Jun 17, 2015 | destacadas
Bajo la consigna Trabajo digno y Ropa Limpia desfilaron referentes del mundo de la moda en una suerte de escenario improvisado que recorría todo el Mercado de Economía Solidaria Bonpland. Alrededor de los stands donde venden desde semillas hasta indumentaria, se desplegaba la pasarela que daba toda la vuelta al lugar. Al mismo tiempo, los organizadores lucían remeras blancas con los hashtags #trabajodigno y #ropalimpia.
El desfile tuvo lugar el sábado 13 de junio último y es el primero organizado por la Fundación Alameda, una ONG nacida como una asamblea barrial a partir de la crisis de 2001, que tiene como objetivo luchar contra la trata de personas, el trabajo esclavo, la explotación infantil, el proxenetismo y el narcotráfico.
El desfile se organizó junto a diferentes marcas textiles de confección libre de trabajo esclavo, con la intención de visibilizar los abusos y las condiciones de explotación a las que se ven sometidos los trabajadores de la industria indumentaria en distintas empresas. Entre las problemáticas más acuciantes se encuentran las excesivas horas de trabajo, la reducción a la servidumbre y la existencia de talleres clandestinos dentro de la Ciudad de Buenos Aires, hoy más de tres mil.

El evento dejó en claro que sí es posible el trabajo digno dentro esta industria y contó con la presencia de marcas libres de trabajo esclavo como: Mundo alameda, No Chains, Chunchino eco-bebé, Polenn, EcoMumis, Abundancia Por Designio, Me voy lejos, Clara A, Maison Trash, Afueradentro, Koi Eco Baby, ONDA ORGANICA, Sofela Paz, Vero Vira, Brota!, Sueños Hilvanados, Lacar, Arte hecho bolsa, Belleville, Soho, Contra Viento y Cartera, cottonpom, Reinventando, Pampa&Pop, Bolivariana y Sonko.
Gustavo Vera, titular de la Fundación Alameda, legislador porteño por el partido Bien Común, docente y activista social expresó su agradecimiento y contó cómo se dió esta iniciativa: “Todas las marcas aquí presentes trabajan con trabajo registrado. Gracias a las cooperativas que con mucho esfuerzo han logrado que muchos trabajadores salgan de la esclavitud y puedan aprender la cultura de la solidaridad, empezar a trabajar en forma digna, como ocurre con las marcas recuperadas por sus trabajadores, como el caso de Lacar y Soho”.

La Fundación, entre otras luchas, se dedica a la denuncia de marcas que operan con trabajo esclavo, ya sea por su propia investigación, o por denuncias de trabajadores que sufren esta explotación y se acercan a ella para pedir ayuda.
En este sentido Tamara Rosenberg, responsable de la Cooperativa de Trabajo «20 de Diciembre» de Parque Avellaneda y parte de La Alameda expone: “Son casi trece años los que venimos denunciando a las marcas que usan trabajo esclavo y lo hacemos a partir de las denuncias de los propios trabajadores, que lograron escapar de algunos talleres clandestinos y encontraron en La Alameda, un lugar que prestó oídos a la problemática de la mayoría migrantes que venían a nuestro centro en busca de ayuda.”
Es así que La Alameda, empezó a investigar el tema del trabajo esclavo dentro de lo talleres textiles y logró que muchos trabajadores recuperasen sus condiciones de trabajo dignas a través de las cooperativas que operan dentro de la Fundación. “Empezamos a investigar a qué se debía que tantas historias se repitieran, que tenían que ver con promesas que les hacían desde sus países de origen, en general Bolivia, de que iban a venir a la Argentina a ganar muy buena plata. La realidad fue que llegaban a un lugar donde solamente había máquinas e instalaciones muy precarias, donde los ponían a trabajar de 12 a 16 horas y al momento de abonarles el salario, les decían que primero tenían que pagar por el viaje, la comida y el alojamiento y de esa manera tenían que seguir endeudándose pero pagando con su trabajo”, expresó Rosenberg.
El debate sobre las condiciones laborales que sufren los trabajadores textiles se reabre a raíz de la muerte de dos niños, Orlando y Rodrigo Camacho en abril pasado, en el incendio del taller clandestino ubicado en la calle Páez 2796 en el barrio de Flores. Vera, reflexiona al respecto de esta situación: “Nosotros hemos incidido bastante en estas semanas, después de la lamentable y trágica muerte de dos niños. La Alameda ya había denunciado esta situación y esto nos interpela de alguna manera como sociedad, sobre qué tipo de trabajo y qué reglas de juego estamos permitiendo.”
Asimismo, Rosenberg explica cómo surgió el desfile: “Después del incendio de hace poco más de un mes, mucha gente indignada por la situación empezó a llamar a La Alameda preguntando qué marcas podía comprar y cuáles no. La verdad es que nosotros teníamos de clientes a muchos diseñadores que estuvieron presentando sus modelos y se nos ocurrió darlos a conocer. De las marcas que se presentaron, muchas de ellas producen sólo en La Alameda y otras, como tienen más producción, lo hacen en varias cooperativas.”
De la mano de esta iniciativa, La Fundación ha logrado impulsar dos proyectos de ley, que ya cuentan con estado parlamentario. “Nosotros logramos que esto entre en estado parlamentario, digo logramos porque somos minoría en la legislatura y en general los bloques parlamentarios no vienen a discutir proyectos que tengan que ver con trabajo digno. Son dos proyectos que hace mucho venimos impulsando. El primero, para que el Estado predique con el ejemplo, y no contrate más proveedores que no estén cien por ciento registrados en su cadena de valor; y el segundo, tiene que ver concretamente con las propias marcas, para que todas auditen ante el Estado, a través del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y certifiquen que están libre de trabajo esclavo”, aseguró Vera.

Según expone el legislador porteño, dichos proyectos impedirían por un lado, que el Estado siga comprando productos textiles como guardapolvos, sábanas o uniformes que se hacen en talleres clandestinos. Por otro parte, el segundo de los proyectos de ley está vinculado con las propias marcas, impediría que éstas sigan comercializando sus productos sin certificar que respetan la ley de condiciones dignas de trabajo. Ambos proyectos son tramitados en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires ante la Legislatura Porteña. Vera asegura: “Estamos planteando, que todas las marcas auditen ante el Estado y certifiquen que están libre de trabajo esclavo e informen a los consumidores como lo hace Brasil. Ustedes tienen en la página del Ministerio de Trabajo cuáles son las marcas que utilizan ropa limpia y cuáles son las que utilizan trabajo esclavo y ropa sucia.” Asimismo, Rosenberg asegura que el único Ministerio que auditó toda su cadena de valor es el Ministerio de Defensa y que el resto, no se sabe.
Vera denuncia, además, los negocios que existen detrás de algunas marcas que operan con trabajo esclavo: “Empezamos a denunciar que detrás de este tipo de talleres, hay grandes marcas que tercerizan sus producciones, ya sea por la maximización de sus ganancias o por la connivencia con otros delitos como el lavado de dinero, el narcotráfico y en algún caso se ha descubierto en una misma marca proxenetismo y contrabando de autos, que es el caso de Soho, que hoy en día los trabajadores recuperaron la fábrica y se conformaron en una cooperativa.”
Rosenberg afirma que a pesar de las denuncias efectuadas y de algunas pruebas llevadas a los jueces, como cámaras ocultas en estos talleres, hasta el momento no hay ninguna marca procesada por trabajo esclavo y reducción a la servidumbre. “Sí hubo el caso de talleristas, que son los intermediarios que fueron procesados y que hoy en día están presos, pero todavía la justicia no ha logrado llegar al escalón final de los últimos responsables de este problema.”

Explica además que una forma de revertir esta situación es el impulso a nivel estatal de políticas de incautación de maquinaria en talleres donde se descubra la existencia de trabajo esclavo para su reutilización social. “Hubo algunos casos de allanamiento donde el juez con suficientes pruebas, dictó sentencia de trata de personas o de reducción a la servidumbre, y a través de una ley, incautó la maquinaria para cederla como depositorio judicial a alguien que la utilice con una función social. Por ejemplo, para que víctimas de un taller clandestino puedan producir dignamente, utilizando esas mismas máquinas pero ya no bajo las órdenes de un patrón que los explota”.
Rosenberg afirma que los consumidores tienen la opción de empezar a preguntarse quién habrá hecho la ropa que desean comprar y decidir entre comprarle a quien está denunciado por esclavista o buscar otra alternativa. Para ello, La Alameda difunde las marcas denunciadas a través de las redes sociales como su página en Facebook Mundo Alameda, Fundación Alameda o su blog. También son apoyados por los medios masivos de comunicación cada vez que hacen una denuncia. “Nosotros tenemos un blog que es https://laalameda.wordpress.com, ahí hay un listado de más de cien marcas que han sido denunciadas ya sea por sus trabajadores o por gente que comprobó que ahí había trabajo esclavo”, afirmó.
Este desfile, buscó visibilizar lo que hay detrás de las grandes marcas hoy conocidas en el mercado e impulsadas por grandes y millonarias campañas publicitarias: las condiciones de explotación laboral a las que son sometidos los trabajadores de la industria textil y mostrar que sí es posible producir prendas bajo condiciones de trabajo digno. “Hay otras alternativas para los consumidores y se van a conocer más cuando empiecen a implementarse leyes como las que proponemos”, afirmó Rosenberg.
Jun 17, 2015 | destacadas
En el centro del anfiteatro del Parque Lezama, bajo el resplandor opaco de los faroles, el cielo cada vez más negro y la mirada relajada de varios grupos de vecinos que cada tanto sueltan el mate y aplauden, cinco parejas bailan alegremente un tango. Cinco parejas que por momentos se convierten en seis, en siete, dan vueltas en la pista improvisada, ríen ante un paso mal dado, detienen el baile, conversan, se abrazan, retoman los pasos. La música acompaña; es evidente que no importan los tropiezos, las descoordinaciones coreográficas. Hay un clima de fiesta que lo justifica todo. Una voluntad celebratoria que sólo las nubes parecen dispuestas a empañar.
Tras once meses de obras, unos 28 millones de pesos invertidos, y una larga lucha de los vecinos de San Telmo para que sus demandas fueran escuchadas, el Parque Lezama, emblema y monumento histórico del barrio, reabrió al público, y lo hizo sin rejas, un logro que hoy, sábado 13 de junio, se festeja a todo trapo.
La jornada comenzó a las tres de la tarde, con una radio abierta, en donde los integrantes de la Asamblea del Parque Lezama recordaron las actividades que llevaron a cabo para manifestar su oposición al enrejado. Desde el 2013, año de formación de la Asamblea, los vecinos juntaron firmas, realizaron distintos cortes de calles y un abrazo al parque que reunió a más de mil cuatrocientas personas. El gobierno de la Ciudad, mientras tanto, avanzaba con su proyecto de restauración del parque, que incluía obras de iluminación nueva, senderos renovados, bebederos, el enrejado de todo el perímetro y el reemplazo del anfiteatro por un espejo de agua.

-¡Vamos que esto es tango bajo la lluvia!, alienta un hombre ante la caída de las primeras gotas, que no logran espantar a nadie. Algunos se refugian bajo las copas de las tipas. Los equipos de sonido son cubiertos con un nailon. Una chica seca la pista con un trapo cuya consigna hoy no podrá leerse. De a poco, las parejas vuelven al baile y la milonga enciende nuevamente los motores. Suena el bandoneón. Más tarde será el momento de los profesionales. Una pareja de bailarines –él correctamente trajeado, ella con un tajo provocativo en su pollera larga- lucirán una ejecución soberbia frente al público.
“Creemos que este espacio lo ganamos con el compromiso y la lucha de los vecinos. Acá, el gobierno de la Ciudad quería hacer un espejo de agua y hoy están bailando. Se trata de defender este lugar como un espacio de encuentro, en donde se organizan actividades, presentaciones, asambleas. Es fundamental ocupar el espacio público para que la gente se lo apropie, para que el barrio lo hago suyo”, dice Mauricio García, referente de la Asamblea.
Las rejas suponían un elemento de control social, dice García, mediante el cual se limitaba el uso público de un lugar de esparcimiento y de reunión entre los vecinos. Eran además un ejemplo del tipo de política de espacio público que promueve el PRO, sostiene el referente. “Con las rejas querían controlar la utilización del parque y solucionar el problema del vandalismo. Nosotros creemos que esa no es la manera de resolverlo, y propusimos a los guardianes de parque, para que haya alguien permanentemente recorriendo el lugar”.
Además García recuerda el estado de abandono en el que se encontraba el parque hace unos años. “Había falta de mantenimiento en todos lados, no se regaba el pasto, estaba todo muy descuidado. A la noche el parque quedaba a oscuras, los juegos estaban destruidos, los monumentos venidos abajo”. Hoy el parque luce sin rejas, con senderos nuevos, bancos pintados, monumentos iluminados. Y un anfiteatro en donde el baile sigue, y una chica, micrófono en mano, lee la lista interminable de adhesiones, que van desde la FM Riachuelo y la asamblea permanente de afro descendientes hasta los legisladores Pablo Ferreyra y Aníbal Ibarra, entre otros.
El Parque Lezama fue diseñado a fines de 1900, por el urbanista francés Charles Thays, cuya mayor obra fue realizada en Argentina. Además del anfiteatro y las arboledas de tipas, olmos y palmeras, en las casi ocho hectáreas del parque se encuentra el Museo Histórico Nacional. En junio de 2013, un proyecto de ley declaró al Parque Lezama como Monumento Histórico Nacional, poniéndolo bajo la custodia de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos.
“Es necesario que los vecinos participen de las decisiones que se toman sobre su barrio. Reclamamos que se escuchen las voces de los vecinos, que son los que usan el parque. Estamos comprometidos hace 2 años defendiéndolo y lo vamos a seguir haciendo”, anticipa García.
Jun 17, 2015 | destacadas
Los dueños de la verdulería ubicada en Ramón Falcón y Culpina, barrio de Flores, miran atónitos cómo un joven descarga cajones con verduras y frutas a unos metros del local. Y Pablo Bobadilla interrumpe su labor para aclarar la situación: “No vengo a competir. Vendo orgánico con precios más altos”. “Eso ya lo veremos”, le lanza desafiante uno de sus interlocutores.
Desde ese día todos los viernes, sábados y domingos Bobadilla se instala en la entrada del Mercado Recuperado de Flores, donde vende en promedio 200 kilos de mercadería cultivada sin agrotóxicos. Su pequeño puesto forma parte de Ital Orgánico, una cooperativa de diez personas que llega a 200 familias mensualmente. Los lunes y martes Bobadilla reparte en bicicleta 50 de los 600 kilos que la red distribuye por semana.

Taller de huerta orgánica para chicos.
Sus precios superan los de los alimentos transgénicos pero son menores a los de otros deliverys o puntos de venta de comida orgánica. Para dar un ejemplo, 1 kilo de cebolla cuesta 27 pesos en el Rincón Orgánico (una de las mayores distribuidoras), 15 en Ital y 8 en una verdulería del barrio de La Paternal. Un kilo de papa se consigue por 37, 22 y 10 en los tres lugares mencionados, respectivamente. “En Ital remarcamos apenas un diez por ciento el valor al que le compramos a los pequeños productores. Hoy este tipo de comida en Argentina es un consumo de lujo y nuestro objetivo es romper esa barrera para lograr que más gente cambie su dieta diaria”, indica Bobadilla.
A pesar del brote de deliverys y restoranes orgánicos, las estadísticas corroboran el diagnóstico. De acuerdo al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), en 2014 Argentina produjo 170 mil toneladas de alimentos sin agrotóxicos, de los cuales menos del 1 por ciento se destinó al mercado interno: 865 toneladas. De hecho, el número es menor respecto 1.200 toneladas que se verificaron en 2012. Todo el resto se exporta, principalmente a Estados Unidos y Europa.

Mercado Recuperado de Flores.
Para colmo, la cantidad de tierras dedicadas a este tipo de producción viene en caída en el último lustro. En 2014 fueron 3,1 millones de hectáreas: un 28 por ciento menos en relación a las 4,3 millones de 2008. A pesar de ello, el país continúa siendo el segundo a nivel mundial en ese indicador según el informe The world of organic agriculture. Sólo lo supera Australia con 17,1 millones.
A pesar de su posición de privilegio, Argentina parece ir en contra de la tendencia mundial. El mercado global de comida orgánica se quintuplicó en los últimos catorce años. Las ventas en 2013 alcanzaron los 72 mil millones de dólares contra los 15,2 mil millones de 1999, según la consultora Organic Monitor. Esto representa el 1 por ciento de la torta alimenticia total, por lo que el margen de crecimiento es inmenso.

Taller a cargo de Pablo Bobadilla del puesto «Buen Corazón».
Bajo este cuadro, Bobadilla concibe su labor como una forma de activismo popular. El sábado 23 de mayo inauguró una huerta comunitaria para que los vecinos aprendan a cultivar verduras orgánicas. Para eso utilizó los bebederos y canteros de la calle empedrada que rodea lo que alguna vez fue el Mercado de Flores, que cerrado tras las crisis de 2001, fue ocupado por algunos de sus puesteros que conformaron la Cooperativa Libertadores de América. En la entrada abrieron una parrilla, luego un paseo de comidas y en el interior del predio de 1800 metros cuadrados realizan actividades educativas y de recreación: desde un taller de carpintería hasta clases de acrobacia en tela. Actualmente están refaccionando el edificio para reestrenarlo como el mercado que supo ser. En ese marco, allí el 28 de junio Ital organizará la primera feria mensual de comida orgánica.
Un repaso por los datos mundiales evidencia que el consumo orgánico está estrechamente ligado al poder adquisitivo de la población. Los diez países líderes son Suiza, Dinamarca, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Noruega, Luxemburgo, Liechtenstein, Austria, Suecia. Los seis primeros están, a su vez, entre los diez países con mayor Índice de Desarrollo Humano, mientras que los otros no bajan de la posición 21. Las estadísticas parecen augurar que la difusión de la comida orgánica en la Argentina dependerá de otros factores además de la suma de pequeñas voluntades. Mientras tanto, el viernes 29 de mayo Bobadilla cierra su puesto al anochecer sin haber podido vender ningún producto por la tarde.

Jun 16, 2015 | destacadas
No solo que los trabajadores del restaurante autogestionado Los Chanchitos lograron adquirir en forma definitiva los muebles de su local –que estaban amenazados por la Liga de Rematadores- sino que incorporaron una nueva página a su menú. No corresponde ni a las entradas, ni a las minuta, ni a las bebidas. Se trata de una “biblioteca a la carta”: un catálogo de los libros de la Biblioteca de Economía de los Trabajadores que los clientes del restaurante pueden comprar como nutritivo postre. Entre otros títulos, aparecen ¿Qué son las empresas recuperadas?, de Andrés Ruggieri, y Nuevas empresas recuperadas (2010-2013), del Centro de Documentación de Empresas Recuperadas.
Los libros aparecen exhibidos entre los vinos, en la barra y sorprenden a los comensales en cualquier rincón del local. El impulsor de esta iniciativa es Jorge Gurbanov, editor de Ediciones Continente y Peña Lillo: “La característica de nuestra editorial y el vínculo con las empresas recuperadas nace en el 2002, cuando comenzamos a trabajar y a producir gráficamente con cooperativas autogestionadas. Toda nuestra producción gráfica se hace con este tipo de empresas. Tratamos de colaborar preguntándoles qué necesitan, además de darles trabajo para que ellos puedan poner en producción toda la maquinaria”.
Según Jorge, el objetivo de la Biblioteca consiste en recuperar la producción intelectual y experiencias de empresas recuperadas, tanto en Argentina como en el resto del mundo. Ya cuentan con seis libros publicados y otros tres por editarse: “Es una experiencia única en el mundo, no conocemos otra, donde desde la economía de los trabajadores se produzca editorial y gráficamente una colección genuina generada al calor del trabajo, de la lucha, de la creación de esta nueva alternativa a la economía”.

Restaurante Cooperativa Los Chanchitos, Biblioteca Popular de los Trabajadores.
Los Chanchitos es la primera cooperativa en la que se pone a disposición la producción de la Biblioteca Economía de los Trabajadores. De a poco se irán incorporando otras empresas recuperadas. De este modo, se generan nuevos puntos de venta para este tipo de literatura, que hoy no tiene suficiente espacio en las librerías comerciales. “En las librerías tradicionales esto libro son un título más, y como no se venden masivamente, no les interesa tenerlos porque les ocupan espacio. Nos dimos cuenta de que había que tener lugares de venta complementarios. El concepto del mercado es que el pueblo tiene que ir a donde está el libro, y nosotros pensamos que el libro tiene que ir donde está el pueblo. Los Chanchitos es un lugar adonde vienen los sectores populares. Creo que es muy apropiado tenerlo acá. Recién empieza la experiencia y los compañeros están muy entusiasmados, muy contentos, son grandes promotores: dentro de poco van a ser ‘libreros gastronómicos’”, explica Gurbanov.
Uno de los libros de la Biblioteca, ¿Qué son las empresas recuperadas?, fue escrito por Andrés Ruggieri, el director del Centro de Documentación de Empresas Recuperadas de Facultad Abierta, que funciona en la imprenta recuperada Chilavert. La obra ya ha sido traducido a tres idiomas: francés, italiano y griego. “En Atenas, para la campaña de Syriza, decidieron traducir ese texto para mostrar que otra economía es posible”, cuenta el editor, haciendo hincapié en que el fenómeno de las cooperativas y empresas recuperadas se está propagando lentamente en el mundo. El año pasado, en Marsella se organizó el Primer Encuentro Europeo de Empresas Recuperadas y Economía de los Trabajadores, al que fue invitado Ruggeri en calidad de referente a nivel internacional: “Así como Argentina es un referente a nivel mundial con el tema de derechos humanos y en la cuestión de la economía de los trabajadores, es también el movimiento de autogestión más grande a nivel global, con 350 empresas recuperadas. Esto está invisibilizado, lamentablemente.”

Jorge Gurbanov
En el marco de esta internacionalización del fenómeno de empresas gestionadas por sus propios trabajadores, en julio se realizará el 5to Encuentro Internacional de Economía de los Trabajadores en Venezuela. Anteriormente se realizó en Brasil, México y Argentina. Tanto Gurbanov como los miembros de Los Chanchitos estarán presentes, entre una nutrida delegación argentina.
“Se considera que la economía debe estar en manos del capital o en manos del Estado, lo que no deja de ser un capitalismo de estado. Nosotros estamos tratando de demostrar que la economía también puede estar en manos de los trabajadores”, afirma Gurbanov.

La cocina del Restaurante Cooperativa «Los Chanchitos»
Los mozos y cocineros de Los Chanchitos vienen demostrando que esta economía es posible desde hace dos años, cuando los dueños de la cadena de restaurantes que también integraban Battaglia y Alé Ale se hicieron humo y llevaron a la empresa a la quiebra. A partir de entonces, lo trabajadores la autogestionan exitosamente. El camino, de todas formas no resultó sencillo. Uno de los momentos más críticos resultó el pasado 5 de junio, cuando por disposición judicial se llevó a cabo el remate de los bienes muebles del restaurante. Esa tarde, se presentaron seis representantes de la Liga de Rematadores con la intención de llevarse todo lo que saliera a remate. Pero por el otro lado acudieron los 35 trabajadores que conforman la cooperativa, acompañados de sus familias y de representantes de otras empresas autogestionadas como el Hotel Bauen y la cooperativa de trabajo 19 de Diciembre. También concurrió a apoyar a los trabajadores Alberto Gandulfo, subsecretario del Ministerio de Desarrollo Social. Finalmente, todos los bienes quedaron en manos de los cooperativistas, quienes los compraron a cambio de sus créditos laborales. Unas horas después, los comensales ya podían pedir chorizos y … libros.

Jun 4, 2015 | destacadas
Desde un balcón de la avenida Rivadavia, esquina Callao, seis vecinos rezan sus plegarias a Dios, al ritmo de una melodía evangélica. Mientras tanto, por la calle, miles de personas se movilizan exhibiendo carteles en honor a las mujeres: “Ni una menos, ni una más”; “ni a lavar ni a planchar, las mujeres a luchar”. Un río de selfies invade la Plaza Congreso: llueven hashtags en todos los celulares porteños. Banderines, carteles, cartones y telgopores se visten con palabras de aliento y reflexión. Una mezcolanza entre payamédicos, madres víctimas de la trata de personas, empleados estatales y municipales, estudiantes secundarios y universitarios, mujeres embarazadas y hasta miembros de la Iglesia católica marchaban hacia la misma Plaza. “Si una persona maltrata a un animal, lo mismo hará con una persona”, dice uno de los panfletos. Hasta Evita y Sandro participaron de la causa desde una remera.
Las diferentes posturas acerca del rol de la mujer se hicieron presentes durante la macha Ni una menos. Julieta y Karina, miembros de la agrupación de mujeres “María Eva”, del Sindicato de textiles y afines (SETIA) cuentan: “En los sindicatos son todos hombres, y la mujer está dejada a un costado”. “Vinimos a la marcha porque queremos ver qué se está haciendo y porqué la amiga de mi sobrina desapareció hace un mes y todavía no la encontraron”, dice Karina.

Alrededor de las 6 de la tarde, en un escenario ubicado en la plaza, Érica Rivas, Maitena y Juan Minujín leyeron los 5 puntos del documento del colectivo # ni una menos: “Pedimos la implementación del Plan Nacional de Acción para la Prevención Asistencia y erradicación de la violencia contra las mujeres que está en la Ley 26.485. Pedimos que se cumpla integralmente, que haya monitoreo y presupuesto para todo lo que se hace. Pedimos que se garantice el acceso a la Justicia a las víctimas; que haya patrocinio jurídico; que no se las revictimice; que las causas que tramitan en el fuero civil y penal se unan para que sea todo más ágil”, decía, ente otras cosas, el escrito consensuado por las y los organizadores de la concentración.

Muchas personas de las que asistieron era la primera vez que participaban de una marcha. Mirta, dueña de un catering para eventos, contó que “lo que me movilizó a venir a la marcha es que una de mis empleadas viene siempre con el ojo morado. Yo la tengo que maquillar para que pueda trabajar”, cuenta esta vecina del barrio de Caballito. Y agrega: “Si vos permitís un grito, o una mala mirada, viene lo demás. ‘Respetame, soy mujer, yo no soy ni tu sirvienta, ni tu mucama, soy un ser humano, como vos’. Cuando ya llegaste al golpe, ya no tenés más nada que hacer, mi amor, andate, aunque te mueras de hambre abajo del puente. Si no te dan bolilla en la comisaría, ¡yo creo que me paro en la puerta de la Casa de Gobierno y empiezo a gritar!”; “¿A un hombre que viola a un chico le bajan 3 años de condena porque el chico tiene ´tendencias gay´? Yo no creo en la justicia”, concluye.

Va llegando cada vez más gente a la plaza y son pocos los recovecos vacíos para transitar. Y en medio de eso, aparece Carla, prima de Paola Acosta, quien fue asesinada por el padre de su hija, en septiembre del 2014 en la provincia de Córdoba. El homicida también trató de asesinar a su beba Martina de un año y medio, por no querer pasarle la cuota alimentaria. “Paola fue encontrada muerta en una alcantarilla; Martina está viva de milagro, el padre y homicida está preso pero estamos esperando el juicio. (José Manuel) De la Sota nos lo prometió para antes diciembre- de 2014- y ya estamos en junio y no tenemos novedades”, afirmó la prima de la víctima.

A medida que fue cayendo el sol, el Congreso se iluminó de violeta, y los carteles se multiplicaron como estrellas. Llegó un obispo. “Todo bien, pero ¿por qué no viene sin el hábito?, ¡parece una cargada!”, exclamó al aire una chica. “Acá no entra ni una más ni una menos”, dijo una señora en referencia a la cantidad de gente. A las 18.30, a esa cantidad de panfletos se sumaron fuegos artificiales que cantaron ¡“Ni una menos, ni una menos! Y una manada de celulares retrató el momento. “Esto parece un recital: hasta te podés llevar una remera con la cara de Enriqueta – el personaje de Nik – por 120 pesos”, se escuchó.
