Por Franco Révora
Fotografía: ARCHIVO Clara Perez Colman, Pamela Duran, Sofía Barrios, Valentina Gómez Sambrano, Vanina Alarcon

Javier Milei llega a las elecciones de medio término con índices muy competitivos a pesar del embate a los jubilados, a las personas con discapacidad, al descenso del poder adquisitivo y al aumento de la desocupación. ¿Por qué la motosierra no genera rechazo en buena parte de la sociedad?

El gobierno de Javier Milei se está por enfrentar con su primer plebiscito electoral a nivel nacional en el mes de octubre. Tras un año y siete meses de gestión, se logró contener la inflación por debajo del 2% promedio, a cambio de una caída del salario de un 6,3% en términos reales, de una pérdida del 15% en jubilaciones y un nuevo prestamo de 20 mil millones con el Fondo Monetario Internacional, además de una importante depresión general de la economía. También hubo recortes en presupuestos de Educación, Salud y en subsidios a personas con discapacidades Sin embargo, la popularidad del primer mandatario se mantiene. Por eso, en vistas a esta realidad material, ANCCOM dialogó con especialistas para preguntarse si el ajuste se volvió popular.

 

La pregunta

 

Shila Vilker, directora de la consultora TresPuntoCero, destaca que “en febrero del 2023, cuando no se imaginaba a Milei presidente, 7 de cada 10 argentinos estaban de acuerdo con la idea del ajuste, con despedir empleados del estado y achicarlo”. En ese sentido, señala que “es jugado y paradójico decir que el ajuste se volvió popular, pero sí hay una demanda social asociada a ello”.

Paola Zuban, directora de la consultora Zuban Córdoba, señala por otro lado que en el apoyo al gobierno “hay contradicciones”, ya que una gran parte de la población “reniega de las medidas y formas de Milei” pero que, de todos modos, no retira su apoyo. Esto es porque la gestión “sigue sosteniendo una expectativa positiva a futuro. Lo exitoso es haber podido construir una expectativa positiva a futuro en gran parte de la población, aún a costa de los profundos ajustes que generó y sigue prometiendo”.

Por otro lado, Mariano Schuster, editor de la revista Nueva Sociedad y de La Vanguardia, señala que “los sectores populares, cuando escuchan la idea de ajuste, no están pensando en uno personal, sino en un ajuste de otros actores. Pueden verlo en un estatal y pensar que eso no se va a reflejar en su materialidad”. En esa línea, afirma que no cree que haya que ser concluyentes con que los sectores populares apoyan esa ideaen particular.

Las complejidades

De todos modos, Zuban puntualiza que hay una parte de la sociedad que viene “muy golpeada y enojada con los gobiernos anteriores”. En paralelo, el apoyo al gobierno se divide entre un núcleo duro y dogmático del 33% o 35%, subraya, y otro que ronda un 17% que “apoya algunas cosas y va a seguir apoyando dependiendo de los resultados económicos”.

Sobre esta base, comenta que hay “una ciudadanía standby”, en el sentido de que, durante un periodo de crisis, la población fija prioridades y relega unas en pos de otras. Pero, a su vez, esto es “una cuestión latente, que puede cambiar cuando esa expectativa económica no sea satisfecha”.

Por su parte, Vilker destaca que “la demanda de ajuste precede a la emergencia de Milei”, pero que “depende donde caiga el ajuste empiezan a aparecer porosidades en esa población que apoya a Milei. Los jubilados representan eso, la educación pública, el Garrahan”.

Sobre la idea de porosidades, remarca que “se manifiestan en temas que despiertan un acuerdo incluso dentro de quienes apoyan a Milei, en donde dicen ‘hasta acá’. La pregunta es si ese límite implica un retiro del apoyo. Hay que ver cómo escalan, pero siguen siendo cuestiones que, a la larga, pueden poner al gobierno en una encrucijada”.

 

El término

Más allá de la cuestión coyuntural, Schuster rescata que “es cierto que la percepción social de la palabra ajuste, hoy, al forjar la idea que es a la casta política, se pueda establecer que se pretende hacerlo más popular, instalar y revalorizar la palabra”. En esa línea, remarca que “es muy nítido” como los mismos actores que en el gobierno de Macri eran más sutiles hoy son mucho más crudos en sus alocuciones.

Sobre este punto, analiza que “muchos de los altos funcionarios del gobierno tienen una matriz que proviene de lo que fue la ola neoconservadora de fines de los 80 y de los 90. Hay una herencia de ese vocablo aunque adaptado a un capitalismo distinto a esa etapa”

Sobre esta base, comenta que “puede ser que haya una idea de ajuste en lo popular pero no es que piensan en un ajuste directo en el que le van a quitar parte de su salario o de un ajuste personal que dentro de seis meses va a tener rédito, una reflexión compensatoria. Las derechas están trabajando para convertir su programa en algo más popular”.

Por su parte, Vilker subraya que “parte del fenómeno más insólito es que ajuste dejó de ser una mala palabra. Tanto es una demanda que, haciendo alarde de él, no pierde adherencia. La motosierra es un símbolo muy potente”. Pero, en paralelo, precisa que “el ajuste siempre es aquello que se piensa recayendo sobre un otro” y que “cuando recae en todos se digiere un poco mejor”.

 

La oposición

En este escenario, el peronismo debe reordenarse para brindar una alternativa en una población que no responde de la misma manera a estas simboloígas que hace 20 años. Zuban puntualiza que, a este esenacrio, se le suma una “oposición anestesiada” que habla de pasado y que no tiene un liderazgo que plantee una visión de futuro”.

Schuster subraya que, para las propuestas nacionales y populares, “lo primero sería plantear quién está pagando materialmente este ajuste. No es la política ni los sectores pudientes, sino los trabajadores. “Es afirmar que hay una economía que precisa un saneamiento pero que necesita ajustar a quienes ajustan, que son los sectores concentrados de la economía”.

Vilker complejiza que “la idea de ajuste es un acierto del gobierno, la crítica a la idea de justicia social no tanto. No todo es igual, eso sigue siendo un significante atractivo”. En ese plano, resalta que “el peronismo se debe una reconfiguración de su propuesta a la población. Es una sociedad posobrera y el peronismo tiene un discurso muy obrero. Esta es una sociedad con mayor dificultad para la integración social. Hay muchos fenómenos nuevos que el peronismo no termina de capturar”.

En paralelo, remarca que “es difícil plantear un programa antiajuste porque hay ideas que ya forman parte del nuevo acuerdo social. Hasta la propia Cristina discute la idea de Estado presente”.