Por Daiana Salvatore
Fotografía: Azul Andrade

Organizado por la diputada del Pro Marilú Quiroz, se realizó un encuentro de militantes antivacuna en la Cámara de Diputados. Una reunión hilarante si no hubiera sido en un momento en el que reaparecen enfermedades que habían sido erradicadas por la inmunización colectiva.

“¡Las vacunas son un veneno extraterrestre!”, gritaba un hombre de entre 30 y 40 años con remera azul. El megáfono pasaba entre las manos de un grupo de personas que aguardaba para entrar al Anexo del Congreso. Se grababan unos a otros y transmitían por internet. Algunos con banderas argentinas colgadas del cuello, otros con carteles improvisados en el momento. “No hay otra esperanza: con soga será”, gritó para terminar el que hablaba de extraterrestres y le pasó el megáfono a una señora que mezcló las vacunas con el evangelio y Jesucristo.

En el auditorio del subsuelo, con capacidad para 200 personas, se realizaba la charla ¿Qué tienen realmente las vacunas del covid-19?: perspectivas legales, políticas, genéticas e infectológicas, que contó con tres paneles de expositores. Apenas se hacía un espacio, alguien entraba desde afuera.

La organizadora Marilú Quiroz, diputada nacional por la provincia de Chaco que responde al Pro, se encargó en los días previos de difundir el evento, aunque algunos legisladores de su bancada le salieron al cruce en las redes. Ella abrió y cerró la charla personalmente; algunos presentes le gritaban “¡Heroína!”.

El punto alto de la tarde fue cuando la doctora Lorena Diblasi llamó a José Daniel Fabián, un hombre que se encontraba entre la gente. Cuando subió al escenario lo instó a que se sacara la remera y se pusiera sobre el pecho un imán para probar la magnetización que padece, hipotéticamente, desde que recibió dos dosis de la vacuna AstraZeneca. Además, contó que tenía problemas cardiológicos y desde el auditorio le preguntaron si no era por hipertensión.

Desde las 14 hasta las 20 pasaron por el micrófono abogados y médicos pediatras e infectólogos, entre otros profesionales. Muchos repetían que las vacunas son crímenes de lesa humanidad y lo asociaron a la “mente afiebrada abortista”. Para sostener sus afirmaciones mostraban investigaciones que realizaban ellos mismos con sus pacientes. Una médica de la clínica Bazterrica, Lucía Langer, aseguró que medía las cantidades de metales en sangre de sus pacientes antes de indicarles la vacunación: “Con el calendario de vacunación están haciendo desastre en los niños”. Por eso, ella extiende certificados para presentar en las escuelas y que los eximan de la obligación. “Todo esto que está sucediendo es un experimento social y genético. Entonces ustedes eligen estar del lado del conejillo de indias o del lado espiritual para sanar la humanidad”, aseguró antes de ser ovacionada por el público.

Observando el evento se encontraban tres personas de Mendoza con una banda de tela celeste cruzada sobre el pecho; eran parte de la autodenominada “Corte internacional de Justicia Real de las Personas” quienes dieron su adhesión al evento. Sumaron también un documento que se leyó ante el auditorio.

El argumento más repetido es que las vacunas tienen componentes metálicos que hacen mal a la salud. No importa que las investigaciones con control de pares, como explican investigadores del CONICET, hace tiempo hayan explicado que si bien algunas vacunas utilizan algunos metales, lo hacen en cantidades insignificantes y, por lo tanto, inocuas.

¿Cómo se explica tanta testarudez en tiempos en los que vuelven los contagios de enfermedades antes controladas como el sarampión o la tos convulsa?

 

 

 

 Una epidemia informativa

La pandemia del covid-19 no sólo se llevó seres queridos, sino que dejó un saldo incalculado e impensado en ese momento: el crecimiento del movimiento antivacunas junto con la ruptura de legitimidad del paradigma científico que era incuestionable. El combo es exacerbado por el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y las redes sociodigitales, dónde todos pueden decir cualquier cosa sin un sustento científico.

En paralelo, en el segundo piso del Anexo se realizaba la contrajornada, provacunas, impulsada por el presidente de la Comisión de Salud de la Cámara Baja, Pablo Yedlin. En ella expusieron Nicolás Kreplak, sanitarista y Ministro de Salud de la Provincia quien contó que solo cerca del 50% de los menores de 5 años tienen la vacunación completa. También hablaron otros diputados como  Daniel Gollán, exministro de Salud de la Nación, y diputadas que rechazaron que el presidente de la cámara habilitara el evento antivacunas.

Allí se recordó también que el gobierno actual le sacó todo el financiamiento al Programa Nacional de Enfermedades Inmunoprevenibles que visitaba a las escuelas para completar el calendario de vacunación de los niños. Además criticaron los horarios restringidos de los vacunatorios que desalientan incluso a aquellos que quieren proteger a sus hijos y pidieron un Estado más presente y activo.

Entre los expositores también estuvo la doctora Angela Gentile, presidenta de la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn), Jefa de Infectología del Hospital Ricardo Gutiérrez quien explicó el análisis de seguridad que se hace sobre las vacunas.

Por su parte, la diputada María Cecilia Ibañez aseguró que no hay en carpeta ninguna iniciativa antivacunas de su partido, la Libertad Avanza. ¿Es suficiente? Avalar este tipo de eventos, abrir espacios para las dudas, desfinanciar tiene prácticamente el mismo peso que una ley.