Ante la proliferación en el país y en el mundo de los “cazadores de pedófilos”, una fiscal especializada advierte sobre los peligros de la justicia por mano propia y una docente de ESI destaca la importancia de la prevención, tanto en las familias como en las escuelas.

Hoy gran parte de la cotidianeidad y de los vínculos se desenvuelven en entornos digitales. Esto implica nuevas formas de trabajar, habitar espacios, divertirnos y amar, como también peligros y configuraciones de violencia, tanto en el plano cibernético como material.
“El grooming es la captación de un adulto a un menor por medios tecnológicos, con el fin de afectar su integridad sexual”, explica la fiscal de Delitos Conexos a la Trata de Personas, Ciberpedofilia y Grooming del Departamento de La Matanza, Lorena Pecorelli, en diálogo con ANCCOM. En general, se trata de hombres que se hacen pasar por niños, adolescentes o mujeres, y este engaño puede llevar a encuentros y abusos sexuales.
En este contexto, aparecen cada vez más los autodenominados “cazadores de pedófilos”, grupos en su mayoría compuestos por hombres que, online, se hacen pasar por menores de edad para concretar encuentros con los presuntos abusadores y torturarlos. Todo el proceso es registrado en vivo y luego queda disponible para ser reproducido y viralizado. Pero, ¿qué ganan quienes lo llevan a cabo? ¿Qué idea de justicia hay detrás?
El objetivo de los cazadores es que miles de usuarios anónimos, de cualquier edad, sean testigos de sus actos punitivistas contra los supuestos perpetradores del grooming. Las plataformas de streaming permiten generar ganancias mediante suscripciones o donaciones del público, y esta es una parte clave del fenómeno, que suele finalizar con ganancias económicas para los cazadores, pero sin que el acusado sea legalmente denunciado ante la justicia.
Recientemente, cuatro integrantes de un grupo de “caza-violines”, liderado por Brandon Maldonado, fueron detenidos en La Plata y enfrentan cargos por privación ilegítima de la libertad, lesiones y otros delitos graves. Se los acusa de haber torturado durante tres horas a un hombre que intentaba encontrarse con una menor. En un video, se registran agresiones físicas y humillaciones extremas, como golpizas y la obligatoria ingestión de materia fecal.
Existen diversas normativas, lejos de la espectacularización y el morbo, que permiten denunciar y condenar el ciberacoso. “No es difícil que la justicia pueda, con un proceso que sea válido, llegar a los autores (del grooming). El tema es alentar a los particulares a denunciar desde la vía legal, porque la iniciativa privada es peligrosa y es un rol que no les corresponde”, afirma la fiscal Pecorelli.
La persecución y sanción de estos delitos debe ir acompañada de la prevención, en la que juega un papel importante la Educación Sexual Integral (ESI), pero nos encontramos ante un retroceso en las políticas públicas de esta área. Antes de ser electo presidente, Javier Milei llegó a declarar que eliminaría la educación sexual porque “es un mecanismo por el cual se le deforma la cabeza a la gente para impulsar el socialismo”.
A la par de que la extrema derecha gana adeptos y avanza contra las democracias, los discursos y prácticas de odio se reproducen y replican en distintas partes del mundo. Así ha ocurrido con la caza de pedófilos, que nació en Estados Unidos y ya se ha expandido hacia muchos países, incluida la Argentina. En la red social X y plataformas de streaming en vivo como Kick, los operativos de caza se difunden sin ningún tipo de censura y reciben tantas críticas como halagos.
Elena Ayala, psicopedagoga, docente de ESI y licenciada en Educación Especial e Inclusión, cuenta que, desde la pandemia, con un uso potenciado de los dispositivos tecnológicos, aumentaron los casos de grooming y bajó la edad de las víctimas: de 12 o 13 años, ahora comenzaron a aparecer situaciones a partir de los 9 o 10. “Esto también tiene que ver con que los niños y las niñas están muy solos”, subraya.
La Ley 26.150, sancionada en 2006, establece que la ESI debe brindar herramientas de prevención y cuidado de los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Según cifras oficiales de la Ciudad de Buenos Aires, durante 2020, el 80 por ciento de las denuncias de abuso sexual de niñas, niños y adolescentes se realizaron después de tener clases de ESI en la escuela.

Según Ayala, las pautas de crianza son fundamentales, tanto en el ámbito escolar como en los hogares. “Todas las instituciones deberían tener espacios para las familias, para contener y acompañar con políticas públicas. Hoy estamos en un momento bisagra donde la violencia está muy presente, y lo que hay que hacer es volver a rearmar los lazos sociales, encontrarse, generar espacios de construcción y no quedarnos solos ni solas”.
Para las infancias, la navegación en internet sin supervisión es un arma con muchos filos. Además del grooming, en el ciberespacio hay ciberbullying, pornografía y contenidos de cualquier tipo que pueden llevar a imitar comportamientos perjudiciales hacia otros o hacia uno mismo. La tecnología parece ser un camino sin retorno, por ello hay que educar sobre los peligros que conlleva.