A veinte años de la reconversión del excentro clandestino de detención El Olimpo en un sitio de memoria, dos sobrevivientes que pasaron por allí inauguraron un ciclo de homenaje a los 40 años del juicio a las juntas militares.

En una tarde de sábado llena de emociones, vecinos y vecinas de Floresta se acercaron al Olimpo. Antes de que se proyectara la película El juicio, Isabel Cerruti y Elsa Lombardo, sobrevivientes que pasaron por este centro clandestino de detención, tortura y exterminio, compartieron sus experiencias como testigos en la causa contra los represores que actuaron allí durante la dictadura, sus victimarios. Con el nombre de Atlético, Banco y Olimpo (ABO) se conoce al proceso judicial iniciado en noviembre de 2009 que ya juzgó a 15 exmilitares por los delitos de lesa humanidad cometidos en estos tres centros clandestinos de detención dependientes del Ejército. En 2022 comenzó el quinto tramo del juicio.
“La Conadep fue el primer paso en la preparación del juicio. Fue sanador porque pudimos vencer el anonimato”. Así abrió la conversación Elsa Lombardo, militante detenida ilegalmente en 1978. Sentada a su lado, su antigua compañera de celda en el Olimpo y actual coordinadora del Espacio para la Memoria, Isabel Cerruti, la escuchaba con atención. “Había una conciencia de que esto debía hacerse sí o sí como un acto de justicia porque la sociedad estaba herida y buscaba respuestas. Toda la sociedad fue herida por esta tremenda ola de terror y miedo que sacudió a nuestro país. Por eso estamos acá, para continuar con la sanación”, siguió Lombardo.
El encuentro se llevó a cabo en el predio ubicado sobre la calle Ramón Falcón, en una sala equipada con pantalla, proyector y sillas, y cuyas paredes exhiben los rostros de desaparecidos que pasaron por ese sitio del horror, hoy de Memoria. “Éramos militantes y sabíamos que todos los días caían y desaparecían compañeros y compañeras. Eso era terrible. Había que escapar, estábamos en la clandestinidad. Este juicio nos dio la posibilidad de salir a la luz”, dijo Cerruti.
“Habíamos regresado del infierno. La tortura no es solo que te den una cachetada, una paliza o aquellas cosas que se les ocurrían y que se dieron permiso para hacerlas todas. Es lo que tuviste que ver, vivir, compartir”, contó Elsa, haciendo referencia al dolor y al miedo que aún sentía a la hora de declarar, pero que no le impidió presentarse con el fin de sanar a la sociedad. Y para despertarla. “Hay algo que decía Mario Villani (otro sobreviviente) que me quedó grabado: si hay algo que este juicio dejó, más allá de que se condenara a los genocidas, es que la sociedad ya no podía decir que no sabía”, afirmó Isabel. “No había forma de escaparse de las noticias. Ya todos sabían. Sabían la metodología y porqué lo hacían”, agregó.

Entre desvíos y reflexiones de mucha actualidad y ante la mirada expectante de los presentes, las oradoras dieron detalles del antes, el durante y el después de sus testimonios en el proceso judicial. “Hubo diálogos fáciles, diálogos difíciles. Estaban quienes te preguntaban ‘por qué vos sí (volviste) y mi familiar no’. No es fácil esa respuesta, quizás la tienen que dar los genocidas”, comentó Lombardo. En la misma línea, Cerruti recordó una de las preguntas hechas por los jueces: “Por qué creía yo que me habían liberado. Yo les dije que le pregunten a ellos”, sentenció.
Dueños de la vida y la muerte
“A mí me lo dijeron. Fue por el voto”, interrumpió Elsa. “Después de salir en libertad nos controlaron mucho tiempo. Uno de los jefes del Olimpo me dijo: `Vos estás viva porque yo voté´. Eran dueños de la vida y de la muerte”, continuó. A pesar de lo que sufrieron y de que, en palabras de Lombardo, “la herida sigue abierta”, ambas coincidieron en que nunca se buscó venganza, sino justicia, y en que es importante mantener viva la conversación sobre el terrorismo de Estado, especialmente en este contexto. “Aquello fue una dictadura, no estamos hablando de eso hoy. Pero hay cosas que están pasando que nos remiten a algunas que nos pasaron a nosotras y son injustas”, sostuvo Isabel y luego añadió: “Los juicios siguen abiertos, así que tengamos atención. Se lo debemos a aquella Conadep, a aquel juicio que nos dio un montón a todos”.
En la hora que duró la charla, el silencio atento de los oyentes, de todas las edades, sólo se rompió para aplaudirlas y para dar paso a un descanso antes de la proyección de la película.

Algunas personas aprovecharon para salir de la sala y ver la caída de la noche sobre los galpones vacíos, los murales en las paredes, sobre el parque en el centro, y los carteles que indican que ese fue uno de los escenarios donde ocurrió el horror. En este CCD estuvieron secuestradas entre agosto de 1978 y enero de 1979 alrededor de 500 personas, la mayoría de las cuales permanece desaparecida. Es por esto que, de acuerdo con el relato de las sobrevivientes, la jornada del juicio destinada a las declaraciones en torno a “Olimpo” fue uno de los más extensos. En junio se cumplen 20 años de la recuperación del espacio y su apertura al público.
El juicio
El documental de Ulises de la Orden está compuesto exclusivamente por el archivo registrado en 1985, que por muchos años fue inaccesible. Resume meses de audiencias en un metraje de tres horas, divididas en 18 capítulos, cada uno enfocado en un eje de los múltiples testimonios que resultaron en la condena de cinco de los nueve integrantes de las Juntas acusados, en diciembre de ese año. Fue estrenado en 2023 e incluye todas las aristas de aquel histórico proceso judicial, desde el relato de los hechos en las voces de las víctimas, hasta el despliegue de la defensa de los represores.
Tanto Elsa como Isabel se quedaron a ver el documental y compartir algunas reflexiones finales. “Cuando uno iba a declarar, no veía el conjunto de lo que estaba pasando. Ver esto es tremendo”, señaló Cerruti. “Durante mucho tiempo no contamos lo que habíamos pasado porque pensábamos que hacíamos sufrir al otro. Pero los chicos, las familias, los vecinos tienen que saber. Si estamos acá es para transmitir lo mucho o poco que sabemos. Porque los compañeros se lo merecen”, añadió, en referencia a los desaparecidos y el “deber” de que la sociedad sepa qué pasó con ellos.
Los trabajadores del sitio de memoria destacaron la importancia de mantenerse en contacto no solo con la narrativa de lo ocurrido durante la dictadura, sino con los documentos. Ese espíritu inspiró esta primera actividad, que originalmente incluía un recorrido guiado por la arquitectura del predio y la proyección del documental en su totalidad, pero que tuvo que acortarse debido a las restricciones horarias que imperan desde el inicio de la gestión de Javier Milei.
Otro de los problemas que están enfrentando este y otros espacios de memoria es el desfinanciamiento, reflejado en los despidos masivos que tuvieron lugar entre 2024 y 2025. En las rejas que rodean la entrada se ven banderas que denuncian el desmantelamiento y el peligro de cierre como consecuencia de los recortes. A su vez, los empleados hicieron hincapié en el estado de fragilidad en que se encuentra el Archivo Nacional de la Memoria. “No hay garantías”, dijo Cerruti, “a pesar de todo el esfuerzo que nosotros hicimos desde los sitios de memoria, que son muchos en la Argentina. Se hizo y se hace un trabajo magnífico y esperemos que se pueda seguir haciendo”.
Actualmente, en “Olimpo” se realizan diversos talleres abiertos a los vecinos y vecinas del barrio, así como visitas guiadas y muestras que resultan de las investigaciones llevadas adelante por el propio espacio. Incluso en un momento adverso y de fuerte ataque a estas instituciones, el reclamo por memoria, verdad y justicia no se desvanece. En palabras de Elsa Lombardo: “La militancia es como un hormigueo que está por debajo de la piel. Cuando sale un rayo de sol, salimos todos. No nos van a detener”.