Por Jimena Pérez
Fotografía: Guillermina Muller @guillerminamullerr / gentileza Jero Jones

Jero Jones lanzó su primer disco,»Circuitos», una excusa para hablar del impacto de las redes sociales y las plataformas de distribución en la producción artística. ¿Democratización de la producción o basurero cibernético?

Argentina tiene una dualidad sonora: lo mainstream y la escena de nicho. Por la segunda, que se encuentra oculta, transitan artistas que están comenzando a despegar. Jero Jones forma parte de ese mundo. Recientemente estrenó su primer álbum, Circuitos, y aprovecha esta charla para dar opiniones fuertes y valientes sobre cómo impactan las nuevas tecnologías en la cultura musical y la calidad de su producción.

 

Vos tocas todos los instrumentos en tus canciones ¿Cómo es el proceso de, primero componer, y después grabar todo un disco? ¿Es solitario?

Cuando arranqué yo tenía una banda de secundaria que no iba mucho con mi onda, no eran tan músicos. Cuando se frustró ese proyecto de banda, dije “bueno, me hago solista, yo soy el que realmente quiere hacer esto”. Empecé a componer, grabé con Nelson Pombal que fue quien le produjo el anteúltimo disco a Charly, Random. Me dijo: “si sabes tocar todos los instrumentos grabalo todo vos”. Entonces empecé a grabar todo, bajo, guitarra, batería, teclados, sintes. Y ese fue el primer proceso de grabación mío, profesional. Estuvo buenísimo, Transferencia también, pero se sentía un poco solitario. A lo último de Transferencia empecé a invitar a algunos amigos que me daban ideas, inspiraciones. Yo fui variando mucho mi estilo. Todo eso fue a través de la gente que me crucé y que me inspiró. Hubo un punto en que dije “Puedo grabar todo yo solo, pero no quiero hacerlo todo yo solo”. Circuito tiene un poco más de invitados. Tiene invitados en la batería , en la guitarra, en la voz. Ahora justo estoy laburando en un EP nuevo que va a salir este año. Se llama ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor? Tiene tres colaboraciones, las voy a spoilear. Una con Cata Ammaturo, otra con Raybet y otra con Lola de Homogénica. Yo siempre pensé que en la colaboración uno siempre tenía que ceder al estilo de otro, uno va a estar principal y otro secundario. Pero no sé si es necesariamente así. Uno aporta lo suyo y se hace lindo. Es lindo hacer arte en colaboración, cosa que no hice al principio pero ahora estoy haciendo y me gusta mucho hacerlo.

 

Te daba cosa perder tu estilo dentro de tanta gente

Exacto, pero al final no. Era un miedo hipocondríaco. Pero al final se soluciona bastante fácil.

 

¿Cómo es el proceso creativo de sentarse a componer?

Cuando arranqué miraba una película, leía un libro, me inspiraba con algo en particular. Me acuerdo que una canción del primer EP, El hijo de la bestia, salió después de que vi Bohemian Rhapsody, no sé por qué, me acuerdo patente de eso. Pedro Raúl fue después de que escuche por primera vez La Grasa de las Capitales de Charly. Las primeras canciones mías surgieron a través de inspiraciones fuertes. Las de ahora son un poco más libres. Digo “hace mucho que no me siento y compongo un tema”, me siento y sale un tema. Antes yo componía mucho más de influencias, ahora son muchos más eventos personales. Ya tengo una fórmula propia.

Recién mencionaste tus dos eps anteriores: Transferencia y Hollywood está lejos de casa. Hay muchas continuidades con Circuito. ¿Cuáles crees que con las rupturas?

Los dos eps que hice me gustan, los he escuchado bastante. Pero, como te decía, se ven mucho las influencias y no encontraba mi sonido original, que siempre está en búsqueda. En Transferencia escuchaba mucho Devo, Crafter, The Human League, The Cure, Sumo. Se ve ahí, las influencias. Creo que con Circuito la ruptura es que juego un poco más y hago lo que yo quiero un poco. Hay una canción de conga y una canción más disco setentero. Hay mucho de LCD Soundsystem, es una banda que me empezó a gustar después de Transferencia. Encontré más libertad en la creación y en la producción, esa es la ruptura creo yo.

 

Vos te insertas en un ambiente en donde el sonido que lo caracteriza es muy distinto al tuyo. Moscú, por ejemplo, con Sakatumba, Winona, Ryan. ¿Cómo te recibe el público en ese contexto?

Creo que fue en 2022 que arranqué. Se notaba mucho la diferencia, tenía una canción en mi set que era Bossa Nova, nada que ver. En ese momento era la pospandemia, era más pospunk, más shoegaze. Son géneros que me gustan, que los empecé a escuchar pero que nunca me identifiqué. Yo siempre me consideré una persona más popera, desde los tres años que bailo Michael Jackson. Al principio hubo un forcejeo, un tire y afloje con el público. Tocar después de Mujer Cebra es medio raro. Son dos curadurías musicales distintas. Siento que al final se puede encontrar una linealidad. Homogénica es una banda con la que me encanta compartir, encontramos mucha sintonía pop. Es una banda que me gusta mucho. Hay que encontrarle la vuelta más estética, porque está lo musical pero también lo estético. Por ejemplo, yo podría hacer una fecha con  Ryan porque hay una cosa sin escrúpulos que tienen ambos proyectos que puede funcionar. Pero al principio fue un tire y afloje, medio “me siento fuera de lugar acá”. Después fui haciendo más mi propio camino, no tanto meterme ahí en la escena. Siempre sentí que estaba siendo parte de ese grupo, de esa coyuntura musical.

 

Esta escena que estamos hablando está muy distanciada de lo Mainstream. ¿Cómo lo ves a futuro este proyecto?

Todas estas bandas empezaron a surgir después de la pandemia. Nunca fueron mainstream. Cuando tenía 16 años, lo mainstream era el reggaeton, Maluma, Ozuna, Duki, el trap. Ese consumo musical, que a mí me parece un poco vacío de contenido más que nada, musicalmente puede haber riqueza. Siento que el rock perdió en ese momento contenido que ahora lo está volviendo a obtener con todas estas bandas que surgen. Si bien todas quieren ir para adelante y quieren hacer conocer su proyecto y eso requiere una adaptación en el sistema y jugar según las reglas de juego y venderse un poquito, pero de igual forma siento que el contenido está y eso le hace muy bien a la música y a la cultura argentina. Winona en Obras, llenar Nicetos, que cada vez se convoque más, que cada vez haya más público. La gente quiere ir a ver bandas, quiere estar activamente en algo, quiere formar parte de algo. Antes había gente que le gustaba música distinta a los mainstream pero no había una escena a la cual decían: “Bueno, vamos a ir a ver bandas”.  Siento que eso cada vez se está haciendo más masivo y en estos momentos más trágicos del país la gente quiere formar un sentimiento de comunidad. Le tengo fe a eso, le tengo esperanza. No sé en cuánto tiempo, no puedo hacer una proyección. No sé si se va a volver mainstream al trap o al reggaeton porque creo que esto va a seguir estando, lamentablemente.

Sakatumba, que tocó en el Quilmes, puso un cartel gigante que decía: “Escuchar trap arruina tu salud mental”.

Y bueno, un poco sí. Yo en un momento era conservador sobre esto. Hay música de trap que a mí me gusta. Hay cosas muy ricas en ese estilo. Hay otras cosas que son muy pobres. Las letras misóginas, los ritmos repetitivos. Solo ritmo es, no tiene armonía ni melodía. El rock, no el rock Pappo, la cultura rock como seguí tus ideas, hacer lo que vos querés, yo creo que le hacen bien a la cultura. En el trap y el reggaeton no está tan en eso. Ahora los músicos de trap se están volviendo un poco a esa. El género que siempre marcó esas tendencias y esa libertad de hacer cosas es el rock porque no tiene tantos escrúpulos. Eso está volviendo un poco creo yo.

 

En este contexto, ¿qué tan bien pensás que le hace la tecnología a la música y al arte en general? Muchos hablan de democratización del arte ¿Vos pensás que es así o es una mentira?

Es una dicotomía lo que pienso: la tecnología ayudó a que pueda conocer música de Japón o pueda subir una canción a Spotify gratis; antes tenías que firmar con un sello, te tenían que ver, les tenías que gustar, muy reducidas las posibilidades de publicar tu música. Hoy en día podés hacerlo, hacerte conocer a través de reels, tik toks o formar una comunidad propia y no necesitar de alguien más arriba. Ese es el lado bueno. Pero leí un texto de Boris Groys hace poco que hablaba de la producción y la ejecución. Antes la producción era más privada, personal: yo en mi cuarto componiendo el tema. Hoy en día la producción del arte es una exhibición. Tenés que mostrar, tenés que estar todo el día subiendo contenido, mostrándote al otro para venderte. Ahora es constantemente producir, producir, producir. Es un poco más exhibicionismo de la producción creativa. Es un poco también lo del freelance. Antes la gente se quejaba porque tenía  que ir a laburar ocho horas en una fábrica pero ahora está la autoexplotación y para mí con la música pasa exactamente lo mismo. Te explotaba el sello y ahora te autoexplotas vos. El músico independiente que es diseñador, crea videos, crea fechas. Eso lo generó un poco la tecnología. Siento que la tecnología hace que la música pierda valor.

 

¿En qué sentido?

En esta facilidad de encontrar la música. Tocar un botón y escucharla. Porque hay un laburo muy grande detrás de eso. Pierde un poco el sentido del valor de la música. No sé si masivamente o tan directamente, pero indirectamente sí. Antes, mi viejo me contaba, que tenía que esperar a la radio. Ponía el cassette y esperaba que el DJ diga: “Bueno, ahora pasamos Don’t you want me de The Human League” y ponía la lapicera y rebobinaba para que se grabe en el cassette y robe el mixtape de la radio. Era una aventura conseguir la música o tener el físico que hoy en día no se tiene. Spotify le paga migajas al artista. El arte está muy precarizado, todo se hace a pulmón. Creo que el arte perdió un poco de valor con esto de la tecnología. Como hay tanta oferta y es tan accesible, aunque siga habiendo mucha demanda, el precio cae, el artista no recibe lo que merece en este sistema que necesitamos vivir de esto. Esto quizás es un poco más tradicionalista pero creo que hay algo ahí subliminal que pierde valor.

 

¿Vos creés que la democratización es más por el lado del oyente que del artista?

Exacto. Yo creo que el lado malo de la democratización es que se vuelve un basurero cibernético de arte que quizás puede estar increíble pero no tiene el alcance que necesita porque es un basurero de contenido. Se termina convirtiendo en contenido, es un mar de cosas que sube cada día. Para que eso llegue al alcance que querés tener, debés venderte a las reglas de la tecnología. La gente puede conseguir un montón pero el artista se ve dificultado

 

En esta felicidad de publicar arte, ¿pensás que el músico perdió el respeto que tenía hace 60 años?

Me vas a hacer entrar en un mundo muy conservador. Yo creo que sí. ¿Qué es ser artista? Esta está cultura en la que el actor hace música porque le pinta y hace música tonta. Pero también hay música tonta que vende. A mí me encanta la música tonta, no estoy criticando. Pero hay una facilidad de que todo el mundo es artista, todo el mundo es cantante, todo el mundo es guitarrista y quizás eso porque se perdió un poco el respeto. Quizás eso es bueno, quizás eso es malo. Todo el mundo hace música pero si todos somos músicos entonces no somos todos músicos. Un poco la frase de “Los Increibles”: “Si todos son super nadie lo va a ser”. Hoy en día los artistas no tienen tanto respeto porque son más de vidriera. Hay tango de vidriera, hay jazz de vidriera, hay rock de vidriera. Yo creo que la música pop hoy en día, el más mainstream, hace que la gente que escucha música diga “esto no lo puedo respetar, esto lo voy a bailar a la discoteca”. El Mainstream antes era Charly García, música elaborada. Ahora la música elaborada es la  que se va a bailar a la discoteca. No hay tanta producción pero no estoy en contra de la música pop.

 

¿Para vos este cambio musical es un reflejo de la sociedad?

Sí. No sé si fue después de la caída del muro de Berlín. Hace poco leí un texto que decía que después de los 2000 no hubo innovación en la música, era todo influencia, reciclaje de cosas pasadas. Yo siento que el consumidor pide cada vez menos al artista, menos innovación, menos a cambio. Los artistas hacen lo que quieren porque el espectador no le pide nada, entonces el artista no encuentra un mercado, una colectividad, un grupo. El artista hace lo que quiera, que es lo que le gusta a él, que es la música del pasado. Hay un punto en el que decis: “Esta todo creado, che”; pero no está todo creado. Hay un montón de notas que se pueden inventar, armonías que se pueden crear. Hay canciones que son conocidas durante un mes y después hay que hacer otra canción. Le preguntas a una persona de un tema que salió hace ocho meses y dice: “Uh, re viejo”. La cantidad y la calidad se divide para mí. Hay mucha cantidad de cosas y esa vorágine de subir, subir y subir, y de que la gente quiere todo ya hace que pierda un poco la calidad de las cosas. El artista deja de ser solicitado como en el pasado. A Charly le criticaron el primer disco de Seru Giran que es una obra de arte.

 

Dijiste algo que me interesa que es Moscú: ¿Vos crees que es una familia?

Yo voy a Moscú hace cuatro años. Ya me hice amigos. Es algo lindo. Cuando terminé el secundario empecé a conocer a gente con gustos similares. Estamos todos acá por lo mismo, vamos por el mismo camino. Moscú es como una casa, siempre te recibe con los brazos abiertos y la gente. Me encanta tocar ahí. Lamentablemente cierra las puertas ahora. Esto sin duda me lo voy a quedar para toda la vida. En el momento lo tomas con naturalidad, pero después decís “guau, esto no es fácil de conseguir”. Algo como pasaba en los 80, cuando iban a bares todos los de New Order, Joy Division o La Paz en Capital. Hay algo que se creó ahora que hace mucho no pasaba y espero que se siga manteniendo un poco.