Que no los tiren a los chanchos

Que no los tiren a los chanchos

Martes 2 de Junio, 20.00 horas. Ya hay un par de mesas ocupadas en la esquina de Ángel Gallardo y Leopoldo Marechal, frente al Parque Centenario, lugar donde se encuentra el legendario restaurante Los Chanchitos, fundado 32 años atrás y que hace más de dos funciona como cooperativa de trabajadores tras la quiebra de la firma propietaria. El restaurante opera normalmente, a pesar de la noticia de que el juez Fernando Perillo, del Juzgado Comercial 13, dispuso el remate de los bienes del comercio para este viernes a las 17.00 en la Liga de Rematadores.

José Pereyra, presidente de la Cooperativa Los Chanchitos Limitada, habla por celular con otro medio. Cuando corta, explica:“Desde las 8 de la mañana que estoy con el teléfono. Normalmente soy mozo al mediodía durante el fin y a la noche de lunes a viernes, porque durante el día me encargo de la parte administrativa y de  trámites. No dejé de ser el mozo para ser el presidente de la cooperativa, al contrario: al trabajo de siempre le agregué la presidencia».

José se muestra optimista respecto a la subasta y sonríe mientras muestra la calidad de la carne que el asador coloca en la parrilla: “Tenemos muy buena gente en la cocina pero si vos tenés un cocinero y la mercadería es mala, eso se va a reflejar en el plato. Lo mismo ocurrirá si al cocinero no le pagás. Hoy, como cooperativa, uno trabaja de otra manera: los compañeros están contentos, están conformes, están cómodos. Tenemos todas las comodidades. Vamos al vestuario y tenemos ducha que funciona. Tenemos todo lo necesario en los baños del personal. Es otra cosa: ¡Somos personas! Eso es lo que somos ahora. Antes no sé lo que éramos. Antes era irse de vacaciones o pasar las fiestas sin plata».

Buenos Aires, 2 de junio de 2015.  Los Chanchitos Cooperativa. Benjam’n, parrillero.  Foto: Daniela Yechua / ANCCOM

Benjamín, el parrillero, uno de los trabajadores de Los Chanchitos Cooperativa.

Mientras José habla, las mesas de Los Chanchitos se ocupan. Solo una queda libre la que José utiliza para contar su historia a los medios. Señala a un muchacho que está atendiendo la mesa de al lado: «Este chico, Juan, cuando empezó la cooperativa hacía un mes y medio que estaba trabajando y todavía no había cobrado el primer un sueldo. Ni siquiera sabía cuándo lo haría. Empezó en el delivery con una motito. Al poco tiempo, la cambió por una hermosa moto. Y hoy, dos años después, tiene un auto estacionado acá enfrente.»  A Juan le fue bien porque al restaurante le fue bien, gracias a la gestión de los 28 trabajadores -hoy socios fundadores-, que crearon la cooperativa luego de la empresa que había quebrado debido al mal gerenciamiento del ex dueño. Todos los empleados habrían quedado en la calle si no hubiera surgido la iniciativa de apoderarse de la fuente de trabajo. «Para muchos en ese momento quedarse sin trabajo era definitivo, porque la mayoría superábamos los 45 o 50 años y en este gremio a esa edad ya no conseguís laburo en ningún lado», explica José. «Antes de formar la cooperativa, nosotros  trabajábamos juntos, teníamos un compañero al lado, y no sabíamos nada de él. No nos conocíamos. Yo hoy conozco a la familia de todos los compañeros, nos conocemos de otra manera, hemos aprendido a querernos, a interesarnos. La situación es tan así que un compañero grande, que es mozo, necesitaba una operación de columna que le salía un poquito cara y la cooperativa decidió hacerse cargo de esta operación. El compañero ya está con muchas ganas de trabajar. Empezamos a ser más humanos, dejamos de ser ese numerito que éramos.»

El buen compañerismo de los trabajadores de Los Chanchitos no se limita al restaurante que ellos gestionan. José, desde su rol de presidente de la cooperativa, junto con la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA), se encarga de sacar adelante casos de otros restaurantes en situaciones similares como La Casona, de Avenida Corrientes y Maipú, que hoy es también una empresa recuperada y algunos locales de la hamburguesería Nac & Pop que va por el mismo camino, aunque con ciertas trabas jurídicas.

El 20 de Julio, José estará viajando a Venezuela para exponer en un encuentro denominado «La Economía de los Trabajadores», que es parte del programa de extensión universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. «Yo pensaba: ‘Ahora que mis hijos están grandes, me voy a dedicar a lo que me gusta: ir a pescar, descansar’.  Y no, nada que ver, hace dos años que no puedo ir a pescar pero está bueno porque uno, de repente, a partir de la poca experiencia que pueda tener, puede acompañar y ayudar a otros compañeros y eso está bárbaro. Y lo de Venezuela ya te digo: ¡Va a ser inmenso!»

Buenos Aires, 2 de junio de 2015.  Los Chanchitos Cooperativa. Jonathan, adicionista. Foto: Daniela Yechua / ANCCOM

Jonathan, adicionista de Los Chanchitos Cooperativa.

A pesar del buen funcionamiento del negocio en formato cooperativa, muy alejado de la lógica especulativa empresarial, la síndico Ana Graciela Ventura pidió al juzgado, y este aprobó, que los trabajadores pagaran un canon locativo por el uso de los bienes muebles desde el día de la fundación de la cooperativa hasta la fecha. José explica que desde la cooperativa rechazan esta imposición, porque el uso de esos bienes fue condición necesaria para poder recuperar la empresa. También piensa renegociar el monto de 297 mil pesos que se exige como valor de dichos bienes debido a las malas condiciones en que los recibieron. Muchos de ellos fueron restaurados utilizando recursos de la cooperativa, y otros siguen en desuso y no tienen el valor que la justicia fijó. En palabras de José, «todo lo arreglamos nosotros, con inversión propia de la cooperativa. Tuvimos que salir a buscar subsidios, a conseguir dinero, porque nosotros no teníamos plata, empezamos sin nada. Y de repente todo se puso en condiciones, está funcionando, hemos cambiado aires acondicionados, invertimos… ¿Y hoy, de repente, nos quieren cobrar un alquiler por lo que nosotros hemos hecho? Hace dos años acá funcionaban la mitad de las cosas. Hoy está funcionando todo y encima de que nos quieren rematar, nos quieren cobrar un canon locativo.»

La síndico también exigió que, en caso de que la cooperativa fuera la adquiriente de los bienes en la subasta, se le cobre un monto del 25 por ciento para gastos extrajudiciales y costas, en el momento y al contado.

Buenos Aires, 2 de junio de 2015.  Los Chanchitos Cooperativa. Eduardo y Juan.  Foto: Daniela Yechua / ANCCOM

Eduardo y Juan trabajan en la cooperativa.

Los trabajadores de Los Chanchitos cuentan con 343 mil pesos a su favor en el caso por créditos laborales, que alcanzarían para cubrir el monto de los bienes muebles aunque no se renegociara su valor. No obstante, las exigencias de la síndico aprobadas por el juzgado los dejaría fuera de juego en la subasta.

¿Qué intereses hay detrás de este intento de llevar a estos trabajadores a la ruina por medio de estas imposiciones? Según José, la cooperativa tiene sus pagos al día tanto con la AFIP como con sus proveedores -a diferencia de su dueño anterior que no respondió por las deudas que contrajo con ambos-, y ni ellos ni la gente del barrio pretenden que Los Chanchitos se quede sin instalaciones para trabajar. Evidentemente sería beneficioso para algún grupo económico que esta empresa perdiera su formato de cooperativa y volviera a las manos de algún empresario.

En Los Chanchitos por lo pronto no permitirán que se exhiban los bienes que se pretende subastar como primera medida de resistencia a la subasta y los pedidos de la síndico. «El fin de todo esto es mantener la fuente de trabajo. Algo muy importante es que somos responsables de nuestro propio destino laboral. Lo cuidamos porque queremos seguir».

 

La opera proletaria

La opera proletaria

Son las tres de la tarde de un martes. En la planta baja de una fábrica, donde se exhibe maquinaria industrial que se ha vuelto obsoleta, trabaja un grupo de personas vestidas de operarios. Sus herramientas de trabajo no son martillos ni destornilladores, sino instrumentos musicales, entre los cuales se incluyen voces. Voces que cantan, y voces que realizan marcaciones a intérpretes sobre cómo ejecutar una nota o cómo deben moverse en ese extraño escenario-máquina. La escena es curiosa: el dorado estridente del corno francés sobresale dentro de un contexto de metales oxidados, el sonido de la orquesta de a ratos se mezcla con el traqueteo del tren Sarmiento que pasa por ahí nomás, a media cuadra, en el corazón de Almagro.

En 1998, un grupo de trabajadores del IMPA (Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentinas) ocupó la fábrica  de envases para recuperar las fuentes de trabajo que les había quitado el neoliberalismo. Además de poner las maquinarias en marcha, los obreros crearon un bachillerato popular y gestaron, entre otras cosas, «La Fábrica Ciudad Cultural», un complejo en el que conviven diversas disciplinas artísticas, incluida la ópera.

A medida que cada artista-operario llega a su puesto de trabajo se van descubriendo sus roles. Entre ellos se encuentra el director musical, lleva en su mano una batuta que lo deschava. Su nombre es Camilo Santostefano y es uno de los cofundadores de esta agrupación de ópera denominada Lírica Lado B. Ahora ensaya –con el objetivo de estrenar en mayo-una obra inédita en Latinoamérica, «Curlew River», del inglés Benjamin Britten. El otro fundador de esta compañia es el barítono Alejandro Spies. Se lo ve de acá para allá, acomodando sillas, minutos antes de encarnar uno de los personajes principales de la pieza en cuestión.

«Se me ocurrió ponerle Lirica Lado B para dar a entender qué es lo que hacemos. Por un lado está todo lo que representa la palabra ´lírica’ y, a su vez, es una forma musical de definir aquello que queda un poco relegado: en el lado B de los discos iban los temas de relleno.  Nos dimos cuenta de que en inglés es B-Side the opera, que significa al costado de la ópera. Está bueno, se arma algo interesante. Y el nombre es mucho», cuenta Santostefano.

Germán Ivancic, codirector escénico, en la jerga operística régisseur, junto con Diego Rodriguez.

Desde 2007, Lírica Lado B ha montado producciones en distintos espacios no convencionales de Buenos Aires, a veces incluso bajo las estrellas.  Sus integrantes se organizan bajo la figura de una cooperativa. En el grupo no hay privilegios ni el divismo esperable en un ambiente como el operístico. «Decidimos no figurar con nombres propios en las portadas de las gráficas, solamente va el nombre del grupo y de la obra. En ese sentido, también queremos corrernos del sistema. Nuestros programas están ordenados por rubro y por orden alfabético.», explica Germán Ivancic, co-director escénico  -en la jerga operística, régisseur– de Lírica Lado B, junto con Diego Rodriguez.

El móvil principal de los integrantes de la compañía está vinculado con la noción de trabajo que descubrieron en la fábrica. Así lo explica Santostefano: «Los trabajadores del IMPA están poniendo en valor algo que la sociedad dejó de lado. O sea, cuando en los 90 las políticas socio-culturales-económicas que rigieron este país se llevan puesta la industria nacional, los tipos de adentro resistieron y pudieron armar otro formato y encontrarle la vuelta para ponerlo otra vez en valor».

Mientras que los principales teatro de ópera de Buenos Aires repiten los mismos títulos año a año (Werther, La Traviata y Carmen) Lado B solo ponen en escena obras que no hayan sido estrenadas en el país, a veces ni siquiera en la región, como es el caso de Curlew River. Diego Rodriguez explica por qué esta propuesta es única, muy distinta a la ópera comercial y también a la estatal: «Generamos un sentido diverso a una experiencia burguesa del teatro. Los sillones no son de pana, el hall no es confortable, la temperatura no es la ideal. Es otra elite, porque esos obreros del IMPA son elite. No cualquiera recupera su espacio de trabajo, se apropia de él y lo salva de la ruina.»

La puesta en escena de Curlew River en el IMPA obliga a repensar la relación entre arte y trabajo. Los integrantes de Lírica Lado B se toman en serio su labor. El trabajo del músico de ópera requiere un nivel de rigurosidad muy alto. Durante el ensayo casi no hay pausas, salvo cuando los directores realizan correcciones a los músicos y bailarines. Son tres horas de trabajo intensas. Y en el transcurso de la jornada, otros integrantes de la compañía se encargan del armado de luces y cableados.

«Para mí» -dice Diego Rodriguez-,»el arte se divide por lo menos en dos grandes conjuntos que no tiene que ver con diferentes escuelas sino posiciones políticas. Están aquellos que piensan al arte como un bien de consumo más y están quienes lo piensan como un bien de movilización social. No digo que vamos a hacer la revolución con el arte, pero si lo pensás desde ahí vas a ser otro tipo de artista. Seguramente no vas a solucionar el mundo pero tampoco vas a alimentar aquello que el mundo tiene, desde mi punto de vista, errado.»

La posición política de un obrero que elige recuperar una fábrica y gestionar puestos de trabajo para otros compañeros tiene mucho en común con Lírica Lado B que, en ese sentido, también hace su aporte: en esta compañía autogestionada muchos músicos jóvenes dan sus primeros pasos y aprenden de otros colegas experimentados.

 

Lírica Lado B abre un nuevo canal y demuestra que se puede ser parte del ambiente operístico por fuera de las reglas del circuito comercial y, a su vez, generar transformaciones: «Al que es fanático de la ópera, melómano, al  que tiene su butaca en el Avenida, en el Argentino y en el Colón , al que es habitué de saco y corbata, le va a picar. Va a querer ver esto porque Britten es un compositor que a este tipo de personas los va a atraer. Entonces, no le queda otra que arremangarse y embarrarse un poco», explica Camilo. Y a esto hay que agregarle un detalle: no se cobra entrada

Las versiones de las óperas que realiza Lírica Lado B son con orquesta y puesta en escena completas. ¿Cómo obtienen los recursos? «Ponemos con creatividad lo que otros ponen con dinero», explica Diego Rodríguez. Y completa Germán Ivancic: «Eso se articula nuevamente con IMPA, porque fundacionalmente el valor es nuestro trabajo. Y la creatividad con la cual salimos adelante es nuestro capital. Como es nuestro capital el valor del trabajo, eso es lo que va por delante y es lo que nos sostiene.»

El director musical Camilo Santostefano es uno de los co-fundadores de Lírica Lado B.

Cualquier público, habitué o no de la ópera, podrá ir a ver Curlew River en mayo. La propuesta abre la puerta simultáneamente a dos mundos poco frecuentados por los espectadores: el de la ópera y el del trabajo cooperativo en el IMPA. Hace algunos años, cuando por primera vez surgió la idea de hacer esta óbra, Lado B había pensado montarla en el Centro Cultural Haroldo Conti, pero la idea no prosperó. Cuenta Camilo: «Después reflexionamos y dijimos: ‘Che, va a ser muy fuerte hacerlo ahí’. La verdad es que está bueno pero va a ser muy fuerte. Y la verdad es que acá en el IMPA y con el argumento de Curlew River, se cruza esta cuestión de la búsqueda de la verdad. Esos trabajadores buscando una resolución definitiva de expropiación a favor de la cooperativa del espacio, algo del habeas corpus, de la búsqueda del conocimiento y de la verdad sobre la situación, también eso es fuerte. La obra es interesante para cualquiera que tenga ganas de ir a ver un espectáculo que se corre de la linealidad comercial.»

 

Las funciones de Curlew River serán el domingo 10 y sábado 30 de mayo, y los sábados 6 y 13 de junio, en el Museo del IMPA (Querandíes 4290). También se encuentra vigente una colecta virtual para quienes estén interesados en colaborar con el proyecto, disponible en su espacio web (ingresar aquí).