Vivir y morir con dignidad

Vivir y morir con dignidad

Selva Herbón transformó su causa en una lucha social e impulsó la Ley los Derechos del Paciente en su Relación con los Profesionales e Instituciones de la Salud. Licenciada en Ciencias de la Educación, docente, ex candidata a Intendente del distrito de Ezeiza desde el espacio Progresistas, es madre de Valentina, de 9 años, y de Camila, una beba que tras una mala praxis médica quedó en estado vegetativo y murió una vez aprobada la normativa.

Camila nació el 27 de abril de 2009 con procidencia de cordón umbilical. Intentaron reanimarla durante veinte minutos, logró sobrevivir, pero la falta de oxígeno dañó las células nerviosas de su cerebro. Al año de vida, le diagnosticaron un estado vegetativo permanente. “Mi hija crecía, pero no se desarrollaba, no tenía ningún tipo de vínculo con el medio externo y sus funciones vitales no eran autónomas. Entonces comenzamos a sentir que el esfuerzo terapéutico lo único que estaba haciendo era prolongar en el tiempo la agonía”, así comienza a contar su historia una mamá que considera que la tecnología puede ser una aliada perfecta del ser humano, pero no en esos casos en que impide que un ser querido, que se encuentra en un estado irreversible, deje de sufrir y pueda partir en paz, dignamente.

En su hogar, Herbón recibió a ANCCOM para contar cómo fue el proceso de creación y sanción de una Ley Nacional que finalmente contempló su caso y el de muchos otros que atraviesan la misma situación; también para hablar sobre la intrincada relación que se plantea entre la medicina, las medidas de soporte vital, y los derechos humanos, y para arrojar luz sobre esa huella que Camila dejó marcada en su paso por este mundo.

Selva Herbón, Ley de Muerte Digna, caso Camila Sánchez. Ezeiza, 5 de Septiembre 2015

“Mi hija crecía, pero no se desarrollaba, no tenía ningún tipo de vínculo con el medio externo y sus funciones vitales no eran autónomas. Entonces comenzamos a sentir que el esfuerzo terapéutico lo único que estaba haciendo era prolongar en el tiempo la agonía”

¿Qué respuesta obtuvieron por parte de los médicos cuando decidieron limitar el esfuerzo terapéutico?

Los médicos nos decían que sería justo retirar el soporte vital, pero que no era legal, que si queríamos que lo hicieran teníamos que solicitarlo a través de un recurso de amparo. En ese momento, me pregunté por qué las personas que estaban en un estado así, irreversible, irrecuperable, sin posibilidades de vida digna, tenían que acudir a esa medida. Empecé a investigar, me asesoré de toda la normativa vigente sobre los derechos de los pacientes, hasta que encontré que en la provincia de Río Negro ya existía una Ley de Muerte Digna y a nivel nacional se había sancionado en 2009 la Ley Nacional N° 26529, pero no había sido reglamentada y, por lo tanto, tampoco entraba en plena vigencia.

Entonces, ¿qué fue lo que decidió hacer?

Ante esa situación sentí que era necesaria una ley porque en ese momento mi hija estaba cautiva del centro de salud, la obra social pagaba mucho dinero para mantenerla en esta condición. Además, estaba el juicio iniciado por mala praxis, y todas esas cuestiones que a lo mejor deshumanizan la medicina. Pensé también que permitirle morir a Camila era un acto de amor hacia ella porque era muy triste y muy doloroso ver que no podía llegar a cumplir sus funciones vitales; uno nace, vive, se desarrolla, muere, y acá no había posibilidades de morir porque había aparatos que lo estaban evitando.

¿Cómo hizo para lograr que la causa trascienda?  

A través de un dirigente político y social me contacté con el diputado Nacional Gerardo Milman, que en ese momento estaba trabajando con otros proyectos, pero tuvo la amabilidad de recibirme y escuchar cuál era el pedido que estábamos solicitando: modificar algunos artículos de la Ley 26.529 para que se votara nuevamente. En agosto de 2011, se hizo pública esa entrevista que tuvimos y estalló en todos los medios la noticia de que había una mamá que pedía muerte digna para su hija. Ahí fue cuando se empezaron a difundir dos puntos muy importantes que eran, por un lado, pensar que esta ley no era eutanásica porque no se provocaría la muerte sino que limitando el esfuerzo terapéutico, retirando los soportes vitales, sucedería en forma natural; y, por otro lado, que los médicos estuviesen amparados ante la acción que realizaran. O sea que cuando advirtieran que ya no existen expectativas de vida digna, cuando ya se hizo todo lo posible y no hay reversibilidad ante una situación, como por ejemplo ante un estado vegetativo permanente, ellos junto con la familia pudieran tomar la decisión de limitar el esfuerzo terapéutico. También tuvimos la posibilidad de acercarnos de algún modo a quien hoy es el Papa Francisco. Recibió una carta nuestra solicitándole que de algún modo la Iglesia nos acompañe, y me llamó personalmente para decirme que rezaba mucho por nosotros; entonces yo lo que le pedí fue que la Iglesia se expresara a través de escritos, de documentos, para que la gente también pudiera conocer cuál era su opinión al respecto. Y para el caso de Camila estaba a favor por el hecho de que limitar el esfuerzo terapéutico era una forma de evitar el “encarnizamiento terapéutico”. Si uno toma el Catecismo de la Iglesia Católica hay una parte en la que habla de que es lícito retirar estos elementos artificiales y de esa forma permitir que suceda lo inevitable, que es la muerte.

Selva Herbón, Ley de Muerte Digna, caso Camila Sánchez. Ezeiza, 5 de Septiembre 2015

» Yo pienso que una, como mamá, tiene que tener muy presente la posibilidad de que su hijo sea feliz, o sea la felicidad es lo que uno busca. Más allá de alguna discapacidad, más allá de una problemática concreta, de una enfermedad, uno busca eso, la posibilidad de que sea feliz».

¿Cómo fue el proceso hasta que se sancionó la ley?

Fue una lucha importante, un trabajo de mucho sacrificio, de hablar y escuchar a mucha gente, conversar con médicos especialistas en Bioética, tratar de interpretar la letra de la ley para entender a qué apuntaba, dialogar con cada uno de los asesores de los diputados para que estuviesen en conocimiento del tema, que al mismo tiempo era algo tabú, difícil de abordar, entonces también era complicado de poner en agenda. Hasta que conseguimos que el 30 de noviembre del 2011 se votara el proyecto de ley en la Cámara de Diputados. Junto con nosotros había otros casos que también pedían por la muerte digna como fue el de Melina González, una chiquita de 19 años que estuvo con fibromatosis quística, y el de Marcelo Diez. Todos los familiares queríamos que el Congreso tuviera, en ese momento, sesiones extraordinarias para que se debatiera el proyecto en el Senado, le enviamos una carta a la Presidenta, nos comunicamos con el Presidente de la Cámara de Senadores para ver si él podía lograrlo, pero nos comunicaron que sería uno de los temas a tratar el próximo año. Finalmente, el 9 de mayo de 2012 se votó afirmativamente y por unanimidad la ley. La reglamentación vino posteriormente, en el mes de julio, pero hablamos con los médicos del Centro Gallego de la Ciudad de Buenos Aires y, junto al especialista en Bioética Juan Carlos Tealdi −quien nos acompañó en todo momento−, se tomó la decisión de retirar el soporte vital y Camila falleció el 7 de junio del 2012.

¿Usted sintió que la tecnología estaba extendiendo la agonía antes que la vida?

Así es. Fue una mezcla de sensaciones porque nadie está preparado para que un hijo parta, entonces estas cuestiones nos movilizan y sensibilizan a todos. Con respecto a la hidratación y la alimentación en forma artificial también existían fundamentos de por qué no era bueno para un organismo vivir así en forma artificial. Hacia el final, Camila tenía muchos edemas porque el cuerpo no podía regular la hidratación automáticamente, estaba muy hinchada, las condiciones en las que estaba realmente no eran buenas. Y otra cosa era que ese modo de alimentación le provocaba molestias o dolores por el hecho mismo de que la comida no estaba ingresando por el tubo digestivo en forma natural sino directamente al estómago. El malestar se podía llegar a constatar, por ejemplo, a través del cambio en la pulsación cardíaca. Por eso, creo que la tecnología puede ser una aliada del ser humano, pero no cuando está supliendo funciones vitales que no se van a poder recuperar. Entonces me parece que hay que humanizar la medicina, saber hasta dónde llegar a utilizar los métodos. En sí, es un sentimiento difícil de explicar, pero también hay que pensar un poquito en el otro, en lo que es la dignidad humana, en lo que es vivir, a qué le llamamos vivir. A mí me llamó muchísimo la atención un día que voy a ver a Camila y estaba la terapeuta haciéndole movimientos en los labios, en la lengua, para ver si en algún momento adquiría la succión. Le consulté si a eso lo venía haciendo desde siempre, si notaba algún cambio, una mejoría. Me contestó que era para ver si la beba en algún momento podía llegar a responder a ese estímulo. Ahí empecé a informarme, a ver hasta dónde el cerebro tenía la posibilidad de cumplir funciones en forma autónoma o no, hasta que me di cuenta de que ella no iba a poder a volver a tragar como quizás lo hacía adentro de mi panza cuando estaba sana. Yo pienso que una, como mamá, tiene que tener muy presente la posibilidad de que su hijo sea feliz, o sea la felicidad es lo que uno busca. Más allá de alguna discapacidad, más allá de una problemática concreta, de una enfermedad, uno busca eso, la posibilidad de que sea feliz.

Selva Herbón, Ley de Muerte Digna, caso Camila Sánchez. Ezeiza, 5 de Septiembre 2015

«Empecé a investigar, me asesoré de toda la normativa vigente sobre los derechos de los pacientes, hasta que encontré que en la provincia de Río Negro ya existía una Ley de Muerte Digna y a nivel nacional se había sancionado en 2009 la Ley Nacional N° 26529, pero no había sido reglamentada y, por lo tanto, tampoco entraba en plena vigencia».

Finalmente, ¿cuál fue la repercusión que tuvo su iniciativa? ¿Cuál cree que es el aporte hacia la sociedad?

Cuando el caso se hizo público en los medios de comunicación, en mi casa sonaba el teléfono todo el tiempo, mi hija Valentina tenía cinco años y ya sentía la presión, entendía que era una cuestión de importancia. Por un lado, teníamos el acompañamiento de muchísima gente, pero a la vez, otros tantos no comprendían lo que estábamos viviendo. Y esta ley no vino a obligar sino que ampara. Yo no quería una acción que sirviera solo para Camila, quería algo que contemplara el derecho de todas las personas que tuvieran que pasar por una situación así. Creo que fue un trabajo importante y sostengo que Camila dejó huella porque fue motivo de discusión en muchas familias, hablar de este tema cuesta muchísimo y desde entonces comenzó a pensárselo y a reflexionar. Por otra parte, algo que quiero remarcar es que pensar en el otro es una forma de poder humanizar la medicina y, en todos los órdenes de la vida, ponerse un poco en el lugar del otro también es muy importante.

Paradojas de la memoria

Paradojas de la memoria

La abuela señala fotos antiguas de la familia y menciona los nombres de las personas retratadas. A algunos no los reconoce, a otros los confunde. Esas personas son sus hijos. A su lado, la nieta los nombra en el orden correcto. El terrorismo de Estado le arrebató, a esta anciana, tres de sus cuatro hijos, a dos de sus yernos, y a su marido. Y el tiempo le arrancó sus recuerdos. La foto fue una bandera que Laura Bonaparte levantó durante su infatigable búsqueda como integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Bonaparte luchó de manera incansable contra el olvido y hacia el final de su vida, como una paradoja de su propia historia, fue perdiendo la memoria. Tiempo Suspendido documenta ese período y pone el foco en la importancia de la memoria social, aspecto por el que Bonaparte trabajó tanto. La ópera prima de Natalia Bruschtein participa en la Competencia Latinoamericana del 30° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde fue recibida con numerosos agradecimientos por parte de un público visiblemente emocionado.

“Hay muchas buenas películas que se han hecho sobre lo que ha pasado en Argentina, sobre la dictadura, sobre los desaparecidos, sobre las Madres de Plaza de Mayo –explicó la directora a ANCCOM-. Yo no quise hacer otra película sobre eso. Quise hacer un documental sobre la memoria, porque es un tema muy importante en todas las sociedades. Que fuera algo más general donde cualquiera pudiera identificarse en cualquier parte del mundo con esta historia, una persona que pierde la memoria después de haber vivido una situación trágica”.

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Como en una inversión de roles, ahora es su nieta -y toda su familia- quienes preservan la historia de quien supo ser una fiel guardiana de la memoria de sus seres más queridos. A través de este movimiento, Bruschtein invita al espectador a reflexionar sobre la necesidad de recordar y se hace eco de las palabras de su abuela. “Una sociedad sin memoria es una sociedad sin identidad”, se puede escuchar desde la propia voz de Bonaparte.

Bruschtein filmó a su abuela entre noviembre de 2011 y abril de 2013 y pudo captar algunos momentos de lucidez antes de su fallecimiento. “Nada es muy lógico con ese tipo de enfermedades –continuó Bruschtein-. No es que la memoria se borró sino que la consciencia va y viene. A medida que iba avanzando era más lo que se olvidaba, pero tenía momentos muy racionales. Algo muy lindo era su memoria afectiva. Por ahí no sabía quién era yo pero entendía que había una relación entre nosotras, durante el rodaje todo el tiempo me buscaba a mí”. En una de esas reflexiones, Bonaparte afirma que “desaparecidos” es una palabra cruel: “La materia no puede desaparecer. Los cuerpos no pueden desaparecer”, dice, en una de las valiosas imágenes que registró su nieta.

Laura Bonaparte se crió en Paraná, Entre Ríos, donde su padre, el abogado socialista José Guillermo Bonaparte, le inculcó la pasión por el agua y por la militancia. Militó por los derechos humanos desde sus 18 años, cuando empezó a trabajar como vendedora en la tienda Gath & Chaves. Allí empezó una lucha por el derecho a la silla y contra la imposición a los empleados de tener que pagar sus propios uniformes de trabajo. Más tarde, cuando los hijos que tuvo con Santiago Bruschtein habían crecido, se recibió de psicóloga en la Universidad de Buenos Aires y comenzó con un profundo trabajo en las villas, hasta que el 25 de diciembre de 1975 se enteró de que su hija Aída había sido secuestrada por las fuerzas armadas en Monte Chingolo y comenzó su lucha que, lejos de cesar, se acrecentó con el asesinato de su marido y las detenciones de Irene y Víctor, el padre de Natalia.

 

“¿Cómo me voy a suicidar? Si me mato, la estaría matando también a mi hija: ¿quién se va a acordar de ella?”, razona Laura en una de las tantas imágenes de archivo con las que el film contrasta la desmemoria y la fortaleza de su pasado. El material fue donado por los cineastas Humberto Ríos (Esta voz entre muchas) y Alejandro Fernández Mouján, a quien la misma Bonaparte pidió, en 1993, que la grabara, porque no quería seguir repitiendo una y otra vez su historia.

“En 37 años que compartí con ella nunca la vi llorar –contó Bruschtein al finalizar la proyección–. Es un ejemplo de mujer. Ese dolor fue lo que la hizo impulsarse por los derechos de los demás también, porque no sólo buscaba a sus hijos sino que también ayudaba a los demás. Siempre pensó en los derechos humanos”. En Argentina realizó uno de los primeros juicios por asesinato a las Fuerzas Armadas, cuando un juez de La Plata quiso entregarle un frasco con las manos de su hija. También fue precursora de la campaña internacional para que la desaparición forzada de personas fuera declarada delito de lesa humanidad. En México, ayudó a grupos de madres e hijos de desaparecidos políticos, fue observadora de Amnistía Internacional en campos de refugiados en El Salvador y en la frontera con Guatemala, y rechazó las violaciones a los derechos humanos en el Líbano y en Bosnia. Además, fue feminista y estuvo a favor del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.

A pesar de todo, Bonaparte también se hacía tiempo para escribir. Algunos fragmentos de los numerosos textos reflexivos que atesoraba en un baúl son compartidos en el film por la voz en off de su nieta. “Tenía muy mala letra pero, por suerte para nosotros, escribía todo a máquina, corregía y volvía a escribir –detalló la directora a ANCCOM-. Guardó todas las versiones. Todo, todo. Cuando tuvo computadora era un desastre y tenía miles de copias también. Para la película contraté una archivista que se encargó de leer el material completo. De esa preselección, escogí las estrofas que sentí que iban a funcionar para la película”.

Natalia Bruschtein, directora de la película Tiempo Suspendido. Fotos de Prensa del Festival de Mar del Plata

Natalia Bruschtein, directora de la pelicula Tiempo Suspendido.

Tiempo Suspendido es un documental necesario y oportuno. Y la historia de Laura Bonaparte es imprescindible para entender por qué no hay que olvidar y que la memoria es un derecho pero también una responsabilidad de las sociedades.

El film se estrenó en el Festival de Guadalajara en marzo de este año, y también se proyectó en Brasil, Budapest, Francia, Chicago y España. “La recepción en cada lugar es diferente,  pero lo que remarco es que en todos lados tenemos historia y que no podemos olvidarnos lo que ha pasado”, concluyó Bruschtein. Luego de la competir en Mar del Plata, se proyectará en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 04 de diciembre en Ventana Sur, el mercado latinoamericano de cine, donde su directora espera contactar distribuidores para su exhibición en los Espacios INCAA de Argentina.

La ley de las señas

La ley de las señas

Las personas con sordera representan el dos por ciento de la población del país, según la Asociación Sordomudos de Ayuda Mutua (ASAM). Sin embargo, cuando se habla de discapacidad, no suelen ser tenidas en cuenta por los grandes medios. En ese contexto, distintas entidades que las agrupan reclaman que se reconozca por ley a la lengua de señas como su idioma oficial. Y, si bien valoran la reglamentación de la norma que prescribe estudios para la detección temprana de la hipoacusia, exigen mayores medidas de acompañamiento educativo, social y laboral para la comunidad de sordos.

“La mirada del gobierno hacia las personas sordas es la de la discapacidad. Es una mirada médico- científica cuyo objetivo es lograr la rehabilitación del habla. Solo ven al sordo desde lo que no tiene. Nuestro proyecto lucha por el reconocimiento de la identidad y la cultura sorda en Argentina”, dice a ANCCOM María Elena Juárez, presidenta de la Confederación Argentina de Sordos (CAS).  

Marcha de la Comunidad Sorda, Ley de creación de INALSA (Instituto Nacional De Lengua De Señas Argentina), Plaza de los Dos Congresos, CABA, 25 de Septiembre 2015

En línea con este reclamo, la CAS había presentado un proyecto en 2014 en el Congreso Nacional para crear el Instituto Nacional de Lengua de Señas de Argentina (INALSA).

Juárez  asegura que no rechaza la rehabilitación -que actualmente se realiza a través de la utilización de tecnologías como audífonos e implantes-, sino que los objetivos de la agrupación son más amplios.  “Buscamos promover la inclusión de la lengua y la cultura sordas en la comunidad, queremos lograr la integración  en todo el país, con un lenguaje de señas único para todo el territorio. Queremos que se reconozca nuestra identidad cultural a través de nuestro lenguaje”, afirma.

En línea con este reclamo, la CAS había presentado un proyecto en 2014 en el Congreso Nacional para crear el Instituto Nacional de Lengua de Señas de Argentina (INALSA), que luego de algunas modificaciones obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados bajo el nombre de INFELSA. Fue gestado luego de varios años de investigación y consulta con los mejores lingüistas del país”, dice Juárez, aunque remarca que los cambios que introdujeron los legisladores modificaron excesivamente el proyecto original. Pese a ello, aboga para que la norma se apruebe antes de fin de año en el Senado. “Si se aprueba, continúa siendo un avance’, resume la titular de la CAS.

El proyecto busca que el Instituto que se cree por ley apoye y estandarice la lengua de señas en Argentina, ya que existen diferentes versiones. Para Marcelo Bitti, secretario de la ASAM y de la Escuela de Lengua de Señas Argentina José Terry,  hay -además de la falta de una lengua común- una múltiple cantidad de problemas a resolver, entre los que menciona la falta de bibliografía para hipoacúsicos y la poca capacitación docente para trabajar con chicos con este tipo de dificultades.  “Lo primero sería instalar el lenguaje de señas como un idioma y, así, darle el peso que eso significa. Se necesitan trabajos específicos en cuanto a la educación que respeten las leyes: por ejemplo, es obligatorio que haya intérpretes en toda escuela secundaria”, asegura Bitti.

Marcha de la Comunidad Sorda, Ley de creación de INALSA (Instituto Nacional De Lengua De Señas Argentina), Plaza de los Dos Congresos, CABA, 25 de Septiembre 2015

«La mirada del Gobierno hacia las personas sordas es la de la discapacidad. Es una mirada médico- científica cuyo objetivo es lograr la rehabilitación del habla. Solo ven al sordo desde lo que no tiene», relata Juarez, presidenta de CAS.

En este punto, Juárez, de la CAS, cuenta: “Muchos de los problemas que padece esta comunidad radican en la falta de un sistema educativo que prepare a las personas con esta dificultad y les otorgue las herramientas para su correcta integración social. La creación de un instituto, que regule la lengua de sordos y brinde capacitación docente y asesoramiento, podría ayudar a resolver muchas de las dificultades a nivel educativo que atravesamos.”  Si el proyecto finalmente se aprueba en el Senado y se pone en marcha la estandarización de la lengua, será menos complicado escolarizar a los chicos ya que hoy pueden aprender una variante en una zona que le genera confusiones y malentendidos en otra.

En reclamo de esa causa, distintas organizaciones realizaron una marcha al Congreso Nacional el pasado viernes 25 de septiembre. La actividad formó parte de la Semana Internacional de las Personas con Hipoacusia.

El Congreso tiene la palabra

En 2001, el Parlamento había sancionado la Ley de Detección Temprana de la Hipoacusia, que establecía una serie de controles obligatorios para los recién nacidos.  Pero recién en 2011 se saldó una deuda importante y el gobierno nacional reglamentó dicha norma, lo que implicó que fuese realmente operativa.

Maricruz Oviedo, especialista en otorrinolaringología y actual directora médica  de la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos (MAH),  explica: “Un nene que no escucha es un nene que no habla. Por eso son importantes todos los estudios indicados por la  Ley de Detección Temprana. La ley obliga a realizar en todos los bebés estudios objetivos antes de los tres meses de edad y, si se encontrara alguna dificultad, tratarla antes de los seis meses. Esos serían los plazos ideales para que ese nene pueda insertarse en un mundo sonoro, para que pueda adquirir un lenguaje. Es muy importante poder aprovechar la plasticidad neuronal de ese bebé, porque se puede adaptar a cambios mucho más rápido que un nene más grande y que un adulto”.

Paula Campodónico, fonoaudióloga de la Mutualidad, añade: “Lo ideal  es que se cumplieran estos períodos de tiempo; lo real es que no ocurre, porque los hospitales públicos no suelen tener los equipos necesarios para realizar estas detecciones”.  La especialista  agregó que muchas veces los padres se ven inmersos en un círculo vicioso del sistema público, en el que por excesos de burocracia se provoca una demora en la realización de los estudios en un período dónde es clave llegar a un diagnóstico certero. Por su parte, Oviedo recalca: “Cuando hablamos de población hospitalaria, es población de bajos recursos, que en general no tiene obra social. Y esas personas, tienen que ver primero si le hacen el estudio de las otoemisiones (nota de la r: primer estudio acústico al bebé)  en el hospital y, después, si le hacen el potencial evocado (nota de la r: segundo estudio  para constatar el primero). Si encima se confirma la hipoacusia, tiene que conseguir los audífonos. Lamentablemente puede pasar mucho tiempo”.

Elena Juárez, Presidenta de la Confederación argentina de sordos Y Gonzalo Mesias, Marcha de la Comunidad Sorda, Ley de creación de INALSA (Instituto Nacional De Lengua De Señas Argentina), Plaza de los Dos Congresos, CABA, 25 de Septiembre 2015

En reclamo de la causa, distintas organizaciones realizaron una marcha al Congreso Nacional el pasado viernes 25 de septiembre. La actividad formó parte de la Semana Internacional de las Personas con Hipoacusia.

La lucha por la inserción

“En las escuelas para sordos, en vez de formar en asignaturas como en cualquier otra institución, los maestros se dedican a enseñarnos a hablar. La rehabilitación tiene que ser en el hospital, no en la escuela. Debe ser fuera del horario escolar. Porque, si no, a la hora de escribir se nos enseña a hablar y nosotros también necesitamos aprender a escribir. La enseñanza termina en un fracaso tremendo”, señala Juárez.  La presidenta de la CAS concluye: “La escuela primaria debería ser bilingüe, con español escrito y lengua de señas. Debería haber profesores formados en lenguaje de señas, que es una especialización de la carrera en educación especial”.

La inserción laboral es otro de los temas pendientes para las personas sordas. Bitti, de ASAM, resalta: “No hay un mecanismo que permita que el sordo pueda ser incluido dentro de cualquier sistema laboral de manera amplia. No hay, por ejemplo, un sordo trabajando en un Mc Donald´s porque la sociedad no está preparada para eso. Podés detectar una hipoacusia al año, pero si no tenés  ayuda desde la escuela, si no tiene contención, enseguida la vida está perdida”.

La vuelta de las asambleas

La vuelta de las asambleas

Bajo la consigna ”¡Amor Si! ¡Macri No!” el pasado sábado 31 de octubre unas 5.000 personas se reunieron en Parque Centenario para intercambiar ideas, proponer formas de acción y analizar colectivamente qué modelos de país se definen en las próximas elecciones. En una muestra fuerte de que la participación política ciudadana autoconvocada –y no la propiciada desde los aparatos político partidarios tradicionales- puede ser un factor determinante, la concurrencia ganó el espacio público allí donde convergen la avenida Díaz Vélez, Patricias Argentinas, Leopoldo Marechal y Ángel Gallardo. No parece casual que sea el mismo escenario en el que en 2002 tuvo lugar la Asamblea Interbarrial, donde confluían las asambleas que en distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires analizaban las acciones a seguir luego de la crisis institucional, política y económica más estremecedora de esta etapa democrática, en diciembre de 2001.

Políticos, encuestadores y una gran parte de la sociedad, nadie había previsto el resultado de las elecciones presidenciales del 25 de octubre pasado. El porcentaje de votos colocó a Daniel Scioli del Frente para la Victoria a sólo dos puntos por sobre el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri: 36 a 34. Y así emergió el momento de mayor tensión acerca de quién será el futuro del Presidente, cuestión que se dirimirá el 22 de noviembre, por primera vez en la historia, en un balotaje.

“Viendo el resultado de las elecciones, incluso cuando los porcentajes ubicaban a Macri por encima de Scioli, nos agarró el ataque”, le explicó a ANCCOM Oliver Kornblihtt, artista y fotoperiodista argentino que reside actualmente en Brasil y uno de los impulsores del encuentro. Explicó que en San Pablo, en 2013, frente a un escenario similar, cuando Celso Russomanno, candidato a jefe de gobierno por el Partido Republicano Brasileiro (PRB), tenía posibilidades de ganar las elecciones, periodistas, activistas, gestores culturales iniciaron el hashtag #AmorSimRussomannoNao (Amor Sí, Russomanno No). Desde Facebook se convocó a ocupar la plaza Roosevelt, en el centro de San Pablo, el 5 de octubre de ese año. La respuesta fue multitudinaria y el contrapeso de las redes, definitorio. Finalmente ganó el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad. “Desde ahí vino la idea. A las dos de la madrugada, publicamos el meme de Macri con los ojos tapado. A la mañana siguiente, la periodista y activista sobre temas vinculados al colectivo LGTBQ (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y queer) Marta Dillon, había hecho una convocatoria en Parque Centenario con el meme, y se viralizó”, dijo Kornblihtt.

Durante toda la semana hubo tensión por las redes sociales, donde circularon distintos memes, tanto en contra, como a favor de los resultados obtenidos. Y asímismo en el evento “¡Amor Si! ¡Macri No! ” aumentaban los clicks de asistiré.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

El encuentro fue una muestra fuerte que indica que la participación política ciudadana autoconvocada –y no la propiciada desde los aparatos político partidarios tradicionales- puede ser un factor determinante.

A las 15 horas, en el Parque Centenario se instalaron equipos de sonido y un banner rosa con el leitmotiv que convocaba a los concurrentes. Ante la multitud de personas se leyó el texto convocante, y se propuso que se suban videos explicando por qué no votarían a Mauricio Macri con el hashtag #El22CuidoElFuturo. Entre los asistentes, se encontraban Pablo Echarri, Maitena y otras figuras del arte y la cultura. La periodista Nora Lafon tomó el micrófono y enumeró las propuestas que Scioli firmó, el 5 de octubre del 2015, como “Compromiso Nacional por la Cultura”. Acto seguido, la periodista Cynthia García agregó: “No estamos aquí para lamentarnos sino para pelearla. La cultura también es política y es una herramienta de movilización.” Luego tocaron Peteco Carabajal, acompañado por Liliana Herrero y el Indio Froilán.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Por otro lado, trabajadores, estudiantes, artistas e intelectuales hablaban entre sí, comentando sus perspectivas.  “Macri no apoya ni la educación pública, ni los derechos individuales. Hay que hacer todo lo posible para que no gane”, dijo Maitena a ANCCOM.

“A una empleada doméstica, que es amiga de mi mamá, le pregunté: ’Mabel, ¿a quién votaste?’ ‘A Macri.’ ‘Mabel, sos empleada doméstica. Tenés recibo de sueldo, aportes de jubilación, obra social. Todo eso gracias a que te dieron esos derechos que te corresponden como a cualquier trabajador. ¿Por qué votas por lo contrario?”, contaba Micaela, 22 años, estudiante de escenografía en la Escuela Metropolitana de Artes Dramáticas (EMAD) y residente del partido de La Matanza. “Los trabajadores de mi barrio, como Mabel, mejoraron gracias a las medidas que propone el gobierno. Yo no quiero un cambio”, dijo y agregó: “Con Macri, se sabe que vienen la privatizaciones, la invisibilización de los derechos.” Lucas, estudiante de Comunicación Social en la Universidad de La Matanza, de 22 años,  concluyó: “Mi viejo se rompió el lomo siempre, y ahora también. Pero si no tenés un Estado que te acompañe, por más de que te esfuerces, no podés avanzar.”

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Una multitud se reunió en Parque Centenario para intercambiar ideas, proponer formas de acción y analizar colectivamente qué modelos de país se definen en las próximas elecciones.

 

“Hay que entender que en este evento participan amplitudes de voces, y no sólo vienen los kirchneristas”, dijo Kornblihtt a ANCCOM. Por otra parte, desde el escenario se pronunció: “La única forma de decirle no a Macri es decirle sí a Scioli, por esta vez”. Después de escuchar esta frase, Juan Carlos, de 59 años, que llegó desde Bernal y vende lencería en La Salada, confesó a ANCCOM: “Quizás Scioli no me convencía mucho, pero que gane Macri implica el riesgo que se dejen de respetar los derechos obtenidos. Scioli me da la esperanza de que no haga retrocesos”.

“No queremos que la lógica de mercado gobierne el destino del país y nuestras vidas” -expresó Marta Dillon tomando el micrófono- y luego agregó: “Porque sabemos que esa lógica no ve a las personas más vulnerables, considera que el salario es un costo, que la distribución de la riqueza es desfinanciarse, que el único sentido del trabajo es generar riqueza para pocos y que lo no que genera dinero no sirve. Porque para esa lógica las vidas y los cuerpos son un producto. No queremos que la derecha más recalcitrante se instale en el gobierno nacional, más cuando ya se instaló en la ciudad y en provincia.” Su postura es la de militar por cada uno de los votos. Luego comenzó a sonar la banda Sudor Marika y tiñó de clima festivo al encuentro.

Peteco Carabajal en la manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

Estuvieron presentes Peteco Carabajal, acompañado por Liliana Herrero, y el Indio Froilán.

La convocatoria tuvo sus réplicas en La Plata y en Rosario, a las que acudieron una multitud de personas. También, bajo la misma consigna se realizarán encuentros próximos en Santiago del Estero, Córdoba y otros puntos del país.

El domingo 1 de noviembre el candidato presidencial Daniel Scioli, subió a su cuenta Twitter un vídeo para agradecer las movilizaciones donde dice: “Estoy muy conmovido, agradecido y motivado obviamente, por las personas que se movilizaron en las últimas horas tomando una conciencia colectiva.” Su lema es: “Gracias a los miles que se movilizaron. Cambiemos lo que necesitemos cambiar. Cuidemos lo que tenemos que cuidar.”

Comenzó noviembre. Es un momento de definición. Lo que es seguro, es que cuando la ciudadanía gana las calles y ocupa los espacios públicos, hace mucho más que pensar colectivamente y hacerse escuchar: está siendo un actor que participa activamente en la construcción de los destinos de la Nación.

Manifestación "Amor Sí Macri No!". Parque Centenario, Ciudad de Buenos Aires, Octubre de 2015. Foto: Daniela Yechúa / ANCCOM

 

“En las formas de resistencia que quedan, se sigue luchando”

“En las formas de resistencia que quedan, se sigue luchando”

Alberto Szpunberg habla lento y pausado, un poco porque sabe escuchar y toma la palabra del interlocutor constantemente, y con eso también construye lo que irá diciendo. Otro poco porque, a veces, la memoria lo traiciona. Entonces se enoja un poco, pero enseguida se sonríe y lo manda a uno a buscar a su biografía el dato que no recuerda.

Esa biografía señala que un muy joven Alberto Szpunberg, de 22 años, ya había publicado su primer libro, Poemas de la mano mayor. Para entonces había militado en el Partido Comunista desde los 14. Luego formó parte de su disidencia “Guevarista” a través del foco creado en el monte salteño de nombre “Brigada Masetti”, ya que era justamente Jorge Masetti, el periodista argentino que había entrevistado al “Che” Guevara y a Fidel Castro en Sierrra Maestra, quien la comandaba y constituía el nexo entre la brigada y el Che. En 1965, a sus 24 años y sin haber podido llegar a reunirse con sus compañeros en el monte salteño, la brigada continuadora del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) fue derrotada. De esa época nace El Che amor, su segundo libro. A comienzos de los ’70, Szpunberg fue director de la carrera de Lenguas y Literaturas Clásicas en la Universidad de Buenos Aires. Más tarde se convirtió en redactor en el diario La Opinión, y llegó a desempeñarse como director de su suplemento cultural. Cuando llegó la dictadura se exilió en El Masnou, un pueblo de Barcelona. Y ahí, al cruzar el océano por primera vez, comenzará y ya no tendrá fin ese tironeo entre acá y allá. Entre lo que fue, podría haber sido y lo que finalmente es. Ese estar estando tan agridulce que les toca a los que se van lejos de su tierra dejando todo en puntos suspensivos.

 El poeta, cuando de su obra se trata, siempre elige traer a colación, primero, sus poemas más recientes: lo considera lo más honesto y espontáneo que puede hacer. Debe ser por eso que, de arranque, lo que sobreviene es “De ida sin vuelta”, aquel espectáculo que hizo en julio en la Biblioteca Nacional, en el que juntó su obra poética con las melodías de “Turbio Tinte Trío”, que incluye la voz de Luis Sampaoli y el bandoneón de César Stroscio, su gran amigo. Allí, entre tangos y valsecitos, lanzaba sus poemas en voz alta, y con ellos miles de historias.

 “Somos como hermanos, César (Stroscio) y yo –dice Szpunberg-. Nos conocimos un 9 de Julio del ´69, si no me equivoco, y desde entonces anduvimos juntos en mil y una historias complicadas, grandes aventuras y grandes amoríos. Por ejemplo, si vamos los dos caminando por la calle y vemos algo hermoso, que casi siempre es una chica, la expresión surge al unísono: ¡Qué valsecito!’ Será que nos impactó tanto aquel primer valsecito que hicimos juntos alguna vez, al que llamamos ‘De los dos’”.

Nunca, nunca corazón,

nunca nadie lo sabrá si fue amor

lo que tembló esa tarde bajo el sol.

La letra es de Szpunberg y la música es de Stroscio y de Juan Carlos Cedrón. En 1982 Cedrón lo grabó, acompañado por su conjunto. “Hacer música juntos siempre fue un sueño, pero se interponían diferentes cuestiones políticas y estéticas –dice Szpunberg-. Aunque finalmente lo conseguimos. Después de toda una vida en la que vivimos muchas cosas muy intensamente llegamos a una especie de síntesis; este es el momento de madurar un poco, tomar consciencia de algunas cosas, recapitular y reflexionar para transmitir lo que valga la pena y se pueda”.

Alberto Szpunberg recitando en el Concierto de poesía y música "De ida sin vuelta" en la Biblioteca Nacional. 24 de julio de 2015. Autora: Deborah Valado // Anccom

El poeta, cuando de su obra se trata, siempre elige traer a colación, primero, sus poemas más recientes: lo considera lo más honesto y espontáneo que puede hacer

¿Qué pensás que hay presente en vos, que allá a tus veinte años, cuando se conocieron con César, no había? ¿Cómo pensabas antes y como pensás ahora?

 Supongo que antes veía más fácil arreglar el mundo. Para mí el significado de arreglar era el triunfo de un modelo social equitativo, justo, solidario, humano. Bueno, salió todo mal, al revés de como lo habíamos soñado. En ese momento ni César, ni “los muchachos”, ni yo, nos podíamos imaginar un mundo como el que ahora se vive, un poco desastroso. No se sale a la calle así nomás ahora ¿no?

 ¿Con César y “los muchachos” se conocieron militando?

 -Yo te diría, de forma abusiva, que todos estábamos haciéndolo. Era una época de militancia, entonces cualquier cosa que hicieras se impregnaba un poco de esas prácticas.

 -¿Y qué era la militancia para ustedes?

 -Concretamente era la creación de una organización que lleve adelante luchas revolucionarias o que cometa hechos revolucionarios, que a su vez enganchen a la gente, y que se apunte hacia una confluencia de lo que originalmente era esa organización y el desarrollo del movimiento popular. Nosotros solíamos graficar a la revolución como la toma del poder. Entonces, con el poder en manos de los compañeros y el pueblo, la equidad, la solidaridad, la justicia social, la soberanía, estaban garantizadas. Dije un poco el esquemita, pero pensábamos muchas otras cosas alrededor de esto, y el símbolo de toda esa manera de ver la vida era el Che, como un acto de fe pero con argumentos detrás. Él era nuestro ideal.

 ¿Cuándo escuchaste hablar por primera vez del Che?

 -Yo tuve una conexión directa con todo ese mundo por la “Brigada Masetti”, que se fundó en La Habana por iniciativa de Ernesto y era un grupo de compañeros que se iban a dedicar a la guerrilla en el norte argentino: en esa geografía de montaña, selvática, se iban a instalar y desplazar por la zona, a hacer trabajo político con los campesinos, a debatir, a tomar pequeñas comisarías y cuarteles: lo que se llamaba en ese momento “foco rural”, que era el método cubano. Y el que estaba a la cabeza de todo eso era el Che. El guevarismo “nuestro” (digo nuestro pero muchos compañeros ya no están) viene a través de Masetti. Yo no llego a subir al monte, pero iba a visitar con documentación falsa y darles una mano a “los muchachos” del Ejército Guerrillero del Pueblo, que estaban presos en la Cárcel Modelo de Salta.

 En el medio de todo eso tan concreto -subir al monte, tomar el poder, dar la discusión política-, siempre seguiste escribiendo. Una suerte de fe profunda en la palabra.

 Desde chico hinché las bolas con esto de la poesía, como hasta ahora. Por ejemplo, hace algunas semanas fui feliz porque me llegó la noticia de que van a publicar un libro mío que se llama ¿Por qué no hay más bien brócoli?, y surge de toda una historia con mi nieta Sofía. Lo van a publicar con la maqueta original que habíamos presentado que diseñó un compañero, Sergio Kern. ¡Y me puse tan contento! Con el comando estropeado las oportunidades de andar contento son pocas.

 Unos meses atrás, en la Biblioteca Nacional, Szpunberg contaba de este libro. “Les cuento la historia que dio origen a estos poemas breves –decía por entonces, en la Sala Borges-. Yo estaba leyendo a Leibniz, y en un momento formula la pregunta más clásica de la filosofía, la del conocimiento: ¿Por qué estamos en vez de no estar? Medio que me obsesionó esta pregunta, porque es serio el asunto, yo me miraba y me preguntaba: ¿Por qué soy en vez de no ser? La solución (porque siempre hay una solución) vino de mi nieta Sofía que acaba de cumplir siete años. Leibniz preguntó: ¿Por qué no hay más bien nada? Y mi hija me cuenta que Sofía, en la verdulería, le pregunta: ¿Quién le puso brócoli al brócoli?, y yo dije: ‘Esa es la respuesta’. Y bueno, de ahí vienen estos poemas”.

 Y la pregunta por el brócoli “que es una esdrújula verde”, según sentencia Szpunberg en uno de esos escritos, que no es más que la pregunta sobre por qué los hechos se desencadenan de una forma y no de otra, seguirá acompañándonos a través de sus relatos, insistente, como si el tiempo fuera circular: “Toda palabra es aguda, agudísima, punzante”, dice.

 ¿Por qué no hay más bien brócoli? es el título de lo que será su próximo libro publicado, según él, una autoría compartida con su pequeña nieta filósofa que vive en Barcelona con su mamá, Victoria, la mayor de sus hijas y la única nacida en Argentina, que se fue con tres años y medio al exilio en España con sus padres. Cuenta Szpunberg: “Hoy la llamé a mi nieta y le dije: ‘¿Viste que sale el brócoli?’. ‘Sí, sí, mamá ya me dijo, pero no te olvides de ponerle al libro las florcitas que yo le dibujé’. La cosa es que el diseñador hizo una maqueta y yo le di a ella una copia que enseguida se puso a rellenar en todos los espacios blancos con florcitas y formas”.

 Szpunberg cuenta que hace poco vinieron desde Barcelona a visitarlo. “Porque parece que les llegaron noticias de que yo ya me las tomaba”, bromea. Szpunberg lleva largo tiempo haciendo un tratamiento contra el cáncer. “Tenemos un vínculo muy fuerte a pesar del océano, porque ellas se criaron conmigo –sigue-. Hubieron torpezas y dificultades lógicas, pero el único lugar donde funcionó el sistema soviético fue en la casa nuestra: pero no el estalinista, sino el de los concejos obreros donde todos, hasta la perra, discutían todo. Pero ellas viven allá, son de allá: Sabina, mi hija más chica, incluso nació en Barcelona y se reivindica como ‘la más catalana de la familia’. Yo no quería que mis hijas vivan los desarraigos que yo pasé: primero al exiliarme, antes el de mi viejo que venía de Rusia Blanca (la región ubicada entre Rusia y Ucrania). Toda mi familia estaba sembrada de historias terribles en ese sentido: somos judíos, la cuestión del nazismo y el antisemitismo que perdura en toda sociedad. Y yo no me fui de paseo a Europa, quería completar mi ciclo acá. En definitiva, Gardel se equivocó, porque dice que siempre se vuelve al primer amor. Y yo creo que nunca se vuelve a nada. Porque todo cambia: cambia uno, el lugar, los amigos que quedan, los compañeros que no están. Es otro Buenos Aires al que se vuelve”.

Concierto de poesía y música "De ida sin vuelta" con recitado de Alberto Szpunberg y música de César Stroscio (bandoneón), Claudio "Pino" Enriquez (guitarra), Ricardo Capria (contrabajo) y Luis Sampaoli (canto). Biblioteca Nacional. 24 de julio de 2015 Autora: Deborah Valado // Anccom

“Somos como hermanos, César (Stroscio) y yo –dice Szpunberg-. Nos conocimos un 9 de Julio del ´69, si no me equivoco, y desde entonces anduvimos juntos en mil y una historias complicadas, grandes aventuras y grandes amoríos», relata.

DE IDA Y VUELTA

 Szpunberg volvió en 1984. “Primero, por el retorno de la democracia, que traía ciertas perspectivas políticas desubicadas pero que a mí me entusiasmaban –explica el poeta-. La poesía también me trajo de regreso, haber mantenido el contacto con amigos escritores que estaban acá. Pero sobre todo entender que uno tiene que cerrar un ciclo, no puede dejar la puerta abierta así nomas.”

La desmesura inconcebible, ese barco frente a tu ventana,

que hundió su ancla, de pronto, con el chasquido de un rumbo muy oscuro.

 

Te despertará algún día el chirrido de la cadena recogida,

pero ya se habrá marchado, tal como vino, entre gestos de niebla,

y vos mudo de asombro ante cualquier certeza, incluso la de irte.

 

Lo sabrás para siempre o, mejor dicho, desde siempre.

Por eso, no insistas: el mar no cabe en tu valija,

es el momento de guardar tu valija en el mar.

(De Como sólo la muerte es pasajera, 2009)

 Cuando te vas al exilio estabas siempre de paso, de alguna forma.

 Así es, y al volver empecé a darme cuenta de los lazos fuertes que había echado en Cataluña. Porque uno inevitablemente vive, y si vivís hechas raíces. Como con esa persona que ves siempre al pasar por la calle, y un día la saludas, otro le pedís fuego, y mientras te lo brinda te comenta “¡Qué fresquete!”, y vos le decís “Si vió, va a llover”. Y ahí, zas, ya empezaste a echar una raíz. Nadie en Buenos Aires te va a decir “¡Qué fresquete!” como aquella mujer o aquel hombre que te cruzabas por ahí.  

 ¿Te considerás una persona nostálgica?

 Ya no. Lo fui, hasta que un día en un momento específico dije: “No, yo nostálgico nunca más”. Está bien, una cosa es lo que uno afirma como propósito y otra cosa es lo que uno después vive: el que es nostálgico es nostálgico, no lo salva ni Dios. Pero bueno, siempre hay algo para añorar, como lo hay para fantasear, para soñar, para imaginar. Entonces uno es una mezcla de todas esas sensaciones tan distintas.

 Y hay algo de eso en la poesía, ¿no? De esa nostalgia, de querer retener un momento obstinadamente.

 Y, en mi caso, la mayor parte de esa poesía fue escrita así, en el exilio. Su fuego en la tibieza fue un libro que hice en Barcelona, aunque fue escrito “oficialmente”, digamos, acá. Se me habían traspapelado los poemas, hasta ahora aún no sé a dónde fueron a parar, y entonces los reconstruí un poco de memoria, un poco con lo que fui agregando, porque también surgió que yo también ya estaba en otro momento y lugar. De esa mezcla salió ese libro, cuya tapa está ilustrada por mi hija Victoria. Sabina ilustró la portada de otro, no recuerdo el nombre de éste último, pará que lo voy a buscar.

 Szpunberg se aproxima a una de las paredes forrada completamente de libros, para buscar los libros que mencionó.

 ¡Cuántos libros! Y los que habrán quedado por ahí entre tantas idas y venidas.

 ¡Uf! Eso sí me mortifica.

 ¿Cómo fue ese exilio para vos y tu escritura?

 Mirá, pasado un tiempo llegó un momento que me harté de la nostalgia, siempre extrañando cosas: iba a un bar y extrañaba los bares de Buenos Aires, iba a una placita y extrañaba una placita de acá. Coincidió esa época con un momento en que también me cansé de discutir los mismos temas con todos los que estaban exiliados de acá (que naturalmente, por una cuestión de ayuda mutua, tienden a agruparse y establecer vínculos): “Si hubiéramos hecho esto así o aquello asá.. Qué hubiera pasado si…”. Entonces empecé a leer otras cosas, y a discutir con los compañeros ya con otros elementos. Pero no era sencillo: discutir la lucha armada con 30.000 compañeros muertos no es nada fácil. Me ayudó mucho en esa época, y agudizó en mí un resquebrajamiento, trabajar en la Agencia Nueva Nicaragua. Un día me llamó Juan Gelman, que trabajaba ahí, y me dijo que se iba para Italia, que quedaba ese puesto vacante y que había pensado en mí; y yo me enganché enseguida. Fue muy importante, porque significaba retomar una tarea militante. Y trabajando ahí veía a César (Stroscio) todos los días, incluso me hice amigo de Cortázar, un hombre muy entusiasmado con la Revolución Nicaragüense, que era la niña de sus ojos. Pero allí pasaron cosas feas también. En ese momento justamente empezaban negociaciones con Estados Unidos para desmontar el conflicto en América Central. Hubo sectores revolucionarios que se opusieron, y eso generó mucho malestar, cosas que tienen que ver con la lucha revolucionaria aunque uno no quiera: el enfrentamiento entre organizaciones hermanas, decisiones muy complejas, y todo eso que en definitiva siempre es doloroso y pesado.

 Y esa es tu última etapa en el exilio hasta tu regreso, ahí en la agencia.

 Claro, se comienzan a dar muchas discusiones entre diferentes corrientes: los nicaragüenses, los rusos, Cuba. Me di cuenta de que no podía con todo eso, que superaba ampliamente mis ilusiones y expectativas de cuando había comenzado con toda esa historia. Entonces, finalmente, los nicaragüenses cierran la agencia, que queda a cargo de la Agencia cubana Prensa Latina. Volví a Barcelona, encontré laburo en una editorial y desde ese momento me volqué a eso: no quise saber más nada con el periodismo, me agoté del oficio, me pareció una fábrica de mentiras. El trabajo editorial era distinto, trabajaba con libros, corregía, ponía títulos y copetes, esas cosas. Me resultaba fácil hacerlo, me iba bien. Cuando retorna la democracia la editorial abre una agencia en Buenos Aires, y yo me empecé a volver necesario en esta zona: comenzó el retorno de a poco, hasta que en un momento tuve que definir si dar el salto definitivo o no. Mi hija mayor ya estaba entrando en la universidad, mi hija menor estaba terminando el secundario, y entre las dos podían ayudarse muy bien. Entonces el sistema soviético funcionó, aunque todavía quedan restos de los enfrentamientos que suscitó, porque al fin y al cabo la hija mayor no tiene por qué hacerse cargo de una hermana menor que fue ocurrencia de los viejos traer al mundo. Pero finalmente salió bastante bien todo: por suerte uno no tiene muchas veces consciencia de las cosas en el momento en que las hace.

 ¿Cómo fue tu primer desembarco en Buenos Aires después de tantos años de estar lejos? ¿Cuál fue, por ejemplo, el primer lugar al que fuiste?

 El primer lugar al que fui fue a la casa de un compañero que había sobrevivido y se había quedado acá, un gran compañero de dirección de la Brigada: Cristóbal. Yo tuve mucha suerte con mis compañeros, me enseñaron un montón. A veces pienso que todo lo que sé, y no hablo de datos, conmemoraciones, fechas; sino a otra cosa: saber en cuanto a la vida a un nivel muy profundo. Todo eso lo sé gracias a ellos. Llegado a Buenos Aires me fui a la casa de Cristóbal en Villa del Parque, y nos encontramos ahí sin saber qué decir ninguno de los dos. Hasta que empezamos a hablar y no paramos más. Recordamos viejos tiempos, analizamos los hechos, como si todo continuase, aunque no continúa nada. Pero aunque es difícil verlo, quiérase o no, esto es una continuidad. Estamos viviendo una época con poco lugar para las ilusiones, fea en ese sentido.

Alberto Szpunberg. CABA, 18 de septiembre de 2015

«Siempre hay algo para añorar, como lo hay para fantasear, para soñar, para imaginar. Entonces uno es una mezcla de todas esas sensaciones tan distintas» dice Alberto Szpunberg.

“TODO POEMA CONVOCA A ASAMBLEA PERMANENTE”.

   “Pero como no todo en la vida es un tango nostálgico, hay también lugar en este viaje para algún valsecito de cadencia sencilla, bailecito contagioso, con mucha alma –recitaba Szpunberg hace pocos días en la Biblioteca Nacional-. El vals es algo maravilloso, inocente, imponente, bien de barrio y bien de mundo de los años cuarenta y cincuenta, en que se peleaba por una ilusión. Bueno, se sigue luchando”.

 ¿Se sigue luchando?

 Sí, en las formas de resistencia que quedan y se van desarrollando; ahí está la esperanza, ahí la lucha continúa. Lo que sucede es que el machaque de frivolización constante que hay sobre la sociedad hoy es monstruoso. Pero no hay estímulo ni lucha hasta que se da: en los ’60 y los ’70 no es que la gente dijo ‘ahora empieza la lucha armada’. Ni empezó la lucha armada, empezó la violencia revolucionaria y popular que era el peronismo en la época de la resistencia, según mi manera de entenderlo. Y esa violencia no era impuesta desde afuera, nos era natural, tanto como Los Beatles.

 ¿Cuáles son los “De ida sin vuelta” de tu vida? Esos momentos de los que no hubo vuelta atrás.

 La lucha, la lucha. Y la poesía.

Abajo aquí sus huesos sus fusiles

ese atadito de hombre

no sé la tierra cómo hace que se aguanta

los que avanzan sobre ella son las mejores noticias que nos llegan de

ustedes

delen, muertos de amor, sostengan que nacemos.

(Egepé. De El che amor, 1965)

 ¿Por qué creer siempre en la poesía? En la lucha, en el exilio, en Salta, en Barcelona, de vuelta en Buenos Aires…

 Es que la poesía te lleva a ver el mundo diferente, otro mundo diferente: es decir, a ver que es posible un mundo diferente.

 ¿Y qué lugar ocupó el amor en tu vida?

 Y, los momentos de amor son de lo más lindo que yo te podría hablar, son los momentos sublimes. Son amores, hubo varios y distintos. Pero mejor no confundirlos, el amor por una chica con el amor por una palabra, ¿no? Como los momentos de la lucha, episodios de la lucha que para mí son insuperables. Si yo estoy vivo es porque alguien me tendió una mano en un momento jodido y, como a mí, a otros, y yo, a la vez, a otros. Fueron los momentos más hermosos. Cometimos muchos errores, pero la mejor gente que conocí fueron mis compañeros. Con ellos compartimos cosas fundamentales que hacen a la vida misma y ese es mi orgullo y alegría.

 “Toda mi vida llevé un tango, una música que había escuchado en mi adolescencia, en el corazón –señalaba Szpunberg en De ida sin vuelta-. Pero no sabía cuál era esa melodía, entonces recurrí a mis maestros tangueros: Jorge, Pino, Jorge Sarraute, Padula… pero nadie lo reconocía. Y la solución esta vez vino por el lugar más inesperado: el de la física cuántica. Un primo mío, de dicha profesión y tanguero a muerte, entró una vez de casualidad en una casa de discos y le preguntó a la señora que lo atendió por la melodía que sonaba. Ella le pidió que la aguardara un minutito, llamó al marido por teléfono, volvió, y le dijo: ‘Mi marido lo tiene’. Así resucitó ‘Desengaños’, que es un tango hermosísimo y nadie lo recuerda.”

 Tal vez el rol del poeta tenga que ver con esto, con recordar lo que otros olvidan, con suspender con obstinación los momentos en y a través del tiempo, con intentar decir lo aparentemente indecible. Y acaso por eso un poeta como Szpunberg, que se enoja cuando separan la poesía y la política como si fueran polos opuestos o esferas separables, elija juntarse a leer en voz alta entre melodías y canciones. O elija escribir un libro a partir de los pensamientos de una niña, su nieta Sofía. O se incline por desempolvar un tango que ya nadie recuerda, ponerle palabras a la memoria, y decir, decir, decir, con una caprichosa fe.

 En el poema “Geometrías” el poeta ironiza sobre la obstinación continua de la línea recta que, sin embargo “condenada a padecer eterno el infinito/su oculto deseo, lo sé, es el punto final”. Pero Szpunberg no sabe de puntos finales: ¿por qué creer antes que no creer en la poesía? ¿Por qué la poesía ayer en el monte salteño, en el exilio, de vuelta en Buenos Aires? ¿Por qué la poesía hoy, de nuevo y en voz alta?

 Dice Szpunberg: “Mi objetivo ahora es recauchutarme un poco, subirme a un avión, irme a Barcelona y llevarle el librito de el brócoli a mi nieta, a Sofía”.

Alberto Szpunberg estuvo toda su vida atravesado por la poesía, por la militancia y la lucha. A sus 75 años, nos llevó de viaje por su historia, de una punta a la otra: las idas, las vueltas y esos “de ida sin vuelta” que lo marcaron. A pesar de los sustos que le dio su salud últimamente, Alberto saca pecho para la foto, sonríe, levanta una ceja y sigue pariendo libros; ahora con su pequeña nieta Sofía como co-autora.