Por Sofía Benini
Fotografía: Gentileza Noelia Guevara

Se realizó la 22° edición del Vagón de Lectores, una iniciativa que busca recuperar el aspecto colectivo de la lectura. Cientos de personas se acercaron a leer en un recorrido de la Línea D, de la mano de la propuesta de la booktuber Cecilia Bona.

Sábado por la tarde en la Ciudad de Buenos Aires. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde turistas y paseantes se paran a ver con detenimiento los puestos que venden banderitas, escarapelas y toda clase de accesorios patrios, la estación Catedral de la Línea D recibe una afluencia poco común para tratarse de un fin de semana. Ubicada casi en la esquina de Diagonal Norte y Bolívar, la boca del subte exhibe una multitud ordenada que se congrega en la puerta, todos llevan un libro. Es que a las 15  tiene lugar el Vagón de Lectores, un evento que propone compartir el viaje leyendo desde la Catedral hasta Congreso de Tucúman. La actividad surge de la mano de Cecilia Bona (@porqueleerok), periodista, productora y una de las principales booktubers del país, bajo la propuesta de devolverle a la lectura su dimensión colectiva y transformar el libro en punto de encuentro.

“La idea salió en el 2020 de la forma más casera posible. Entré a un subte y había tres personas que estaban leyendo, y pensé que loco sería entrar y si en vez de tres hubiera más, ¿y si fuera todo el subte? Si tal vez no pasa naturalmente, por qué no lo provocamos, ahí empecé a convocar por redes, tal día a tal hora vamos a llenar un vagón, y en efecto el 9 de febrero de 2020 llenamos un vagón y medio”. Para cuando surgió el primer Vagón de lectores, Cecilia llevaba dos años haciendo Por qué leer. ”Era una cuenta muy pequeña, tenía 6.000 seguidores, era muy chiquita para atreverme a hacer una cosa así pero dije, bueno que pase lo que sea. Después vino la pandemia y ya no se podía hacer en el subte, cuando se abrió todo un poco más empecé a hacerlo en parques de Buenos Aires y Argentina”, relata. Esta es la edición número 22 y la segunda en el subte: “Estuvimos en San Luis, Córdoba, Entre Ríos, Comodoro Rivadavia y en Mar del Plata en la playa, leímos media hora cada uno nuestro libro en un mismo punto de encuentro. Esa es la herencia que nos dejó el vagón, el tiempo de media hora que duraba el viaje de la Línea A. La idea es que nos contagiemos entre las personas que estamos leyendo de esta comunidad que se forma alrededor del libro y aunque parezca que es un acto solitario es un acto colectivo”.

En un andén lleno de gente, Cecilia se ubica en el centro y desde un micrófono lanza indicaciones a los concurrentes, algunos ávidos de subirse al primer vagón que abría sus puertas. Esta vez, la magnitud de la convocatoria supuso acompañamiento institucional para la organización. “La primera vez lo hice sola. Pero después de eso pensé, tengo que ser responsable también de la seguridad de las personas. Entonces ahora lo hacemos en conjunto con Subterráneos de Buenos Aires, que nos va a estar acompañando y  también se encargan de que salga bien”, describe.

El espacio está lleno, hay familias con niños, grupos de amigos y lectores que comparten con otros compañeros de viaje las páginas elegidas para la tarde. Vale Keck está leyendo Pasar a la acción, de Sofía Contreras, y trajo también Estafa, el libro producido por la Feria de Editores este año: “Es la segunda vez que vengo, la primera fue el año pasado cuando lo hicieron en la plaza de mi barrio, en Villa Ballester”, dice. Para Cecilia tampoco es la primera vez en un Vagón de Lectores “Vengo porque soy lectora. Traje para entender esta realidad distópica, Consejos no solicitados sobre política internacional de Juan Gabriel Tokatlian y para desenfrascarme cuando ya no puedo más, El gran libro de los gatos de Blackie Books”. Vino con su mamá Sonia. “Es la primera vez que vengo. Traje Mujeres de cincuenta, aunque tengo 73, pero es un libro que me marcó, me enseño como ser más optimista y vivir mejor la vida. También traje este que es un libro del sur, que me trae recuerdos de cuando era chica”. Cecilia se pone los anteojos y le dice a su madre: “Contá cuál es el título ma”, se trata de Polico y Gon Gabino, un libro de la autora rionegrina Ana Emilia del Rosario Giovanini. Entre la marea de libros, algunos títulos se repiten, Berna Vaianela trajo el último de cuentos de Samanta Schweblin, editado por Random house, El buen mal. “Me encanta como cuentista y narradora. Lo estaba leyendo en casa y es el que elegí para traer hoy”, señala.

Alrededor de trescientas personas viajan hasta la estación Congreso de Tucumán, un subte lleno que suscita la sorpresa de los pasajeros que se encontraban de casualidad con esa escena al subir en las distintas estaciones. Para los desprevenidos hubo también libros que circulaban para que nadie se quede sin la posibilidad de participar. Algunos leen para compartir un fragmento al acompañante del asiento de al lado, otros lo hacen en silencio o chusmean las tapas a su alrededor. Al llegar a la terminal, el acto de cierre incluyó una puesta en común y un sorteo con premios para grandes y chicos. Entre palabras de agradecimiento, Cecilia recordó que, hacía un tiempo, alguien se había referido a la idea del Vagón de Lectores como un Aleph. Por eso, como el 24 de agosto se celebra el Día del Lector en homenaje a su autor, Jorge Luis Borges, leyó un fragmento del cuento para los pasajeros reunidos en ronda a su alrededor:

“Vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.