En su libro “Sin padre, sin marido y sin Estado” las investigadoras Carolina Spataro y Melina Vázquez estudian la compleja y paradójica relación de las mujeres liberales con los feminismos desde una perspectiva etnográfica.
“¿Qué hacen las mujeres militando en un espacio que se presenta públicamente como antifeminista, que niega las desigualdades de género y que incluso tiene notas de misoginia?”, se pregunta Carolina Spataro, coautora junto con Melina Vázquez del libro Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas, publicado recientemente por Editorial Siglo XXI.
Doctoras de la UBA e investigadoras del CONICET, Spataro y Vázquez se adentran en un fenómeno novedoso y desconcertante. El proyecto nació del cruce entre las trayectorias de ambas. Vázquez, socióloga, venía estudiando las formas de activismo político entre las juventudes, mientras que Spataro trabajaba sobre mujeres y feminismo en las industrias culturales, y de este diálogo surgió la idea del libro.
Desde el título, plantean una lectura provocadora. La frase “sin padre, sin marido y sin Estado” funciona como síntesis y “permite condensar un montón de capas del trabajo de campo”, explica Vázquez y agrega: “Por un lado, connota una idea de autonomía en la que las mujeres liberales creen, y que forma parte de su visión del feminismo. La idea de ‘sin padre y sin marido’ se relaciona con la condición para poder hacer política, y ‘sin Estado’ es tal vez lo más disonante. Algunas dicen que parece un título de un libro sobre mujeres feministas anarquistas”.
“Feministas de las nuevas derechas”, el subtítulo, también suscita interrogantes. Según las autoras, no todas las mujeres analizadas se reconocen como feministas, pero sí disputan los sentidos del feminismo y su historia. “Esto nos ayuda a entender que no son las feministas a las que estamos acostumbradas, más vinculadas al progresismo o a la izquierda –aclara Vázquez–. Son mujeres que desde las extremas derechas reivindican un lugar, una manera de pensar la política y de organizarse, y también disputas sobre el significado del feminismo, que fue lo que nos motivó a empezar con esta investigación”.
Durante sus primeros acercamientos al fenómeno, Vázquez observó que en los espacios libertarios comenzaban a aparecer mujeres. “A la luz de los resultados electorales era evidente que había mujeres allí. Entonces, nuestra pregunta era cómo se conjuga la identidad de ser mujer con militar en un espacio de estas características”, refiere Spataro.
Las autoras participaron de distintos encuentros con mujeres vinculadas a las nuevas derechas, a quienes conocieron en un acto por el 8M, y así lograron retratarlas en profundidad. Las mujeres liberales se interesan por la economía, ven en el mercado un aliado y buscan un lugar en la política. Su crítica más radical a otros feminismos se centra en la figura del Estado. Rechazan la noción de mujeres como víctimas necesitadas de protección estatal y cuestionan la dependencia de las políticas públicas. Por el contrario: “Creen que el Estado participa en promover la violencia de las mujeres cuando te da un botón antipánico y llega tarde porque el femicidio ya se cometió», grafica Vázquez. Creen que la solución no vendrá del Estado, sino de la acción entre ellas mismas: empoderarse, cuidarse, tomar clases de defensa personal, en lugar de esperar a que intervenga un Ministerio de Mujeres.
Las mujeres liberales dicen: “Queremos llegar por nuestros méritos, no por acciones afirmativas”, cita Spataro. Argumentan que tales acciones llenaron el Congreso de personas que no tienen los méritos suficientes. “Ahora bien, cuando en las entrevistas profundizamos, también reconocen que sin esas leyes no podrían llegar –señala Spataro–. Sobre todo, las que viven en el norte del país, que describen a sus provincias como feudos y reconocen que, si no fuese por la Ley de Paridad, no tendrían ninguna posibilidad de ser escuchadas”. Es decir, parten del argumento liberal de que “somos todos iguales ante la ley”, con el que cuestionan la protección a las mujeres, pero luego, en la práctica, admiten los límites estructurales: “No queremos cupos, pero sabemos que los necesitamos”.
Esta crítica, sin embargo, no es exclusiva de las mujeres liberales. “Incluso otros feminismos cuestionan el paternalismo del Estado, aunque desde perspectivas muy distintas”, plantea Vázquez. Esa reflexión lleva a un tema más amplio que atraviesa al movimiento feminista: los riesgos y desafíos de que las agendas feministas sean asumidas por gobiernos o partidos políticos.
Uno de los puntos que emerge de su trabajo es la incomodidad de ciertos sectores frente a la creciente politización de las marchas y consignas feministas. “Hay mujeres que se preguntan: ‘¿Por qué voy a una marcha por el Ni Una Menos y encuentro el rostro del Che Guevara en las banderas?’”, ejemplifica Vázquez. Estas tensiones revelan cómo las agendas progresistas tienden a concatenarse, aunque no todas las mujeres se sientan representadas por esa ideología. “Para las mujeres liberales, no va de suyo esa relación entre feminismo y posiciones sobre Palestina o Israel”, añade Vázquez.
En un contexto donde el kirchnerismo, que durante años fue el principal impulsor de las políticas de género, atraviesa un proceso de debilitamiento, las autoras se preguntan qué ocurre con aquellas conquistas que se habían institucionalizado. Incorporar demandas feministas en políticas públicas puede significar visibilidad y avances concretos, pero a la vez una fragilidad. Cuando esas banderas se atan a un proyecto partidario, corren el riesgo de caer con él. “Si un partido levanta una agenda, la reconoce, pero si es derrotado, nuestras ideas también pueden quedar derrotadas”, advierte Vázquez.
Ambas coinciden en que pensar en un feminismo unificado es un ideal imposible. “La historia del feminismo organizado es también la historia de sus divisiones –afirma Spataro–. Por suerte, ¿no? Porque eso habla de este movimiento como el más importante de las últimas décadas”. El feminismo, destacan, siempre fue una disputa por representación: quién habla, quién queda adentro y quién afuera. Cada conquista en materia de derechos vino acompañada de nuevas exclusiones, y los debates sobre quiénes integran –o no– el movimiento, siguen siendo centrales. En la Argentina, el feminismo nunca fue un bloque homogéneo, sino un entramado de corrientes diversas, atravesadas por diferencias ideológicas, de clase y de relación con el Estado.
Con el libro, las autoras buscan además replantear los límites del campo feminista. “Trabajamos con mujeres que se reconocen dentro del feminismo liberal, pero esto no agota las experiencias de organización de las mujeres dentro de las derechas”, precisa Vázquez. Una mirada ampliada del fenómeno se puede encontrar en el dossier especial “¿Qué hacen las mujeres en las derechas?”, coordinado por Vázquez y Spataro para la revista Ensambles, publicada por la Universidad Nacional de General Sarmiento, que reúne contribuciones sobre mujeres del colectivo francés Némesis, militantes de Vox en España, el debate sobre el feminismo neoliberal y la figura de la vicepresidenta Victoria Villarruel, un conjunto de voces que completan el mapa que propone Sin padre, sin marido y sin Estado: el de un feminismo en disputa.
Sin padre, sin marido y sin Estado. Feministas de las nuevas derechas será presentado, junto con el mencionado dossier, el próximo 9 de diciembre a las 19 en Naesqui Libros, Charlone y 14 de Julio (CABA), con la participación de la escritora Claudia Piñeiro y el periodista Juan Luis González.