Nov 9, 2016 | Entrevistas
El empresario teatral Carlos Rottemberg reconoce que la situación por la que atraviesa la industria teatral no es la deseada. Dueño del espacio Multiteatro, en la avenida Corrientes, y de otras seis salas en Mar del Plata, vislumbra una temporada de verano “a la baja”, tanto en la Costa Atlántica, como en Carlos Paz. El productor de los almuerzos de Mirtha Legrand durante dos décadas habla también de la grieta, del circuito del teatro independiente y de la relación de los empresarios con el Estado.
“El sector no está ajeno a lo que ocurre con la actividad económica en este momento, que repercute en nuestro caso con un descenso en la demanda. Lamentablemente estamos achicando las producciones y eso no es bueno porque conlleva menos fuentes de trabajo”, sostiene quién fue también productor de los almuerzos de Mirtha Legrand durante veinte años y que hoy solo se considera un televidente más de sus programas. Celebra el acercamiento de los artistas, que en su momento adhirieron con el kirchnerismo y no ve un ensañamiento hacia ellos en la actualidad, aunque reconoce que hay una intención en marcar a quienes piensan distinto: “A mí no me pueden venir a hablar de la grieta ahora. Yo nací con la grieta. Es algo que siempre existió”, afirma.
¿Cuál es la situación del sector teatral?
El sector teatral en la Ciudad de Buenos Aires se mantuvo parejo en este año, desde enero hasta marzo y a partir de abril comenzó a bajar hasta el último mes registrado, que es septiembre. Esta situación acompaña la baja en la demanda de otras actividades. El teatro es una actividad suntuaria para mucha gente, no es de primera necesidad; es lógico que cuando se achica el presupuesto familiar se recorte esta actividad. Estamos a la expectativa de saber cuándo comenzará a revertirse esta situación.
¿Cuánto repercutió el aumento de los servicios en las salas teatrales?
El problema se mide, no tanto por las tarifas, sino por la caída del consumo. Porque si las tarifas aumentan, pero el consumo se mantiene estable, en una parte se licúa. El tema es cuando se da el combo en el cual aumentan mucho los costos y baja la recaudación. Esto termina dando un cierre negativo.
¿Cómo concibe la situación para la industria teatral, en relación a los subsidios que brinda el Estado?
A mi entender no se tendrían que pedir subsidios, porque la actividad teatral comercial tiene desde 1958 una ley de fomento que exime del pago de impuestos al teatro. Y en una época de vacas flacas sería injusto ir a pedirle al Estado. Como empresarios privados tenemos que correr el riesgo. Me parece que los que vendemos entradas desde la taquilla, como es mi caso, desde hace 41 años, tenemos que seguir haciéndolo, sin la necesidad de recurrir al Estado.
¿Qué estrategias propone la industria del teatro para afrontar la crisis?
Hay muy poca estrategia, porque tiene que ver con la demanda y no es un tema de manejar la boletería, se trata de acompañar la época. Estamos los empresarios teatrales poniéndonos cautos en las contrataciones y achicando las producciones. Lamentablemente se trabaja menos. No es bueno para el país, ya que se traduce en fuentes de trabajo que se reducen.
¿En qué consiste la iniciativa “Vení al teatro” organizada por la Asociación Argentina de Empresarios teatrales (AADET)?
Es una iniciativa que comenzó en 2014, una especie de mimo a los espectadores. Se hace en octubre, época en donde se reducen los títulos en las carteleras. La idea está pensada para las personas que durante un tiempo siguieron a un espectáculo o a un determinado artista y por cuestiones económicas no pudieron realizarlo. Este año la propuesta se llama “10.000 x 100” y tuvo que ver con que, presentando el DNI en los puestos de ventas de Ticket, se les ofrece la posibilidad de acceder a cualquier espectáculo por 100 pesos.
¿Cómo cree que va a ser la temporada en Mar del Plata y Carlos Paz?
Con menos ofertas en cartelera. En el caso de Mar del Plata es concreto que va a suceder eso. Tal vez, al haber una menor oferta obtengamos un mayor promedio en la recaudación de entradas. Igualmente, soy de los que creen que cuantas más contrataciones haya, cuanto más tengamos para ofrecer a los espectadores, es mucho mejor. Fundamentalmente porque son más fuentes de trabajo. Mi impresión es que este año Mar del Plata vuelve a ser una ciudad para elegidos, donde solamente cuatro o cinco títulos van a ser los realmente fuertes en la temporada; no es un punto positivo.
¿Por qué considera que la gente consume tanto teatro en Argentina?
Es una sana costumbre de toda la vida. Ya pasaba en 1930, cuando existía el teatro independiente. Definitivamente tiene que ver con buena madera actoral y de dirección que tiene Argentina. Me parece que es un círculo virtuoso, donde hay muy buen talento y un considerable número de público que consume ese talento y se empiezan a generar espectadores. Esto está muy apoyado, además, por lo que es el teatro independiente, que es una muestra cabal de un teatro más experimental, que empuja desde los sótanos y las pequeñas salas a artistas que se convierten después en grandes luminarias.
¿Cuál es la marca que deja el teatro independiente en el teatro comercial?
Siempre hubo un cruzamiento entre tres circuitos, no solo entre el teatro comercial y el independiente, también está el teatro público. Si pensamos en una figura paradigmática como fue Alfredo Alcón, él podía hacer cada año una cosa distinta en los tres circuitos. Podía brillar por su talento en el teatro Andamio 90, un año, en el San Martín, y en otro en el Teatro Astral. Creo que al teatro no hay dividirlo en comercial, independiente y público, sino que hay bueno y malo en los tres circuitos. Hay que bucear antes de ir a ver un espectáculo, para no perder tiempo ni dinero, ni llevarse un mal momento como espectador.
¿Cómo observa el compromiso de los artistas con ciertos espacios políticos, como lo que sucedió con actores que adhirieron al kirchnerismo, por ejemplo?
A mí me parece que estuvo perfecta esa adhesión. Si un médico, un obrero o un ingeniero pueden exponer en público lo que opina ideológicamente, no veo porque esté mal que lo haga un actor. Me parece maravilloso que cada uno exponga sus ideas. Tengo el recuerdo de lo que sucedió en la época de Alfonsín con Luis Brandoni y otros actores que adherían a su gobierno y que incluso llegaron ser asesores culturales durante esa gestión.
¿Cree que hoy en día hay un ensañamiento con esos actores? ¿Qué hoy no le dan lugar en la pantalla?
No creo eso. Lo que sí veo es que hay un ensañamiento en marcar a quienes piensan distinto, pero es una cuestión que vino desde siempre. Yo nací con la grieta, estoy demasiado viejo para que me cuenten que la grieta es de ahora. Siempre la hubo
¿Cómo es su relación como productor teatral y el gobierno nacional?
Normal, como con todos los demás. Uno puede tener su ideología, pero está bueno, a mi entender, no meterse con ningún gobierno. Pero no por eso quiero decir que no se pueda llegar a realizar acuerdos, teniendo en cuenta que somos empresarios privados. Por ejemplo, hace unos días hemos firmado un convenio con el titular del PAMI, Carlos Regazzoni, por cual se entregarán entradas para que asistan los jubilados de manera gratuita al espectáculo “No seré feliz, pero tengo marido”. La intención es acercar a más gente a los teatros de la calle Corrientes, que quizás, de otra forma, no hubieran podido acceder.
¿Qué significa la cultura para usted?
Todo es un hecho cultural, desde cómo nos vestimos y nos peinamos. No solo es ir al teatro o ver televisión. Uno siempre aspira a que la cultura acompañe a la ciudadanía como quisiera que acompañara al hijo de uno. Tiene que ver con llevar en la práctica profesional lo que uno quiere en su vida privada. No creo que el chimento tenga que ver con el espectáculo, son dos negocios que corren por carriles separados. De hecho, cosas que se consumen gratuitamente en televisión no se pagarían para ver en un espectáculo teatral y espectáculos con mucho contenido, que pueden convertirse en un éxito en el teatro, no se podrían pasar por televisión: no tendrían la audiencia necesaria para sostenerse en ese medio. Son diferentes ramas de la cultura y de las empresas, que tienen relación con el mundo del espectáculo.
Actualizada 09/11/2016
Nov 3, 2016 | inicio
“Nos encontramos con una ley que es más vieja que yo y que no contempla un montón de cuestiones tecnológicas que hoy están disponibles”. Con ese diagnóstico como punto de partida, el secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca, Ricardo Negri, defiende el proyecto de modificación de la Ley de Semillas que el gobierno envió al Congreso días atrás. Ex asesor de empresas agropecuarias y profesor en la Universidad Católica Argentina (UCA), Negri defiende la iniciativa de seis artículos diseñada “en el diálogo con los distintos actores de semillas” y reconoce que la discusión es y será ardua porque “hay muchos intereses en juego”.
¿En qué estado estaba el debate en torno a la modificación de la Ley 20.247 cuando asumió como Secretario de Agricultura?
Cuando llegamos nos encontramos con una ley que es más vieja que yo, por lo que no contempla un montón de las cuestiones tecnológicas que hoy están disponibles. El INASE (Instituto Nacional de Semillas) y el Ministerio habían realizado varias resoluciones pero no hubo una decisión política seria para resolver esta falta. Es un tema que se arrastra desde el 2004. Nosotros veníamos con algunas ideas sobre la modificación a la Ley pero la verdad es que las conversaciones con los distintos actores de la cadena de semillas son diferentes si uno no está en el Gobierno.
En los últimos años se formularon distintos proyectos para modificar la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas, ¿en qué se diferencian del que diseñó el gobierno?
Lo que pasó en 2013 y 2014 fue que hubo grupos de trabajo que llegaron a un acuerdo para presentar un proyecto de ley. Lo que nosotros presentamos hoy es una modificación de la ley actual que creemos que es un gran paso para mejorar no sólo la cadena de la soja sino de todas las semillas.
¿Cuál es el eje del proyecto, el punto que usted considera más importante?
Lo más importante del proyecto es que se paga la semilla. Y que el uso propio está restringido a las hectáreas que se compran. Esto es fundamental para nuestro primer objetivo que es el de lograr una buena industria semillera. Si podemos ser el supermercado del mundo también podemos ser el semillero del mundo, y no sólo de autógamas (n.d.r: son aquellas que se reproducen por autofecundación como el trigo, la soja, el arroz y cítricos, entre otras) sino también de muchas otras semillas que se producen en el mundo y que se podrían producir en la Argentina perfectamente.
¿Por qué la discusión lleva tantos años y aún no pudo resolverse?
Primero porque no estaba la decisión política de llegar a un acuerdo, y después porque hay muchos intereses en juego. El uso propio es un derecho ancestral, pero la tecnología de alguna manera tiene que ser retribuida. Cuando la ley es laxa, ganan los “pillos” y a ellos no les conviene que haya un acuerdo. Además, si no se priorizan las discusiones a largo plazo, se hace difícil actuar.
¿Cuáles fueron los puntos que se debatieron puertas adentro del Ministerio este año para la modificación de la ley?
Fueron muchos: quién paga, a quién, cómo, qué pasa con los infractores. Hoy lo que se paga a los obtentores es insuficiente para poder desarrollar la industria semillera argentina, pero a la vez los que aplican bien el uso propio no son ilegales. Es un tema de derechos de unos contra derechos de otros.
¿Cómo resolvieron las diferencias entre los intereses de la Mesa de Enlace y los de las empresas multinacionales?
Lo que hicimos fue tratar de juntar las puntas lo máximo posible, no pudimos juntarlos a todos en la misma mesa porque los intereses son demasiado divergentes. Fuimos trabajando con cada uno de los actores. Lo que mandamos es lo que creemos más factible para que se apruebe en el Congreso Nacional.
Luego de las negociaciones, ¿cómo quedó la relación del Ministerio con Monsanto?
La relación con la empresa siempre fue buena. Nosotros le mostramos el rol del Estado y qué es lo que queremos. Le decimos que los derechos del obtentor y los derechos sobre la biotecnología son importantísimos para nosotros. De todas formas, no se mostraron conformes con el proyecto.
¿Qué opina sobre los reclamos de la Sociedad Rural (SRA)?
Eso es un tema netamente comercial, es una cuestión de precio. El problema es que hay temas legales, temas de propiedad intelectual, y temas comerciales mezclados en la misma discusión. Nosotros nos reunimos con ellos como nos reunimos con los demás actores para discutir sobre el futuro de la Ley de Semillas.
Recientemente hubo algunos cambios en el Ministerio, en la Secretaría de Agricultura Familiar, ¿cuáles son las razones de la renuncia de Oscar Alloatti a casi un año de haber asumido en el cargo?
Oscar entró en diciembre y ya estaba cansado. Es un hombre grande y le puso todas las pilas a su trabajo.
El Consejo de Agricultura Familiar Campesino Indígena (CAFCI) reclama por una baja en el presupuesto del sector, ¿cómo ve el futuro de la Secretaría? ¿Pasará a formar parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca?
Eso es decisión del ministro. Por ahora estamos ordenando la Secretaría. Lo que hay es un ordenamiento presupuestario. Estamos ajustando los gastos como en todos los Ministerios, lo que no tiene que ver con reducciones sino con aumentar eficiencias. Tenemos un Estado Nacional con un déficit muy grande y tenemos que achicarlo.
¿En qué situación está el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)?
El INTA está dentro de esta situación de ordenamiento. No están en juego los salarios ni los presupuestos de investigación, pero tenemos que regular situaciones de gastos que a veces son excesivos. Estamos cuidando el bolsillo como todos los argentinos.
En cuanto al avance en los derechos de propiedad intelectual, ¿se dio en algún momento la discusión sobre la posible adhesión al acta UPOV (Unión de Productores Obtentores Vegetales) 91’?
El proyecto está en el marco del acta de 1978. Hoy queremos cumplir bien UPOV 78’ para analizar si vamos a UPOV 91’, tenemos que ir por partes.
¿Por qué es necesario constituir un nuevo directorio en el Instituto Nacional de Semillas (INASE)?
Hace muchos años que no tiene constituido su directorio. Lo que queremos es darle más operatividad al instituto, y que el trabajo entre INASE y la Comisión Nacional de Semillas (CONASE) sea más fluido.
¿Quién se encargará de establecer el precio del canon que se pagará en la compra de semillas?
El INASE va a verificar que el precio esté dentro de las reglas de mercado. Queremos que el valor lo pongan las compañías y los productores según la oferta y demanda, que haya una buena competencia.
Similar al Sistema de Regalías Extendidas…
El sistema de regalías extendidas fue una forma privada de resolver los conflictos. El INASE no va a trabajar en que sea un mercado regulado, sino un mercado transparente. Y entonces el sistema ya no va a ser necesario.
¿Cuáles son los planes para el año que viene?
La idea es trabajar en un proyecto de ley para reemplazar la vigente, pero tenemos que ir paso a paso. Primero necesitamos que se apruebe esta modificación.
¿Cuándo cree que será aprobada por el Congreso?
Por mí que se apruebe mañana, pero eso no depende de nosotros. Queremos entrar a la campaña que viene al menos con la media sanción.
Actualizado 1/11/2016
Oct 25, 2016 | Entrevistas
Hernán De Vega, popularmente conocido como El Cabra, forjó en su paso por frigoríficos y fábricas una conciencia de clase que con el tiempo se convirtió en su principal herramienta para emprender el oficio de cantautor. Poseedor de una lucidez y un sentido de la ironía amasados al calor de sus años como artista callejero, se inició en la música conociendo apenas tres acordes y poniendo en palabras la cristalización de un clima de época, actividad que marcaría su carrera artística. Junto a Gabriel Hemo, en 1992 fundó Las Manos de Filippi, una propuesta musical con alma de rock pero capaz de fusionar distintos estilos musicales, desde el ska hasta la cumbia pasando incluso por el tango. También ha explorado el tango y la cumbia con proyectos paralelos que, en muchas ocasiones, han agudizado sus críticas e ironías en nuevos compases. Tal es el caso de Che Chino, proyecto de tango, como de Agrupación Mamanis, conjunto de estirpe cumbiera con el que despliega una faceta más tropical y festiva.
Con Las Manos de Filippi atravesaron distintas etapas políticas del país. Ahora lanzaron M.A.C.R.I para estar en sintonía con el cambio de gestión, ¿cómo surgieron tan rápido las composiciones?
Fue mutando mi manera de componer, en un momento me cansé de componer si no estaba el plan de grabar, entonces anoto ideas y pequeñas frases que se me ocurren, y cuando está la idea de grabar el proyecto me conecto con todas esas ideas. Para este disco la idea fue hacer cuatro canciones que hablaran de actualidad, porque el disco tenía que salir en un mes ya que si se demoraba más cuando saliera íbamos a estar descontextualizados, hablando de cualquier cosa. Metimos toda la artillería enfocados en ese momento.
Este primer capítulo tiene canciones muy coyunturales, ¿qué es de esperar para el próximo capítulo?
Ese ya no va a ser de un estilo tan actual ni contestatario como M.A.C.R.I, quizás va a ser un capítulo más irónico. Se llamará Descomposición y seguramente salga para marzo, van a ser como personajes descompuestos de la sociedad, cantados como en primera persona, un estilo de canciones de las que tenemos muchas.
Y la tercera entrega se completa con los 25 años, sumando la edición de un libro y un DVD.
Sí, estamos haciendo un documental. Queremos mostrar todas esas gráficas: cuando la banda todavía no sonaba pero tenía un logo, panfletos, todo el arte… Desde que se sumó a la banda Gaspar (Benegas, en el 2007), entramos en un ritmo más normal de sacar temas o discos, él hace la producción, la dirección musical, él define, nosotros tiramos y él hace el mapa.
¿Cómo es la recepción del disco que tenés en los vivos?
Muy buena, al público le gustan mucho los temas nuevos, hay una energía muy buena. Por suerte también nos estamos dando cuenta que los temas de Marginal y Popular salen como relajados, pero estos temas de M.A.C.R.I son nuevos hasta para nosotros y no podemos desconcentrarnos. Todo lo que solemos variar en once temas ahora lo comprimimos en cuatro, entonces está como estallado.
¿Cómo se da tu vínculo con la música?
Arranqué como a los 17 años. Ninguno tocaba en la barra, entonces le pedí prestada la guitarra a un amigo y empecé a investigar con las revistas Canta Rock -editada entre 1983 y 1988-, ahí empecé a entender lo que quería decir esa figurita y empecé a tocar. Con lo poco que aprendí, ni bien supe tres acordes me entusiasmé en hacer canciones, porque con esos mismos acordes creo que solo podía hacer las de Pastoral. Así fue que me enganché y a medida que iba aprendiendo un acorde nuevo trataba de componer una canción que lo incluya. Vi esa veta y me enganché más en la letra y la composición, de hecho con la guitarra sigo casi al mismo nivel que en ese momento.
¿Desde los comienzos notaste que tenías vocación para las canciones de protesta?
En realidad más que de protesta comencé con el humor, humor negro sobre todo; todas intentaban llamar la atención chicaneando al que escuchaba. Cuando tuve seis canciones empecé a tocar en Villa Gesell, primero, y en invierno en la calle Florida. Así fui adaptando un estilo que venía descubriendo y que se terminó de crear en la calle, donde se impone llamar la atención de alguna forma. Y llama la atención un chabón puteando. Por otra parte, siempre me atrajo escuchar canciones que no chicanean al que escucha, y pensaba qué bueno debe ser tener esa paz para hacer esos temas; yo siento que tiene que haber algún justificativo, que en algún lado tiene que estar chicaneando, así se formó ese estilo de protesta o más irónico.
¿En esos inicios que referentes tenías?
Estaba muy influenciado por Rodolfo Zapata. De chico curtí la dictadura y para encontrar un cassette de Zapata había que hacer prácticamente un trabajo de inteligencia, era algo recontra prohibido. También me gustaba Moris, Piero, todo lo que se decía que era prohibido me interesaba, y además era fanático de Los Beattles, pero de John Lennon sobre todo. Con el tiempo me di cuenta que el tipo ponía al servicio de la lucha su música, y eso tenía mucho que ver con lo que después defendí.
Y tu carácter de conciencia de clase, ¿desde dónde y cuándo te acompaña?
Desde los 12 años empecé a laburar, y a partir de los 13 trabajé en fábricas, siempre tuve muy clara el lugar del patrón y me llamaban la atención esos temas que hablaban de las patronales, la cosa gaucha, como Larralde, Cafrune, por ejemplo. Ya cuando empecé con la música tenía 7 años de laburo en una fábrica.
¿Cómo se dio en tu carrera la transición de ser artista callejero a la formación de una banda estable como Las Manos de Filippi?
Toqué todos los veranos desde el 86 al 92 en Gesell y esa fue un poco mi carrera. Para mucha gente que conocí en esa época era el hippie de la Avenida 3, de eso me enteré hace poco que un pibito me dijo “uh… cuando yo era chico íbamos con mi familia e íbamos a ver al hippie de la 3”. Y yo creía que era Larralde… Después en un momento empezamos a escuchar Mano Negra, Maldita Vecindad, bandas que tenían letras parecidas a las que yo hacía con la guitarra, y se nos ocurrió con Gabriel Hermo, un amigo de mi primer intento de hacer el secundario y que era artista plástico, la idea de una banda pero con mucha más gráfica que música. Teníamos logo, volantes, y decidimos juntar una banda, empezamos con Bernardo Hoffman, un amigo que sabíamos que tocaba con gente y fue quien se encargó de traer a la primera banda: Pichono, Edu Lobo, Toti…
¿Sintieron la presión y el peso de la industria por el rumbo elegido con Las Manos?
Sí, pero no nos sorprendió, estábamos decididos en ir hacia adelante. Tampoco buscábamos ofertas, siempre nos fue conveniente hacerla de manera independiente. Pero en su momento, con la aparición de productores artísticos se nos hizo un poco más jodido, porque hasta entonces las bandas hacían sus discos, los llevaban a las disqueras y la compañía los difundían. Cuando la compañía empezó a venir con el productor artístico que te hacía el disco, entendimos que eso no estaba bien, que estaban haciendo lo que nos gustaba hacer, las canciones, decidir sobre qué tema tratan, cómo es el disco. Ahí sí hubo que remar contra la corriente, pero con el tiempo te ganás el espacio, nosotros hace 25 años que estamos, siempre decimos que cualquier oficio que uno lleve adelante te abre un camino. Ahora hace años que somos parte del sello Rock y Reggae, que nos da la libertad total de crear los discos que hacemos y ellos se encargan de editar y de llevarnos a tocar a algún lado.
Cerca de los 2000 comenzás junto a Berni en Che Chino y se da el acercamiento de Korneta y Eli Suárez, de Los Gardelitos, ¿cómo se dio el encuentro?
A Eli le gustaban Las Manos, y tiempo después me contó que una vez lo llevaron a Korneta a un show nuestro casi a los empujones, que no quería saber nada. Ahí no fue que nos conocimos, pero después tengo la imagen que las primeras veces que nos vimos con Korneta fue en Cemento, en la barra, no sé si tocaban ellos o nosotros, y nos conocimos por medio de Eli. Me acuerdo también que en esa época en que nos estábamos conociendo nosotros tuvimos una fecha en Gesell, y yo volvía a la tierra de mis inicios pero ahora re agrandado, con la banda, ya no era el hippie de la Avenida 3. O tal vez todos decían “el hippie de la 3 se armó una banda, se llenó de hippies”. Nos faltaba una batería y nos enteramos que estaban tocando Los Gardelitos en Gesell, entonces fuimos y nos prestaron la batería. Después, cuando empecé con el tango junto a Berni, con Eli ya tenía una relación de vernos y a él le gustaba tocar e investigar en el tango, entonces lo invitamos a tocar. Cuando grabamos el primer disco no tocó, pero si tocaron una versión de “El borracho”, que me fui con una portaestudio a la casa del Korneta y ahí cantaron todos, estuvo buenisimo. Después, en cada show donde tocaba Eli, el Korne siempre se cantaba un tema, todo eso pasaba fundamentalmente en el Abasto, en el bar El Amanecer, ahí hicimos un ciclo todos los lunes.
¿Y cómo lo recordás a Korneta?
Lo recuerdo cuando veo lo bien que está Eli, cómo salió adelante con su proyecto, cómo hizo su vida. Ahí me doy cuenta de la grandeza de su padre, porque es jodido tener un papá tan groso, al que todos aman, y a su vez tener la cabeza tan ubicada como Eli.
La experiencia de Agrupación Mamanis es prácticamente en simultáneo a Las Manos de Filippi y a Che Chino, ¿cómo se dio esa articulación de estilos?
Siempre compuse en la calle y desde mis primeros seis temas ya había una variedad total de estilos. En un momento me di cuenta que con Las Manos… podíamos hacer un estilo más bien rockero, y si bien yo ya tenía algún tango compuesto, no daba para explorar con eso en una banda de rock. Ahí decidí juntarme con Berni e investigar en el tango, paso doble, milonga. Con Mamanis fue parecido, cuando participamos con Las Manos… del disco Alta Tensión junto a Los Tintoreros, Actitud María Marta, Las Plantas de Shiva, y Virulana y sus Petzales, dentro de los tres temas que hicimos metimos El himno del cucumelo, y como DBN era más bien un sello cumbiero lo vieron y explotaron el tema por todos lados. En ese momento lo hacían un montón de bandas, incluso hasta el día de hoy recibo en las planillas que el tema se hace en un montón de países.
Luego de Cromañón participás de la creación de MUR (Músicos Unidos por el Rock), ¿actualmente sigue siendo un espacio para nuclear bandas?
Claro, ahora el MUR es Músicos Organizados, y no solo hay músicos sino también artistas plásticos. Es el espacio con el que se armó una lista para presentar candidaturas en las últimas elecciones de SADEM (Sindicato Argentino de Músicos); el año que viene hay elecciones nuevamente y también vamos a presentar lista. Esa lucha que arrancó después de Cromañón está hoy canalizada más a lo gremial, yo no estoy participando pero hay asambleas de músicos.
A más de una década de Cromañón, ¿cómo ves la escena?
Creo que ahora se intenta meter otra vez la lógica previa a Cromañón, donde hay bolicheros copados y cada banda se consigue su lugar. Lo que nosotros hacemos desde un primer momento con el MUR, y luego con el MO, es llevar un reclamo al Estado para que le brinde espacios a las bandas nuevas, para que apoye a la cultura, que haya un circuito para que las bandas nuevas puedan tocar y que la gente no pague entrada, que los músicos puedan cobrar algo, un apoyo, que no quede todo librado a la privatización, porque si no, lo único que le queda a un pibe que recién arranca es buscar un bolichero copado. Se trata de un negocio gigante y el Estado se lava las manos sin brindar otra opción de acceso a la cultura a los jóvenes.
¿Sobre qué estructura te sentís más cómodo componiendo, el rock, el tango, o la cumbia?
Creo que si no tengo el proyecto agarro la guitarra y hago tango, es lo que más me gusta hacer, lo que más me entusiasma. Si no trato de meterme en lo que haya que hacer y empiezo a activar la cabeza las 24 horas buscando la frase, cómo cerrar, en eso soy medio obsesivo.
¿Y la inspiración?
Sale de oficio, sé que si lo tengo que hacer lo hago, y si tengo la idea sobre lo que quiero escribir me relajo y dejo que aparezca el tema, pero lo que más me tortura siempre es no tener sobre qué escribir, sucede que tengo tantas opciones que no puedo elegir ninguna, El Pecho (Germán Anzoátegui) siempre me tira títulos y ahí me mentalizo como los perros cuando les muestran el hueso.
Como referente del arte callejero, ¿estás al tanto de las movidas de resistencia de, por ejemplo, Frente de Artistas Ambulantes Organizados?
Conozco a los chicos de Jamaicaderos, que no sé si están en esa organización pero que hace poco hicieron una movida de artistas pidiendo espacios, los músicos de Mamanis XL, empezaron a tocar en Florida y recibo noticias por ellos… Calculo que la hostilidad no cambió nunca, yo laburé veinte años en la calle y siempre fue así, nunca sentí que estaba trabajando tranquilo y doy por hecho que sigue siendo así, que no es fácil. Está la gente que quiere vivir de la música y la calle es una gran opción, y antes de Cromañón el que iba a la calle era porque le gustaba. Después de Cromañón muchas bandas salieron a las calles, por eso un poco decidí abrirme, porque yo seguía con mi guitarrita y mi parlantito y de repente caían dos por lado, con batería y todo, eso también demuestra la falta de lugares para tocar. Esa es la lucha que tienen que encarar los músicos. Como los médicos, los pacientes y los enfermeros luchan por la salud pública, los docentes por la educación pública, los músicos y los artistas tienen que luchar por esos espacios públicos para la cultura y el trabajo.
¿Cuál es tu visión de la coyuntura actual no solo de Argentina sino de la región?
Lo tomo como la caída de los gobiernos nacionales y populares que demostraron la incapacidad para llevar un proyecto popular y las conquistas de los trabajadores adelante. En cada lado rebotó diferente, acá particularmente veo al kiechnerista desmoralizado que te dice que la gente no entiende nada. Creo que la gente está mucho más a la izquierda que el Presidente y que el desmoralizado, y que no va a ser fácil para ningún gobierno imponer el ajuste que no pudo hacer Cristina y que quiere hacer Macri, creo que se le va a complicar. Depende mucho de cómo se dan las cosas en los gremios, hay unas experiencias de gremios recuperados en los que se echaron burocracias, los de los neumáticos, por ejemplo. Son experiencias de lucha que van marcando el camino. Se van cayendo las burocracias en los sindicatos, yo veo que hay un movimiento, que no hay quietud en la gente. Tenemos un montón que antes apoyaban al kirchnerismo y hoy están quizás más acercados a una lucha.
¿Qué es el rock para vos?
Podría ser todo lo que se hace con batería, es como un estilo. Para nosotros nuestra banda es rockera, pero hacemos desde ska hasta cumbia, la actitud de una banda de rock es eso: tener una banda y salir a tocar, porque cuando salgo con Che Chino hacemos exactamente lo mismo que hacemos cuando vamos con Las Manos, no hay nada que nos diferencie. El rock supongo que también es poder encasillar lo que haces para venderlo mejor. Pero, a su vez, también es la actitud de querer meter el dedo en la llaga. Creemos que somos rock por esa forma de interpelar al que te escucha, después habrá bandas que se creerán de rock por otras cosas. Nosotros no creemos que todo el mundo tenga que hacer música de protesta ni que todo el que haga música de protesta tenga que luchar. Hay que correr de lado lo artístico e integrarlos a la lucha, porque lo que nos une a todos no son ni nuestros estilos ni gustos musicales, sino un interés de clase porque somos trabajadores, músicos, y juntarnos por eso a discutir sobre nuestros derechos y nuestras reivindicaciones.
¿Conociste bandas que sean parte de la industria y el mercado y que a su vez tengan una conciencia de lucha?
Si, por ejemplo los chicos de Airbag, con quienes compartimos un montón de asambleas y son unos capos. Cualquiera podría decir que son unos caretas, pero justamente ahí está el cambio que pueden aportar los músicos en esta era, porque lo de la música de protesta estaba bueno tomarlo como una herramienta de lucha en los 70 cuando la música todavía no era un comercio gigante, pero hoy que todo es comercio y que resulta un gran negocio, incluso hacer una canción de protesta, hay que sacarle esa importancia a la música, porque los músicos hoy ya tienen más conciencia y sobre eso hay que trabajar.
Actualizado 25/10/2016
Oct 19, 2016 | Entrevistas
“Qué terrible un intelectual diciendo esto, pero lo único que nos queda es tener fe”, dice la politóloga colombiana Gina Paola Rodríguez en torno a la situación de su país. Rodríguez, doctora en Ciencias Sociales (UBA) y especialista en violencia política y cambio social en América Latina, se refiere al panorama incierto que dejó el rechazo al acuerdo de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno nacional, que preside Juan Manuel Santos. Las negociaciones entre las partes, llevadas adelante en La Habana, datan de noviembre de 2012; en septiembre pasado se firmó el histórico acuerdo, en procura de poner fin a más de medio siglo de conflicto armado. Sin embargo, el 2 de octubre el pueblo colombiano votó por el “no” y rechazó pacto. No obstante, cinco días después, la Academia sueca le daba al presidente Santos el Premio Nobel por la Paz.
“Dentro de los sondeos más pesimistas, ganaba por estrecho margen el “sí” a la paz en Colombia, de manera que fue una sorpresa enorme –explica Rodríguez-. Pero si uno lo ve en una perspectiva de mediana duración, teniendo en cuenta lo que ha sido históricamente la participación política de los colombianos, no sorprende. Esta participación bajísima en las elecciones es estructural, no es algo que tenga que ver con esta votación específicamente”.
El jueves pasado Santos anunció que extenderá el cese al fuego bilateral hasta el 31 de diciembre de este año, hecho celebrado por las FARC. Mientras tanto, el ex presidente Álvaro Uribe escribió en su cuenta de Twitter: “Tenemos toda la disposición, como lo dijimos en campaña, en trabajar para que se modifiquen los acuerdos”.
¿Cuáles son los orígenes del acuerdo?
Desde tiempos del gobierno de Uribe, cuando Santos era su ministro de Defensa, se habían empezado a producir algunos acercamientos y charlas informales con el secretariado de las FARC. El paso definitivo se dio cuando las dos partes encontraron un lugar para discutir: Cuba. El gobierno de ese país, y en aquel momento el presidente Hugo Chávez, fueron los principales impulsores de ese encuentro. Ha habido adicionalmente un acompañamiento del gobierno de Noruega. A partir de allí, hubo un proceso largo que dio lugar a este acuerdo de 297 páginas sobre seis temas muy importantes: la reforma rural integral, la participación política de las FARC, la reparación de las víctimas, el tema de las drogas ilícitas, el tratamiento que se va a dar respecto al narcotráfico y, finalmente, los mecanismos de deportación de armas y refrendación de los acuerdos. 297 páginas que tomaron cuatro años, por eso es una situación tan especial y tan urgente.
¿Cuáles son los sectores a favor y en contra del acuerdo?
El gobierno de Santos era el más interesado en que este plebiscito ganara. Pero también hubo una campaña por el “no” liderada por Uribe con mucha circulación mediática. Tuvo a uno de los principales canales privados fogoneando esa campaña, el canal RCN, y una gran inversión en propaganda de radio y televisión.
Uno puede hacer lecturas en muchos sentidos. Son criterios económicos pero también políticos. Por un lado, Uribe nunca se ha destacado por ser un gestor de paz en Colombia. El agravamiento del conflicto interno durante su presidencia fue notable junto a un aumento indiscriminado de las violaciones a derechos humanos -como los casos de los falsos positivos, jóvenes que eran secuestrados y extraídos de barrios populares y después aparecían muertos-. Son innumerables e inconfesables los crímenes que se cometieron por parte de la fuerza pública en connivencia con el paramilitarismo, cuya responsabilidad es de Uribe.
Por otro lado, el uribismo ha construido su riqueza a costa del despojo de miles de campesinos de todo el país. Por lo tanto, las nuevas economías extractivas ven pernicioso la devolución de todos estos territorios a la población desplazada.
¿Qué otros sectores estaban por el “no”?
Las fuerzas militares, porque debían verse abocadas a confesar los crímenes que cometieron, a decir en dónde se encuentran esas víctimas, a pagar penas de cárcel, a verse expuestos. Muchos de estos militares actualmente están en retiro, entonces no tienen ningún interés en que esa verdad se sepa. Hubo también una participación muy importante de las iglesias cristianas evangélicas que decidieron bajar línea a toda su feligresía para que votaran masivamente por el “no”. En definitiva, el “no” ganó por desinformación, ganó porque hubo abstencionismo, ganó porque quizás, también, le faltó al “sí” una campaña más contundente, más masiva. También es cierto que hay un enorme resentimiento en el país frente a las FARC, y eso no es fácil de superar. Las FARC fueron un actor armado que le hizo mucho daño al país y eso parece que persiste en la memoria de los colombianos.
¿Cómo fue el resultado del plebiscito en el extranjero?
Afuera ganó la gente que apoyaba la paz. Lo increíble es que la gente más progresista en Colombia está en el exterior. Cuando uno habla de cerebros fugados, acá es absolutamente patente. Otro rasgo relacionado con la votación en países extranjeros es que hay muchos jóvenes. Los que están intentando actualmente que el proceso continúe son los jóvenes y los estudiantes.
¿Cuál es el impacto del triunfo por el “no” en Latinoamérica?
Muchos ciudadanos latinoamericanos teníamos una esperanza enorme puesta en los acuerdos de La Habana frente a lo que ha sido esta avanzada de la derecha neoconservadora en la región. Y eso no quiere decir que Santos sea un presidente progresista o de izquierda -es un presidente de derecha, neoliberal-, pero ha marcado un precedente ya que, en un marco como el colombiano en el cual la ultraderecha está representada por el guerrerismo de Uribe, llevar adelante un proceso como el de La Habana era un alivio y era una buena señal para la región. Máxime cuando las conversaciones se produjeron en Cuba y tuvieron el apoyo de Venezuela, de Noruega, y de todos los países de América Latina. Por otro lado, el conflicto armado colombiano no afecta solo a ese país, ni militar ni económicamente. Colombia, desde hace muchos años, se ha vuelto una exportadora de refugiados. Muchos atraviesan las fronteras de Ecuador, de Venezuela, de Perú, huyendo por la violencia. Y nosotros no podemos seguir cargando a nuestros hermanos con los que compartimos frontera de esa responsabilidad. También Colombia se ha vuelto un exportador de violencia, porque en las zonas de frontera, por ejemplo con Venezuela, ha habido claramente una acción del paramilitarismo muy marcada, que incluso ha secuestrado, asesinado y extorsionado a ciudadanos venezolanos. Es un conflicto que fue más allá de las fronteras de nuestro país y afecta seriamente a nuestros vecinos, con el agravante de que el combustible de todo esto es el narcotráfico, que ya tiene un alcance, no sólo regional, sino mundial. Algo que parecía una negociación con una guerrilla, en realidad, tiene una repercusión enorme para toda América Latina y, yo diría, que para todo el globo porque las redes de narcotráfico, de terrorismo, de armas, son globales. Desarticular a uno de estos actores a nivel global realmente era un avance y un aporte de Colombia para hacer de este mundo un lugar con un actor violento menos.
¿Qué puede pasar en los próximos meses?
Cualquier cosa. Fíjate lo que fueron estas semanas. El domingo 2 de octubre nos mataron con el “no”. El lunes siguiente Santos cita a Uribe, que no va. Se encuentran el miércoles, día en que Uribe hace una declaración en la que no dice nada, no propone ningún acuerdo alternativo, no tiene ningún argumento de peso para negar la validez de los acuerdos de La Habana. El jueves habló el jefe de campaña por el “no”, haciendo unas revelaciones que parecen de wikileaks, sobre cómo se produjo toda la estrategia de manipulación. Terrible. Este hombre renunció ese jueves al centro democrático del partido de Uribe. Y el viernes le dieron el Nobel a Santos. En el medio, ha habido una enorme manifestación de los jóvenes en Colombia. Se han movilizado en marchas del silencio, en marchas con antorchas solicitando la paz. Todo depende de qué ocurra de aquí al 30 de octubre. El espaldarazo del Nobel le dará agallas a Santos para retomar las riendas del proceso, y para no delegar el futuro al uribismo. Santos, en su calidad de presidente, es el llamado naturalmente a salvar ese proceso. Creo que ahora haría falta una mayor presión internacional para que exista un convencimiento. Otro escenario que han planteado es el de una Asamblea Nacional Constituyente, pero esa ya me parece una estrategia demasiado ambiciosa. Si nosotros no logramos juntar censo electoral para votar un plebiscito, menos para reformar la carta constitucional. Segundo, es engorroso procedimentalmente. Tercero, dilata excesivamente los tiempos decisión: esta paz hay que lograrla ahora. El futuro del acuerdo depende de Santos, del liderazgo que él tenga, de que decida definitivamente que los acuerdos sigan. Por otro lado, hay que esperar porque Uribe y los sectores reaccionarios de la derecha colombiana no se van a quedar de brazos cruzados, pueden salir con cualquier cosa. En este momento, el panorama es muy incierto, pero no debemos tirar a la basura este acuerdo que tanto costó lograr.
Actualizado 19/10/2016
Oct 12, 2016 | Entrevistas
Paola Salgado Piedrahita es abogada y activista por el derecho al aborto. Feminista y defensora de los derechos humanos. Joven y luchadora. En Rosario, en medio de la Plaza San Martín, punto principal del Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), habla con una y otra persona, se pasea entre los puestos de la feria y llega a la radio feminista montada bajo un gazebo y una montaña de cables. Enfrenta el sol tajante con una visera y unos lentes, y toma el micrófono con fuerza para hablarle a las mujeres argentinas mientras, en algún recuerdo no tan lejano, imagina estar frente a sus colegas colombianas. El exilio es nostálgico. Paola aterrizó en Argentina en octubre de 2015, veinte días después de haber salido de la cárcel El Buen Pastor, en Bogotá, donde permaneció detenida, acusada de “terrorista” por su militancia en el Congreso de los Pueblos y su tarea como coordinadora de un programa de salud reproductiva. “Caí en una causa armada por parte de la policía y la fiscalía. Me vincularon a un proceso judicial por terrorismo. Hubo una judicialización no sólo policial, sino también mediática”, reconstruye.
¿Desde cuándo te considerás feminista?
Fue en 2005, cuando empezó a hacerse más fuerte la campaña por la legalización del aborto. Ahí comencé a informarme, a reunirme en grupos de estudio y participar de las discusiones. Estudiaba derecho en la Universidad pública y al principio me involucré en organizaciones como activista de los derechos humanos, frente a la realidad que vivíamos en Colombia. Pero en 2005, con el reclamo por el derecho al aborto, decidí vincularme con la lucha feminista.
¿En qué agrupación empezaste a participar?
En estos once años de lucha, he trabajado dos ejes importantes: el aborto legal y la violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado. Empecé con un proyecto de base estudiantil que se llamó Escuela Feminista, y luego participé de la fundación de la Confluencia de Mujeres para la Acción Pública, que es una red nacional de mujeres campesinas que está en distintas ciudades y que es parte del movimiento social Congreso de los Pueblos. Con la red, la idea fue salir de lo académico y de lo intelectual para aportar al movimiento popular en Colombia y combatir el conflicto armado en el país.
Desde 2005 estás en la campaña por la legalización del aborto, ¿cuánto se avanzó en esta causa?
Por ahora hay tres caudales legalizados: peligro de la vida de la madre, malformaciones o incompatibilidad del feto con la vida y violación sexual. Si bien en los hospitales públicos todavía no se ha logrado implementar la ley como se debe, en Colombia hay prestadores privados legales que brindan la atención médica debida, con un enfoque social que permite a las mujeres más pobres poder acceder, acompañadas de programas estrictos de educación sexual y de anticoncepción. Sabemos que las mayores barreras para un aborto legal y seguro están en el mismo cuerpo médico, porque si bien se modifica la ley, no se modifica la forma de pensar.
¿Cuál era el rol del Programa de Salud Sexual y Reproductiva del cual estabas a cargo en Bogotá?
El trabajo está en lograr que los profesionales de la salud tengan la mayor claridad posible sobre qué hacer en los casos de aborto, y que entiendan que tienen un rol protagónico para garantizar la vida y la salud de las mujeres. Nosotras los ayudamos a elaborar los protocolos y los apoyamos en el proceso de formación. Como profesionales nosotras tenemos que hacer cumplir la ley, y por eso queremos que los trabajadores de la salud entiendan que somos sus asesoras y sus acompañantes, que queremos que lo hagan bien y que cumplan el rol que tienen que cumplir.
En 2015 tuviste que abandonar la coordinación del Programa, ¿Qué pasó?
Estuve desde el 2013 hasta el 2015. El 8 de julio del año pasado caí en una causa armada por parte de la policía y la fiscalía que me vincularon a un proceso judicial por terrorismo, donde hubo una judicialización no sólo policial sino también mediática. Conmigo se llevaron a otras doce personas. Estuvimos en prisión dos meses, y aún sigue el proceso judicial. Tenemos el riesgo de ser condenados a 30 años de cárcel por terrorismo, por haber sido vinculados a una protesta estudiantil en la Universidad Pública. Entre los 13 detenidos hay estudiantes y además personas vinculadas a diversos sectores. La única coincidencia es que todos pertenecemos al Congreso de los Pueblos. Lo que entendemos es que fue una excusa para criminalizar al movimiento».
En 2003 el gobierno de Álvaro Uribe, actualmente principal crítico del acuerdo de paz entre el Estado y las FARC y líder de la campaña por el “no”, logró que el Congreso aprobara el Estatuto Antiterrorista en Colombia. Este documento modifica cuatro artículos de la Constitución que dejan el camino libre para que unidades especiales de la policía judicial y también fuerzas militares puedan interceptar a los ciudadanos sin previa orden judicial, además de ejecutar detenciones, allanamientos y registros domiciliarios. En 2006, aún bajo la gestión de Uribe, este documento se formalizó en la ley 1121, por la cual se dictan normas para la “prevención, detección, investigación y sanción de la financiación del terrorismo y otras disposiciones”.
Mencionás que uno de los ejes es la violencia contra las mujeres dentro del conflicto armado, ¿A qué te referís?
Cuando la militarización ocupa un pueblo sucede como en las guerras medievales. Llegan a reclamar el territorio a través de la violencia, y con la misma violencia toman el cuerpo de las mujeres. Entonces, la mujer se convierte en un instrumento en disputa por parte de los guerreros. Castigar a las mujeres es igual a castigar al enemigo.
¿Qué pasa con esas mujeres después de las situaciones de violencia?
Para las mujeres que sobreviven de la desaparición forzada de sus familiares queda la marginalidad, la exclusión social y la pobreza. Estas mujeres víctimas de la guerra que son desplazadas de sus territorios, terminan engrosando las redes de prostitución y de explotación en el trabajo doméstico informal.
¿Cómo se puede revertir esta situación?
Lo que hay que hacer es apropiarse de la participación política, de los espacios públicos. Construir la paz en Colombia implica construir transformaciones sociales y duraderas que abran espacio a la voz de las mujeres.
Y ahora que en el referéndum se votó el “no”…
La campaña por el “no” utilizó un discurso misógino y un discurso de discriminación. Nos surge la preocupación de que se construya un modelo ideológico de derecha en el país, que entendemos que nace del miedo de que las mujeres salgamos de la casa a la calle a reclamar, a dejar los lugares tradicionales, y también miedo a que la enseñanza de género en las escuelas pueda transformar en homosexuales a los niños. En definitiva es lo mismo que ocurre en Brasil en el golpe contra Dilma. Si no se transforma el modelo de país, y en esto las mujeres tienen un rol importantísimo, el conflicto armado no va a desaparecer. Hay una frase que tiene que ver con esto y que decimos mucho allá: en Colombia es más fácil armar una guerrilla que armar un sindicato.
El 11 de septiembre del 2015, el Juzgado N°44 declaró que el procedimiento de captura de los trece integrantes del Congreso de los Pueblos era ilegal y que la orden de prisión preventiva no tenía fundamento jurídico, no había argumentos legales. Sin embargo, tanto Paola como los demás continúan relacionados al proceso judicial.
Desde que saliste de la cárcel estás viviendo en Argentina. El exilio, ¿es decisión personal o es decisión política?
Es personal y política. Política porque la situación es complicada de afrontar allá, en especial por una serie de condiciones de riesgo que no vale la pena asumir. Y personal porque fue una recomendación tanto del Congreso de los Pueblos como de los organismos de derechos humanos que nos acompañaron en el proceso. La refrendación de los acuerdos de paz abría una posibilidad para regresar porque la jurisdicción especial de paz incluía algunos beneficios para referentes sociales judicializados que nos daban la posibilidad de regresar. Con el “no” eso queda en el limbo y nos toca seguir esperando.
Actualizado 12/10/2016