racing Solidario» hizo entrega de juguetes a niños de distintos hospitales.
El sur también ayuda
Lanús es otra institución del fútbol argentino que en las últimas décadas ha tenido el merecido reconocimiento de sus pares por mantener administraciones ordenadas, haciendo crecer al club a pasos agigantados, traspasando las fronteras de lo meramente deportivo. En cuanto a la política social, todo comenzó con “Granate Solidario” pero con el correr del tiempo el espacio y la organización les quedó chico y en 2015 el club inauguró la fundación FUNDACAL, con la intención de incluir a los sectores más vulnerables a través del deporte y las acciones solidarias. En este caso, el club adopta el modelo mixto de promover acciones solidarias propias y, además, colaborar y acoplarse a otras acciones de importantes ONGs y otras instituciones.
Stella Maris Vedia es encargada de la difusión por redes sociales de la Fundación y, además, coordina varias actividades del organismo. “Desde el año pasado estamos presentes en la campaña Frío Cero de Red Solidaria. También colaboramos con el Hospital Garrahan en lo que respecta a la donación de sangre; en algunas ocasiones han venido en días de partido y la gente podía donar sangre para el hospital voluntariamente. Además, este año vamos a participar junto a otras tantas instituciones de la campaña “Movete Argentina”, que es en contra del sedentarismo infantil”.
Como acciones propias, este año iniciaron la campaña de donación de útiles destinados a las escuelas necesitadas del partido de Lanús. El relevamiento lo realizan en base a la información que les brinda las autoridades municipales. “Además de poner canastos en los accesos a la cancha para que la gente colabore con lo que puedan, los colocamos también en los distintos comercios de la zona. Luego nuestros voluntarios se encargan de pasar a buscar las donaciones. Todo lo que recibimos lo recopilamos luego en una de las sedes y lo clasificamos. También, luego hay que cargarlo en los camiones y repartirlo, por lo que se necesita la ayuda de muchas personas y por suerte las tenemos”, agrega con entusiasmo Vedia
Si hay algo en lo que los socios de todos los clubes coincide es en la importancia de la utilización del fútbol para obtener mayor impacto en las campañas solidarias. La participación de los jugadores, de los DT, hace que “mágicamente” la gente se solidarice de inmediato y se sume a las campañas. Algo que sería difícil de lograr con otro deporte o si, por ejemplo, la campaña la iniciara alguien con menor trascendencia. “La gente se concientiza más cuando un jugador de tu club te pide que colabores, lo vivimos en carne propia. Cuando hacemos campañas con ellos los resultados son muy buenos y distintos a cuando hacemos campañas sin ellos.”, concluye Vedia, desde Lanús.
Actualizado 29/03/2016

En enero, Racing Solidario, junto con la Biblioteca La Pancha, realizó el evento de Reyes como todos los años. La cita fue en el Polideportivo Delfo Cabrera (ubicado enfrente al Predio Tita) y hubo muchas sorpresas preparadas para los más chiquitos.
Dic 16, 2015 | inicio
“Andá a lavar los platos”, “no tenés fuerza para patear, sos muy débil”, “que te hacés la cholito, mejor jugá a otra cosa”, son algunas de las frases que alguna vez les han dedicado a todas las mujeres que expresaron su gusto y pasión por el fútbol. Este deporte, siempre se dijo, es una pasión de multitudes y eso trasciende la división de géneros. Por eso, algunas pioneras en este patriarcal mundo de la pelota no bajaron los brazos ni agacharon la cabeza y crearon Las Aliadas, el equipo de fútbol femenino de la Villa 31.
Una de sus impulsoras es Mónica Santino, ex jugadora de fútbol en los torneos organizados por la AFA, periodista deportiva y actual entrenadora de fútbol femenino, además de una ferviente militante en favor de los derechos de la mujer. La historia comenzó allá por el 2007, cuando un grupo de entrenadoras norteamericanas (donde el fútbol tiene igual o quizás mayor importancia que para los hombres) vino al país a realizar clínicas de fútbol femenino y tareas de ayuda social. Se encontraron con Mónica y su equipo y formaron juntos el programa “Goles y metas”, con el fin de promover el deporte y otras actividades sociales, educativas y culturales dentro de la Villa 31, situada en el barrio porteño de Retiro.
El programa fue creciendo y las chicas de la primera camada decidieron bautizar a su grupo bajo el nombre de “Aliadas de la 31”. Luego, con la ayuda de algunos programas sociales, las chicas dividieron las actividades en dos: la parte de entrenamiento futbolístico por un lado, y la de un espacio grupal por el otro, donde tratan temas internos sobre prevención en salud, derechos de la mujer, asistencia a víctimas de violencia de género y organización de viajes, entre otros. Así, en 2011, con la idea de que el proyecto siguiera creciendo crearon una asociación civil que fue bautizada con el nombre de “La Nuestra Fútbol Femenino”, desde entonces el sostén legal de “Las Aliadas de la 31”.

“La barrera cultural que existe para la aceptación de que una mujer pueda jugar al fútbol es aún grande, pero siento que hubo avances.», afirma Mónica.
“La barrera cultural que existe para la aceptación de que una mujer pueda jugar al fútbol es aún grande, pero siento que hubo avances. No es lo mismo que hace unos años. Hoy, en la ciudad hay muchos grupos de mujeres que salen de laburar y se alquilan una cancha para jugar entre ellas. Otros ejemplos de los avances que veo, ya dentro de la Villa, es que las nenas más chiquitas ya vienen a entrenar con ropa de fútbol; también algunas parejas, o familiares hombres de las chicas más grandes vienen a ver las prácticas mientras cuidan de los hijos más chiquitos al costado de la cancha. Eso es un cambiazo. Es una forma de pasar la barrera cultural de la que estamos hablando”, dice Mónica.
En “La Nuestra” participan grupos de niñas de 6 a 12 años, y también otro grupo de chicas más grandes, sin límites de edad. En total suman 70 mujeres. Todas viven en la Villa 31 y entrenan bajo las órdenes de un equipo de cinco entrenadoras en la hermosa cancha de fútbol 9 del Barrio Güemes, la que a fines de 2010 se le reacondicionó con césped sintético.
Actualmente, las chicas cuentan con el apoyo de un colectivo feminista compuesto por trabajadoras sociales, sociólogas y psicólogas que también las ayudan a registrar la historia de todo lo que viven en el día a día.

» A mí el fútbol siempre me gustó pero mi familia no aceptaba que lo jugara por esas cosas del machismo y del prejuicio. Hasta mis amigos me decían “la cholito”, “la marimacho” y esas cosas», admite Constanza Rojas.
Una de las valientes jugadoras del grupo es Constanza Rojas. “El fútbol fue como una liberación para mí, me abrió la cabeza para muchas cosas -cuenta-. A mí el fútbol siempre me gustó pero mi familia no aceptaba que lo jugara por esas cosas del machismo y del prejuicio. Hasta mis amigos me decían “la cholito”, “la marimacho” y esas cosas. También hubo un tiempo en que me desvié del buen camino y me metí en el mundo de la droga y la delincuencia. Hasta que un día estaba al costado de la cancha y le pedí de jugar a Monica. Y acá estoy, fui saliendo de a poco de ese mundo, me fui enganchando con el grupo, me fue gustando y me quedé. Por suerte pude terminar el secundario, también conseguí trabajo. Tuve mucho apoyo de todas las chicas”. “Conti”, como le dicen, tiene 24 años y, además de jugar, entrena un grupo de varones desde hace algunos años y está haciendo el curso de entrenadora.
Otra de las chicas del equipo es la simpática y divertida Karen Marín. Tiene 19 años y le dicen con mucho cariño “Pollo”: “El fútbol me ayudó mucho en la vida. Yo era muy tímida, no salía de mi casa. No tenía amigas y ahora tengo un montón. Además, lo mismo que a otras chicas, en mi casa no gustaba mucho que jugara al fútbol, no lo aceptaban. Hasta que un día estaba viendo una práctica porque tenía una amiga ahí y ‘Conti’ me invitó a jugar. Y de ahí no largué más, nunca falté. Ahora pienso que soy más sociable … hasta tuve la suerte de conocer Alemania gracias a las chicas y eso es algo que voy a estar siempre agradecida”.
A mediados de este año, algunas chicas del grupo fueron a un torneo de fútbol femenino que se hizo en Berlín, Alemania. Además de jugar, las futbolistas participaron de actividades donde se abordaron temas como los derechos de las mujeres y la diversidad sexual. Asistieron chicas de muchos países y la idea era jugar en equipos que mezclaran diferentes nacionalidades. El encuentro se llamó “Sin fronteras” y se organizó para analizar la problemática actual que vive Europa por la crisis migratoria.

El equipo de «La Nuestra» con Mónica Santino en el centro de la formación.
“Fue muy linda experiencia. Era mi primer viaje al exterior, las chicas eran muy cariñosas. A pesar de no hablar el mismo idioma, te entendías solo con mirarte y por los gestos. Todo era un clima muy amable. En mi equipo había chicas griegas, de Israel, de Egipto, africanas. A mí me decían “Chicken”. Como acá en el barrio me dicen ‘Pollo’, lo tradujeron al inglés, era muy gracioso”, dice Karen.
El viaje duró 10 días, entre junio y julio de este año. “Berlín es otro mundo, la ciudad, la comida, las calles. Había muy pocos policías, no veías robos y eso que la gente de ahí toma cerveza de lunes a lunes, jaja”, agrega Constanza. Además del fútbol hubo talleres comunitarios, espacios de debate y conciertos musicales. Hasta hicieron un álbum de figuritas con las caras de las jugadoras, como los que suelen coleccionar los chicos con imágenes de futbolistas profesionales. Ahora piensan en replicar ese mismo evento el año que viene aquí en Argentina, pero solo para países de Latinoamérica.

«El fútbol actúa también como una herramienta para combatir la violencia de género. Apropiarte de un juego que históricamente fue de los hombres, que puedas crear un grupo de pertenencia y que puedas entrar a una cancha, parar la pelota, levantar la cabeza y dar un pase hace que tu autoestima crezca», resalta Mónica Santino.
Mónica tiene en claro la importancia del fútbol para generar nuevos vínculos y puentes que puedan ayudar a muchas chicas a tener una vida mejor: “El fútbol actúa también como una herramienta para combatir la violencia de género. Apropiarte de un juego que históricamente fue de los hombres, que puedas crear un grupo de pertenencia y que puedas entrar a una cancha, parar la pelota, levantar la cabeza y dar un pase hace que tu autoestima crezca. Y esto es aún más complicado cuando vivís en una situación de exclusión social, por eso es más meritorio lo de las chicas. Cuando ellas se dan cuenta de que jugando al fútbol, rompieron todos los prejuicios; luego es muy difícil que te conviertas en una víctima de la violencia. Como entrenadoras, y a través de nuestra experiencia, podemos decir que las mujeres que pasan por aquí es muy difícil luego que se conviertan en víctimas de violencia de género”. Y agrega: “Cuando están jugando en la cancha, uno de los espacios públicos más importantes del barrio, se apropian del lugar, es como que están rompiendo un paradigma y eso da mucho orgullo de poderlo contemplar”.
Poder ganarse su espacio en la mejor cancha del barrio no era una tarea sencilla para las mujeres. Tuvieron que pasar algunos momentos feos, pero con perseverancia y firmeza hicieron valer sus derechos y se ganaron el espacio para poder entrenar. “Siento que nos ganamos un reconocimiento y un respeto de los chicos del barrio; ahora nos preguntan cuando entrenamos, cuando jugamos torneos, cómo salimos, algunos hasta nos alientan desde afuera, eso es muy lindo” dice Conti. Y hasta se dieron el lujo de ser unas de las protagonistas de una película que habla del proyecto de las chicas y que fue exhibida en el festival BAFICI 2014: “Mujeres con pelotas”

“Tampoco nos gusta que nos utilicen políticamente y hubo algunas situaciones donde percibimos esa intención y nos corrimos a un lado”, afirma Santino.
En los últimos años, la agrupación participó de algunos programas de inclusión social y de becas, algunos otorgados por parte del Gobierno de la Ciudad y otros del Gobierno Nacional. Pero según Mónica, varios de estos programas no cumplieron completamente con sus deseos y expectativas: “Tampoco nos gusta que nos utilicen políticamente y hubo algunas situaciones donde percibimos esa intención y nos corrimos a un lado” . Para ella, si bien se ha crecido bastante en los últimos años respecto al comienzo, hay una falla por parte de los distintos Gobiernos en la concepción de lo que ella llama “Deporte Social”. “Ojalá las diferentes ayudas que nos dan se puedan mantener en algo estable en el tiempo -dice-, allí es donde digo que quizás al Estado le falta una vuelta de tuerca. Deporte social no es venir un día, hacer un torneo, regalar pelotas, camisetas, te sacas la foto con los pibes alrededor y después te vas. Pienso que para hacer algo interesante y más organizado tampoco se requiere de mucha inversión”. Ya pensando en proyectos e ideas a futuro, Conti agrega: “Nos gustaría que nos den la posibilidad de tener una salida laboral y también que nos otorguen un terreno para fundar nuestro propio club, que se llamaría La Nuestra, claro”.
Ago 11, 2015 | inicio
Son las 9 de la mañana de un frío sábado de julio. En la esquina de Mariano Acosta y Ana María Janer, en Villa Soldati, unos 30 chicos del barrio Fátima esperan ansiosos para subir al micro escolar de Alfredo. La escena se repite en otros barrios del sur de la Ciudad de Buenos Aires. Todos tienen el mismo destino: el Centro Recreativo del partido bonaerense de Ezeiza donde cerca de 150 niños y jóvenes de entre 8 y 20 años disputarán una jornada de fútbol popular, un fútbol diferente, sin árbitros y con reglas colectivas propias.“La única regla es la regla de no imponer”, explica Darío, militante de la agrupación La Poderosa, el espacio que coordina equipos y partidos desde hace una década.
Al predio de Ezeiza llegan micros desde las Villa 21 y 31 y de los barrios Zavaleta, Rodrigo Bueno y Fátima. Además del campeonato de fútbol, la jornada convoca con talleres de recreación, violencia institucional y comunicación, fotografía y género. “Acá venimos a jugar con los barrios. Todos somos un mismo barrio, estamos todos en la misma, construyendo juntos. Así que, a la hora de jugar, acordémonos que lo hacemos todos juntos y no hay contrincantes”, arranca uno de los coordinadores. Y completa con datos de la historia. Recuerda que la primera vez que se reunieron en ese lugar, que está frente a un predio de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y es cedido por el Ministerio de Desarrollo Social para realizar las actividades, muchos de ellos ni habían nacido. “Eso es para que vean desde hace cuánto tiempo que estamos trabajando para poder lograr esto, la unión de todos los barrios”, concluye.

La Poderosa organiza el Torneo de Fútbol Popular en Ezeiza.
Todos se dispersan. Las cinco canchitas se llenan de chicos y chicas entusiasmados por patear una pelota, distribuidos por edades según las categorías: infantiles entre 8 y 9 años; cadetes de 10, 11 y 12; juveniles entre 13 y 15; y mayores de 16 para arriba, porque en este deporte no hay límite de edad para jugar.
Las diferencias con el fútbol tradicional quedan rápidamente expuestas. Los partidos son mixtos y son los chicos, antes de comenzar el partido y en una ronda, quienes deciden las reglas. Un moderador pregunta: “¿Cómo se hace el lateral?, ¿se puede barrer?, ¿vale el gol desde cualquier lado?”. Y los chicos van contestando hasta ponerse de acuerdo. Además, si surge alguna pelea o alguien discrimina, todos aceptan que deberá salir unos minutos o dar dos vueltas a la cancha. Los militantes –todos tienen al anonimato como una de las bases de la agrupación- elogian los resultados de una dinámica en la que nadie baja las reglas desde arriba y que permite a los chicos decidir lo que está bien y lo que no y, además, los entrena en el ejercicio de hacer cumplir lo que decidieron en conjunto.
La idea inicial, el puntapié, fue de dos periodistas de Zavaleta. Fue allá por 2001, en pleno preámbulo de la crisis y el estallido social de diciembre. Eran los días en los que se difundía la idea de que esa villa era la más peligrosa del país. “Empezaron con esto y se dieron cuenta que la pelota convocaba muchos pibes y que, a partir del fútbol, se podían tocar otros temas, que era como el enganche perfecto para unir a la comunidad”, subraya Darío. Y no duda en rescatar a la actividad como la piedra basal de la organización. “Al tiempo de enseñar este fútbol, se dieron cuenta de que el mismo pibe que iba a jugar después volvía a la casa y su vida seguía igual, eran dos horitas en las que podía divertirse, pero la vida no le cambiaba. A partir de eso se empezó a crear la organización y el fútbol popular se transformó en la base, en el espacio más convocante, donde participan más pibes y más vecinos”, argumenta.

En el torneo, los partidos son mixtos y son los chicos, antes de comenzar el partido y en una ronda, quienes deciden las reglas.
Mientras transcurren los partidos, unos de 30 minutos, otros de tan sólo 10, según las categorías, algunos padres que acompañan a sus hijos a la jornada observan atentamente el juego. Miguel es papá de Luciano y vecino de la Villa 31 desde hace 35 años. “Lo bueno del fútbol es que los integra y los aleja de las drogas. En el barrio, la droga ha avanzado muchísimo en todo este tiempo que he vivido ahí. Yo si quiero la puedo conseguir más rápido que un cigarrillo”, asegura. “Lo lindo que tiene el fútbol -completa- es que en cualquier ámbito derriba las clases sociales, justo en el barrio no porque somos todos iguales”.
Los chicos siguen los partidos. Todo es atención a los códigos propios. “Entrenamos los jueves y los sábados. Nos dan la pelota y nosotros jugamos. En los entrenamientos hablamos de esto de charlar las reglas. El fútbol popular puede ser para ´quilombo´. Las reglas del fútbol son las reglas del fútbol…”, reflexiona David, del barrio Fátima, en un breve alto.
El discurso se refuerza en el campo de juego. Hay discusiones, como en cualquier partido. En la categoría infantiles, el coordinador frena el partido cada vez que escucha una queja: charlan los rivales, intentan la solución. La pelea entre dos chicos los saca de la cancha. Dos minutos afuera e intercambio, confrontación de argumentos en la ronda final.
La revista La Garganta Poderosa, que es sólo una de las cooperativas de la agrupación y surgió hace cinco años, también tiene un fuerte anclaje en el fútbol ya que varias de sus tapas fueron protagonizadas por conocidos futbolistas, desde Diego Maradona y Lionel Messi, hasta Juan Román Riquelme y Sergio Agüero. “No queremos dejar que los medios estigmaticen mucho más a la figura del villero”, explican.
Comienza a caer la tarde. Alfredo vuelve con su micro a buscar a los chicos de Fátima que, como el resto, llenan los asientos de los colectivos para volver nuevamente a sus barrios, después de haber jugado, de haber armado varias rondas para decidir reglas y hacerlas cumplir, después de haber aprendido que se puede jugar un fútbol diferente al convencional, en el que sólo hay una norma, la del no imponer.
Actualización 12/08/2015
May 5, 2015 | inicio
Hijos del «que se vayan todos”, contemporáneos de una realidad que encontró en la política una nueva forma de relacionarse con el club de sus amores, son, quizás, síntoma de una generación que no se conforma con criticar desde la tribuna, sino que quiere informarse, escuchar demandas, debatir y trabajar para resolverlas.
Franco Caselli, con apenas 19, preside desde 2013 la Agrupación La Liberti, que cuenta con alrededor de dos 1.000 inscriptos de River: “En mi casa siempre se respiró política. Esteban, mi abuelo, fue un militante histórico del Peronismo y ocupó cargos relevantes en la mayoría de los gobiernos democráticos. Antonio, mi padre, embajador de la Orden de la Cruz de Malta en la Argentina con tan sólo 30 años de edad, es además uno de los dirigentes más votados en la historia de River».
Otros testimonios se presentan alejados de la tradición familiar; Matias Scinica es parte de Boca es Pueblo, una organización que se reconoce como democracia de base, con dirección colectiva y sin cargos. Desde hace unos años, su club viene aplicando medidas que tienden a excluir a las clases más bajas lo que le produjo «mucha rabia» y lo alentó a participar.
Ignacio Scarcia sabe que «son el futuro». Al igual que varios pibes comenzó a participar en reuniones de distintas agrupaciones en Racing. Recién en 2013 un amigo lo llevó a conocer Racing Cambia y se enganchó tanto, que tiempo después ocupó cargos en la comisión de socios y filiales. Además, en las últimas elecciones realizadas en diciembre de 2014, integró un frente electoral, denominado Racing Unido, que terminó segundo.
Sufrir una desigualdad o sentir la necesidad de ayudar puede funcionar como motivo suficiente para involucrarse. Para Franco Caselli fue algo más traumático: «Me terminé de involucrar cuando el club atravesaba el peor momento de su historia. Ahí entendí que no alcanzaba con ser hincha o socio, que había que transformar la realidad desde adentro». Para todos los hinchas de River, junio de 2011 no será una fecha más. En lo deportivo, marcó el primer descenso a la segunda división del fútbol argentino.

Franco Caselli de la Agrupación Antonio V. Liberti. Fotos: Romina Daniela Morua – ANCCOM.
La transición que vivió Franco, tras un golpe emocional, no se corresponde, por razones obvias, con los otros casos aunque encuentra puntos de contacto: «Empezamos con la actividad política en el club cuando nos dimos cuenta que si los hinchas no militábamos para cambiar las cosas, nadie lo haría», cuenta Matías Scinica.
Uno de los mayores reclamos de los hinchas de Boca tiene que ver con la posibilidad de ir a ver al equipo cuando juega de local. Por razones de capacidad, o limitaciones estructurales, La Bombonera quedó chica, razón por la cual el club no acepta nuevos socios ni pone entradas a la venta. La dirigencia actual ideó la categoría de socio adherente -con derechos limitados- para oxigenar la situación; pero para la inscripción es necesario emitir el pago con tarjeta de crédito o mediante débito automático.
Boca es Pueblo quiere recuperar la identidad del barrio de La Boca y que todos tengan los mismos derechos. Es decir que los hinchas no se queden sin poder ver a su equipo porque su lugar es ocupado por turistas o empresarios. «Logramos elevar el nivel de conciencia del hincha», reconoce Matías. A partir de un trabajo de difusión y sobre todo, de mucho entusiasmo, impulsaron un banderazo al que concurrieron casi 7.000 hinchas con el objetivo de proponer un sistema de confirmación de asistencia que permita liberar un remanente de entradas.
En la calle y la tribuna, las demandas del hincha son las mismas. Saber identificarlas y proponer un plan de acción permite navegar en las turbulentas aguas del reconocimiento popular. Sin proponérselo, cada uno de estos dirigentes sub-25 hizo política, a su manera, desde su lugar. Ocupando un vacío de representación e incluso lugares viciados por viejas prácticas.
«Celebro la participación de los jóvenes en la vida política y la militancia comprometida de todos los que quieren sumar. Nos toca enfrentar a capas de dirigentes que están enquistados hace décadas en el poder y eso a veces desalienta la participación de nuevas generaciones, pero estoy seguro que más temprano que tarde vamos a prevalecer con propuestas y gestión», explica Franco Caselli.

Ignacio Scarcia de la Agrupación Racing Cambia. Fotos: Romina Daniela Morua – ANCCOM.
Con una mirada más conciliadora, Ignacio Scarcia reconoce que «los jóvenes tienen una mayor participación en la vida política del club que parte de la necesidad y las ganas de involucrarse. Hay que agradecer a los que vienen caminando hace muchos años por considerarnos y valorar nuestras propuestas e ideas. Pienso que muchos de nosotros estaremos en algún momento dirigiendo el club».
No obstante, toda agrupación necesita un trabajo de base para desarrollarse. En este sentido, Matias Scinica cuenta que sus «primeros pasos fueron incorporar nuevos compañeros e ir siendo reconocido por el sujeto que interpelamos». Reconocerse en el otro, trabajar mucho desde la identificación del barrio La Boca, los colores azul y amarillo con La Bombonera como ícono.
En el contexto de un 2011 marcado por la lucha por ascender, de un River que además, era noticia por sus deudas, Franco Caselli comenzó a organizar reuniones informativas periódicas hasta alcanzar reunir a casi 1.200 pibes, «algo inédito en la historia del club”. Fue en ese año cuando fue presentada la agrupación ante el club para lograr la oficialización en 2013 por parte de la Inspección General de Justicia (IGJ): «Logramos que los jóvenes se comprometan y participen. Sentimos orgullo por lo que estamos haciendo», concluye Franco.
Para Ignacio Scarcia, el camino fue más largo. Racing Cambia nació en 2006 como un «grupo de jóvenes profesionales y entusiastas» que luchaban por tener un reconocimiento legal que lograron recién a principios del año pasado. «Una de las medidas más importantes fue la creación de `Academia de Dirigentes`, —explica— donde los socios podían participar de distintas clases en la cuales exponían los distintos profesionales de cada área del club y de otras entidades».
Cada club tiene diferentes demandas, pero las horas no se negocian y todos reconocen pasar más tiempo del necesario trabajando por el club. Sin embargo, la política no los define por fuera de su institución. Ninguno ha tenido participación en partidos políticos tradicionales, ni tiene intenciones de hacerlo en el corto plazo.
En 2013, Rodolfo D´Onofrio se impuso en las elecciones de River con un total de 18.364 votantes, récord en la historia; hacia fines del año pasado, cuando Racing daba una vuelta olímpica tras trece años, Víctor Blanco retuvo la presidencia gracias a los 5.009 votos sobre un total de 9.849 votantes. En Boca, donde habrá elecciones este año, Daniel Angelici deberá pelear para conservar el 54 por ciento de los más de 24.524 votos, otro récord histórico.
ANCCOM intentó desmenuzar estos números para lograr acercarse al porcentaje de los jóvenes que votaron, pero la misión fue imposible dado que el registro de los votos emitidos que realizan los clubes no permite este distingo.
Para cada uno de estos jóvenes, la política es la posibilidad de cambiar la realidad. Así lo cuentan, casi a coro. Experimentaron la misma sensación, la necesidad de involucrarse. Los clubes de fútbol surgieron como el ámbito de socialización más reconocible y dieron el paso. Saben que deberán conjugar la pasión con el compromiso y reemplazar la discusión en las tribunas por el trabajo en los escritorios.