Por Francisca Cambiano
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

En la causa que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Mansión Seré y el circuito RIBA declararon los últimos testigos antes de la etapa de ampliación de acusaciones. Entre ellos testimonió Carlos Tamburrini, cuyo caso dio lugar a la película La Fuga.

Tres sobrevivientes y el sobrino de uno de los imputados prestaron declaración en el juicio Mansión Seré IV y RIBA II, finalizando así la etapa testimonial del juicio y abriendo paso a la ampliación del caso que será presentada por la Fiscalía y las querellas.

El filósofo y exarquero de Almagro, Claudio Tamburrini, sobreviviente de Mansión Seré y autor de un libro sobre su fuga, dio su testimonio desde Suecia. Detalló su secuestro en su domicilio en Ciudadela el 23 de noviembre de 1977 hasta su escape de Mansión Seré junto a otros tres compañeros, el 24 de marzo de 1978. Afirmó que al momento de ser secuestrado no militaba en ninguna agrupación desde hacía tres años, cuando formaba parte de la Federación Juvenil Comunista durante el último año de secundaria y en la universidad.

Tamburrini, quien viene declarando desde el Juicio a las Juntas Militares de 1985, dijo que pudo llegar a la conclusión de que el lugar en que estuvo cautivo y las guardias dependían de la Fuerza Aérea a través de distintas fuentes. Por un lado, suboficiales jóvenes que les contaron que pertenecían a dicha Fuerza. Por otro, la insignia que podía verse en el vehículo que llevaba comida. Además, narró el sobreviviente, a raíz de la fuga de dos secuestrados, una llamada telefónica en la que alguno de los militares decía: “Base Aérea, aquí se han escapado dos pájaros”.

Sobre su secuestro, describió que las condiciones higiénicas eran extremadamente malas, de manera que no pudo lavarse nunca los dientes en los 120 días que estuvo detenido. Además afirmó que, durante su primera semana secuestrado, sufrió cuatro sesiones de tortura con submarino y picana eléctrica, a la que “le llamaban ‘la pequeña Lulú’ dentro de la jerga de la casa».

Sin embargo, “las condiciones de cautiverio fueron cambiando con el tiempo”. El sobreviviente declaró que el trato de sus secuestradores y torturadores se modificó a medida que adquirieron el “status de veteranos”, que les daba ciertos “privilegios” como levantarse la venda de los ojos. Pero a partir de diciembre de 1977 se dio el endurecimiento de las condiciones, cuando “La Patota” (el grupo represor de Mansión Seré que asesinaba y torturaba) lo acusaba de planear una fuga con sus compañeros de habitación. A eso se le sumó que luego descubrieron que uno de ellos “les había ocultado información”. “En ese momento, se terminan de empeorar las condiciones de cautiverio de forma marcada. Nos quitan toda la ropa, se generaliza la utilización de esposas y nos atan al dormir manos y pies con una correa de cuero”.

Tamburrini afirmó que ese suceso coincidió con la llegada de la guardia de “Lucas”, uno de los tantos que sólo conoció por su sobrenombre, que añadió “una puesta en escena muy dramática y traumática: Nos echa a los cuatro en el piso, trae una escoba y nos empieza a barrer diciendo: ‘Ustedes tienen que ser limpiados porque están sucios’”. El sobreviviente declaró que “ese fue el punto más álgido del empeoramiento de las condiciones carcelarias y de la humillación” y que, a partir de ahí, “se produce el crecimiento de una convicción de que nuestra situación en la casa era insostenible”. Por eso decidieron implementar un plan de fuga.

En su reflexión final, Tamburrini expresó que, si bien él logró transformar su experiencia traumática en crecimiento personal, la sociedad aún tiene una deuda pendiente: «Pienso que es una deuda que nuestra generación tiene con los más jóvenes y que estoy convencido de que esa deuda será saldada en el futuro».

Por su parte, Arturo Lynch, sobrino de uno de los imputados, Ernesto Rafael Lynch, fue llamado a declarar por las defensas. Sin embargo, su testimonio no se centró en su tío si no en la dinámica de su núcleo familiar, negando la declaración de su hermana, Noelia Lynch, sobre violaciones y violencia intrafamiliar. “Noelia siempre ha tenido una obsesión con ser hija de desaparecidos”. De esta manera, pareciera que Lynch solamente fue llamado a declarar para desacreditar la palabra de su hermana.

Miguel Antonio Pérez, sobreviviente de la Comisaría 3a de Castelar, declaró desde el Consulado Argentino en Los Ángeles, donde detalló su secuestro en Capital Federal el 18 de diciembre de 1976 y su traslado a la Comisaría de Castelar. Peréz afirmó que, aunque sus captores estaban de civil, al ser primero ubicado en los asientos de atrás de un Ford Falcon y luego en el baúl, pudo desprender de sus conversaciones que pertenecían a la Fuerza Aérea de Morón y El Palomar.

El sobreviviente, en ese momento militante de la Juventud Peronista, detalló haber sido torturado tres veces con picana eléctrica mientras le preguntaban “¿dónde están las armas?” y “¿quién es tu responsable?”. Además, declaró que en la Comisaría no había ninguna posibilidad de aseo, pues solo abrían para ir al baño «a la mañana y a la noche». Respecto a la alimentación, afirmó que era muy mala y agregó: “No recuerdo que los fines de semana trajeran comida”.

Pérez fue posteriormente trasladado a la Comisaría de Haedo para ser «legalizado» (puesto a disposición del Poder Ejecutivo), pasando luego por la Cárcel de Devoto y la Unidad Penal 9 de La Plata. Afirmó que ese tiempo le sirvió para procesar el horror: «Nos permitió hacer todo un procesamiento tanto en lo espiritual como en lo físico y lo mental de entender qué es lo que había pasado”.

El último testimonio fue el de Sara Laura Abadi, quien ya había declarado en julio de 2025 pero en esta ocasión fue convocada por la Fiscalía para ratificar si deseaba que los hechos de agresión sexual que sufrió durante su cautiverio fueran investigados y juzgados por el Poder Judicial; a lo que Abadi respondió de manera afirmativa.

La próxima audiencia quedó fijada para el 14 de octubre y se espera que la Fiscalía y las querellas soliciten la ampliación de casos en torno a los delitos de agresión sexual y la privación de libertad de niñeces al secuestrar a sus padres y/o madres.