El sobreviviente de la ESMA César Loza declaró en la segunda jornada del juicio contra Chispa Sáncez, miembros del grupo de tareas que secuestró y asesinó a Rodolfo Walsh.
Durante la mañana del miércoles 19 de noviembre se llevó a cabo, de manera virtual, la segunda audiencia del juicio a Gonzalo “Chispa” Sánchez, acusado de ser uno los secuestradores del periodista y miliante Rodolfo Walsh durante la última dictadura, prófugo durante más de dos décadas hasta su extradición en el año 2020. La decisión de continuar el proceso sin público generó malestar entre familiares, organismos y militantes que pretendían acompañar el testimonio de Carlos Loza, uno de los sobrevivientes de la ESMA.
A sus 72 años, Loza volvió a declarar porque el Estado argentino sigue necesitando reconstruir aquellos hechos aberrantes ocurridos durante la última dictadura cívico-militar. Antes de comenzar, el fiscal general Félix Crous pidió disculpas al declarante, quien ya dio testimonio en múltiples tramos de la megacausa ESMA, la más grande de la historia judicial argentina. Sabe también que, para las víctimas, volver sobre estos recuerdos no es un acto administrativo: es un esfuerzo físico y emocional muy grande.
El testimonio
Se enciende la cámara de Loza y él saluda con la mirada en alto y una calma característica en su voz que mantendrá durante toda la declaración. Por otro lado, en otra de las cuadrículas de la pantalla, el rostro del genocida Gonzalo “Chispa” Sánchez mira, casi en todo momento, hacia abajo.
La tarde del 16 diciembre de 1976, mientras Loza estaba reunido con tres compañeros, un grupo de tareas los secuestró. Primero los llevaron a la Comisaría 30 de Barracas y más tarde a la ESMA. Apenas ingresaron al sótano, los golpearon, los sometieron a un simulacro de fusilamiento y los mantuvieron tirados en el piso. Dos días después los pasaron a “Capucha” en el tercer piso del ex Casino de Oficiales; así se llamaba al altillo con techo a dos aguas donde alojaban a los desaparecidos.
Luego, el 22 de diciembre los trasladaron a “Capuchita”, otro altillo, pero más chico. Allí se cruzaron con otros detenidos. Hernán Abriata, secuestrado el 30 de octubre de ese mismo año, les dijo que ellos (Loza y sus compañeros) probablemente serían liberados porque tenían “capucha blanca”. Viviana Martini y Claudio César Adur, ambos militantes y secuestrados en noviembre del mismo año, estaban allí también. El testigo recuerda con claridad la sed que les hacían pasar en ese lugar. A veces subía alguien a dejarles un sándwich (un pedazo de pan con algo que no sabían qué era), agua o un balde para hacer sus necesidades. Nada más.
Loza había logrado ubicarse temporalmente tras escuchar comentarios de los guardias en relación a la final del Campeonato Nacional de fútbol que enfrentó a Boca Juniors contra River Plate, que él sabía, iba a ocurrir el 22 de diciembre.
Además, el testigo también sumó a su declaración un testimonio que había compartido con ANCCOM en el patio de los Tribunales de Comodoro Py, luego de que finalizara la primera audiencia: a ese grupo de detenidos de la ESMA que se encontraba en el mismo lugar que él, se había sumado un hombre en muy mal estado que para identificarse gritaba: “Oficial primero, montonero, médico”. Cada vez que se quitaba la capucha lo golpeaban. En los últimos días de diciembre, Loza recuerda haber escuchado ruidos extraños: pasos, arrastres, murmullos y, después, un silencio absoluto. Los golpes de esa noche fueron tan brutales que el hombre murió. “Lo mataste”, escuchó que alguien dijo. La víctima era Jorge Mendé, militante de Montoneros y médico cordobés, ahijado de Eva Perón. Ese día, que estima fue el 28 de diciembre de 1976, fue la última vez que supieron de él.
Loza fue liberado junto a sus tres compañeros. Pero Abriata, Martini y Adur jamás volvieron a aparecer. Hoy, se hacen presentes a través de las fotografías que el testigo pide mostrar frente a la cámara, una imagen que uno de sus represores, Gonzalo “Chispa” Sanchez, no puede evitar mirar.
¿Cómo descubrió que estaba en la ESMA?
“Por los sonidos supe que estaba ahí”, explica el testigo. Los aviones que aterrizaban y despegaban en Aeroparque, el paso del Ferrocarril Belgrano, el eco de la ciudad. Y porque Abriata se lo había confirmado.
Por su parte, Adrián Krmpotic, representante de la querella de Carlos Lordkipanidse, Patricia Walsh e integrantes de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), le pide al declarante que cuente lo que recuerda sobre los represores. Loza señala que en sus declaraciones anteriores, en ESMA II y III, ya había mencionado dos apodos que se repetían: “Rata” y “Chispa”. Que nunca pudo verlos porque estaba encapuchado, pero que los escuchaba hablar entre ellos. Que recién durante el pedido de extradición pudo unir ese apodo con el nombre “Gonzalo Sánchez”. En este sentido, y tal como señaló Ariel Noli en diálogo con ANCCOM, cabe destacar la importancia de que el acusado, pese a no haber declarado durante la primera audiencia, haya reconocido su apodo.
Durante la declaración, Loza recuerda una escena mínima, casi absurda si no fuera trágica: después de la muerte de Mendé subió un joven, se sentó frente al ventiluz del altillo y tocó un par de temas de rock nacional en la guitarra. Loza se pregunta si no habrá sido Sánchez, que, según detalla una investigación de Ricardo Ragendorfer para Tiempo Argentino, tocaba la guitarra en la ESMA.
Memoria, verdad y justicia
“Agradezco a los familiares y a los sobrevivientes que sostienen estos juicios. El mes que viene se cumplen 49 años de lo que pasó. El Estado está fallando”, sostiene Loza y le reclama al tribunal que los procesos se aceleren: “Es necesario saber dónde están los cuerpos; muchos sobrevivientes están muriendo y los represores también”. Lleva menos de una hora de declaraciones, pero ya fue más que suficiente.
Los días seguirán su curso hasta el miércoles 3 de diciembre a las 9:30, cuando sea la próxima audiencia. Ese día también se recuperarán testimonios que intentan abrir una puerta que la impunidad intentó cerrar. Y mientras el paso del tiempo se vuelve un enemigo más, las voces de los sobrevivientes continúan exigiendo memoria, verdad y justicia.