Por Ailen Argañin
Fotografía: Captura de pantalla La Retaguardia

En una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad ocurridos en el centro clandestino Mansión Seré y en el circuito RIBA, declararon un sobreviviente y la mujer de un secuestrado.

“¡¿Pero vos entendes pendejo que te podemos matar y no se entera nadie?!”, relató Gustavo Daniel Romano, sobreviviente del excentro clandestino Mansión Seré, sobre el simulacro de juicio que debió padecer mientras padeció su secuestro. ”Me llevaron a una habitación donde éramos varias personas y me dieron tres opciones de lo que podrían hacer conmigo: matarme, hacerme pagar una culpa que al día de hoy desconozco, o liberarme. Yo les dije taxativamente que me liberen”, relató el primer declarante de la audiencia número 23 por la causa 4.118, conocida como Mansión Seré IV y RIBA II. Romano declaró en dos oportunidades anteriores, en el juicio a las Juntas Militares de 1985 y en el año 2009. Este martes volvió a relatar con un testimonio rápido, detallado y preciso, casi sin atisbos de dolor, los padecimientos provocados por la privación ilegítima de su libertad.

El testigo había sido secuestrado con 18 años, el 5 de octubre de 1977, de su domicilio en Boedo: “Mi casa era un lugar de encuentro, nos dedicamos a la actividad social”, dijo el militante de la Juventud Peronista. Recordó el ingreso violento de cuatro civiles portando armas largas, que preguntaban por él. “Me dijeron que me iban a llevar pero sin especificar ningún motivo. Me vendaron los ojos y me pusieron en la parte de atrás de un auto. Luego de un largo viaje, me subieron por una escalera y me tiraron en una cama, y alguien caminó por arriba de mi espalda”. Sobre las torturas explicó, de manera general, que solían ser con electricidad.

“Nuestro oído estaba agudizado, a lo que nosotros dábamos importancia que era la llegada de La Patota, antesala de una nueva sesión de tortura. Había mucha diferencia entre quienes nos cuidaban y La Patota”, relató el sobreviviente. Sobre la estancia en la mansión del terror recordó la comida “de olla” una vez por día, la falta de higiene y la imposibilidad de ir al baño: “Me bañaron una sola vez con una manguera”, dijo. Compartió lugar de encierro con Alejandro Astiz y luego con Juan Carlos Brid. En relación a Brid, recordó que “habíamos acordado que el primero en salir iría a la casa del otro para avisar que estábamos vivos. Al momento de mi liberación, yo no tenía mis zapatillas y solo estaban los zapatos de Juan Carlos. Me los llevé puestos”.

Para su liberación, Romano, fue trasladado a la comisaría de Haedo en el baúl de un auto. “Me metieron en un calabozo, que al recordarlo ahora me genera claustrofobia, pero en ese momento estaba feliz porque significaba volver a la vida. Allí un policía me tomó los datos y tuve visitas de familiares, incluso ellos me vinieron a saludar: ‘Chau Romano, portate bien’, me dijeron. Estuve dos meses allí y luego en la cárcel de La Plata, hasta que me liberaron por un decreto del Poder Ejecutivo. Con el tiempo rehice mi vida, voy camino al medio siglo de aquello”, finalizó su declaración el sobreviviente.

La segunda declaración de la audiencia fue la de María Alejandra Hernández, testigo del secuestro de su esposo Gustavo Mensi. “Lo secuestraron el 23 de noviembre de 1977, yo tenía 21 años y él 22.”, relató Hernández.

Sobre la noche del secuestro, recordó que varias personas primero pasaron por la casa de sus suegros, donde Mensi había vivido hasta antes de casarse. “Luego fueron a nuestra casa, tocaron el timbre, mi marido se despertó y fue a abrir. No lo volví a ver por un mes”, expresó la testigo angustiada por la reminiscencia de los hechos. “Una vecina luego de muchos años, nos contó que había visto como a Gustavo lo subían a una camioneta blanca, en la que había más de cuatro personas, que eran las que habían ingresado en la casa vestidos de verde. Los que entraron, comenzaron a revolver, me pedían las libretas de teléfono y me preguntaban por antiguos compañeros de militancia que mi marido había conocido en el secundario. Yo tuve lo mío en Devoto, pero ambos dejamos la política en 1975”. En la habitación, contemplando el interrogatorio a su madre, estaba el hijo del matrimonio, Pablo Mensi, de un año y medio. “Por esas cosas raras del destino no me llevaron a mí, ni a mi hijo”, argumentó la testigo.

Durante el mes de secuestro de Mensi, Hernández realizó averiguaciones de todo tipo para encontrarlo, así le llegaron a confirmar que “se lo habían llevado los de aviación”. Tuvo incluso un encuentro con el Vicealmirante de la Marina, Rubén Chamorro. “Ellos sabían todo sobre nosotros, mi militancia en Devoto y la de Gustavo. Me dijeron ‘podría haber sido usted también´. Se sentían todopoderosos”, relató la testigo.

“El 22 de diciembre de 1977, cuando volvíamos con mi hijo del jardín, lo encontramos sentado afuera de la casa. Lo habían dejado en la zona de San Martín, en las vías del tren, con unas monedas que usó para tomarse un colectivo que llegaba a la casa de sus padres. Estaba extremadamente flaco, con la misma ropa que se había ido”. Pese al paso del tiempo su marido habló muy poco del tema. “Le dolía recordar”, dijo, pero algunas de las vivencias que alguna vez él le contó fueron reproducidas por Hernández en su declaración: “Gustavo supo que había llegado a la Mansión por las declaraciones de un antiguo compañero de militancia a quien habían torturado hasta matar. Ese era su mayor miedo”. También le contó que se había dado cuenta que “en las sesiones de torturas ellos tenían unas fichas y cuando se equivocaba le volvían a golpear, como si supieran todas las respuestas”, añadió en su declaración.

Para finalizar su testimonio, Hernández relató las secuelas posteriores que afrontó la familia, como la enfermedad de su suegra o las pesadillas recurrentes de su hijo, presente en el momento del secuestro. “Cuando abrió la CONADEP fuimos a hacer la denuncia, pero había tanta gente que Gustavo no pudo hacerlo, teníamos mucho miedo. Por lo mismo, durante varios años no tuvimos DNI: no podíamos pisar una comisaría o un juzgado”.

Luego de una audiencia dinámica, los inconvenientes se sucedieron cuando la jueza y presidenta del Tribunal Federal Ora N 5l, María Claudia Morgese, comenzó a leer a la testigo parte de una declaración previa. A esto se opusieron el defensor oficial Leonardo Miño, quien suele repetir los destratos hacia la magistrada, y el abogado defensor Mauricio Castro, quien manifestó su adhesión al pedido de no lectura aludiendo a que la jueza estaba “ejerciendo una actividad propia de la acusación que no se corresponde con la imparcialidad por la que debe velar este tribunal”. Por su parte, el fiscal Félix Crous, con la adhesión de las querellas, manifestó que la declaración de Hernández debería incorporarse al juicio: “No tengo objeción de que se lea la declaración que ya debería estar incorporada” y recordó que esto no sucedió por la oposición de los abogados defensores. Al respecto, volvió a pedir al tribunal que revise los motivos de las objeciones de la defensa para evitar “escenarios en que las personas deben exhibir su dolor, y aún con gratitud de estar frente al sistema judicial para hacer justicia. Sé que algunos disfrutan con el dolor ajeno, para eso hay un significante: sadismo”, concluyó. Luego de los ida y vuelta generados, la jueza cerró de manera directa la audiencia recordándole al defensor oficial Miño que, si así lo consideraba, podía elevar una petición sobre su accionar como magistrada.

 

La próxima audiencia de este juicio será el martes 17 de junio, y se adelantaron cómo próximas fechas el 24 del mismo mes y el 8 de julio.