Ene 5, 2016 | Entrevistas
En una casa del barrio porteño de La Boca, Jorge Pistocchi, el creador de la legendaria revista El Expreso Imaginario entre 1976 y 1979 y de otras publicaciones contraculturales como Mordisco, Pan Caliente y Zaff, recibió a ANCCOM el viernes 25. Sus orígenes en el periodismo, las andanzas con Miguel Abuelo y los pioneros del rock nacional, las experiencias artísticas con videocassettes y la toma de una fábrica en Llavallol fueron algunos de los temas que abordó en la charla. Dos días después, el polifacético artista, editor y periodista, que sobrellevaba numerosos y serios problemas de salud, murió a los 75 años. Quedan una radio online con su sello y en pleno funcionamiento, un centro cultural en su vivienda y las impresiones que dejó en esta entrevista.
¿Cómo fueron tus inicios como periodista en la revista Pelo?
En 1972 comencé como periodista para la revista Pelo. Yo estaba más relacionado con las artes plásticas; las circunstancias me habían acercado al arte a través de la escultura. Antes de eso, no había escrito nunca. Tenía muchas faltas de ortografía y me daba vergüenza. Si escribía una carta, la hacía revisar porque era un desastre. También tenía un poco de dislexia y entonces me costaba. En Pelo me dijeron: “Tomá media página y escribí lo que quieras”. Y empecé con bastante éxito, me respondía mucha gente. Sentí que tenía un fierro caliente en la mano, porque tenía que empezar a escribir; pero sentí, a la vez, un compromiso con lo que hacía. Fue un fierro caliente porque ahí, desde una posición independiente, te ponías de enemigo con mucha facilidad a todo el mundo. Si decías ciertas cosas, eran aceptadas; si decías lo que pensabas, no. Yo decía abiertamente lo que pensaba y tenía mucha repercusión por eso, por hablar de temas que nadie se atrevía. Era un momento en el que tenías que estar o de un lado, o del otro. Era un tiempo muy difícil para decir con libertad lo que uno pensaba. Yo hablaba sobre la realidad de ese momento desde el punto de vista del rock and roll. Lo que en ese momento significaban los rockeros es tal vez muy difícil entenderlo desde esta realidad, porque había un marginamiento muy abrupto. Cometer cualquier transgresión estaba muy mal visto por la gente. En Pelo también dibujé una historieta y me entretenía mucho hacerlo.
¿Cómo diste el salto a director de la revista Mordisco?
Se dio que a fines del ´73, una chica me ofreció hacer una publicación, que se iba a llamar Polenta Rock; finalmente habían registrado ese nombre y lo cambié por Mordisco. Ahí empecé a aprender un oficio que me gustaba mucho, porque nunca había encontrado algo que reuniera tantas cosas a nivel creativo. Casualmente, esta chica, que estaba en una revista subterránea, me conocía, y su padre era muy rico, le quería bancar una publicación. Me pidieron que la dirigiera y aunque no tenía la más remota idea, me entusiasmé. Empecé a sacar Mordisco en una época muy dura. Porque en el ´74 murió Perón, mataron al padre (Carlos) Mujica, todo el país sabía la que se venía. Estaba la Triple A, me amenazaban por teléfono y empecé a aprender el oficio de cómo dirigir. Aprendí de la importancia de los roles y del significado de citar una redacción, cómo formar un equipo. Ahí hice el aprendizaje y me gustó, tenía condiciones para hacerlo. Aprendí que necesitaba también una mano firme para que no se desparrame la gente, porque podés tener muy buenas ideas, muy buen equipo, pero si no lo conducís, no funciona. Si no generas un polo de atracción muy fuerte, no funciona. En la publicación pensamos que íbamos a conseguir presencia únicamente vendiendo en los kioscos y ese no es exactamente un buen negocio porque el distribuidor te saca un 50 % del precio de tapa, de entrada. Pero estaba destinado a ser un proyecto comercial, sino, no lo podías hacer, había que pagar mil cosas. El proyecto resultó muy exitoso: llegó a vender 50 mil ejemplares. Pero después la situación se nos presentó muy dura, el editor resultó un estafador. Mordisco llegó a todo el país y había muchos que respondían. En ese momento yo pensaba que el rock era un movimiento.
¿A partir de esa experiencia te involucraste en el ambiente rockero de Buenos Aires?
Recorrí el rock desde que comenzó porque era amigo de Miguel Abuelo y naturalmente se dio eso de “Dios los cría y ellos se juntan”. El rock fue como un aglutinante natural, fue la música que nos gustaba a todos los que sentíamos de una manera parecida. Me contacté circunstancialmente con él, lo conocí en La Perla del Once, yo vivía a dos cuadras en ese momento. Era un lugar de gente de paso que estaba abierto toda la noche, y había un grupo de pibes quilomberos que me llamó la atención; me acerqué y les pregunté: “¿Ustedes que hacen?” Y me contestaron: “Nosotros somos músicos de rock and roll”. Eso me sorprendió, porque yo tenía esa cuestión del rock de mi adolescencia. Uno de esos pibes era Miguel Abuelo, un flaquito con mucha energía, ni me imaginaba quién iba a ser. Nos hicimos amigos, era un reo, se había criado en un reformatorio, a los doce años boxeaba en las infantiles. Era un personaje muy talentoso, quería ser boxeador pero le dieron dos palizas terribles y abandonó el deporte para dedicarse a las artes. Tenía un espíritu muy especial y nos hicimos amigos. Tiempo después, en el ´70, me compré una casa porque recibí una herencia muy grande y un amigo me dijo que había un flaco que necesitaba conseguir una pensión, y como yo tenía una habitación destinada justamente a la cultura le dije que viniera. El pibe era Miguel Abuelo. A través de él, conocí a casi todo el rock: a Pappo, a Spinetta, casi todos vivieron en mi casa. En ese momento era un grupo muy pequeño, a los recitales iban veinte o treinta personas. Era una cosa entre amigos, porque el rock era casi una elección de vida.
¿Cómo nace la revista El Expreso Imaginario?
En Mordisco anunciamos El Expreso Imaginario. Era una revista más movimentista, Mordisco apuntaba más al público de rock, que era muy numeroso, pero yo pensaba que si no se transforman las cabezas de la gente que cursaba en la facultad o que manejaba otra información, no iban a cambiar las cosas. Por eso pensé en una revista para un sector mucho más amplio. Había diseñado una revista grande, que después se achicó, creo que equivocadamente. Tenía tamaño tabloide, era una publicación portátil para leer en el colectivo. A mí me interesaba mucho la gráfica, su imagen era muy importante, y en la contratapa tenía una historieta llamada Little Nemo. Creo que tenía un sentido el tamaño, pero pude hacerlo durante un año. Después cambió de forma y para mi perdió bastante la gracia, tenía muchas posibilidades gráficas en un cuerpo más grande.
¿Fueron perseguidos durante esos años?
Estábamos muy curtidos y sabíamos manejar la situación con la policía. Algunos eran bravos, se agarraban a las trompadas, pero la policía nos veía como bichos raros, no había un ensañamiento. Y cuando apareció la guerrilla dejamos de ser su objetivo. Nos veían como marginales, por ejemplo yo tenía antecedentes por robo que me saltaban cada tanto.
¿Había censura?
Soy muy crítico de Montoneros porque ellos también fueron parte de una censura cultural, así como lo fueron los militares, dos formas distintas, pero creo que los dos eran formas de censuras. Había una censura desde izquierda porque si no pensabas como ellos te miraban como escapista: la ecología parecía una evasión de las prioridades. Tampoco eso nos gustaba, nosotros nos acercábamos al anarquismo. Éramos anarquistas militantes de la vida, siempre con una visión muy distinta de las cosas, sabíamos que este mundo se iba a la miércoles tal cual estaba. Pensábamos que tanto de izquierda o derecha estaban impulsando los mismos caminos, las mismas energías, una sociedad que está muy bien descrita por Orwell. Éramos decididamente opuestos a todo. Era muy difícil expresar lo que pensabas libremente, nosotros podíamos hacerlo porque el rock tenía una esencia marginal. Tenía amigos que eran “montos” y comprendía que eran idealistas, pero para mí estaban totalmente equivocados.
¿Por qué dejás la revista?
El grupo era un poco cerrado. Yo en cualquier cosa que haga busco la belleza y me parecía que la gráfica y la fotografía eran importantes. Quedé muy mal con ellos, siento que traicionaron un proyecto. El editor me robó los títulos y los compañeros se quedaron trabajando con él, haciendo la revista que Alberto Ohanian quería: una revista que se dedicó finalmente sólo al rock and roll. Yo les dije: “Loco, vayámonos de acá”. Al cuarto número ya había desaparecido Mordisco que era un suplemento de rock que llevaba el nombre de la revista anterior. Yo tampoco quería un suplemento, yo quería que el rock fuera una sección más, no una sección especial. Coparon El Expreso hasta que se convirtió en una revista de rock únicamente.
¿Con Pan Caliente hiciste la revista que vos querías?
En 1981 hice Pan Caliente con el mismo espíritu con el que había hecho El Expreso Imaginario, pero nunca tuve la producción de la revista anterior. Pan Caliente habrán sido nueve números, pero fue una experiencia muy fuerte. Los primeros editores eran jugadores de fútbol: el 10 de Deportivo Merlo, Julio Balbi, y el “Ruso” Verea que era arquero de Chacarita. En ese tiempo había muchos futbolistas rockeros, que usaban el pelo largo y eran tipos macanudos. Pan Caliente fue la única revista que se opuso a la Guerra de Malvinas. Teníamos experiencia, pero las circunstancias cambiaban todo el tiempo. Nos tocó salir después del Festival Pan Caliente, que fue el único recital independiente que se hizo en dictadura (n de la r: tocaron, entre otros, Los Redondos, Los Abuelos de la Nada y León Gieco), un recital en el estadio de Excursionistas que duró doce horas y media y fue gratis. Eran todos amigos. Pero cuando nos tocó la Guerra de las Malvinas todo el mundo se plegó a la guerra, incluso la revista Humor que era una revista dentro de todo contestataria. Nosotros salimos en contra decididamente. Esa fue la última revista que saqué, después siempre seguí combatiendo de la manera que podía.
¿De qué se trató el Centro Experimental de Video Cassette?
Vivíamos en una comunidad urbana con mucha gente en La Paternal. En la comunidad paraba Joaquín Amat, hijo de un empresario textil muy importante de Monte Grande. Joaquín ganaba fortunas en ese momento, pero era amante de las artes y venía a casa porque le interesaba cómo vivíamos, lo seducía. Con él creamos Canal Cero, un canal de producciones audiovisuales repentinas. Aparecía filmando en los lugares más insólitos. A esa experiencia la llamé Centro Experimental de Video Cassette, e hice la primera práctica en El Expreso Imaginario. Veíamos el video como un elemento nuevo y fenomenal, nos deslumbró poder registrar imágenes y sonido al mismo tiempo. Siempre tuve ganas de hacer cine y era un sueño poder hacer algo a bajo costo. Cuando empezó el Centro Experimental de Video Cassette todos me dijeron: “Estás loco, ¿cómo lo vas a hacer? No tenés equipos, no tenés nada.” Y, sin embargo, pensé: “Yo les voy a demostrar que se puede hacer”. Puse unos avisos y el número del Expreso y llamó un montón de gente. Ahí apareció Gustavo Schwartz, que era director de teatro y al que los padres le habían regalado un equipo. Con él, hicimos la primera filmación. El clima dentro del Expreso ya estaba más o menos y puse unos carteles que decían reunión del Expreso Imaginario tal día, tal hora. Y sorprendió a todos porque no era habitual. Me preguntaban por qué era la reunión y yo no respondía. Cuando llegó el día armé la reunión y escondí la cámara detrás de una mampara del cuarto, donde tenía la oficina Ohanian. Pusimos todos los asientos de la redacción, que eran muchos, y vino todo el mundo a ver qué pasaba. Preparé una botella de vino, un cuaderno y una birome, y llegué antes para esperarlos. A medida que llegaban, no los saludaba. Tomaba vino serio. Como estaba tan cortado tampoco les daba lugar a mucha familiaridad. Una vez que se juntaron todos y se empezaron a pudrir de la situación, Pipo Lernoud preguntó: “¿Para qué estamos reunidos?” Y yo respondí: “¿Para qué te parece que estamos reunidos?” “¿Nos querés psicoanalizar?, dijo. “¿Yo soy tu psicoanalista?”, contesté. También estaba Ohanian, cruzado de brazos y con mala onda. Decía: “Este boludo siempre haciéndonos perder el tiempo”. Y yo seguía bebiendo vino y anotando, serio. De repente, golpean la puerta y aparece un periodista que hacía las notas sobre ciencias: tenía zapatos, medias, portaligas, un maletín y estaba totalmente desnudo. Todos se quedaron helados, en silencio. El periodista de ciencias dijo: “Me imagino que se preguntarán por qué he venido así”. Algo que era obvio. “Vine así, como respuesta a que estoy cansado de tantas caretas y esto fundamentalmente te lo digo a vos Jorge”. Le respondí que eran puntos de vista. Empezamos a hablar con el periodista, obviando lo ridículo de la situación. De pronto, golpean la puerta agresivamente. Nadie entendía nada, todos se volvieron a sentar en las sillas, en la puerta había un paquete muy bien hecho, de papel blanco. Yo tenía dos o tres cómplices que sabían lo que estaba pasando y fueron los que empezaron a decir: “Un regalo para el expreso, un regalo para el expreso”. Era pesado y lo pusimos sobre el escritorio para ver que era. Era un televisor, cuando lo enchufaron, estaba todo listo. Se vieron ellos. Vieron cómo los estaba filmando. No entendían nada. En esa época, pensá que eran los ´70, nadie se veía en ningún lado. “Siéntense que van a ver la primera obra experimental del centro de Video Cassette”, dije. Habíamos hecho una introducción que decía: “La famosa reunión del Expreso Imaginario, ópera prima, homenaje a Pete Best, el primer baterista de Los Beatles”.
¿Y cómo siguió el proyecto?
Después de Pan Caliente lo conocí a Joaquín e hicimos el Centro Experimental de Video Cassette, Canal Cero y muchas obras, muy interesantes. Las tiene él. Registros de nuestra comunidad, la obra “La Revancha de América”. Esa comunidad fue durante seis años una experiencia muy intensa, muy rica. Venía gente muy diversa, desde pibes que estaban en la facultad hasta otros muy marginales, una conjunción interesante.
¿Durante los ´90 organizaste la toma de una fábrica en Lavallol?
Al final, me quedé sin casa para vivir y Joaquín me llevó a un taller que tenía, inmenso, una manzana, porque a él le interesaba mucho experimentar con cosas. Fuimos con Ricardo Iorio y entablamos una muy buena relación con la gente, incluso venían los pibes de la villa que estaba enfrente. La fábrica era un predio de nueve hectáreas que incluía al taller, ahí me fui a vivir con mi familia. Hasta que en el ´95 quebraron los Amat y me quedé viviendo adentro de la fábrica, solo. Armé un grupo con los obreros que se habían quedado sin trabajo y se tomó la fábrica al año. Fue importante el apoyo de Joaquín porque era el hijo del dueño. Allí se armó algo más que una cooperativa, fue una comunidad laboral, participan las familias de los obreros. Funcionó maravillosamente bien, inclusive una noche vino un grupo comando con armas largas para amedrentarnos, y nosotros, al contrario, se la seguimos. Para juntar fondos llamamos a las murgas que estaban en la villa, y con ellos organizamos carnavales en la fábrica durante dos meses. Se llenaba de gente.
¿De qué se trata el Centro Cultural Expreso Imaginario?
Acá hay un grupo grande, diverso, de chicos que hacen una radio por Internet. La radio es un medio de comunicación muy potente. Yo lo veo como ciencia ficción por la posibilidad de poder conectarte con el mundo. Como todas mis organizaciones siempre son bastante aleatorias, más vandálicas que otra cosa. Pero hay un orden natural, cada uno va encontrando su lugar. Creo en eso, el hombre tiene una naturaleza organizativa de por sí, cuando la extralimita, cuando organiza demasiado el sistema, no sirve. Creo en las organizaciones horizontales pero tenés que tener un rigor, sino cada uno viene con sus intereses personales y no sirve.
¿Con qué estás entusiasmado actualmente?
Con vivir un poco más. Te digo la verdad, vengo medio jugado de salud, siempre hice lo que quise, y estoy satisfecho conmigo mismo. Ya tengo 75 años, que es una edad a la que nunca hubiese pensado llegar. Estoy acá y estoy contento, me llega en esta situación, rodeado de gente que me cuida y me da su afecto y eso es un premio para la mayoría de los seres humanos que arribamos a esta etapa. Tengo asumida la muerte, aparte creo que somos eternos. Por ser humano de esta época me di muchos gustos, lo bueno es que nunca me sometieron. Nunca trabajé con patrón, elegí mi vida. Si hubiese tenido que hacer todos los días lo mismo me moría. A la vez, viví épocas de Buenos Aires muy hermosas, fue una ciudad mucho más alegre, mucho más libre. Hoy hay una libertad, pero no es libertad del bocho, antes una persona para ser libre se jugaba, nadie te regala la libertad en un sistema que está hecho para que te adaptes, es difícil. Nunca busqué la comodidad. Hay algo que te marca tu camino, que te prepara. Dentro de todo, pude hacer muchísimas cosas. Siempre las hice en función de que le sirvan las cosas a alguien. Siempre tuve miedo de que el mundo desaparezca antes que yo.
Dic 29, 2015 | Entrevistas
Periodista, poeta, ecologista, traductor, crítico de cine y docente, Miguel Grinberg es uno de los protagonistas históricos de las distintas vanguardias contraculturales que se desarrollaron desde fines de los años ’60. Amigo de grandes músicos y artistas, supo pararse en la frontera para buscar, en el límite, cuáles eran las formas expresivas de su tiempo. De su autoría es el fundamental libro Cómo vino la mano, publicado originalmente en 1977, en donde narra los primeros pasos del rock argentino. En tanto, su reciente edición de artículos periodísticos escritos entre 1975 y 1980, titulada Un mar de metales ardientes de Gourmet Musical Ediciones, da cuenta de la resistencia cultural durante la dictadura militar más terrible que vivió el país. En diálogo con ANCCOM, reflexionó sobre los orígenes de rocanrol nacional, su paso por el periódico La Opinión, su visión de los medios en la actualidad y de las actividades que realiza en estos días, ligadas a la espiritualidad. Cómo se define él mismo, se trata de un poeta con ideas fijas mutantes.
¿Podrías contarnos como nace el rock en el país? ¿Cómo fue vivir esa época?
El rock en la Argentina se creó como respuesta creativa a una situación de opresión. A mediados de los ´60, floreció lo que una canción famosa de la época llamó Un amor de primavera. El rock fue parte de un fervor generacional que reclamaba un cambio, no sólo condenando las formas obsoletas que lo oprimían, sino creando cosas que no existían antes. Comenzó como una respuesta a la música comercial precedente, que eran los programas de televisión masivos como Ritmo y Juventud, Sótano Beat y La Nueva Ola, a los que los primeros rockeros llamaron música complaciente. El fermento rebelde se vivió en todo el planeta, y el fenómeno más expresivo de ese fermento lo dio, a partir de 1963, la beatlemanía. De la misma manera, apareció la generación beat en los Estados Unidos y en septiembre de 1960 explotó la bossa nova en un concierto de la Facultad de Arquitectura de Río de Janeiro. Con el rock argentino pasó lo mismo, no era la versión castellana de los éxitos del hit parade norteamericano, o de la beatlemanía o de los Rolling Stone. Tenía un objetivo espontáneo, que no respondía ni a una idea ni a un clan. Era el difícil arte de sobrevivir como joven en la Argentina, en un contexto represivo, donde bastaba tener el pelo largo, que era un factor indicativo de rebeldía en la época, para dormir en una seccional de la policía. Cuando en los años ´70 se consolidaba cómo movimiento, la juventud pionera fundadora ya había tenido un ensayo de situación opresiva en la década anterior. Era una segunda vuelta de la supervivencia, en términos oscuros. Recordemos la Noche de los Bastones Largos en la Ciudad de Buenos Aires. Estos años, del ´65 al ´70, son los que caracterizo como ciclo fundador, en mi libro, Como vino la mano. El primer ciclo, estableció los puntos de referencia, y los grupos más emblemáticos de la época fueron Manal, Almendra, Los Gatos, Vox Dei, y algunos otros de menor cuantía.

«Tenía un objetivo espontáneo, que no respondía ni a una idea ni a un clan. Era el difícil arte de sobrevivir como joven en la Argentina, en un contexto represivo», dice Miguel Grinberg.
¿Cómo se fue manifestando ese desarrollo creativo en las décadas subsiguientes?
La riqueza de los ´60 alimentó el tesoro de los ´70. Porque Manal, Almendra y Los Gatos se disolvieron. Ahí, se inició el segundo ciclo, dado en parte por los nuevos grupos que armaron los veteranos fundadores. Salieron Aquelarre, Pescado Rabioso, Color Humano; emergieron Pappo´s Blues, Arco Iris, Engranaje, menos notorio pero importante como fundador. Y aparecieron muchos músicos sueltos que fueron entrelazándose con el primer ciclo y dieron características a la segunda etapa. Los más exitosos del segundo ciclo fueron, indudablemente, Charly García y Nito Mestre, con Sui Generis. Al principio había que aprender a cantar en castellano con música original, no eran las versiones castellanas de las canciones de Los Beatles, ni del rock and roll de Elvis Presley de los años ´50. En la segunda etapa, había que dominar los instrumentos electrónicos, y en el tercer ciclo había que salirse de la dependencia de las compañías grabadoras establecidas, que tenían un modelo preestablecido. A partir del ´75 empieza el tercer ciclo, donde emergen las producciones independientes. Al punto tal que, MIA, Músicos Independientes Asociados, de la familia Vitale, le puso tercer ciclo a su sello de grabadora independiente.
¿Cuándo y cómo es que te incorporás a La Opinión?
En 1975 estaba desocupado y dos amigos periodistas, Mario Diament y Daniel Muchnik, me recomendaron a la redacción del diario La Opinión. Fueron mis padrinos para entrar. Ese año ingreso, ya reconocido como promotor del rock argentino, porque desde abril del ´72 hacía un programa llamado, El Son Progresivo, en Radio Municipal de Buenos Aires. Fue el primer programa de rock en una radio municipal, el destino me ha dado el privilegio y la responsabilidad de hacerle perder la virginidad ideológica a las radios oficiales. Pero había debutado en periodismo antes, firmando notas en el diario El Mundo, que era el equivalente a lo que en los ´70 fue La Opinión. Era el diario de la izquierda independiente, allí publicaba sobre la generación beat, la vanguardia de poetas, sobre el movimiento Nueva Solidaridad, traducíamos a Allen Ginsberg, ese tipo de cosas.
¿Cómo era ejercer como periodista durante esos años dictatoriales?
Con el golpe de 1976 hubo varios asesinados y desaparecidos de la redacción. Hubo gente que ideológicamente no se bancó tener de interventor a un general y renunció. Otros, por preservar su salud, se fueron al exilio y quedamos otros, que optamos por seguir defendiendo las fuentes de trabajo. El diario, tenía una ambivalencia, tenía que gambetear los temas de la realidad, era la llamita que después prendió en otras publicaciones. La más notoria fue Humor, en donde, desde la sátira política, podía decir dos o tres cosas más de las que habitualmente dicen los diarios, que siempre dicen dos o tres cosas menos. Lo que más me pegó de la democracia fue cuando salieron las listas negras, las publicó en un suplemento especial el diario Clarín y en una de las planillas de las juntas militares estaba la redacción íntegra del diario La Opinión. Al lado de mi nombre había un signo de interrogación, hecho a mano. Gracias a esa duda, estoy sentado acá con vos. Alguien dudó, en esa lista hay ilustres víctimas y otros que se fueron y no volvieron más.

«Al lado de mi nombre había un signo de interrogación, hecho a mano. Gracias a esa duda, estoy sentado acá con vos», dice el periodista sobre las listas negras de la última dictadura militar.
Tu último libro, Un mar de metales hirvientes, se llama así por una entrevista que hacés con Almendra. Le preguntás al Flaco Spinetta qué mensaje le deja a la juventud y él te responde con esa frase.
Sí, de ahí salió el título del libro; fue idea del editor. El título original se convirtió en subtítulo: La resistencia musical en tiempos totalitarios. El Flaco pensaba que si no se sabía manejar los elementos, te quemaba el rostro y te destruía; así habló metafóricamente sobre el hecho de ejercer la libertad. Hay que manejar bien los elementos porque si no te mata y no hay segunda vuelta. De ese mundo, vienen éstas notas. De vivir en la paranoia que significaba trabajar en La Opinión, de pensar que de pronto entraba un tanque por la puerta principal o te podían levantar en la calle. Nunca pensé, que eso que escribía iba a servir para hacer un libro en el siglo XXI. Para mí, releer las notas significa reelaborar los momentos físicos donde con otros compañeros periodistas hicimos el aguante para bancar un diario intervenido. Entonces tenés un documento histórico, fruto de la irresponsabilidad de un tipo en medio de una dictadura militar.
¿El rock de hoy tiene presente estas raíces?
La música actual es diferente a la de esa época, había una etapa fundacional. Ahora cambió todo. En el 2015, el rock cumple 50 años en la Argentina. No es el rock que se hacía en los ´60 ni en los ´70. Inclusive hay un rock comercial que se sube a caballo de la representatividad buscada por muchos jóvenes, que dista de ser creativo y es repetitivo de un molde que a mí me resulta aburrido porque ya lo escuché antes. Y a veces ni siquiera lo escuché antes, ya lo desprecié antes. Apagás el reproductor de sonido y no te queda nada, no se encarna. Es, o abuso de decibeles o abuso de malas instrumentaciones, ausencia de arreglos y paupérrima poesía. Pero eso, refleja la decadencia de los conjuntos, no de las individualidades. Hay individualidades creativas que expresan una música por venir. Como el caso del tecladista Sebastián Volco, que actualmente está residiendo en París, con Pablo Gignoli, que es bandoneonista. Han hecho un dúo y están trabajando en Francia, haciendo la música de ahora, pero que todavía necesita ser descubierta.

«hay un rock comercial que se sube a caballo de la representatividad buscada por muchos jóvenes, que dista de ser creativo y es repetitivo de un molde que a mí me resulta aburrido porque ya lo escuché antes», cuenta el poeta.
¿Cómo se construyó tu relación con las revistas literarias de la época?
Mis iguales surgían de las revistas literarias. En los años ´60 me refugié en la poesía, empecé a hacer con Antonio Dal Masetto una revista llamada Eco Contemporáneo. Terminamos creando nuestro propio órgano de expresión, intercambiábamos revistas con los poetas latinoamericanos y norteamericanos. En 1959 me empecé a escribir con Allen Ginsberg y poco a poco fuimos detectando, en distintos lugares, dónde estaban los nuestros. De esa manera se fueron creando los vasos comunicantes en toda América. Había un estado de ánimo, había un amor de primavera dando vueltas.
En la actualidad, ¿hay resistencia?
Tenemos una democracia ficción, que es una especie de tolerancia flexible. Hay numerosas figuras del rock, en su mayoría históricos, que están próximos al Estado y actúan en las celebraciones masivas, lo cual no me parece ni bien, ni mal. Si hay un músico que considera que debe ser cristinista y tiene que ir a cantar en un acto y lo hace, es su profesión. Yo he visto publicadas fotos de Charly con Néstor Kirchner, con Menem, el otro día encontré en un lugar una foto dónde están Fito Páez y el Flaco Spinetta con Alfonsín. En resumidas cuentas, de acuerdo a la ideología, hay rockeros que son oficialistas y los hay opositores. Cuando estaba en Brasil me invitó una familia a almorzar a su casa y en la mesa había varios hijos. Era un padre patriarcal con un hijo cura, otro pro milico en medio de la dictadura militar brasileña y había otro que era hippie. Se armaban unas discusiones terribles, pero no se mataban entre ellos. Discutían, se insultaban y golpeaban la mesa. Eso es lo que tenemos que aprender, a golpear la mesa. Y no aplastar la cabeza de la gente que no piensa como nosotros. Yo estoy en una radio oficial y nadie me viene a decir que tengo que hacer esto o aquello. Hace nueve años que estoy y defiendo mi pedacito de libertad.
¿Cómo ves al periodismo de hoy?
Con Internet, toda la sabiduría, toda la información, todos los videoclips, todos los discos, están online. Hay una camada de gente que está muy bien informada, muy bien inspirada, y que ha creado un periodismo que tiene una visión global mucho más amplia que en los ´70. Creo en la radio como herramienta de información, pero también de transformación, y tuve vía libre en la mejor época de Radio Municipal. Fui un bicho de ruptura. Una vez me sacaron de la radio porque pasé un tema de Raúl Porchetto de un disco simple que se llamaba Ámame nena, y la letra decía algo así: “Ámame nena, ámame nena, con toda la fuerza y todo el fervor así me hago la ilusión de que no hay más fascistas por aquí”. Entré y salí varias veces de la radio, pero no me puedo quejar.
Este año saliste con un nuevo programa, Grinberg por Grinberg en Flash Violeta Radio.
Flash Violeta es una creación que emana del grupo con el cual fui parte de la ocupación del diario Crítica cuando el diario fue vaciado y cesó de salir. Como resultado de la ocupación del edificio, que duró varios meses, terminamos sacando una revista llamada Cítrica. Y de nuestra primera presidenta de la cooperativa surge la radio Flash Violeta, donde me han invitado a hacer una columna semanal. Ahí cuento estas historias que estamos conversando, leo fragmentos de mis libros, cuento que pasó en los años ´60 con la poesía latinoamericana y reflexiono sobre meditación y espiritualidad, un componente que está ausente en muchas actividades y es necesario rescatarlo. Últimamente, de la editorial Leviatán también me han invitado a colaborar en una radio de Internet dedicada a crítica de libros. Con las radios libres va a pasar una revolución.
¿Qué ofrece este formato, tan distinto a las radios AM?
La AM tiene que ser más institucional, más formal, en el sentido de que no me puedo poner loco y delirar demasiado. Deliro solo lo suficiente. Las radios libres, por como lo expresa el nombre, permiten que uno delire lo necesario. Y entre lo suficiente y lo necesario hay una distancia. Y estamos sembrando semillas de nuevas realidades, que hacen falta y que van a florecer con certidumbre. Siempre hay un cuadradito de tierra fértil o de almas fértiles que las encarnan y la convierten en realidades. Yo conozco periodistas que decidieron serlo leyendo mis notas de La Opinión. Encuentro el placer en diseminar la semilla, en contagiar el espíritu. Después la forma que toma depende de la individualidad de la persona.
¿Se viene una explosión expresiva?
Está sucediendo algo, todavía está acostado. Hay mucha producción independiente, hay muchos recitales, a pesar de la clausura de los centros culturales que está haciendo el Gobierno de la Ciudad, hay muchas publicaciones, están saliendo muchos libros sobre rock. Estamos en el siglo XXI y el siglo está dándose a conocer. Estamos en un estado generacional de ánimo no queriendo repetir lo ya hecho y buscando nuevas avenidas.
Te cruzan muchos intereses, arte, expresión musical, literatura, holodinamia, ecología. ¿Hay una síntesis entre todos ellos? ¿Cuál es el mensaje que querés transmitir?
Soy un individuo, que tiene un instrumento, que es la expresión comunicacional. Soy un poeta con ideas fijas mutantes. Y según la situación, uso la herramienta que me parece más apropiada para el fenómeno que estoy tratando de documentar. Estoy haciendo una autocrítica, lo he dicho recientemente y lo voy a repetir: la consigna que abundó en la mayor parte de los movimientos contestatarios y contraculturales del pasado, era cambiar la vida y transformar la sociedad. Pero me doy cuenta que los que sosteníamos eso, cometimos un error, dimos por sobreentendida la predisposición de la sociedad en cuanto a querer cambiar; y no. Sin la complicidad de la sociedad es imposible cambiarla. Entonces ahora, el contagio tiene que darse por otra vía. Por eso estoy tan diversificado. Estamos soñando los nuevos tiempos, y para soñar los nuevos tiempos hay que encarnarlos, no son palabras, no son manifiestos, no son declaraciones. Uno creía que escribía un manifiesto y bastaba para revelar y despabilar a la gente, y la gente lo archiva en la carpeta de manifiestos de Grinberg y se juntan todos ahí, acumulando polvo. No. Hay que acumular sueños convertidos en realidad. Y ese es mi trabajo, acumular sueños convertidos en realidad y nuevos sueños y nuevas realidades, para eso estoy acá.
Actualización 12/08/2015
Oct 14, 2015 | inicio
En colectivo, tren, auto, barco, bicicleta, skate, como sea ¡Presentes! Banderas, bombos, mate, bizcochos y carteles por doquier. Docentes, ferroviarias, originarias, campesinas, amas de casa, profesionales, jubiladas, sindicalistas, estudiantes, artistas: argentinas y de países vecinos. El 30º Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), autogestionado, diverso y autofinanciado, se hizo el último fin de semana largo de octubre y este año tuvo sede en Mar del Plata con record de convocatoria: asistieron más de 65 mil mujeres.
Cada año es notable el aumento de la participación y la necesidad de visibilizar la existencia de violencia de género en todos los ámbitos: doméstico, sexual, laboral, obstétrico y, a su vez, la lucha contra el machismo, el patriarcado, la trata de personas y la opresión. Pero en éste, particularmente, a cuatro meses de la masiva manifestación Ni una Menos en todo el país, la lucha contra los femicidios atravesó todos los debates.
“Mar del Plata fue elegida como sede porque queremos mostrar la otra cara de la ´ciudad feliz´”, dijo Laura Ruocco, de la Comisión Organizadora, en el acto de apertura. “Nuestra ciudad es la de mayor índice de mujeres muertas y desaparecidas que no se esclarecen por connivencia del poder político, de jueces, policías y mafiosos. Es la ciudad de los alarmantes índices de denuncias de violencia familiar que superan las 800 por mes. La ciudad de la trata, con más de 450 prostíbulos que funcionan con total impunidad. Pero además, es una de las ciudades con mayores índices de desocupación y trabajo en negro”, agregó.
El acto de apertura se realizó el sábado 10, por la mañana. La Comisión Organizadora marplatense, conformada por mujeres autoconvocadas, recibió a la multitud cantando y bailando, “no me queda ya más tiempo para mendigar migajas de tu estúpido cariño, yo me planto y digo ¡BASTA!, basta para mí porque estoy desenamorada de ti”, sonaba Gilda por alto parlante mientras las organizadoras bailaban, lloraban y se reían a la vez animándose entre sí y a todas las demás.

El corazón de los ENM son los talleres. Este año hubo 65 talleres que se hicieron el sábado durante la tarde y el domingo todo el día. Algunos de los temas que se abordaron allí estuvieron vinculados específicamente con las mujeres: trata, prostitución, aborto, anticoncepción, juventud, salud mental, adicciones, derechos humanos, medios de comunicación, organización sindical, pobreza, trans, lesbianas, bi, prostitución, entre tantos otros temas. La novedad fue el taller de “Cárceles y servicio penitenciario” que funcionó en la cárcel de Batán y donde participaron mujeres privadas de su libertad.
Los talleres son conversaciones entre las mujeres que están interesadas en alguno de estos temas y son moderados por una coordinadora que colabora con la organización del Encuentro y, dos secretarias designadas toman nota de todas las posturas. Por decisión de la Comisión Organizadora no se vota por mayoría. Todas las visiones deben ser reflejadas en las conclusiones que se dan al final del Encuentro. En algunas Escuelas y Facultades, debido a la gran cantidad de asistentes no alcanzaron las sillas, ni el espacio y las mujeres se auto organizaron en la calle pudiendo debatir libremente, sin restricciones de ningún tipo. La idea del taller es ir planteos, propuestas, ideas, contar experiencias, nacionalizar las causas, y pensar acciones directas, planes de lucha y soluciones posibles a diferentes opresiones que viven las mujeres en la compleja trama social machista y patriarcal difícil de revertir, pero manteniendo viva esta llama, jamás imposible.
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“Las leyes hay que cumplirlas”, dijo una estudiante de Ciencias Políticas y militante del Frente de Izquierda mendocina en el taller “Mujeres, Trata de personas, Hogares de tránsito y Asistencia integral”.
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“Para que se cumplan primero deberían conocerse, hay que poner el foco en las escuelas”, retrucó una estudiante de Derecho marplatense.
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“El tema de la trata asusta. Quiero resaltar la falta del Estado y de la justicia, los docentes más cosas no podemos hacer. Hay que capacitar a los docentes y eso requiere que se invierta presupuesto”, respondió una docente santafecina.
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“No tiene que haber Ley de Trata, en realidad la solución está ¡en que no tendría que desaparecer nadie!”, dijo Margarita, madre de víctima de trata.
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“Quiero dejar en claro que no es responsabilidad de los docentes, de las madres o de nosotras -dijo señalando a las más de cincuenta mujeres que la estaban escuchando- que estamos debatiendo. El único responsable es el Estado. Juzgamos a los represores por los desaparecidos en la Dictadura pero en diez años no vamos a tener a nadie a quien culpar por los desaparecidos en democracia”, concluyó la mujer mendocina.
Las mujeres se escuchan entre sí, responden con las herramientas que tienen, con lo que conocen, lo que tienen más a mano, dan su punto de vista libremente, pensando que quizás pueden transformar algo, o al menos conocer que alguien piensa diferente, y tiene argumentos, vivencias, experiencias y realidades completamente disímiles pero que sufren iguales opresiones o son denegados sus derechos.
“Es la primera vez que venimos –dicen cinco trabajadoras de una Biblioteca Popular de Rosario- asistimos a tres talleres distintos, al de ‘Mujeres, identidad y empoderamiento’, al de ‘Adolescencia y juventud’ y al de ‘Femicidio’. El de femicidio fue el que tuvo más debate, tratamos de buscar soluciones y pensar quiénes tienen las responsabilidades. Pensamos que los talleres eran como una exposición de una persona que daba un clase pero no es así, tienen otra dinámica, todas pueden expresarse”.
“¡Compañeras! Las que van al taller de ‘Ni una menos’ va a ser ahí en el aula 4”, dijo levantando la voz una chica en el segundo piso de la Facultad de Derecho. El aula quedó chica y se pasó a un auditorio donde tampoco alcanzaron las sillas para todas las que querían escuchar el balance y conocer cómo se vivió en diferentes puntos del país el histórico 3 de junio. La actividad fue convocada por las organizadoras del ‘Ni una menos’, Marta Dillon, Florencia Minici y Vanina Escales, entre otras.
“Lo que sucedió el 3 de junio es que ganamos la calle casi por primera vez de una manera tan masiva, con una agenda específica de mujeres y otras identidades vulnerables en el patriarcado”, dijo Marta Dillon y agregó que “tenemos que encontrar la manera de que la movilización no se termine en un evento extraordinario o en un acontecimiento que puede haber sido tanto un duelo colectivo como la fiesta de estar en la calle y que nuestras voces valgan”. Se abrió el micrófono para quien quisiera hablar, se hizo una lista y en la sala estuvieron presentes y hablaron familiares de víctimas de femicidio: algunos que lograron condena para el femicida, otros que están luchando para lograrlo.
“Para nosotras el 3 de junio fue un consigna aceptada por todas –dijo Majo, militante rosarina de Mala Junta, colectivo feminista de Patria Grande- la gente salió en contra de los femicidios para que no haya ´ni una menos´ y eso nos permitió también interpelar en que son consecuencia de una serie de distintos tipos de violencia: cuando las mujeres cobramos menos que los varones, cuando morimos por el aborto ilegal. Si bien tenemos conquistas en materia legislativa como es la ley 26.485 -la Ley de Protección Integral a las Mujeres- nosotras queremos que se designe el presupuesto público adecuado y se haga política pública de eso. Este 3 de Junio lo parió el movimiento de mujeres y feministas y fue una jornada histórica de todo nuestro pueblo, en general, y ese es el camino que hay que continuar”.
Las convocantes destacaron la necesidad de crear, de manera federal, mesas de articulación en ´Ni una menos´, mesas de trabajo y de escraches: “Hay que plantear acciones directas y no solamente de denuncias”, acordaron. Además Florencia Alcaraz, convocante, explicitó: “Hay que declarar la emergencia judicial en materia de violencia contra las mujeres. Porque desde el Poder Judicial fue desde donde menos respuesta se nos dio, nosotros hemos tratado de llegar con un montón de referentes políticos, hemos hecho una campaña con los candidatos presidenciales y se comprometieron con cinco puntos que nosotras les señalamos. Sin embargo, en la Justicia, a nosotras como colectivo, no nos recibieron. Por otra parte tenemos que nacionalizar los casos, por eso es importante que exista una red ´Ni una menos´ para que los casos que pasan en cada pueblito chiquito nos lleguen a todas y estemos conectadas para poder difundirlo de todos lados”.
En la misma puesta en común se propuso pensar como fecha tentativa para mantener viva la consigna ´Ni una menos´ una movilización en todo el país para el día 25 de noviembre u 8 de marzo próximos.

A las 18 del domingo, en Mar del Plata, el cielo amenazaba con llorar por la noticia que en menos de 24 horas sucedieron tres nuevos femicidios en Argentina, dos de ellos en la propia ciudad balnearia, mientras las 65 mil mujeres debatían qué planes de acción llevar adelante. Cayeron algunas gotas mientras las diferentes agrupaciones políticas –algunas de ellas presentes como el Frente de Izquierda, Peronismo militante, Kolina, MST, Pan y Rosas- y también mujeres independientes auto organizadas se encolumnaban detrás de la Comisión Organizadora. Dos drones sobrevolaron por encima de sus cabezas, registrando el histórico momento: “Qué momento. Qué momento. A pesar de todo, les hicimos el Encuentro ¡Qué momento!” cantaban saltando las organizadoras. Más atrás se escuchaban bombos: “Se va acabar, se va acabar esa costumbre de matar”, “¡Mujer! ¡Escucha! Únete a la lucha”, “Mirá Cristina, qué popular mueren mujeres por aborto ilegal. Olé olé, olé olá”, “Gritemos todas Emergencia Nacional”, “Mujer que se organiza, no aguanta más paliza”.
Una marcha sólo de mujeres, en la que algunos hombres atraídos por la iniciativa acompañaron desde la vereda. Los carteles pedían “Aborto legal, seguro y gratuito”, “Basta de trata y explotación sexual”, “Ni una menos: basta de femicidios”, porque “No hay #NiUnaMenos sin Emergencia Nacional”.
La marcha empezó en Independencia y Luro y recorrió la calle 11 de Septiembre, Corrientes, Luro, Santiago del Estero, Brown; Tucumán y la costa, para pasar por lugares de lucha del movimiento de mujeres de la ciudad: la clausura del prostíbulo La Posada, el Tribunal Federal Oral, El Ministerio de Trabajo de la Nación y el Departamento de Tribunales.
Entre ese mar de mujeres enérgicas, comprometidas, luchadoras, una de ellas avanzaba como ida y sosteniendo una Barbie crucificada, le brotaban las lágrimas. “Supongo que son todas las emociones juntas del Encuentro mismo –dijo Mariana Pizarro a ANCCOM frotándose los ojos- porque es un trabajo duro, venimos de muy lejos, de Misiones. Te encontrás con mujeres de todo el país que también cuentan sus historias y buscando inventar alternativas y es muy emotivo. Hice una Barbie crucificada para la marcha porque nos crucifican por ser mujeres, pareciera que siempre somos las culpables de que nos maten, de que nos violen, siempre es nuestra culpa”. Ella fue víctima de la violencia de género y sufrió una lesión cerebral grave por las palizas que le daba el esposo cuando estaba embarazada de su primera hija. Logró escapar. Mariana participó en este ENM de talleres sobre Educación Sexual Integral (ESI), porque es docente y opina que si no se hace la implementación de ESI no se puede prevenir la violencia, “porque alguien que no conoce sus derechos difícilmente los hará respetar”, explicó a ANCCOM.
Con fuegos artificiales, himno nacional y abrazos, la marcha de las organizadoras terminó en la rambla pasadas las 21 horas.
Cerca de las 22, la policía reprimió con balas de goma y gas pimienta a un grupo de mujeres que decidió desviarse de la marcha oficial para reclamar en la Catedral, exigiendo el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Como saldo hubo mujeres heridas y al menos tres de ellas fueron arrastradas por los uniformados y retenidas violentamente dentro de la Iglesia.
«Como la Comisión Organizadora jamás quiere pasar con la marcha por la Catedral, porque transa con el Gobierno y con la Iglesia, se desvía. Las militantes realmente de izquierda siempre pasamos por la Iglesia. Pasó el año pasado en Salta y el anterior en San Juan», dijo a ANCCOM una militante del Frente de Izquierda mientras una columna encabezada por Vilma Ripoll pasaba por la Catedral.

En el mismo momento, la Comisión Organizadora publicó en su Facebook oficial: «Queremos expresar nuestro enérgico repudio a la represión y violencia ejercida contra agrupaciones de mujeres que se dirigieron a la Catedral. Exigimos la liberación inmediata de las mujeres detenidas y violentadas».
Entre los defensores de la Iglesia, que se pararon en la puerta de la Catedral con los brazos entrelazados y la policía detrás, estaban integrantes del Foro Nacional Patriótico, dirigido por Carlos Pampillón, un grupo de ultraderecha que es conocido por apoyar a los militares procesados por delitos de lesa humanidad. Pampillón, vinculado al candidato a intendente del Pro (Cambiemos), Carlos Arroyo, convocó a su grupo para «rezar» y defender a la Iglesia de las «militantes abortistas y feministas extremas», según expresó en su Facebook. Esto fue luego borrado y hoy solo reza un mensaje de repudio a las pintadas producidas en el local de la agrupación en las calles Belgrano e Yrigoyen, lo que desató una serie de violentos comentarios sobre las mujeres de la marcha entre sus seguidores.
Cuando el grupo de mujeres logró tirar abajo la valla se revolearon botellas y piedras. Inmediatamente después, los uniformados, y también hombres de civil, reprimieron con balas de goma y gas pimienta. Si bien lograron desconcentrar levemente al grupo de mujeres, algunas resistieron y continuaron manifestándose ejerciendo presión para que liberaran a las tres que se habían llevado a rastras los uniformados hacia dentro de la Catedral.
En el acontecimiento estuvo presente Nina Brugo, histórica participante de todos los ENM, pero decidió retirarse apenas notó que se había revoleado una botella. «Yo me voy -dijo a ANCCOM– no podemos ser violentas como los violentos, no respondamos a la violencia con violencia. A mí me mató una hija la Dictadura pero jamás voy a ser violenta».
El cierre del Encuentro se realizó el lunes 12, a las 9 de la mañana, en el mismo Estadio Mundialista que las había recibido. La Comisión repudió nuevamente la represión en la Catedral por altoparlante y luego de hacer un balance, se eligió la sede para el año que próximo. Aplausómetro mediante, salió victoriosa Rosario que dijo que redoblaría la convocatoria del ENM en Mar del Plata.

Desvío de la marcha oficial del Movimiento de Mujeres de Izquierda en la Catedral de Mar del Plata.
Las otras sedes propuestas fueron Ciudad de Buenos Aires, Chaco y Chubut. La primera propuesta fue abucheada: como todos los años, se evita hacer el Encuentro en la Ciudad. La iniciativa fue planteada con el argumento de que en ella se encuentra el epicentro del poder político y ahí es donde se podrían concretar las luchas. Las chaqueñas, dulces y ocurrentes intentaron enamorar con una oratoria elocuente al público, y dijeron que si la sede era Chaco harían un paro nacional de mujeres, también apuntaron a la necesidad llevar el Encuentro al norte porque los patrones culturales mantienen la violencia muy naturalizada y es importante romper con ellos. Por otro lado, la candidata de Chubut apeló en su argumento a los pueblos originarios. Pero ganó Rosario, que se hizo escuchar a todo momento en la marcha del día anterior y no dio tregua en el aplausómetro.
Los ENM son una red de contención, de contactos, de posibilidades y una herramienta de lucha para tomar conciencia de la sociedad en que viven las mujeres, del lugar y el rol establecido como natural que debe cuestionarse como mujeres hetero, bi, trans, lesbianas, etc ¡Todas! Encuentros necesarios, a veces contradictorios porque provocan, cuestionan, rompen, incomodan, generan desacuerdos. Aún así, este año se cumplieron 30 años y las conquistas son muchas. Algunas de las últimas fueron la Ley 26.150 del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (2006), la Ley 26.171 de Ratificación del Protocolo Facultativo de la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (2006), la Ley 26.364 de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas (2008). La Ley 26.485 de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (2009). Ley Ley 26.791 Inclusión de la figura de Femicidio al código penal (2012).
Cada vez que hay un Encuentro, las personas que se encuentran ya no son las mismas.
Actualización 14/10/2015
Oct 14, 2015 | inicio
>>>>>En el cierre del Encuentro Nacional de Mujeres, Julieta Leal pidió subir al escenario respetuosamente, sin mucho alarde, y mientras todas nos estábamos yendo dijo: “Quisiera que me escuchen les juro que esto es real. Cuando vaya a Tucumán no sé con qué me voy a encontrar. No quiero ser ‘ni una menos’. Quiero llegar al periodismo de Buenos Aires. Yo estuve encerrada sin derecho a comer. Yo soy de Tucumán. Tengo cinco hijos. Ya hice millones de denuncias, pero tengo que empezar a desnudar esta historia: más de una vez mi ex pareja, policía penitenciario de la Federal, me ha intentado matar. El nombre de él es Martin Miguel Altieri. Yo quiero vivir. El Partido Obrero me trajo al Encuentro. No tengo nada. No tengo un peso. Él y su pareja actual, Graciela Hussein, me quemaron todo lo que tenía. Gracias por escucharme. ¡Por ser mujer! No una bandera”.

Julieta Leal en la marcha.
>>>>>Mi nombre es Jazmín, vine desde la Avellaneda, soy una mujer trans. Participé del taller ‘Mujeres en situación de prostitución’, ahí todas llegamos a la conclusión de que la prostitución no es un trabajo y estamos a favor del abolicionismo. Este es mi tercer Encuentro. Siempre vengo con la Universidad de Avellaneda. Otros años fui a talleres de mujeres trans pero ya me siento como capaz de poder ir a otros talleres. Yo me prostituí diez años, y fue porque no teníamos los derechos que hoy nos dio la Presidenta, que tanto se la critica y se le falta el respeto.
>>>>>En la Universidad de Avellaneda trabajamos como secretarias. Participamos de temas de género y de paso hago el Plan FINES para terminar la secundaria. Esa es una problemática grave: el cupo laboral trans. Es necesario tener secundario y muchas compañeras trans no lo tienen. Pero se puede. Yo pisé fondo, por eso me moviliza mucho venir acá, reconozco que fui hombre pero yo hoy me siento plenamente mujer, frágil, sensible, una chica como las demás.

Mujeres trans previo a la marcha en plaza Mitre.
>>>>>Mi nombre es Anabella Blanco. También soy una chica trans. Terminé la primaria el año pasado. Trabajo en la Universidad de Avellaneda y si Dios quiere el año que viene me voy a sumar para hacer la secundaria. Gracias a los derechos que nos dieron pude salir de la prostitución. Antes nosotras no éramos conscientes de todos los derechos que teníamos. A nosotras nos matan, nos lastiman y me moviliza reconocer que tengo derechos.
>>>>>Las postulantes a conductoras del tren Sarmiento también participaron en el XXXENM dirigidas por la candidata a Diputada por el Frente de izquierda, Mónica Schlotthauer. Fueron a los talleres “Mujer y trabajo” y “Mujer y organización sindical”. El viernes 16 de octubre a las 11 habrá una audiencia en el INADI en la que participarán las postulantes, la gerencia de recursos humanos de SOFSE y representantes de La Fraternidad por la denuncia sobre discriminación laboral presentada por las ferroviarias.La Fraternidad convocó semanas atrás a la inscripción de “aspirantes/as” a la carrera de conducción. Las ferroviarias fueron al XXXENM para escuchar a compañeras de otros sindicatos pero también para proponerles que las acompañen a la audiencia en señal de apoyo del movimiento de mujeres.
Actualización 14/10/2015
Oct 7, 2015 | destacadas
Audioteca presentó la primera colección de treinta cuentos argentinos interpretados por actores nacionales. El proyecto, que desafía la primacía de la imagen y apuesta por el viejo hábito de la narración oral, fue dirigido por la cineasta Lucrecia Martel y curado por la guionista Graciela Speranza. Desde su sencilla interfaz, devuelve el placer de los cuentos leídos en voz alta a cualquiera que acceda de manera gratuita desde la plataforma online o a través de la aplicación para dispositivos móviles.
A partir de ciertas dificultades en la visión de algunos integrantes de su familia, y ante la escasa disponibilidad de literatura argentina en formato de audiolibros, surgió esta idea que Martel propuso al Ministerio de Cultura de la Nación hace dos años y que luego fue desarrollada por la acción Cultura Accesible a través de la Dirección Nacional de Industrias Culturales. La iniciativa se enmarca en el art. 66 de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual que predica la accesibilidad a los contenidos culturales.
Speranza explica que para la colección Lugares, que inaugura el proyecto, buscaron una “selección imprevisible”, que se alejara de las antologías de siempre. Para ello, se aventuraron a releer sus bibliotecas y a encontrar cuentos que cumplieran con los criterios elegidos. “Siempre tengo la idea de que las constricciones en el arte ayudan porque permiten que aparezca lo inesperado”, señala Speranza.

La Ministra estuvo acompañada por el secretario de Gestión Cultural, Jorge Espiñeira, la coordinadora de “Audioteca”, Lucrecia Martel, y la curadora de la colección de cuentos, Graciela Speranza.
El recorte final reúne treinta cuentos argentinos contemporáneos, escritos en primera persona y de extensión corta, que invitan al receptor a viajar y habitar distintos lugares durante la escucha. El origen salteño de Martel y su sensibilidad a las distintas hablas se evidencian en el carácter federal del proyecto: la selección incluye textos de escritores consagrados y también de escritores más jóvenes, de todo el país.
A la hora de elegir a los actores narradores, el objetivo de las coordinadoras fue, en palabras de Speranza, “agregar variedad a la variedad”. Martel primero hizo un casting mental, luego realizó pruebas de grabación, algunas de las cuales no funcionaron y la decisión final fue responsabilidad de la cineasta en conjunto con María Onis, quien realizó la producción artística y la edición de sonido. El trabajo sobre la dirección de actores dio como resultado un abanico de riquísimas interpretaciones que, lejos de voces impostadas, permiten renovar la lectura de cuentos tan conocidos por todos como “Final de juego” o “Funes el memorioso”.
En muchos casos, la voz elegida busca generar un contraste o una sensación de extrañeza que sorprenda al oyente. Para dar un ejemplo, Speranza menciona el “efecto increíble” que tiene la entonación cordobesa del actor Maximiliano Gallo sobre el cuento de Patricio Pron (“Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido”), cuyo eje es la mancha de basura del Atlántico. “Una voz mirando al mundo desde arriba con tonada cordobesa me parece que le da un efecto interesante –destaca Speranza-. El cuento de Marcelo Cohen leído por Humberto Tortonese también tiene un efecto curioso, como el de César Aira leído por Fernando Noy”. Lo mismo ocurre con la voz de Cristina Banegas interpretando el misterioso narrador masculino de “La casa de azúcar”, de Silvina Ocampo.

La coordinadora de Audioteca, Martel, acompañada por Graciela Speranza, Cristina Banegas, Luis Ziembrowski, Alejandro Awada, entre otros.
Audioteca promueve la literatura más allá de su propia plataforma al ser una puerta de acceso a la obra de los autores seleccionados. Cada audio está acompañado de las fotografías y las biografías, tanto del actor como del escritor. Éstas últimas fueron cuidadosamente trabajadas por Graciela Speranza para dar indicios de cada poética en particular. En la sección “Extras” los más curiosos podrán encontrar una variedad de contenido para acompañar el audiolibro: fragmentos de otros cuentos, entrevistas, textos inéditos escritos especialmente por cada autor o links que permiten explorar otras facetas de los escritores. En la aplicación móvil, además, se puede explorar un mapa de Google Maps donde está indicado el lugar en el que transcurre la historia; aunque, en muchos casos, se trata de lugares imaginarios.
Con la idea de despertar un hábito de escucha, el equipo coordinado por Martel y Speranza logró abrir un espacio que, esperan, será continuado por próximas colecciones de audiolibros. En definitiva, Audioteca demuestra que las pantallas también pueden acercarnos una propuesta que se rebela contra la vorágine y nos invita a cerrar los ojos para rendirnos ante los encantos de una voz contando una historia. Porque, admitámoslo, ¿a quién no le gusta que le lean un cuento?
Los cuentos de la colección “Lugares” – AUDIOTECA
«As de espada», de Juan Filloy, por Alejandro Awada.
«Asiático», de Federico Falco, por Alberto Ajaka.
«Ay Enrique!», de Elvira Orphee, por Verónica Llinás.
«Bajo cero», de Damián Ríos, por Claudia Cantero.
«Caballo en el salitral», de Antonio Di Benedetto, por Marco Antonio Caponi.
«Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido», de Patricio Pron, por Maximiliano Gallo.
«Diario de un explorador», de Jorge Accame, por Capullo Medina.
«El cerebro musical», de César Aira, por Fernando Noy.
«El diario, de Ana Basualdo, por Stella Galazzi.
«El pianista», de Ricardo Piglia, por Iván Moshner.
«El rescate», de Daniel Moyano, por Norma Argentina.
«Ferrocarriles Argentinos», de Elvio Gandolfo, por Osvaldo Santoro.
«Final de Juego», de Julio Cortázar, por Érica Rivas.
«Funes el memorioso», de Jorge Luis Borges, por Guillermo Arengo.
«Habrá que matar a los perros», de Miguel Briante, por Manuel Callau.
«Japonés», de Rodolfo Fogwill, por Luis Ziembrovsky.
«La casa de azúcar», de Silvina Ocampo, por Cristina Banegas.
«La gata», de Héctor Tizón, por Jaime Torres.
«La gran bola de pelusa», de Marcelo Cohen, por Humberto Tortonese.
«La gran noche de los trenes», de Sara Gallardo, por Adriana Aizemberg.
«La tardecita», de Juan José Saer, por Mario Alarcón.
«Las doce a Bragado», de Haroldo Conti, por Tata Cedrón.
«Los bultos», de Carlos Hugo Aparicio, por Roly Serrano.
«Nada que ver conmigo», de Carolina Bruck, por Alejandra Flechner.
«Oficina», de Leticia Obeid, por Eva Bianco.
«Pirovano», de Matilde Sánchez, por Marta Lubos.
«Tratado de fitolingüística», de Mario Ortiz, por Esteban Bigliardi.
«Un día cualquiera», de Hebe Uhart, por Mónica Cabrera.
«Una mañana con el hombre casco azul», de Washington Cucurto, por Erasmo Olivera.
«Velcro y yo», de Martín Rejtman, por Fabián Arenillas.