Artistas cartoneros actúan en Suiza

Artistas cartoneros actúan en Suiza

Frida León Bèraud, actriz y titiritera argentina, radicada en Suiza hace más de 15 años, armó un proyecto sociocultural con un grupo de jóvenes recicladores urbanos que trabajan en la cooperativa El Amanecer, en Parque Patricios. En julio de este año estrenaron la ópera Mozart en Moscú en el teatro 25 de Mayo y el mes próximo viajarán a ese país europeo para presentar cinco nuevas funciones en  el Centro Cultural Kulturmarkt de Zürich. ANCCOM dialogó con los principales representantes de una movida que combina cultura con promoción social.

El proyecto de Frida comenzó hace más de dos años, cuando conformó la Asociación de Cooperativas para el Apoyo a Jóvenes Cartoneros de Buenos Aires junto a un grupo de amigos suizos con el fin de trabajar en Argentina con poblaciones juveniles. La idea era que, a través de un taller, los chicos aprendieran a fabricar títeres con los materiales reciclables y, a la vez, que pudieran maniobrarlos con el objetivo final de montar una obra. En el 2014, luego de varios contactos sin éxito con otras cooperativas, la titiritera llegó a El Amanecer.

Durante estos últimos dos años, Frida viajó desde Suiza a Argentina en varias oportunidades, para realizar los talleres en Parque Patricios. Se quedaba una semana en el país y les daba a los chicos un curso intensivo todos los días. Luego, al irse, los dejaba con algún colega y con tareas asignadas, mientras pensaba e iba esbozando los diseños de los nuevos títeres para mostrárselos en la siguiente visita. “Los hicimos todo con el material que encontrábamos acá. Salíamos, mirábamos qué había, los íbamos trayendo y empezábamos a armar”, recuerda sobre la realización de los muñecos que forman parte de la ópera.

Marlene Gómez y Natalí Párraga titiriteras que forman parte del grupo de "Mozart en Moscú" espectáculo lírico teatral. Los títeres de la obra los realiza este grupo que pertenece a la cooperativa "El amanecer" con materiales reciclables.

Marlene Gómez y Natalí Párraga titiriteras que forman parte del grupo de «Mozart en Moscú» espectáculo lírico teatral. Los títeres de la obra los realiza este grupo que pertenece a la cooperativa «El Amanecer» con materiales reciclables.

Mientras viajaba a Suiza, presentaba informes sobre el proyecto a las distintas asociaciones que lo apoyaron. Una de ellas, Avina, aportó el pago por  las horas de trabajo de los chicos en el taller, así como también la de los ensayos y las funciones. “Se trabajó como si fueran profesionales porque la idea era abrir una ventana en Suiza donde digan: ´Ah, el nivel es bueno… ¿pero de dónde vienen?´. No pasa por una cuestión de que acá es el Tercer Mundo, como ellos se lo imaginan, sino que hay gente muy bien preparada, que no tiene una oportunidad”, comenta la actriz.

Marlene Gómez (18), Natalí Párraga (20) y Facundo Gómez (21) son los tres titiriteros de la ópera Mozart en Moscú. Los tres trabajan en la cooperativa El Amanecer y en el marco de otro taller aprendieron a diseñar carteras, delantales, cuadernos, cartucheras y otros elementos con el plástico reciclado. Actualmente tienen su propia marca llamada Trasplástico y se dedican a comercializar estos productos. Natalí Párraga vive en la Villa 31, donde conoció a Facundo Gómez, que la acercó a la cooperativa. La joven recuerda sobre el estreno de la ópera: “Era ensayar y ensayar lo mismo todo el día.  En la primera función  hubo nervios pero salió todo bien. Fue una experiencia nueva, aparte que venga tu familia y que vea lo que hiciste”.

Por su parte, Marlene, de Villa Fiorito —Lanús—, comenta su experiencia arriba del escenario: “Al principio no me gustaba la idea de tener que estar delante de mucha gente. Después fui a los ensayos, me fue gustando y me terminaron convenciendo”. El 20 de enero, los chicos viajarán junto a otros cooperativistas a Zurich: David Aguirre (21) -que participó en el armado de los títeres junto a sus compañeros- y Cristina Montiel (36) ex cartonera que ayudó en la confección del vestuario y también estuvo en los talleres que dictó Frida sobre la realización de los títeres. Ambos van a ser los tramoyistas de las funciones.

Productos que realizan en el taller de Trasplástico.

Productos que realizan en el taller de Trasplástico.

Además viajará Roberto Díaz, quien realizó parte de la escenografía con cartón reciclado en la versión de la obra en Buenos Aires y que dará una charla en Suiza sobre su trabajo. También lo hará Matías Tarando, que es el administrador de la cooperativa y volará para apoyar a los chicos. Durante la estadía en Zürich, se alojarán en la casa de conocidos de Frida en Suiza. “Vamos a estar dos en cada lugar. Me intriga estar en la casa de un suizo. Además, es la primera vez que me separo de mi familia”, explica Marlene Gómez.

Por otro lado, también viajan cinco cantantes que son estudiantes provenientes de la Universidad Nacional de las Artes —UNA—, el director musical, Sergio Ratti y el actor que personifica a Mozart, Francisco Lumerman. Los cantantes tendrán la posibilidad de audicionar en uno de los teatros de ópera más reputados del mundo, como es la Scala de Milán. Francisco Lumerman comenta sobre la experiencia de formar parte de la Mozart en Moscú, junto a los chicos de El Amanecer: “Me siento muy afortunado de poder participar de un proyecto que tiene una parte social tan valiosa. Hay algo específico de la ópera, que en general es un mundo de alta cultura, y me parece que está bueno hacerlo para todos, y  eso está en el espectáculo. Todos estamos tirando para ese lado, creo que los distintos lugares de los que venimos lo hace mucho más rico en el intercambio.”

En Mozart en Moscú se da la particularidad de que confluyen distintos tipos de experiencia con el arte. El director de la ópera, Jorge Arbert, es uno de los encargados de  nivelar estos factores para que no repercuta negativamente en el escenario. “Por un lado, está el desafío de que la obra tenga un valor artístico alto pero otra cosa muy importante van a ser las experiencias personales que cada uno se va a llevar. Tanto los chicos del reciclado urbano, para los que va a ser un gran paso, como para los solistas, que son jóvenes semiprofesionales, que a lo mejor se les van a abrir otras puertas estando allí.”, sostiene.

 La puesta en escena de la ópera en el Centro Cultural Kulturmarkt de Zürich sería el resultado de un largo trabajo iniciado por Frida León Bèraud, que volvió a  Argentina con el objetivo de contribuir y enriquecer la vida de distintas personas. Frida señala sobre el recorrido transitado: “Para mí es como un sueño hecho realidad, lo loco fue plantar una semillita, traer una idea que se contagió. De repente todos estaban laburando por esto, y todos estaban felices, nadie perdió nada. Todos salieron ganando de alguna u otra forma”. Luego sentencia: “Esas sinergias se dan a través de iniciativas de gente común, desde abajo, yo creo que la única forma es esa.”

  Además de la aventura del estreno de la ópera en Buenos Aires en julio pasado y el viaje que los espera a Suiza, todas las vivencias del grupo de recicladores son registradas por las documentalistas Victoria Piczman y Britta Shoening. Las cineastas también van a ir a Suiza para documentar  audiovisualmente la experiencia del viaje.  Piczman reflexiona al respecto: “Para mí les va a cambiar las vidas, el choque cultural va a ser muy fuerte. Me interesa mucho y quiero filmar sus caras, cómo van a ver ese otro mundo. Son chicos que su realidad de vida es muy distinta, y ya fue un primer escalón ponerse en contacto con un teatro con lo que eso implica. Es muy distinta esa relación con el arte”.

Para poder llevar la ópera a Suiza y lograr financiar la estadía de todo el grupo allá es necesario juntar 25 mil dólares.  Piczman inició una campaña llamada Mozart reciclado, con el fin de recaudar fondos, ya que hoy en día no tienen el dinero suficiente como para poder costear el viaje. Se aceptarán donaciones hasta el 28 de diciembre a la cuenta corriente del Banco Provincia a nombre de Juan Belvis,  Nº 4001-50389/5  CBU 01400014-01400105038952.

Cristina Montiel, Natalí Párraga, Marlene Gómez, Héctor Romero y Frida León Béraud.

Cristina Montiel, Natalí Párraga, Marlene Gómez, Héctor Romero y Frida León Béraud.

 

Actualizado 20/12/2016

El sabor de la libertad

El sabor de la libertad

“¿Qué significa andar por los bordes? Palpar la fisura, mirar y partir. Aquí no creamos sólo para dejar la marca. Se compone para combatir micropolíticamente el efecto totalizador de discursos y prácticas que se empeñan en estereotipar identidades, en reducir lo múltiple a lo único. ‘Ser’ no es lo mismo que ‘Estar’ preso”. Sellando cada contratapa de su revista, con esas palabras define En los Bordes Andando (ELBA) su lucha contra la estigmatización que rodea a aquellos que están o han pasado por una cárcel. ELBA es una organización que desde hace ocho años brinda talleres culturales y artísticos en los penales de Ezeiza y Marcos Paz, y edita una revista con las poesías, crónicas y otros escritos producidos allí. Como propuesta para la inclusión de aquellos que han recuperado su libertad y como alternativa a las dificultades laborales del contexto actual, el colectivo ha conformado una cooperativa de trabajo que realizará y pondrá a la venta “alfajores poéticos”, conjugando su pasión por la palabra y la gastronomía.

En agosto de 2008, una interna de la unidad 31 de Ezeiza pidió al Ministerio de Justicia un taller de lectura. Notaba que sus compañeras solo sacaban libros de autoayuda y novelas rosas: ella quería algo más. “Una ex alumna mía de la universidad, que en aquel entonces trabajaba en la Secretaría de Comunicación del Ministerio, se enteró de esto y me lo propuso. Yo, con todo el prejuicio encima, le dije que sí”, contó Luis El Chino Sanjurjo, impulsor de En Los Bordes Andando y docente de la Universidad de Buenos Aires. Lo que comenzó como un taller en Ezeiza, hoy se transformó en una cooperativa que lleva adelante diferentes propuestas con el objetivo de devolverle a aquellos privados de su libertad la condición de sujetos que les han intentado borrar.

“Al principio no nos pagaban, fueron cuatro años de trabajar voluntariamente. Y eso no es sustentable para un proyecto político, ya que lo que uno busca es incidir en la vida concreta de alguien y transformarla. Con el tiempo, la persistencia y la obstinación hicieron que empiece a sumarse gente y recibamos financiamiento. Después se dio la oportunidad de institucionalizar el trabajo y ahí comenzamos a conseguir que contrataran a los profesores”, explicó Sanjurjo. Actualmente dictan quince talleres en la Unidad 31 de la Cárcel Federal de Ezeiza –que aloja extranjeras, madres y mujeres en etapa de preegreso– y en el Complejo Federal de Jóvenes y Adultos de Marcos Paz, que tiene tres unidades: la 24 –de máxima seguridad–, la 26 –donde se alojan aquellos que están prestos a recuperar la libertad ambulatoria–, y el Centro de Rehabilitación de Drogadependencia (CRD). Además, su propuesta cultural en los últimos años se ha extendido a la Unidad 3 de la cárcel de Devoto y al Centro Cultural de la Cooperación.

“Con el cambio de gobierno fuimos para atrás”, denunció Sanjurjo. “Teníamos articulaciones con el Ministerio de Educación, que nos financiaba un Centro de Actividades Juveniles (CAJ); con el Ministerio de Salud, con el que hicimos una campaña de prevención contra el cáncer de cuello de útero; con el Ministerio de Cultura, que nos permitía darle trabajo a cinco pibes que habían estado privados de libertad; con el Ministerio de Justicia, con el Ministerio de Trabajo y con el Ministerio de Desarrollo Social”, enumeró el docente. “Hoy, lo único que nos queda de todo eso es lo que de alguna manera nosotros podemos contener desde el trabajo de los talleristas, que es lo que financia el servicio penitenciario. Los programas se cayeron todos, estamos a la expectativa si se vuelven a reflotar o no. La realidad es que notamos que hubo un cambio en la lógica de gestión de los recursos”, lamentó.

Danza, poesía, hip hop, circo, filosofía, cine y periodismo, entre otros, forman parte de los talleres artísticos que ELBA acerca a quienes están privados de libertad. Decepcionado del sistema educativo tradicional, el colectivo propone un modelo pedagógico emancipador que reconozca las condiciones objetivas de los sujetos. “Más que en la coordenada de la educación, lo que nosotros hacemos está en la práctica, en la construcción del conocimiento. El modelo tradicional imagina  una instancia en la que hay un emisor autorizado que imparte, y un receptor autorizado que recibe. Aquí, en cambio, sucede más bien una zona bulliciosa en la que se ponen en juego registros muy diferentes. La propuesta es aprender la semántica del enemigo, porque muchas veces en ese terreno es donde uno consigue desarticular mecanismos excluyentes, como Bourdieu sostenía al hablar del capital lingüístico. Con la música, con la escritura, entendemos que hay una zona rica como para apostar a la apropiación de cosas diferentes”, consideró Sanjurjo. Y agregó: “Tengo que decir con orgullo que el arte y la cultura, como herramientas, transforman. Pero lo que salva realmente la vida es el amor. Porque si hay algo que es fundamental en los talleres es que son un espacio de amor y reconocimiento del otro. Abrazarse, cuando lo hace un cuerpo que está tan expuesto a una violencia sistemática, desde antes incluso de la experiencia del encierro, es sanador”.

Además de los talleres en cárceles, ELBA publica anualmente una revista con las poesías, crónicas, ensayos, fotos, letras de canciones y otros escritos producidos en esos encuentros.  “Creemos que la posibilidad de tener un medio de comunicación humilde, como este, genera una plataforma de materialización de sueños. Las personas que han escuchado de manera permanente y reiterativa, casi como si fuera el mito del eterno retorno, ‘vos sos la basura de la sociedad, sos una mierda`, terminan en un repliegue de los lazos de sociabilidad y del afecto. Y cuando uno puede soñar y construir una revista como esta, termina diciendo: ‘Mirá, mi vieja que lloró cuando me llevaron en cana, hoy llora de emoción porque conseguí en mi vida, por primera vez, algo que me hace bien”, expresó Sanjurjo.

Además de restituir la dimensión de humanidad que pretende eliminar el encierro, recuperando la palabra como un gesto político, ELBA considera que el segundo objetivo de la revista es disputar simbólicamente en la sociedad el estereotipo de preso como un monstruo: “Como bien decía Foucault, hay que dejar de ser objetos de información para pasar a ser sujetos de comunicación. Una de las consecuencias del encierro es el borramiento de la voz, y hay que recuperarla para poder contar de alguna manera las ilusiones, sueños, dolores, resignaciones y broncas. Hay que cuestionar el estereotipo del preso que no piensa, no siente, no crea, porque después es el mismo esquema que justifica la perpetración de los sistemas de exclusión, de la discriminación, de la marginación de aquellos que ya han cumplido su condena desde la perspectiva constitucional, desde la perspectiva penal. La revista permite decirle al mundo ‘no soy un monstruo, tengo derecho a otra vida”, exclamó Sanjurjo.

grupo reunido. ELBA

Además de los talleres en cárceles, ELBA publica anualmente una revista con las poesías, crónicas, ensayos, fotos, letras de canciones y otros escritos producidos en esos encuentros.

ALFAJORES POÉTICOS

El trabajo de estos ocho años ha dejado una enseñanza a los talleristas: hay que construir herramientas para la inclusión, no para la reinserción, o la readaptación. “Debe darse la posibilidad de un trabajo digno, de una vivienda digna, de ser depositarios y depositarias del amor. Y el proyecto de los alfajores poéticos es un gran desafío para nosotros porque significa dar un gran salto de calidad en nuestras propuestas vinculadas con la consolidación de espacios de trabajo: la inclusión de las personas privadas de libertad desde el trabajo digno, fuera de la mirada cosificante, pintoresca, zoológica, estetizante de la pobreza”, enfatizó El Chino Sanjurjo.

Una cajita con tres alfajores y un poema en su interior. Esa es la idea que la cooperativa ELBA está desarrollando para hacer frente a las dificultades laborales. “Conjugamos el trabajo que hacemos con amor en la cocina, el trabajo que hacemos con amor en los talleres. El sabor de la palabra y la palabra del sabor. El proyecto está pensado como una experiencia: no es solamente comprar un alfajor, sino también compartir la pasión por la palabra que nosotros y nosotras tenemos”, explicó Sanjurjo.  Además del Chino, que preside el proyecto, la cooperativa está formada por otros integrantes de ELBA –Matías y Eugenia Sanjurjo– y por personas que han recuperado su libertad: Miguel Galeano, Ana Nahamond, Silvina Prieto y Lidia Ríos. “Cuando compres un alfajor poético ELBA, además de probar el mejor alfajor del mundo  podrás disfrutar de la experiencia de saborear el lenguaje y conocer poetas que donan parte de su obra en forma inédita: Juano Villafañe, Carlos Juárez Aldazábal, Julián Axat y los pibes y pibas de nuestra organización, entre otros”, adelantó.

“En esta etapa el alfajor es la gran apuesta por generar trabajo, porque hoy lo que necesitamos es incluirnos desde el trabajo. Sin él no hay dignidad, no hay posibilidad de soñar con ninguna otra cosa que no sea cómo hacemos para llenar la olla, para poder afrontar el día a día”, reflexionó El Chino. Y agregó: “No solo está difícil conseguir laburo. En estos últimos meses, de los compañeros que trabajamos en los talleres echaron a cinco. Y bueno, uno se preocupa, porque vive con angustia. Muchas alternativas para un pibe que estuvo en cana no hay”.

Miguel Galeano estuvo detenido en Marcos Paz. Conseguir trabajo, cuando recuperó su libertad, fue y es uno de sus mayores problemas. “Estuve trabajando un año en blanco y me despidieron hace cinco meses. Ahora estoy buscando y nada. Fui a muchas entrevistas, pero nunca me llamaron. Debe ser por mi cara, por mi historia, no sé. Está difícil el tema del laburo y en mi casa me rompen un poco las bolas para que cobre un sueldo. Pero entienden, no quieren que vuelva a lo mismo”, contó el joven a ANCCOM en una de las reuniones que llevan a cabo en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini para terminar de poner a punto el proyecto. Ana Nahamond –que también ha recuperado su libertad– está transitando una situación similar y decidió emprender un proyecto personal: “Ahora estoy sin trabajo.  Estoy haciendo un emprendimiento gastronómico sobre pedidos, está complicada la cosa. Pero bueno, por lo menos me sirve para pucherear”.

“Yo volví de Alaska hace dos meses y pico, así que obviamente estoy sin trabajo,  sin nada”, dijo Silvina Prieto, ganadora del primer premio de Crónicas La Voluntad organizado por la Fundación Tomás Eloy Martínez, editorial Planeta y revista Anfibia por su crónica de no ficción que narra la convivencia junto a Giselle Rímolo en la Cárcel de Ezeiza. Silvina, que prefiere referirse a su pasado reciente como una estadía en Alaska, estuvo viviendo hasta la semana pasada en la casa del Chino, porque el consorcio no quería que viviera en casa de su madre, con quien Silvina quiere compartir su vida luego de tantos años de encierro. Finalmente, luego de algunos arreglos, pudo mudarse con ella.

La cooperativa de alfajores poéticos, para ellos, es la esperanza de salir adelante, de tener algo propio. Además, continúa con la sensación de pertenencia que pudieron recuperar con los talleres de ELBA a los que fueron cuando estaban en la cárcel y a los que continúan asistiendo ya recuperada su libertad. “En ellos encontrás tu mundo. Me sirvieron mucho a la hora de salir. Hace tres años y un poco más que estoy afuera, traté de ocupar mi tiempo, no dejé el curso de periodismo. Sigo yendo porque me gusta, y porque es como mi familia. En la cooperativa nos sentimos como hermanos”, contó Ana Nahamond. “Allá nuestro profesor del taller de literatura era el Chino. Primero es una excusa para salir del pabellón. Después, escribiendo, uno se da cuenta de que desahogas un montón. Me re gustaba escribir. Nos ayudó muchísimo, mirá donde estamos. Por lo menos estamos acá y no volando por ahí”, confesó Miguel. “No te permitiría otra cosa”, lo interrumpió Silvina Prieto. “No los quiero ver nunca más allá, en Alaska”, le advirtió.

Los alfajores poéticos, que saldrán a la venta próximamente, podrán conseguirse en centros culturales, clubes de barrio, o por pedido. “Tenemos una estructura de compromiso interesante y ya hemos articulado con algunas organizaciones. La gente de MECA, que nuclea espacios culturales y artísticos, se comprometió a darnos una mano y ofrecerlo a los centros culturales que están dentro de su red. También lo venderemos en algunos clubes de fútbol como San Telmo y Atlanta,  y en otros clubes más chiquitos o centros artísticos que por ahí no están necesariamente nucleados en MECA como el Centro Cultural de la Cooperación”, explicó Sanjurjo. Y concluyó: «Este proyecto nos tiene muy ilusionados e ilusionadas, porque tenemos la esperanza de que nos ayude en esta situación tan difícil que está atravesando el país, donde estamos viviendo cada vez con más preocupación”.

 

Actualizado 01/11/2016

“Los músicos tienen que luchar por los espacios públicos para la cultura y el trabajo”

“Los músicos tienen que luchar por los espacios públicos para la cultura y el trabajo”

Hernán De Vega, popularmente conocido como El Cabra, forjó en su paso por frigoríficos y fábricas una conciencia de clase que con el tiempo se convirtió en su principal herramienta para emprender el oficio de cantautor. Poseedor de una lucidez y un sentido de la ironía amasados al calor de sus años como artista callejero, se inició en la música conociendo apenas tres acordes y poniendo en palabras la cristalización de un clima de época, actividad que marcaría su carrera artística. Junto a Gabriel Hemo, en 1992 fundó Las Manos de Filippi, una propuesta musical con alma de rock pero capaz de fusionar distintos estilos musicales, desde el ska hasta la cumbia pasando incluso por el tango. También ha explorado el tango y la cumbia con proyectos paralelos que, en muchas ocasiones, han agudizado sus críticas e ironías en nuevos compases. Tal es el caso de Che Chino, proyecto de tango, como de Agrupación Mamanis, conjunto de estirpe cumbiera con el que despliega una faceta más tropical y festiva.

Con Las Manos de Filippi atravesaron distintas etapas políticas del país. Ahora lanzaron M.A.C.R.I para estar en sintonía con el cambio de gestión, ¿cómo surgieron tan rápido las composiciones?

Fue mutando mi manera de componer, en un momento me cansé de componer si no estaba el plan de grabar, entonces anoto ideas y pequeñas frases que se me ocurren, y cuando está la idea de grabar el proyecto me conecto con todas esas ideas. Para este disco la idea fue hacer cuatro canciones que hablaran de actualidad, porque el disco tenía que salir en un mes ya que si se demoraba más cuando saliera íbamos a estar descontextualizados, hablando de cualquier cosa. Metimos toda la artillería enfocados en ese momento.

Este primer capítulo tiene canciones muy coyunturales, ¿qué es de esperar para el próximo capítulo?

Ese ya no va a ser de un estilo tan actual ni contestatario como M.A.C.R.I, quizás va a ser un capítulo más irónico. Se llamará Descomposición y seguramente salga para marzo, van a ser como personajes descompuestos de la sociedad, cantados como en primera persona, un estilo de canciones de las que tenemos muchas.

 

Y la tercera entrega se completa con los 25 años, sumando la edición de un libro y un DVD.

Sí, estamos haciendo un documental. Queremos mostrar todas esas gráficas: cuando la banda todavía no sonaba pero tenía un logo, panfletos, todo el arte… Desde que se sumó a la banda Gaspar (Benegas, en el 2007), entramos en un ritmo más normal de sacar temas o discos, él hace la producción, la dirección musical, él define, nosotros tiramos y él hace el mapa.

¿Cómo es la recepción del disco que tenés en los vivos?

Muy buena, al público le gustan mucho los temas nuevos, hay una energía muy buena. Por suerte también nos estamos dando cuenta que los temas de Marginal y Popular salen como relajados, pero estos temas de M.A.C.R.I son nuevos hasta para nosotros y no podemos desconcentrarnos. Todo lo que solemos variar en once temas ahora lo comprimimos en cuatro, entonces está como estallado.

¿Cómo se da tu vínculo con la música?

Arranqué como a los 17 años. Ninguno tocaba en la barra, entonces le pedí prestada la guitarra a un amigo y empecé a investigar con las revistas Canta Rock -editada entre 1983 y 1988-, ahí empecé a entender lo que quería decir esa figurita y empecé a tocar. Con lo poco que aprendí, ni bien supe tres acordes me entusiasmé en hacer canciones, porque con esos mismos acordes creo que solo podía hacer las de Pastoral. Así fue que me enganché y a medida que iba aprendiendo un acorde nuevo trataba de componer una canción que lo incluya. Vi esa veta y me enganché más en la letra y la composición, de hecho con la guitarra sigo casi al mismo nivel que en ese momento.

¿Desde los comienzos notaste que tenías vocación para las canciones de protesta?

En realidad más que de protesta comencé con el humor, humor negro sobre todo; todas intentaban llamar la atención chicaneando al que escuchaba. Cuando tuve seis canciones empecé a tocar en Villa Gesell, primero, y en invierno en la calle Florida. Así fui adaptando un estilo que venía descubriendo y que se terminó de crear en la calle, donde se impone llamar la atención de alguna forma. Y llama la atención un chabón puteando. Por otra parte, siempre me atrajo escuchar canciones que no chicanean al que escucha, y pensaba qué bueno debe ser tener esa paz para hacer esos temas; yo siento que tiene que haber algún justificativo, que en algún lado tiene que estar chicaneando, así se formó ese estilo de protesta o más irónico.

¿En esos inicios que referentes tenías?

Estaba muy influenciado por Rodolfo Zapata. De chico curtí la dictadura y para encontrar un cassette de Zapata había que hacer prácticamente un trabajo de inteligencia, era algo recontra prohibido. También me gustaba Moris, Piero, todo lo que se decía que era prohibido me interesaba, y además era fanático de Los Beattles, pero de John Lennon sobre todo. Con el tiempo me di cuenta que el tipo ponía al servicio de la lucha su música, y eso tenía mucho que ver con lo que después defendí.

Y tu carácter de conciencia de clase, ¿desde dónde y cuándo te acompaña?

Desde los 12 años empecé a laburar, y a partir de los 13 trabajé en fábricas, siempre tuve muy clara el lugar del patrón y me llamaban la atención esos temas que hablaban de las patronales, la cosa gaucha, como Larralde, Cafrune, por ejemplo. Ya cuando empecé con la música tenía 7 años de laburo en una fábrica.

¿Cómo se dio en tu carrera la transición de ser artista callejero a la formación de una banda estable como Las Manos de Filippi?

Toqué todos los veranos desde el 86 al 92 en Gesell y esa fue un poco mi carrera. Para mucha gente que conocí en esa época era el hippie de la Avenida 3, de eso me enteré hace poco que un pibito me dijo “uh… cuando yo era chico íbamos con mi familia e íbamos a ver al hippie de la 3”. Y yo creía que era Larralde… Después en un momento empezamos a escuchar Mano Negra, Maldita Vecindad, bandas que tenían letras parecidas a las que yo hacía con la guitarra, y se nos ocurrió con Gabriel Hermo, un amigo de mi primer intento de hacer el secundario y que era artista plástico, la idea de una banda pero con mucha más gráfica que música. Teníamos logo, volantes, y decidimos juntar una banda, empezamos con Bernardo Hoffman, un amigo que sabíamos que tocaba con gente y fue quien se encargó de traer a la primera banda: Pichono, Edu Lobo, Toti…

¿Sintieron la presión y el peso de la industria por el rumbo elegido con Las Manos?

Sí, pero no nos sorprendió, estábamos decididos en ir hacia adelante. Tampoco buscábamos ofertas, siempre nos fue conveniente hacerla de manera independiente. Pero en su momento, con la aparición de productores artísticos se nos hizo un poco más jodido, porque hasta entonces las bandas hacían sus discos, los llevaban a las disqueras y la compañía los difundían. Cuando la compañía empezó a venir con el productor artístico que te hacía el disco, entendimos que eso no estaba bien, que estaban haciendo lo que nos gustaba hacer, las canciones, decidir sobre qué tema tratan, cómo es el disco. Ahí sí hubo que remar contra la corriente, pero con el tiempo te ganás el espacio, nosotros hace 25 años que estamos, siempre decimos que cualquier oficio que uno lleve adelante te abre un camino. Ahora hace años que somos parte del sello Rock y Reggae, que nos da la libertad total de crear los discos que hacemos y ellos se encargan de editar y de llevarnos a tocar a algún lado.

 

Cerca de los 2000 comenzás junto a Berni en Che Chino y se da el acercamiento de Korneta  y Eli Suárez, de Los Gardelitos, ¿cómo se dio el encuentro?

A Eli le gustaban Las Manos, y tiempo después me contó que una vez lo llevaron a Korneta a un show nuestro casi a los empujones, que no quería saber nada. Ahí no fue que nos conocimos, pero después tengo la imagen que las primeras veces que nos vimos con Korneta fue en Cemento, en la barra, no sé si tocaban ellos o nosotros, y nos conocimos por medio de Eli. Me acuerdo también que en esa época en que nos estábamos conociendo nosotros tuvimos una fecha en Gesell, y yo volvía a la tierra de mis inicios pero ahora re agrandado, con la banda, ya no era el hippie de la Avenida 3. O tal vez todos decían “el hippie de la 3 se armó una banda, se llenó de hippies”. Nos faltaba una batería y nos enteramos que estaban tocando Los Gardelitos en Gesell, entonces fuimos y nos prestaron la batería. Después, cuando empecé con el tango junto a Berni, con Eli ya tenía una relación de vernos y a él le gustaba tocar e investigar en el tango, entonces lo invitamos a tocar. Cuando grabamos el primer disco no tocó, pero si tocaron una versión de “El borracho”, que me fui con una portaestudio a la casa del Korneta y ahí cantaron todos, estuvo buenisimo. Después, en cada show donde tocaba Eli, el Korne siempre se cantaba un tema, todo eso pasaba fundamentalmente en el Abasto, en el bar El Amanecer, ahí hicimos un ciclo todos los lunes.

¿Y cómo lo recordás a Korneta?

Lo recuerdo cuando veo lo bien que está Eli, cómo salió adelante con su proyecto, cómo hizo su vida. Ahí me doy cuenta de la grandeza de su padre, porque es jodido tener un papá tan groso, al que todos aman, y a su vez tener la cabeza tan ubicada como Eli.

La experiencia de Agrupación Mamanis es prácticamente en simultáneo a Las Manos de Filippi y a Che Chino, ¿cómo se dio esa articulación de estilos?

Siempre compuse en la calle y desde mis primeros seis temas ya había una variedad total de estilos. En un momento me di cuenta que con Las Manos… podíamos hacer un estilo más bien rockero, y si bien yo ya tenía algún tango compuesto, no daba para explorar con eso en una banda de rock. Ahí decidí juntarme con Berni e investigar en el tango, paso doble, milonga. Con Mamanis fue parecido, cuando participamos con Las Manos… del disco Alta Tensión junto a Los Tintoreros, Actitud María Marta, Las Plantas de Shiva, y Virulana y sus Petzales, dentro de los tres temas que hicimos metimos El himno del cucumelo, y como DBN era más bien un sello cumbiero lo vieron y explotaron el tema por todos lados. En ese momento lo hacían un montón de bandas, incluso hasta el día de hoy recibo en las planillas que el tema se hace en un montón de países.

Luego de Cromañón participás de la creación de MUR (Músicos Unidos por el Rock), ¿actualmente sigue siendo un espacio para nuclear bandas?

Claro, ahora el MUR es Músicos Organizados, y no solo hay músicos sino también artistas plásticos. Es el espacio con el que se armó una lista para presentar candidaturas en las últimas elecciones de SADEM (Sindicato Argentino de Músicos); el año que viene hay elecciones nuevamente y también vamos a presentar lista. Esa lucha que arrancó después de Cromañón está hoy canalizada más a lo gremial, yo no estoy participando pero hay asambleas de músicos.

 

A más de una década de Cromañón, ¿cómo ves la escena?

Creo que ahora se intenta meter otra vez la lógica previa a Cromañón, donde hay bolicheros copados y cada banda se consigue su lugar. Lo que nosotros hacemos desde un primer momento con el MUR, y luego con el MO, es llevar un reclamo al Estado para que le brinde espacios a las bandas nuevas, para que apoye a la cultura, que haya un circuito para que las bandas nuevas puedan tocar y que la gente no pague entrada, que los músicos puedan cobrar algo, un apoyo, que no quede todo librado a la privatización, porque si no, lo único que le queda a un pibe que recién arranca es buscar un bolichero copado. Se trata de un negocio gigante y el Estado se lava las manos sin brindar otra opción de acceso a la cultura a los jóvenes.

¿Sobre qué estructura te sentís más cómodo componiendo, el rock, el tango, o la cumbia?

Creo que si no tengo el proyecto agarro la guitarra y hago tango, es lo que más me gusta hacer, lo que más me entusiasma. Si no trato de meterme en lo que haya que hacer y empiezo a activar la cabeza las 24 horas buscando la frase, cómo cerrar, en eso soy medio obsesivo.

¿Y la inspiración?

Sale de oficio, sé que si lo tengo que hacer lo hago, y si tengo la idea sobre lo que quiero escribir me relajo y dejo que aparezca el tema, pero lo que más me tortura siempre es no tener sobre qué escribir, sucede que tengo tantas opciones que no puedo elegir ninguna, El Pecho (Germán Anzoátegui) siempre me tira títulos y ahí me mentalizo como los perros cuando les muestran el hueso.

Como referente del arte callejero, ¿estás al tanto de las movidas de resistencia de, por ejemplo, Frente de Artistas Ambulantes Organizados?

Conozco a los chicos de Jamaicaderos, que no sé si están en esa organización pero que hace poco hicieron una movida de artistas pidiendo espacios, los músicos de Mamanis XL, empezaron a tocar en Florida y recibo noticias por ellos… Calculo que la hostilidad no cambió nunca, yo laburé veinte años en la calle y siempre fue así, nunca sentí que estaba trabajando tranquilo y doy por hecho que sigue siendo así, que no es fácil. Está la gente que quiere vivir de la música y la calle es una gran opción, y antes de Cromañón el que iba a la calle era porque le gustaba. Después de Cromañón muchas bandas salieron a las calles, por eso un poco decidí abrirme, porque yo seguía con mi guitarrita y mi parlantito y de repente caían dos por lado, con batería y todo, eso también demuestra la falta de lugares para tocar. Esa es la lucha que tienen que encarar los músicos. Como los médicos, los pacientes y los enfermeros luchan por la salud pública, los docentes por la educación pública, los músicos y los artistas tienen que luchar por esos espacios públicos para la cultura y el trabajo.

¿Cuál es tu visión de la coyuntura actual no solo de Argentina sino de la región?

Lo tomo como la caída de los gobiernos nacionales y populares que demostraron la incapacidad para llevar un proyecto popular y las conquistas de los trabajadores adelante. En cada lado rebotó diferente, acá particularmente veo al kiechnerista desmoralizado que te dice que la gente no entiende nada. Creo que la gente está mucho más a la izquierda que el Presidente y que el desmoralizado, y que no va a ser fácil para ningún gobierno imponer el ajuste que no pudo hacer Cristina y que quiere hacer Macri, creo que se le va a complicar. Depende mucho de cómo se dan las cosas en los gremios, hay unas experiencias de gremios recuperados en los que se echaron burocracias, los de los neumáticos, por ejemplo. Son experiencias de lucha que van marcando el camino. Se van cayendo las burocracias en los sindicatos, yo veo que hay un movimiento, que no hay quietud en la gente. Tenemos un montón que antes apoyaban al kirchnerismo y hoy están quizás más acercados a una lucha.

¿Qué es el rock para vos?

Podría ser todo lo que se hace con batería, es como un estilo. Para nosotros nuestra banda es rockera, pero hacemos desde ska hasta cumbia, la actitud de una banda de rock es eso: tener una banda y salir a tocar, porque cuando salgo con Che Chino hacemos exactamente lo mismo que hacemos cuando vamos con Las Manos, no hay nada que nos diferencie. El rock supongo que también es poder encasillar lo que haces para venderlo mejor. Pero, a su vez, también es la actitud de querer meter el dedo en la llaga. Creemos que somos rock por esa forma de interpelar al que te escucha, después habrá bandas que se creerán de rock por otras cosas. Nosotros no creemos que todo el mundo tenga que hacer música de protesta ni que todo el que haga música de protesta tenga que luchar. Hay que correr de lado lo artístico e integrarlos a la lucha, porque lo que nos une a todos no son ni nuestros estilos ni gustos musicales, sino un interés de clase porque somos trabajadores, músicos, y juntarnos por eso a discutir sobre nuestros derechos y nuestras reivindicaciones.

¿Conociste bandas que sean parte de la industria y el mercado y que a su vez tengan una conciencia de lucha?

Si, por ejemplo los chicos de Airbag, con quienes compartimos un montón de asambleas y son unos capos. Cualquiera podría decir que son unos caretas, pero justamente ahí está el cambio que pueden aportar los músicos en esta era, porque lo de la música de protesta estaba bueno tomarlo como una herramienta de lucha en los 70 cuando la música todavía no era un comercio gigante, pero hoy que todo es comercio y que resulta un gran negocio, incluso hacer una canción de protesta, hay que sacarle esa importancia a la música, porque los músicos hoy ya tienen más conciencia y sobre eso hay que trabajar.

 

Actualizado 25/10/2016

 

Un viaje a lo exótico de lo cotidiano

Un viaje a lo exótico de lo cotidiano

Un auto gris, de cuatro puertas, estacionado bajo el rayo del sol, con aire de abandono. Un tapizado colmado de flores rosas y algunos cisnes. El corte diagonal de la imagen introduce de manera frenética a la escena colorinche y, entrando por la ventana, se asoman detalles propios de un lugar habitado. Con mística y tensión, el auto con sus flores rosas se transforma en un espacio ridículamente interesante del cual se quiere saber todo. Tal vez, es esa ventanilla “a media asta” la que invita al espectador a subir, a recorrer, a pasear. Al auto. Y a la muestra de la fotógrafa, Julia Sbriller.

Fotógrafa, arquitecta y performer, Julia Sbriller se entusiasmó hace unos años con «una idea más popular, democrática e inclusiva de la fotografía. No desde el panfleto, sino desde lo real». Ella «hizo de todo», según su propia mirada: expuso en distintos lugares como galerías, museos y festivales, individual y colectivamente.

Su muestra actual, “Fukú/Zafa” es un ensayo fotográfico, inédito hasta el momento, realizado en el sudeste asiático. Según la autora: “Oriente representa, en el imaginario occidental, lo lejano, lo diferente, lo otro”. Y estas imágenes desgarran el velo de la diferencia, desbaratan el planisferio, destruyen la distancia, proponiendo que “ya no tenemos que pasar por Europa para llegar a Asia.”

El ensayo de Sbriller representa un clima colorido y vertiginoso donde se asoma algo absurdo. El recorte deja de lado lo exótico de oriente para situar al espectador en un escenario en movimiento donde lo que sucede es la vida cotidiana. Posters, tapizados kitsch y niños en la calle con flash de frente son parte de un diálogo compositivo heterogéneo. «Fukú/Zafa» insinúa una posible desterritorialización, donde «las palmeras pueden ser Munro, y Vietnam se parece a Perú», analiza la fotógrafa. «Mis procesos creativos tienen mucha intuición. Las palabras llegan después que las imágenes y las veces que intenté tematizarme, fracasé», confiesa.

La rionegrina actualmente coordina «Creadores de Imágenes», un taller creativo de edición, investigación y producción fotográfica. Sobre el despojo que implica poner su obra a la vista, al aire libre y al alcance de todos, dice: «Te genera una sensación doble. Por un lado está buenísimo que estén ahí y por el otro se siente el peligro que corren las imágenes. Para mí es alucinante. Las fotos ahí, perduran. Se instaló un código». La serie expuesta en esta ocasión, producto de un viaje al sudeste asiático, surgió de una selección realizada en equipo, en el marco del colectivo «Fuera!, fotogalería a cielo abierto”, del cual ella forma parte.

«Fuera! fotogalería a cielo abierto» se propone sacar las fotos de las salas, promoviendo el acceso y democratizando los circuitos de exhibición. Fue creado en 2012 por los fotógrafos y editores plateases Emilio Alonso, Lisandro Perez Aznar y Santiago Gershánik. En la galería, ubicada sobre el perímetro del  Colegio Liceo Víctor Mercante, se exponen fotos públicamente convocando a espectadores ocasionales «que no irían a un museo», explica Alonso. «Las fotos están ahí. Si alguien las rompe es parte del juego», agrega. Alonso explica que desde “Fuera!” seleccionan fotografías que puedan congeniar con la vía pública porque «la idea es exponer trabajos que completen su sentido estando en la calle». Sobre el ensayo de Sbriller describe la presencia de «algo que excede al lenguaje» y, sobretodo, repara en la importancia de mostrar imágenes que invitan a «correr el eje de Europa».

Alonso rescata una constante predisposición por parte de los expositores que pasaron por “Fuera!”, entre ellos Alfredo Srur y Helen Zout. En relación al proceso de edición, dice: «Nunca sentimos barreras a la hora de tocar el trabajo de nadie y editamos laburos de fotógrafos que tenemos como referentes. Con el trabajo de Rafael Calviño hicimos una edición muy nuestra y él quedó fascinado. Nosotros le dimos un sesgo político y él no lo estaba trabajando así. Se lo redireccionamos totalmente y no hubo ningún problema» cuenta.

Sbriller y Alonso forman parte de una misma generación abocada a la fotografía y que, según el proyecto, se desempeñan en la producción o edición de imágenes. Frente a los circuitos vigentes y las posibilidades de hacer visible su trabajo se mantienen abiertos a las propuestas externas porque «lo importante es que las cosas pasen y que haya actividad», apostando a que «las cosas funcionen sea cual sea el proyecto», explica Emilio. Además, agrega que si hay lugares donde no le dan ganas de participar no es porque sean galerías privadas sino porque «no se entiende lo que hacen». Proactivos y alejados de posturas rígidas coinciden en fomentar la producción y circulación de obra fotográfica. «Somos más under pero podemos ‘curtir’ con el Festival de La Luz, no hay problema», sintetiza Julia.

La muestra se puede visitar en el perímetro del Colegio Liceo Víctor Mercante, ubicado en 47 entre 4 y 5, La Plata, hasta el 22 de octubre.

 

Actualizado 12/10/2016

La foto y la independencia

La foto y la independencia

La propuesta de la Séptima Bienal de Fotografía Documental de Tucumán se compone de una gran cantidad imágenes y autores que tratan temas como la identidad nacional y de género, movimientos estudiantiles, lo virtual y la memoria. Con más de veinte muestras montadas en simultáneo en museos y galerías tucumanas y un cronograma de  actividades atento a los interrogantes actuales, la Bienal recibirá, como ya es tradición, a estudiantes, aficionados y profesionales de la fotografía. Desde su origen, en 2004, el encuentro propone un carácter documental, pero desde la organización no se plantea «como una categoría taxonómica, sino como un punto de vista», explica Julio Pantoja, fotógrafo, docente y uno de los creadores de la Bienal. Lo que interesa, plantea, es ver toda la producción fotográfica desde lo testimonial, y puntualiza la necesidad de categorizar las imágenes, porque en la actualidad, dice, «la diferencia entre lo artístico y lo periodístico está quebrado y hace muchos años que dejó de funcionar».

Este año, a diferencia de los anteriores y en el marco del Bicentenario, las exposiciones están atravesadas por el concepto de «independencia». «Nos parecía pertinente asociar la Bienal al Bicentenario pero no queríamos hacerlo con el concepto histórico o de manera lineal y terminar haciendo la revista Billiken -dice Pantoja-. La idea fue trabajar con el concepto de independencias en plural y usarlo como disparador para hablar sobre cualquier tipo de independencia: personales o colectivas. Se trabajó en ese sentido con todas las muestras».  

Foto: Emiliana Miguelez. Muestra ARGRA.

Las convocatorias propuestas alrededor de este tema fueron «Símbolos patrios», «Soberanía Alimentaria» y una exhibición multimedia titulada «Independencias». Otra de las consignas propuestas fue «Tucumano/a se busca», para la cual el jurado, compuesto por Gisela Volá, Tony Valdez y Solana Peña, seleccionó tres ensayos.  Las convocatorias son abiertas al público nacional e internacional: “Siempre tienen muy buena recepción en Latinoamérica –cuenta Pantoja-. La mayoría son de Argentina pero también recibimos trabajos de Brasil, Venezuela y México».

Una de las exposiciones que se presentan es «Origen», de Verónica Bellomo, miembro del colectivo 13f. Las imágenes narran a color escenas de la vida rural dentro de un criadero de chanchos. Con una  escenografía campestre se ve en primera fila las instancias que implican la relación con la naturaleza y específicamente con los animales en la pampa argentina, demostrando una mirada específica sobre un tema popular.

Foto: Veronica Bellomo, “Origen”. Curador: Adrián Pérez.

Foto: Veronica Bellomo, “Origen”.
Curador: Adrián Pérez.

En esta edición el festival cuenta con la presencia del fotógrafo peruano Pedro Mayer, quien expondrá su trabajo «Face to Face» curado por el mexicano Francisco Mata Rosas. La muestra consta de 56 retratos de sus amigos, familiares y colegas, que fueron utilizados específicamente para sus perfiles de Facebook: el autor así reflexiona sobre el poder comunicacional de las imágenes, lo accesible y cotidiana que es la fotografía y qué implica retratarse a uno mismo. En el evento también puede verse la muestra anual de fotoperiodismo de Argra y una selección de 24 fotos de Daniel Merle, que ilustran 40 años de carrera en la fotografía desde una perspectiva intimista y en blanco y negro.

La Bienal incluye también diversas actividades pedagógicas, como talleres y revisión de portfolios. Además se darán conferencias sobre temáticas actuales relacionadas a la práctica fotográfica concreta, la realización de fotolibros y el trabajo curatorial. Uno de los diálogos planificados para el jueves 6 estará a cargo de Res y Jorge Sáenz,  donde el eje central será la fotografía como arte y documento contemporáneo.

Foto: Pedro Meyer, “Face to face”.  Curador: Francisco Mata Rosas.

Foto: Pedro Mayer, “Face to face”.
Curador: Francisco Mata Rosas.

“Es cierto que hay una desproporción en cómo funcionan los centros de poder de Buenos Aires respecto al resto del país, pero depende de cómo te empoderás frente a eso, y si decidís faltarle o no el respeto a esa relación», dice Pantoja en torno a la continuidad de la muestra en Tucumán. Además de quebrar la centralización en la Capital Federal, la Bienal invita a olvidar esquemas en desuso reuniendo autores de diferentes lugares y cosmovisiones. Este festival, que crece año a año, apuesta inteligentemente a la potencialidad del lenguaje visual y apuesta por abarcar una gran diversidad de puntos de análisis y realización.

Foto: Daniel Merle.

Foto: Daniel Merle.

Actualizado 4/10/2016