Por Lucrecia Roncoroni
Fotografía: Cobertura colaborativa de la comisión organizadora.

El mismo día de la multitudinaria marcha al Congreso contra el narcofemicidio de Brenda, Morena y Lara, los feminismos y disidencias del Oeste se reunieron en el 27 Encuentro Regiona. También exigieron justicia por Brenda, Lara y Morena.

El 27° Encuentro Regional de Mujeres, Lesbianas, Bisexuales, Travestis, Trans, Intersex y no Binaries del Conurbano Oeste y Noroeste llegó el sábado 27 de septiembre, como un abrazo en la semana más cruenta e impensada para los feminismos del oeste y de todo el país, luego del triple narcofemicidio de Brenda (20) , Morena (20) y Lara (15), las tres jóvenes matanceras que fueron torturadas y asesinadas. Los feminismos conurbanos se reunieron en Ituzaingó en la Escuela Provincial N°1 para decir basta.

Bajo el lema “Hasta de(s)generarlo todo”, en homenaje al legado de Zulema Palma, referente histórica de los feminismos del oeste, a las 10 de la mañana se dio lugar a la apertura. Sobre el escenario mujeres y disidencias recuperan nombres de otras pioneras feministas que marcaron el rumbo de luchas y triunfos colectivos: Dora Coledesky, Amancay Diana Sacayán, Lohana Berkins, la antes mencionada Zulema Palma, fundadora de Mujeres Al Oeste y quién dio vida al primer encuentro regional, y Norita Cortiñas.

Ancestras

Fue un encuentro atravesado por la ausencia física y la presencia latente de Zulema Palma pero también de Lara, Morena y Brenda. Con la intención de recuperar la genealogía de los feminismos conurbanos, la Comisión Organizadora plasmó la cronología de los 27 encuentros regionales en una línea del tiempo realizada en un lienzo negro que abrazaba el escenario y  las paredes en Las Heras y Mansilla, Ituzaingó, a la vez que salpicó de fotos todo el lugar.

En vísperas de los 20 años de la Campaña por el Aborto, el énfasis estuvo en los pasos previos al estallido feminista del 2015: “Esto se venía caldeando”, “era algo que se podía palpar”, “nosotras ya lo sabíamos”, fueron algunas frases que resonaron en un auditorio repleto en el que una comisión intergeneracional compartió la palabra, memorias, diarios y folletos con registros desde los años noventa, historizando las luchas que culminaron con leyes feministas y políticas públicas sin precedentes.

La voces de hoy

Camila Ahumada es investigadora del Conicet y tiene 31 años. Comparte sus apreciaciones sobre el Taller de Endeudamiento. “Hubo una particularidad, éramos once compañeras de las cuales la mitad, o un poco más, éramos trabajadoras sociales. Y eso al principio nos llamó la atención”, señala sobre la composición del grupo. “Coincidimos en la lectura de que el endeudamiento se cree que está en la macroeconomía o en una esfera más ajena a nuestra cotidianeidad y en realidad nos impacta directamente en nuestro cotidiano en el hecho de tener que comprar alimentos con la tarjeta de crédito, aquello que se piensa o se trata de instalar desde un lugar que no nos afecta, nos impacta directamente”, explica y concluye: “Eso se agrava siendo mujeres cis y disidencias que somos quienes por lo general estamos a cargo de las tareas de cuidado porque somos las más precarizadas, las primeras despedidas de nuestros lugares de trabajo”.

Ahumada celebró que más allá de la convocatoria central de Ni Una Menos y los colectivos feministas en la marcha del Congreso a Plaza de Mayo, se haya logrado sostener el encuentro regional: “Nos fortalece y potencia la territorializacion de la lucha feminista, entendiendo que dentro de todos los feminismos que están y que integran el interior de nuestro movimiento, los feminismos del conurbano tienen otra impronta, con características y particularidades que son propias, que nos atraviesan y que es diferente a los modos de habitar el feminismo de compañeras en otros territorios”, decribió y resaltó: “Creo que poder territorializarlo y hacernos cuerpo y acuerparnos en los lugares que habitamos todos los días nos carga de potencia, le da otra impronta y nos ayuda a pensar futuras acciones desde el territorio nuestro”.

Con el sonido de los sikus y los cantos de mujeres y disidencias que acompañaban con la melodía, la tradicional marcha encuentrera avanzó por las calles de Ituzaingó al final de la jornada. Luana Vázquez, de 25 años, moronense y estudiante de Trabajo Social reflexionó: “Estoy acá y no en CABA porque me parece importante acompañar la lucha territorializada. El feminismo mismo está en un momento en el que necesita reorganizarse”.

Al mismo tiempo que la marcha reclamaba justicia por las víctimas del narcofemicidio, visibilizaba banderas de luchas por otras problemáticas del conurbano. Vázquez es encuentrera desde los 15 años y en esta instancia participó del taller “Crecimiento del narcotráfico”, un eje que la atraviesa en su trabajo cotidiano y que se volvió aún más visible con el dolor colectivo de la semana. “Yo trabajo en una Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario del movimiento ‘Ni un pibe menos por la droga’, una política que se le arrancó al macrismo en el 2016, en la marcha de la gorra, y ahora este gobierno viene a desfinanciar y a vaciarlo y nos cerró 40 casas en todo el país”, describe. Vázquez destacó que estos espacios pertenecientes al SEDRONAR contaban con financiamiento nacional y son fundamentales para que los pibes tengan un espacio de contención donde poder construir su proyecto de vida. “El narcotráfico obviamente ya existía, al correrse el Estado, avanza y aparece como salida para los pibes: dejan la escuela, salen a robar, son soldaditos de la droga y nosotros peleamos para que puedan seguir, para que salgan de situación de consumo y no vean como única salida la droga”. El taller del que participó abrió más preguntas que respuestas: “¿Qué es el narcotráfico en Argentina? ¿Es lo mismo un transa que un narco? ¿Le damos el mismo uso acá y en otros países?”.

¡Alerta, alerta que camina! gritaban las manifestantes mientras bailaban al ritmo de los tambores. La marcha tuvo seis postas. Partió de la escuela, pasó por la Comisaría, la Municipalidad, el Consejo de Mujeres y Diversidades y se detuvo en el Sanatorio del Oeste de Ituzaingó. Una mujer de pechera naranja de la Comisión organizadora tomó el megáfono y comenzó a leer carteles negros que sostenían otras mujeres.

Natalia Chieradio, tiene 38 años, es docente y está atravesando un proceso judicial por violencia obstétrica. Su caso se suma a muchos de los que viene acumulando el Sanatorio del Oeste Ituzaingó. En el 2023 el bebé que esperaba falleció antes de que el embarazo llegara a término, cuando estaba de ocho meses, y fue atendida por la jefa de obstetricia. El dolor y la inquietud la llevaron a buscar respuestas sobre lo sucedido y descubrió que no era la única con una situación similar.“Encontré en redes mucho marketing del parto respetado, el nacimiento con amor y bla-bla-bla y también había un lado B en algunas páginas donde había distintos testimonios de otras compañeras con casos de violencia obstétrica, de chicos que nacieron con discapacidad por violencia obstétrica y por mala praxis, embarazos que dejaron pasar más tiempo”. Chieradio se puso en contacto con esas mamás y se conocieron.“Nos hermanamos, mi caso era lo más reciente, yo tenía ganas de hacer algo o de conectar con mi hijo porque la forma que yo tengo de ser mamá de Manuel es esta, si no estaba con mi hijo de alguna manera no podía seguir», señaló y arengó: “Lucha frente a la violencia obstétrica y mala praxis en ituzaingó”. El pedido de justicia por la muerte de su bebé y la colectivización de los reclamos de todas las mujeres que sufrieron de violencia obstétrica son las formas que encontró para tramitar su dolor: “Busqué un estudio de abogados que nos convenciera e hicimos una denuncia colectiva en la Defensoría del Pueblo de la que aún no obtuvimos respuesta”. Por último, celebra la territorialidad del encuentro: “Es muy importante que se geste, que se forme algo como el 2015, como el 2018, es muy importante salir a las calles, pero también acá tenemos calles. Apenas nos enteramos del triple femicidio, supe que iba a estar atravesado el encuentro por esta noticia de mierda. En cualquier charla o taller se iba a hablar de las tres chicas asesinadas”.

Una de las madre víctimas de violencia obstétrica y mala praxis, de identidad reservada  por la causa judicial abierta, agradeció a la Comisión Organizadora de la regional: “Nos han recibido desde el día uno junto a mis compañeras y nos han apoyado en la búsqueda de la visibilización de lo que viene sucediendo hace años en el partido de Ituzaingó: cómo se negocia con la salud de las embarazadas y los bebés en el Sanatorio del Oeste”, lanzó y describió: “Gracias al regional pudimos ponerle voz a nuestro dolor y el de otras familias rotas, exponer cómo se mercantiliza los partos a costa de la salud de las embarazadas y bebés. Que importante fue para mí poder sentirme acompañada y encontrar estos espacios donde contar lo que se calla. Basta de negociar con nuestros cuerpos, basta de ocultar la verdad, basta de destruir familias, que a partir de hoy se sepa que en el Sanatorio del Oeste mueren bebés y mamás a costa de dinero”.

Divino tesoro

Brisa Jazmín Casas tiene 16 años, tomó dos colectivos, un tren y caminó para llegar al regional desde Las Tunas, un barrio de Tigre, junto con sus educadoras y un grupo de jóvenes del Frente Arde Rojo perteneciente a la organización Marabunta. Se sentó en el patio de la Escuela Primaria N° 1 “Bartolomé Mitre” mientras compartía un almuerzo después de participar de una de las charlas del regional “Violencia de género digital y Guía Ema”, a cargo de Gentic, Fundación Encuentro y la familia de Ema Bondaruk –la adolescente que se quitó la vida luego de que un compañero viralizara un video íntimo-, quienes crearon material para el abordaje de casos de difusión de contenido sexual sin consentimiento.

El componente de género en narcofemicidio de las jóvenes es innegable, el iceberg de la violencia comienza con la cosificación digital y se ve en su máxima expresión en la transmisión en vivo de los asesinatos. A Brisa Casas la charla la dejó reflexionando “Eramos muy pocas jóvenes y eran todas grandes y sentí que sabían más que yo, entonces presté atención a lo que decían y yo aprendía de ellas”. La charla la eligió ella de un cronograma que incluía violencia obstétrica, la defensa del Garrahan, justicia alimentaria, falsas denuncias, madres protectoras y cuerpos en movimiento.

Brisa comenta que en esa charla reconoció sus problemáticas como joven. Comentó que incluso estando en un mismo espacio se hablaba por teléfono con sus amistades. “Mira, en mi caso me criaron así, con celular por temas de que mamá no podía estar porque estaba trabajando, entonces creo que no solamente soy yo, sino que todos de mi generación, sumado a la pandemia y todo lo que se vino de la tecnología”, describe.

Brisa es contundente y en una semana donde las culpas se dirigieron a las familias de las jóvenes asesinadas ella desarma la verdad de un sistema roto: “Mi mamá no tenía tiempo, entonces estábamos todo el día con el celular porque estaba trabajando, yo le mandaba mensajes, pero no nos veíamos presencialmente porque cuando volvía yo ya estaba durmiendo. No culpo a mi mamá, ni a los adultos porque yo sé que son responsabilidades muy grandes, estar con trabajo, que no llegás a fin de mes. Y la herramienta que tenés es el teléfono para poder seguir en contacto”. La adolescente imagina qué cosas podría hacer con el celular e invierte los roles: “Me gustaría ser entrevistadora, eso lo podría hacer con el celular”. También reivindicó al encuentro, reconoce es el único espacio en el que deja el celular para hacer otras cosas. “Ahí hablamos de géneros, de injusticias, de todo lo que pasa en el barrio y lo que se ve día a día: gente fumando, que mata, que vende, ves muchas cosas. Aparte nos preguntaban cómo estamos y si estamos mal, ellos estaban ahí para ayudarnos”.

En la marcha se visualizaban las banderas de Marabunta, el MTS, Disidencias enLlucha, socialistas, Frente de Izquierda, banderas palestinas, Doulas Feministas, la Comisión Organizadora de la marcha del Orgullo Ituzaingó, el Colegio de Trabajadoras Sociales de La Matanza, trabajadores del INTA, Conurbanas Transfeministas, también acompañan la marcha la histórica columna que reúne murgueras de todo el oeste.

El legado de Zulema Palma

Mariana Kowal tiene 54 años, es parte de una generación desaparecida, para ella las figuras de Javier Milei y las de Axel Kicillof y Máximo Kirchner como antagonistas, no son casuales, sino fenómenos de esa época. Se considera parte de una generación que no tuvo lugar en su juventud por la dictadura militar y que después de tantos años está encontrando protagonismo.

Ella halló su propia voz en la agroecología. “Milité en el feminism, muchos años junto con mi vieja, muchos años fui -la hija de-  y la vida me fue llevando. Luego arranqué en un grupo que se llamaba La Urdimbre de Aquegua, éramos ecofeministas en los 90. De aquel tiempo rescató a Safina Newbery, que fue una pionera y una referente tanto de mi mamá como mía, porque las referentes de hoy también tuvieron sus referentes”. Para Mariana es indispensable cruzar el ambiente con el feminismo: “Me fui encontrando con el espacio del ambiente y hoy en día estoy trabajando en agroecología, pero el bagaje del feminismo, la camiseta del feminismo no me la sacó más, llevo todo esto a otros espacios que también me parecen una militancia importante”.

Mariana fue abrazada por quienes la vieron crecer como la hija de Zulema Palma, pero también por otras que la conocen solo por su nombre propio. “Volví al encuentro a retroalimentarme de los feminismos, fue súper emocionante, escucharlas hablar de mi vieja, de todo lo que compartieron con ella, enterarme de toda esta parte que yo ya no compartí”.

Mariana se metió en la multitud con su bicicleta, y con ella se fundió en la marcha. Del fallecimiento de su mamá dejó su mensaje a los feminismos: hay que pensar seriamente en la muerte para seguir repensando la vida. Así se unió a los pedidos de justicia por Brenda, Lara y Morena para seguir sembrando el camino de quienes vendrán.