Por Daiana Salvatore
Fotografía: ARCHIVO TELAM

El presidente de Estado Unidos, Donald Trump, relacionó el consumo de paracetamol durante el embarazo al aumento del autismo en la infancia. Las nuevas derechas abusan de este tipo de afirmaciones sin base científica para generar temor. Las motivaciones para generar caos en el debate público.

En el marco de la presentación de un informe sobre autismo, el presidente norteamericano Donald Trump, acompañado por su secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., afirmó que el autismo está relacionado con el consumo de paracetamol durante el embarazo. En la conferencia, el presidente norteamericano además informó que la Food and Drug Administration (Administración de Alimentos y Medicamentos o FDA) de Estados Unidos notificará a los médicos que el uso de este tipo de drogas puede estar asociado con un riesgo muy elevado de autismo.

Trump no está solo en esta cruzada contra lo que demuestra la experiencia científica: su secretario de salud es un conocido militante antivacunas. Incluso el mismo Trump contó públicamente que había espaciado las vacunas de su hijo Barron, de 19 años, para evitar el autismo. ¿Base científica de estas afirmaciones?: Te la debo.

Para el especialista en comunicación política Víctor Taricco las razones de estos disparates que hace años circulan por las redes no hay que buscarlas en los laboratorios. Desde su punto de vista se trata de “una fake news y parte de una teoría conspirativa respecto a la industria farmacológica”. Según este analista, “las redes sociales, el temor y los discursos conspirativos son un caldo de cultivo para políticas como la de Trump: El embarazo es un momento de vulnerabilidad para las familias y las personas gestantes porque siempre hay temor, entonces decir que un medicamento de venta libre, que casi todos los médicos pueden recomendar, genera autismo no tiene otra función que la de generar temor, activar un miedo en una situación real”, explica Taricco.

Hace años Steve Bannon, exasesor del actual presidente estadounidense, explicó que debían “inundar la zona de mierda”, es decir, de noticias falsas que confundieran a la gente hasta el punto en que no supieran qué pensar sobre nada. No fue el primero: Naomi Klein en su libro La doctrina del shock, de 2007, ya había anticipado esta estrategia de la derecha que utiliza los momentos sociales de ansiedad y desorientación para manipular a la población.

En este marco, las derechas construyen dualidades y operan imponiendo temas escandalosos para no discutir lo importante. Es su forma de construcción de comunicación política “apalancarse en teorías conspirativas, recuperar fantasmas o enemigos como el comunismo, meter muchos temas difíciles de discutir, confundir y enloquecer a la opinión pública”, enumera Taricco.

Trump no es el único que hace denuncias alocadas para confundir y distraer. Bolsonaro, en medio de la crisis del COVID-19, difundió que el coronavirus estaba “sobredimensionado”, que “los efectos colaterales de la pandemia” no podían ser “más que los del propio virus”, se mostró públicamente sin barbijo y se automedicó con hidroxicloroquina (un medicamento experimental sin aval científico contra el virus). Otro usuario de la metodología, Javier Milei, agita sus banderas contraenemigos de todo tipo, desde la supuesta casta, al “enano comunista” o los kukas. Quien queda de su lado es parte de “las fuerzas del cielo”.

La lista podría seguir con el ya caído Boris Johnson o Viktor Orban. La construcción de un enemigo interno, externo, étnico o científico parece ser la clave del éxito para las nuevas derechas. ¿Lo es?

Y llegó la pandemia

Este movimiento internacional está en comunión y aparece fortalecido, pandemia mediante, con la erosión del paradigma científico quebrado en las redes sociales -y otros medios- donde, al parecer, está permitido decir cualquier cosa. Natalia Aruguete, socióloga y especialista en polarización política y redes sociales en América Latina, plantea que en las redes “no hay simplemente un fenómeno de circulación de ideas, sino una disputa por la gestión del sentido” y que “la efectividad de estos discursos radica en que interpelan desde el afecto, no desde el dato empírico”. “El algoritmo premia la polarización, la sorpresa y el escándalo”, apunta Aruguete a la vez que considera que las derechas “logran convertir esas teorías -conspirativas- en herramientas de alineamiento identitario. No tratan de convencer, sino de marcar quién es amigo y quién enemigo”.

Pero, ¿esta estrategia también es válida para los jefes de Estado? Para la filósofa Jazmín Ferreiro, “un jefe de Estado, por el nivel de influencia que maneja, no puede hablar como un ciudadano común porque puede generar efectos inmediatos en la conducta social”. Además, remarca que “afirmar algo que no tiene sustento científico es de una fuerte irresponsabilidad política y epistémica”. En el marco de una utilización política de la desinformación que considera “peligrosa”, Ferreiro pone el foco en el “interés político de manipular discursivamente a la ciudadanía». 

Tanto Trump como Milei hacen uso y abuso de la ética de lo decible: mienten, confunden, impactan con mensajes cortos y efectivos en las redes sociales, no importa la veracidad del mensaje sino el efecto inmediato. El recurso suele llamarse “posverdad”, caracterizada por un cambio en los medios de información de la sociedad, por la espectacularización de la política en dónde prima el impacto del relato y en donde cada fake news es un ladrillo en la pared.

Ahora, ¿hasta dónde llegan las consecuencias de este tipo de discursos? La deslegitimación y degradación de las instituciones de gobierno y del Estado, de las universidades y los científicos tiene un costo que también afecta la posibilidad de consensos mínimos sobre los que se asienta la democracia misma. Las derechas “capitalizan esa sospecha hacia las instituciones, hacia la ciencia, los medios, incluso la democracia representativa”, señala Aruguete.  

Para Ferreiro, “hay una falsa equivalencia entre la posición de la comunidad científica y la opinión que no tiene una autoridad basada en un conocimiento experto sino en una posición política. Se da un círculo entre el ataque al prestigio de las instituciones para deslegitimar y justificar su desfinanciamiento y vaciamiento”.

Esta visión de las nuevas derechas calan profundo y es peligroso cuando desde el propio Congreso de la Nación se legitiman. En nuestro país, la diputada del Pro por la provincia de Chaco, María Inés Quiroz, organizó para el próximo 20 de octubre un evento llamado «¿Qué contienen realmente las vacunas?» Entre las diferentes charlas habrá una dedicada a la relación entre el calendario de vacunación y el autismo a cargo de Oscar Botta, integrante de Médicos por la Verdad, organismo que fue denunciado por difundir información falsa en plena la pandemia. Algunos legisladores elevaron una solicitud al presidente de la cámara Martín Menem, para que no se utilice el Auditorio del Congreso. La decisión está en sus manos.