Por Ailen Argañin
Fotografía: Captura de pantalla de La Retaguardia

El imputado Julio César Leston protagonizó los relatos de dos declaraciones de una nueva audiencia de la megacausa de Mansión Seré IV y RIBA II. Lo sindicaron como “médico” integrante del grupo represor y torturador “La Patota” que funcionó en este centro clandestino de tortura y exterminio, y por su encuentro en 2009 con un sobreviviente.

Este martes 19 se realizó la vigésimo octava audiencia por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II que juzga delitos de lesa humanidad cometidos en la subzona 16 del gran Buenos Aires. Tres fueron las declaraciones que se sucedieron en el tribunal, aunque una no fue transmitida por la negativa de la declarante de que sea difundida.

“Fueron tan solo 20 días, pero en el mismísimo infierno”, dijo Susana Graciela Ávalos, sobreviviente, la primera persona en declarar, que estremeció al tribunal por la crueldad que transmitió en su relato, el detalle de las múltiples torturas físicas y violaciones, y la vigilancia posterior a su secuestro. “Me juré que no iban a robar la dignidad ni las convicciones, que fue lo que me mantuvo en el centro de detención, donde uno pasaba a ser nada. Allí lo único que se sentía era el olor a muerte. Eso no se borra nunca”. El calvario de Ávalos comenzó cuando su madre, Natalia Cecilia Almada, fue secuestrada en su presencia el 16 de octubre de 1976. “Fue un operativo con gran presencia militar, casi una razzia, donde se llevaron a varios vecinos que, como mi madre, integraban la Comisión Vecinal del barrio”, relató la testigo, oriunda del barrio Mariano Pujada de Morón. A los diez días, volvieron por ella.

Ávalos logró precisar sobre quien más la atormentó durante aquel tiempo: “El señor que se presentó en Mansión Seré como un supuesto médico está acá sentado y es Leston. Yo nunca lo pude identificar fotográficamente en el juzgado, pero cuando lo vi en la primera audiencia a la que asistí de este juicio, supe que era él, no me queda ninguna duda. Tampoco de que su guardaespaldas era Marcelo Eduardo Barberis. Julio César Leston era ‘el médico’ que me citó tres veces en Palomar, el que fue a amenazarme a mi casa, que estuvo presente en mis torturas, violaciones y hasta en el traslado de la Comisaría de Castelar a Mansión Seré”. Ante la pregunta de Nicolás Aguilar, abogado defensor de Leston, Ávalos describió con detalle al excabo 1° de la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA): “Alto, en estado atlético, con cabello ondulado y frente ancha con entradas. Tenía labios finos, cara alargada y solía usar lentes espejados”, mientras que desde la virtualidad el recuadro del zoom muestra la cara de un arrugado y envejecido Leston que presencia la audiencia aburrido, o vencido.

“Luego de la tortura, me sacaban fuera de la casona Seré y escuchaba cómo torturaban a mis compañeros. Una de esas veces, apareció un hombre que decía ser médico y que daba las órdenes al resto para detener, o no, las torturas. Me dijo que habían estudiado mi caso y que me iban a liberar pero que debía ir a una serie de citas con él”, explicó Ávalos sobre el infierno que, una vez en libertad, no cesó. Al menos tres veces debió ir cada jueves a las 13 horas a Palomar. La escena en general era la misma: la trasladaba en un auto hasta el Hospital Posadas, donde en “El Chalet” funcionó un centro clandestino, y allí la interrogaba. “La entrada estaba controlada por militares y luego al interior del predio había gente de civil dando vueltas. Él me preguntaba si había visto a alguien, si algún militante me había visitado. Yo le respondía la verdad, que no había ido a ningún lado, porque tenía miedo. Siempre andaba con otro hombre que llevaba una ametralladora, como si fuera su custodia personal. En el último encuentro me dijo que, aunque no iba a tener que ir más, ellos me iban a seguir vigilando. Que esta vez zafaba, pero que no hiciera más denuncias -en relación a trámites iniciados por el secuestro de su madre, incluida una carta al dictador Jorge Rafael Videla-. Sobre mi mamá dijo que no iba a vivir porque la gente como ella no lo merecía. ‘Tu mamá es punta de lanza. Además esto es una guerra y en la guerra todos perdemos’, recuerdo que me dijo”.

Sin embargo, Ávalos no cesó la búsqueda, luego de un tiempo “el médico” se presentó en su domicilio junto a otros integrantes del grupo de tortura apodado “La Patota” y los que Ávalos reconoció de sus días de cautiverio en Seré. “Me interrogaron en una habitación y dijeron que a mi mamá no la iba a ver más, que ya no haga más averiguaciones, mis hermanos, que también estaban en ese momento, luego me confesaron que habían tenido miedo de que me maten. Sé que estuve vigilada hasta 1992”, afirmó.

 El mismísimo infierno

Al momento de su secuestro Ávalos se encontraba en el domicilio de su hermana, con quien compartía vivienda tras la desaparición de su madre. En lo que describió como un trayecto corto, fue trasladada en camioneta hasta la 1° Brigada Aérea del Palomar donde pasó sus primeros diez días de cautiverio. Del lugar, la sobreviviente pudo detallar la serie de abusos, agresiones y torturas que sufrió. Los detenidos eran trasladados regularmente en camionetas, desde las celdas, a un lugar alejado, húmedo y lleno de agua donde había un galponcito desmoronándose. “Me ataban con un elástico de cama boca abajo, me estaquearon, me pegaban con un látigo. Cuando terminaban conmigo, comenzaban con los otros y yo escuchaba cómo los torturaban, a dos hombres y una mujer”. Sólo en el momento del traslado a la Comisaría 3° de Morón reconoció que esa mujer que escuchaba era su mamá. “Me tiraron dentro de la camioneta, junto a otras personas. Una cayó a mi lado. Ahí la reconocí. Era la mujer que estaba en la celda contigua a la mía, a la que escuchaba cómo torturaban y amenazaban con matar a sus hijos”.

En la Comisaría le explicaron que dependía de la Fuerza Aérea “y que estaba allí porque iban a decidir qué harían conmigo”. A los prisioneros los dividieron en las celdas según si dependían de la 1° Brigada Aérea del Palomar o de la 7° Brigada Aérea Mariano Moreno. La primera noche pudieron conversar entre los detenidos y nombrarse, confirmó así que su mamá también había sido trasladada desde la Base Aérea a la Comisaria de Morón.

Durante un tiempo, en la comisaria, compartió celda con Cristina Ovejero hasta que se la llevaron: hasta hoy continúa desaparecida. Luego de eso, relató una escena de abuso sexual, la cual su madre debió presenciar desde la celda contigua. “Mi madre pedía que por favor no lo hicieran, pero le dijeron que si no se callaba me mataban”. Al día siguiente pusieron a madre e hija en la misma celda, la cual compartieron por dos noches, hasta que Ávalos fue trasladada, una vez más, a Mansión Seré para su última sesión de tortura y abuso, antes de ser liberada. Regularmente, Ávalos junto a “el turco” -Jorge Zurrón- y “el chalchalero” -Ernesto Lahourcade-, también detenidos en la Comisaria de Morón, eran trasladados a la antigua casona para ser torturados. Fue allí donde ella conoció a Leston. Como le habían explicado los carceleros a la testigo: “La situación de los tres dependía de la 1° Brigada Aérea del Palomar”, cuyo Grupo de Tareas 100 operaba en el centro clandestino que funcionaba en Mansión Seré.

 A su madre no la vio nunca más. Pudo saber de casualidad, a partir de un folleto de una actividad de memoria, que fue trasladada a El Vesubio donde fue vista por última vez.

Por solicitud de Nicolás Aguilar, abogado defensor de Julio César Leston, testificó en esta audiencia la abogada Julieta Paradela, que respaldó lo declarado por Norberto Urso, en mayo, ante el mismo tribunal. “Llamé por teléfono al número que me había facilitado Norberto Urso y hablé con una persona que dijo ser el hijo de Leston. Me repondió que su padre no estaba en ese momento, le pedí que se contactara conmigo. Leston padre lo hizo. La reunión fue en mi estudio. Norberto comenzó haciendo unas preguntas que tenía preparadas y a tomar nota de las respuestas. Al tiempo, Norberto me pidió concretar un segundo encuentro al que Leston nunca concurrió”, fue el relato de la abogada, concordante con lo relatado por el sobreviviente Urso. Sin embargo, el hijo del imputado, Gabriel Leston, en declaraciones previas desmintió haber atendido el teléfono

Paradela recordó algunos de los temas tratados durante el encuentro, como la actividad de vigilancia de Leston sobre la sobreviviente Zoraida Martín y los integrantes de “La Patota”. “Él nunca se reconoció como parte del grupo, sino como personal de la Fuerza Aérea. Hablaba como testigo privilegiado y no como si se sintiera parte de los hechos. Salvo en el caso de Zoraida Martín, de quien habló como una tarea menor que le habían asignado y él cumplía: la de vigilarla”.

Finalizadas las declaraciones que colocaron al imputado Leston nuevamente como protagonista de este juicio, la próxima audiencia quedó programada para el martes 26 de agosto a las 9 horas de manera presencial y la transmisión puede verse a través de La Retaguardia.