Por Pilar Elizondo
Fotografía: IG sapos.pelicula

La película de Lucas Brunetto viene a contar desde relatos, archivos sonoros y audiovisuales, la cotidianeidad de las infancias atravesadas por una sociedad sometida por el miedo y la represión.

Hay múltiples formas de abordar la complejidad de las infancias dentro de contextos históricos adversos. El director de cine, Lucas Brunetto, aporta a la producción nacional un proyecto documental que, desde lo íntimo y cotidiano, busca reconstruir memorias de las infancias durante la última dictadura cívico-militar.

Brunetto nació en Buenos Aires, es cineasta egresado del Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda y sociólogo por la Universidad de Buenos Aires. En el 2004 fundó Cábala Films y desde el 2012 es miembro de la Red de Documentalistas Independientes (RDI). Fue director de producción de los largometrajes: El hemisferio nocturno de la tierra, Mujer perseverante y La orden del lunar, además, dirigió otros documentales como Cine, dioses y billetes. Su enfoque busca poner en valor los fragmentos de las infancias de otros niños que compartieron esa época. Aunque la película está narrada en primera persona, busca construir un puente hacia lo colectivo. Además, su formación como sociólogo lo vincula a una línea de investigación sociocultural.

El proyecto nace de la recolección de antiguos archivos de video en formato super 8, grabados entre las décadas de 1960 y 1980 y de testimonios de colegas de estudio. A partir de esas imágenes domésticas y relatos personales se entrelazan historias y anécdotas que, desde la subjetividad de cada recuerdo, entretejen y abren lugar a una memoria compartida entre quienes crecieron en un contexto político-social hostil, censurador y autoritario.

En el año 2006, Brunetto participó de una capacitación para el Ministerio de Educación en la provincia de Catamarca. “En esa oportunidad conversando con otros colegas nos dimos cuenta que éramos todos más o menos de la misma edad y que habíamos vivido la infancia en tiempos de dictadura, empezamos a compartir recuerdos de algunas vivencias de la infancia y a Sonia –una de las protagonistas de la película– se le ocurrió escribirlas e intercambiarlas por email”, relató Brunetto en diálogo con ANCCOM. Aquellos testimonios quedaron en pausa, hasta que, en el año 2016, el cineasta comienza a investigar y curiosear con materiales de registros amateurs domésticos. Al revisar cassettes, notó que aquel repertorio tenía dos particularidades: la centralidad de la pantalla estaba ocupada en su mayoría por niños y niñas, y que parte de esas películas se filmaron fundamentalmente entre las décadas del setenta y ochenta debido a su formato.

Los relatos de 2006 se conectaban con esas imágenes que mostraban la cotidianidad de las infancias en tiempos de dictadura. Trece años más tarde, en el año 2019, el proyecto fue declarado de interés cultural y, junto al fomento del INCAA la película comenzó su desarrollo. Sapos propone una mirada periférica sobre la dictadura que da lugar a nuevas puertas y debates: “Llegó la hora de que aparezcan otra mirada de la historia argentina, para a quienes nos tocó ser niños en esos años podamos contar aquella cotidianidad. La infancia clandestina ya fue muy bien contada, la de los militantes en los años setenta o las atrocidades cometidas por la dictadura también, esta es una propuesta que abre lugar a otro cruce posible”, reflexionó Brunetto.

“El hallazgo reside en poner en valor esa parte que tienen los relatos por la cual uno se conecta con pequeñas cosas que tuvieron lugar durante esas infancias y que fueron significativas para esas personas”, comentó el director. El exilio familiar, la desaparición de un vecino que ya no volvió a las reuniones, el hallazgo de un niño jugando con los libros prohibidos escondidos por los padres, son algunas de las historias que se desarrollan en el documental. Y que se acercan aquel horror que los niños no llegaban a percibir con absoluta conciencia, pero que sin embargo dejaron huellas en la memoria. Talía, una de las protagonistas, recuerda cómo en su niñez “caían sapos volando todos los días”. A ella le daban miedo. “Verde era el color del miedo”, relata.

La película ha tenido un recorrido internacional destacado, participando en varios festivales que valoran el cine documental con enfoque social y de memoria: el Festival de Viña en Chile, los festivales Documental Lyon y Biarritz Amérique Latine, en Francia, y pantallas como El Galpón de las Artes en Mar del Plata e Ítaca Teatro en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 ¿Qué diálogo con la actualidad esperás que pueda generar Sapos?

Hay muchos aspectos a destacar o problematizar. Primero, se le puede entrar por un lado vinculado a temas que tienen que ver con la memoria. Porque la película, en alguna medida, habla de la memoria, de qué es un recuerdo y cómo funciona. Propone una mirada que no cierra, sino que problematiza y abre. Sin embargo, no creo que se hayan dado tantos debates al respecto, ya que es una película pequeña y los espacios donde estos debates ocurren siempre llegan un poco después, así que démosle tiempo. No obstante, me parece que tiene mucho para aportar sobre el pasado reciente y para discutir el tema de la memoria. Por otro lado, se le puede entrar por el lado de la temática infancia. Pensar cómo se configura aquello que tiene que ver con el mundo de los afectos y qué relaciones tiene con la vida social. Cuánto de lo que nos sucede en la infancia resulta impactado por las políticas de gobierno, todos de una u otra forma fuimos afectados por la dictadura. Y, por último, los silencios. Aquello de lo que no se puede hablar, lo que se calla por miedo. No siempre es una dictadura la que impone esos silencios; también hay situaciones sociales o colectivas que los generan. Hay que tirar de esa cuerdita para ver qué pasó ahí. Quizás dentro de 20 años los niños que vivieron la pandemia hagan su propia introspección. Por ahora, espero que la película se vea, que la gente se acerque con curiosidad y la vea en la sala. La película se proyectará este sábado 13 de septiembre a las 20 horas en las salas de Cine Gaumont.

 

¿Por qué solo hay una función prevista?

Por ahora es la única función porque en el Gaumont no me dieron más vueltas que una función. Lo cual es otro tema a debatir: la situación que está atravesando el cine argentino, la falta de fomento, la falta de financiación y la restructuración que dicen hacer en el instituto ha terminado generando muchos problemas, aquellas películas que estaban en proceso quedaron trabadas. Además, la exhibición de películas está medio monitoreada, si de pronto una película como esta puede resultar sensible desde el punto de vista político social en vez de darle una semana o dos le dan una función.