Por Juana Bottelli Chaher
Fotografía: Magdalena Ahmar Dakno, Vanina Alarcon

En estas elecciones se estrenó, a nivel nacional, el sistema de la BUP. ¿Qué resultados dio? ¿Qué problemas solucionó y cuáles aparecieron? ¿Qué habrá que modificar?

En las elecciones legislativas del pasado domingo se utilizó, por primera vez a nivel nacional, un nuevo sistema para ejercer el voto: la Boleta Única de Papel (BUP), una sola hoja donde los ciudadanos pueden encontrar toda la oferta electoral de su distrito. La BUP fue muy bien recibida por la Comisión Nacional Electoral y es un método que ya se había utilizado para elecciones de los cargos provinciales en Córdoba, Mendoza y Santa Fe.

La BUP fue entregada a los votantes por las autoridades de mesa, quienes la firmaban luego de verificar su identidad. La opinión general de los sufragantes fue que esta boleta era fácil de usar -más allá de alguna que otra duda acerca de cómo doblarla- y ecológica, porque hubo menos desperdicio de boletas partidarios no utilizadas.

Esta nueva papeleta agilizó considerablemente el escrutinio luego de que terminaran los comicios. Guadalupe Delgado Gómez, presidente de la mesa 7588 de la Escuela Gral San Martín, en la localidad de San Javier, Córdoba, contó que “en veinte minutos habíamos contado todas las boletas”, pero que las personas de mediana edad, “de treinta y largos en adelante, no sabían cómo votar y tuve que explicar mucho”.

Más barato y mejor

El sistema es más económico, porque el costo de imprimir las boletas va por cuenta del Estado y este se encarga de diseñarlas y enviarlas a prensa. Antes, con el sistema de boleta partidaria, el Estado otorgaba una suma a cada partido que se presentaba, para que estos se encargaran de su impresión, lo que permitía que existieran partidos que sólo buscaban acceder a fondos estatales. Se soluciona, además, el problema del robo u ocultamiento de boletas y la necesidad de que el elector pida a sus autoridades de mesa que las repongan (revelando así, a quién quería votar).

Esto último fue de especial importancia para Andrés Snitcofsky, diseñador gráfico y periodista que participó en la presentación del proyecto de ley de la BUP en Diputados y en su diseño inicial. En diálogo con ANCCOM explicó que: “el problema de la boleta partidaria era que los votantes no contaban con todas las opciones y eso vulneraba el único momento en el que podían ejercer su soberanía”. ¿A que se refiere? La prioridad es que los electores puedan votar de manera libre y secreta. Libre, porque tienen acceso a toda la oferta de candidatos; y secreta porque no se sienten presionados a votar de cierta manera y no temen que se conozca su elección personal, característica que tampoco resguardaba el voto electrónico.

En algunas provincias en lugar de una sola boleta se encontraron con más. Es el caso de Santiago del Estero, con tres boletas únicas: una hoja con todos los candidatos para cada uno de los cargos que se elegían (gobernador, diputados y senadores), lo que disminuyó en gran medida los votos en blanco para la elección de los cargos de la segunda y tercera categoría. Así, los votantes sabían que a cada una de las tres hojas le correspondía una marca. Esta fue la forma que encontraron en esa provincia para simplificar aún más el nuevo sistema que, según Snitcofsky, “vino para quedarse”.

En los demás distritos, en especial en aquellos donde se podía ejercer el voto multipartidario, o sea que se podía votar a un partido para senadores y a otro para diputados, hubo un ligero aumento en los votos en blanco. Esto se debió a que la gente no estaba informada y marcaba solo la casilla superior, sin elegir candidatos o partido en la segunda categoría. Desde la Justicia Electoral, como exdiputada nacional y actual prosecretaria parlamentaria del Senado de la Nación, Dolores Martínez indica que “a nivel nacional, no aumentó significativamente el voto en blanco y el voto nulo; solo que la BUP, ya usada en algunas provincias con anterioridad, viene arrastrando algunos errores involuntarios que devienen en votos en blanco para algunas categorías”.

Según Snitcofsky, esto ocurre por la falta de educación e instrucciones claras por parte del Estado a la hora de incorporar una nueva forma de votar: “se podría haber puesto un spot a circular que expliqué cómo votar hace tres meses. También hubiera estado bueno que se explicara el uso de esta nueva boleta en las escuelas porque, históricamente, los hijos y los votantes jóvenes les enseñan a sus padres y abuelos”.

Esto coincide con lo que expresó la presidenta de mesa cordobesa, Guadalupe Delgado Gómez, al decir que quienes votaban por primera vez y los chicos de “veintipocos” no expresaron mayor dificultad. Sí hubo afiches y en algunas escuelas, pantallas con un vídeo que mostraba cómo marcar la boleta y cómo doblarla.

 

Desde lejos no se ve

Los críticos de la BUP expresaron que estas eran ilegibles y, por lo tanto, poco inclusivas con las personas mayores y quienes tuvieran una discapacidad visual. Martínez, prosecretaria del Senado, aclaró que las “críticas son totalmente válidas”. Además, aseguró que “trabajamos en garantizar su accesibilidad”, lo que se verifica en los hechos, ya que en todos los distritos había una plantilla braille que se entregaba junto con la boleta a las personas con discapacidad visual.

Respecto de la ilegibilidad y las quejas por el tamaño del texto de las boletas, “era parte de la experiencia y de empezar a utilizar esta nueva herramienta que pone más énfasis en el color y el logo del partido político al que queremos votar”, declaró Matínez.

Snitcofsky plantea algo similar: “la BUP busca retomar la cultura partidaria argentina y eliminar esta tendencia reciente a que los partidos cambien de nombre y logo cada elección”. Un ejemplo de esto es que los partidos asociados al peronismo no se presentan bajo la consigna de PJ o Partido Justicialista, sino que en las últimas tres elecciones han adoptado los nombres de Frente de Todos, Unión por la Patria y Fuerza Patria. Mientras que el Pro (Propuesta Republicana) se presentó dentro de Compromiso para el Cambio y, no hace mucho, de Juntos por el Cambio.

Se podría decir que para saber a quién votar, los argentinos tienen que comenzar a asociar a las agrupaciones políticas con insignias y consignas que se mantengan en el tiempo. La cuestión del diseño, al igual que la educación cívica acerca de cómo votar, son pendientes que al Estado le quedan por mejorar.